Hoy y Después en Valencia
Alfredo Fermín
afermin@el-carabobeno.com
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El Carabobeño ha publicado en estos días una página con magníficas fotografías de nuestros compañeros Ángel Chacón y Andrews Abreu, con las que quedamos conmovidos por el estado de ruina y desolación en que se encuentran monumentos de la arquitectura civil de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Están en las principales calles y avenidas del centro de la ciudad, denunciando la indolencia y despreocupación de quienes son elegidos, popularmente, para velar por la conservación del patrimonio público. Hay leyes, ordenanzas y reglamentaciones que exigen la conservación de los monumentos del pasado que nunca se aplican, por lo cual todo el casco histórico, que bien pudo convertirse en un atractivo turístico como existe en Sevilla, Santo Domingo, Bogotá y Lima, es un campo de ruinas que exhiben aún la noble mampostería de sus construcciones originales. Las casas conservan aún, en sus ventanas, las rejas que hicieron herreros alemanes venidos a Valencia cuando fue instalado el Monolito en la plaza Bolívar, en 1889, y se quedaron trabajando como técnicos del ferrocarril que unía a Valencia con Caracas.
Era una buena casa
Hasta no hace mucho se encontraba en buenas condiciones una casona construida durante los tiempos de la Guerra Federal en la avenida Carabobo, cerca de la calle Libertad y el Teatro Municipal, que fue dependencia de la guarnición militar de Valencia antes de su traslado al cuartel Anzoátegui, después Fuerte Paramacay, sede de la Brigada Blindada en la avenida Universidad de Naguanagua. La casona fue destinada a servicios asistenciales del concejo municipal que muy bien pudo conservarse para un centro cultural o una biblioteca. En varias oportunidades la fundación Teatro Municipal solicitó el inmueble para dedicarlo a estas actividades, pero siempre la respuesta fue negativa con el argumento de que el inmueble era propiedad del ministerio de la Defensa.
Lo es cierto es que lo dejaron abandonado y allí está ese caserón con un árbol aéreo que sale por una ventana en una escena surrealista. Un poco más allá está el bulevar del Teatro Municipal con frondosos árboles convertido en estacionamiento que impide el paso de peatones, sin que se tome en cuenta que es un espacio de protección a un monumento artístico nacional, al que el monóxido de carbono que despiden los automóviles le está ocasionando graves daños, especialmente al plafón de la gran sala del Teatro, pintado por Antonio Herrera Toro hace un siglo largo.
Solo en el papel
Existen ordenanzas para la conservación del patrimonio arquitectónico de Valencia y está demostrado que eso solo existe en el papel, porque nadie cumple las disposiciones allí contenidas. Se permite que los inmuebles que están protegidos para su conservación sean destruidos desde el fondo hacia adelante, conservando la fachada hasta cuando los trabajos están listos para proceder a demolerla. Y, como por arte de magia, aparece una zapatería, una juguetería o una quincalla, cuando ya todo está debidamente arreglado, para que la infracción no se sancione y todo quede como si no hubiese pasado nada.
Concejos municipales y alcaldes pasan y la situación sigue siendo la misma. Sabemos cómo se manejan los asuntos en los organismos colegiados de la administración pública, pero a lo que nunca hemos encontrado respuesta es al caso del terreno de casi una manzana explotado como estacionamiento por particulares, situado entre las calles Colombia y Páez y la avenida Anzoátegui.
En este terreno estuvo en el siglo XVII el hospital y capilla de San Antonio de Padua, primer hospital de Valencia. En el siglo XIX la edificación fue sede de los congresos constituyentes de Venezuela, en 1811 y en 1830 cuando Venezuela fue separada de la Gran Colombia. En 1890 detrás de esta edificación fue construido por el gobierno de Carabobo un asilo de ancianos llamado de la Beneficencia, atendido por Hermanas de San José de Tarbes. La obra se mantuvo hasta los años 70 cuando, por orden de un presidente del concejo municipal, la bella arquitectura fue derribada como se hizo con la antigua sede del concejo municipal frente a la plaza Bolívar.
Garaje por plaza
En 1983, cuando fueron celebrados los 200 años del nacimiento del Libertador el presidente de la República, Luis Herrera Campíns, dispuso en la Gaceta Oficial que siendo la Casa de la Estrella patrimonio nacional se extendiera esta distinción hasta el mencionado solar, para levantar allí la Plaza de la República. Con esa finalidad el artista Wladimir Zabaleta presentó al gobierno de Carabobo el proyecto del monumento que fue exhibido en el Capitolio siendo gobernador Gustavo Correa Viso.
Anteriormente el concejo municipal había donado el terreno a la Sociedad Anticancerosa de Carabobo para que construyera su sede, por lo cual el asunto permanece en litigio. Pero, por razones no suficientemente explicadas o aclaradas, unos particulares convirtieron el enorme terreno en un garaje de camiones y gandolas para beneficio de particulares.
Dicen que del negocio participan funcionarios municipales. No podemos asegurarlo, por lo cual no estaría de más que, alguna vez, el concejo municipal o la alcaldía informaran las razones por las cuales una propiedad del municipio es usufructuada por particulares. Siempre concluimos diciendo que no estamos pidiendo mucho, pero no se nos responde. Llegará el día en que alguien aclare cómo es el negocio.
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