Así fue la primera manifestación de hologramas de la historia
Más de 2.000 personas aportaron sus imágenes virtuales para protestar en Madrid contra la Ley de Seguridad Ciudadana, por presuntamente restringir la libertad de expresión
Como el gobierno de España se apresta cambiar las reglas del juego que regulan las manifestaciones públicas, un grupo de opositores a la medida decidió cambiar también su forma de protestar.
Y el resultado fue un tanto espectral: más de 2.000 hologramas de manifestantes de carne y hueso marcharon el viernes pasado en Madrid, como un ejército de fantasmas vagando por las calles de la capital española.
La protesta tuvo como blanco la denominada "ley mordaza", como se conoce a la Ley de Seguridad Ciudadana, aprobada en diciembre pasado por el gobernante Partido Popular.
Y la presencia de las imágenes virtuales ayudó a recordar que protestar en persona sin autorización será considerado falta grave a partir del próximo 1° de julio, cuando la ley entre en vigor.
Efectivamente, la norma endurece y regula las condiciones para manifestar, estableciendo fuertes multas de hasta decenas de miles de euros en diferentes casos.
Estos pueden incluir salirse de un recorrido autorizado, colgar en Internet determinadas fotografías de las fuerzas antidisturbios en acción, o dificultar operaciones de desahucio concentrándose frente a las casas de los afectados, entre otras.
La ley se aprobó en un contexto de protestas tras siete años de crisis y políticas de recortes presupuestarios.
Y el gobierno la defiende como necesaria, aunque la oposición y diversos grupos sociales –como el colectivo No Somos Delito, que organizó la marcha holográfica– la consideran represiva.
Según datos oficiales, en los dos últimos años hubo 87.000 manifestaciones en el país. Pero sólo se produjeron incidentes en menos de 1%.
¿Cómo se participaba?
Las imágenes se recogieron a través de una web creada al efecto, Hologramasporlalibertad.org, y aunque los participantes no estaban físicamente, sí estuvo su imagen tridimensional.
Durante dos semanas personas de todos los puntos geográficos del mundo, también de Latinoamérica, se escanearon para participar.
Y al final no sólo había imágenes de personas marchando con pancartas, sino que también se grabaron los gritos y cánticos. Se oían proclamas como "Pienso, soy delito" o "Les da igual que vivas en la calle, pero no quieren que te expreses en la calle".
Según la prensa española, a la convocatoria se sumaron manifestantes de España, Rusia, México, Argentina, Chile, Reino Unido y Francia, entre otros países.
Y responder a la convocatoria era particularmente sencillo: se entraba a la web, se pinchaba un ícono habilitado al efecto para ser grabado por la cámara de la computadora, y luego los organizadores montaban la imagen creando la sensación de movimiento para proyectarla después.
"Ya sólo podrás manifestarte como un holograma", decía en la introducción de la web una joven que se transformaba espectralmente en uno de ellos.
Innovación o distopía, una futurista forma de manifestarse parece haberse inaugurado en Madrid.
D O G M A , el arte de creer en el vacío
Un poeta y un prestidigitador
se encuentran en el terreno de las artes.
El primero hace magia con sus palabras,
el segundo esconde sus manos para hacer poesía.
El resultado es un poema flotando en el espacio.
La escritura espacial, arte de estructurar palabras entre marcos intangibles, desempolvó sus luces a mediados de la década de los setenta cuando un grupo de hológrafos, entre los que destaca el alemán Dieter Jung, incorporó la palabra escrita a sus hologramas.
Al abrirse esta ventana -ya rotas las ataduras lingüísticas- la poesía espacial se muestra como un canal paralelo, por medio del cual la reflexión generada por la lectura de un signo evoluciona a una doble actividad perceptiva. En este caso, el artista Dieter Jung fusiona ambos, lectura y contemplación, en un solo acto, dejando obsoleto cualquier material que sirva de superficie.
Al mismo nivel abstractivo, la figura poética conocida como palíndromo, la cual invita al juego de ser leída en dirección correcta o viceversa, presenta la oportunidad de romper con los parámetros de la escritura para entregar una idea perfectamente completa en uno o pocos signos lingüísticos. Las intenciones de fragmentar las palabras hasta dar con su naturaleza más pura, hacen del poeta que las maneja un ecualizador de signos, dejando de ser sonoro para convertirse en visible.
El poeta Dario Lancini, experto en esta técnica y autor del libro titulado con el palíndromo “Oír a Darío”, fue el primer artista venezolano en mostrar su poesía a través de un holograma.
Lancini, el "sintetizador de significados" como lo describiera la profesora Matilde Daviu, escribió el poema DOGMA para que fuese integrado a un holograma creado por Dieter Jung.
La obra llamada Palindrom, expuesta por primera vez en el año 1986, en la ciudad de Boston, arranca la corteza de las palabras para dejarlas como desnudas raíces, haciendo posible su aprehensión directa en las tres dimensiones que ocupa, y que el efecto del poema se conecte a nivel óptico con su discernimiento y prescinda de educadas reflexiones.
El acto de utilizar la palabra como objeto sin despojarle de su significado es lo que la hace sublime. Mientras ambas técnicas, el holograma y el palíndromo, mantienen intactas sus identidades, de la obra se abre una nueva dimensión en la que el espectador es factor activo e indispensable. Así, su interacción con la misma, sus puntos de vista y sus ángulos de crítica le abren la puerta a las múltiples interpretaciones que ambos artistas proponen para él.
El poema, creado a partir de fragmentos de El Rey Lear de Shakespeare, se sostiene sobre un pilar de letras virtual que funciona como eje indestructible, alrededor del cual giran las figuras palindrómicas desde uno u otro ángulo. Este eje está compuesto por la palabra “I” (yo) y de ella parten el resto de los versos.
El poema.,
A partir de este justo momento la relación entre materia y plano evoluciona a un nivel más puro y directo; en palabras de Daviu “Se disocia utilizando la técnica holográfica en beneficio del poema que, esta vez, muestra su todo, su unidad indestructible como fluido de energía luminosa al abandonar la materialidad de la página” . Esto cambia el modo de reaccionar del espectador-lector.
Ahora sus límites no tienen marco referencial, y una apertura automática al ejercicio mental toma lugar en el personalísimo contexto de cada persona.
La reacción es el deseo del arte. Tal cosa como lo sublime existe al generar reacciones impetuosas. El espectador que reacciona ante una obra que considera sublime no necesita más que la propia expresión y el sentimiento que le produce. El resto es la nada y el momento (espacio/tiempo) en que estos se conectan, se llena de vacío.
En este ensayo, por ende, hay una reacción. La discontinuidad que plantea la poesía espacial permite reacciones libres del reconocimiento de contextos previos que las distancien de la esencia del mensaje, pues son generadas directamente de la relación poema-espectador.
La paradoja que causa reflexionar sobre los parámetros del arte, al pasearse desde los conceptos convencionalistas hasta las propuestas más disfuncionales, me lleva a concluir que la fuerza de una expresión pura, entendiéndola como aquello directamente canalizado hacia ninguna dirección exacta, y por la dificultad que esto supone, es capaz de convertirse a sí misma en escena, sin necesidad de ser filtrada ni acomodada a un escenario.
El verdadero valor que poseen estas expresiones, y el efecto que causan en mí, radican en la franqueza, incluso morbosa, que motiva al ser humano a materializar sus abstracciones. La mente y el vacío son los mejores soportes para enmarcar una idea. Este ideario es una galería intangible.
Ahora sus límites no tienen marco referencial, y una apertura automática al ejercicio mental toma lugar en el personalísimo contexto de cada persona.
La reacción es el deseo del arte. Tal cosa como lo sublime existe al generar reacciones impetuosas. El espectador que reacciona ante una obra que considera sublime no necesita más que la propia expresión y el sentimiento que le produce. El resto es la nada y el momento (espacio/tiempo) en que estos se conectan, se llena de vacío.
En este ensayo, por ende, hay una reacción. La discontinuidad que plantea la poesía espacial permite reacciones libres del reconocimiento de contextos previos que las distancien de la esencia del mensaje, pues son generadas directamente de la relación poema-espectador.
La paradoja que causa reflexionar sobre los parámetros del arte, al pasearse desde los conceptos convencionalistas hasta las propuestas más disfuncionales, me lleva a concluir que la fuerza de una expresión pura, entendiéndola como aquello directamente canalizado hacia ninguna dirección exacta, y por la dificultad que esto supone, es capaz de convertirse a sí misma en escena, sin necesidad de ser filtrada ni acomodada a un escenario.
El verdadero valor que poseen estas expresiones, y el efecto que causan en mí, radican en la franqueza, incluso morbosa, que motiva al ser humano a materializar sus abstracciones. La mente y el vacío son los mejores soportes para enmarcar una idea. Este ideario es una galería intangible.
Cristina E. Armand M
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