Ciudad del Vaticano,  (Zenit.orgRocío Lancho García | 1478 hits

El santo padre Francisco ha presidido la celebración del domingo de Pascua en la Resurrección del Señor en la plaza de San Pedro. En la eucaristía han participado miles de fieles venidos de todas las partes del mundo. Esta mañana el Papa no ha dado homilía ya que después de la misa se ha asomado a la ventana central de la Basílica para impartir la bendición Urbi et Orbi.
La lluvia intensa no ha impedido que un gran número de fieles acudiera esta mañana a la plaza para vivir la eucaristía del domingo de Pascua presidida por el Pontífice y recibir su bendición. Así, un manto de paraguas cubría la plaza y daba color a una mañana gris en Roma. La  lluvia no ha impedido que, al finalizar la celebración eucarística, Francisco se subiera al papamóvil y paseara por los pasillos de la plaza para saludar de cerca a los fieles y peregrinos.
“El amor ha derrotado al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado la oscuridad”, así ha afirmado el Papa. Con la muerte y resurrección de Jesús “muestra a todos la vía de la vida y la felicidad: esta vía es la humildad, que comporta la humillación”, ha observado. Asimismo ha afirmado que “sólo quien se humilla pueden ir hacia los bienes de allá arriba, a Dios”.   Asimismo ha señalado que “para entrar en el misterio hay que ‘inclinarse’, abajarse. Sólo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino”. Y aunque el mundo propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer…, los cristianos, “tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos”. Esto no es debilidad, sino auténtica fuerza, ha asegurado.
Además, el Papa ha pedido implorar la gracia de “no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino que tengamos el valor humilde del perdón y de la paz”. Al respecto, el Santo Padre ha pedido a “Jesús victorioso” que “alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y las violencias que se están produciendo”.
En este día, Francisco ha pedido por Siria e Irak, “para que cese el fragor de las armas y se restablezca una buena convivencia entre los diferentes grupos que conforman estos amados países”. También ha pedido que “la comunidad internacional no permanezca inerte" ante la tragedia humanitaria de los refugiados de estos países. A continuación ha pedido la paz para todos los habitantes de Tierra Santa. “Que crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro y se reanude el proceso de paz, para poner fin a años de sufrimientos y divisiones”, ha exhortado. Libia ha estado también presente en sus palabras, “para que se acabe con el absurdo derramamiento de sangre por el que está pasando". Y “esperemos que también en Yemen prevalezca una voluntad común de pacificación, por el bien de toda la población”, ha añadido. De este modo, el Papa ha recordado el acuerdo alcanzado en Lausana, “para que sea un paso definitivo hacia un mundo más seguro y fraterno”.
A continuación el Papa ha pedido el don de la paz para Nigeria, Sudán del Sur y diversas regiones del Sudán y la República Democrática del Congo. Recordando así a todas las personas que que perdieron su vida, han sido secuestrados o los que han tenido que abandonar sus hogares. En este momento, el Papa ha dedicados un pensamiento especial  a “los jóvenes asesinados el pasado jueves en la Universidad de Garissa, en Kenia”.  
Finalmente ha pedido por Ucrania, para que la resurrección del Señor “haga llegar la luz” especialmente “a los que han sufrido la violencia del conflicto de los últimos meses”.
Las últimas palabras del Papa en la Bendición han invocado la paz y libertad “para tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales”, “para las víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados con los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana”, “para este mundo sometido a los traficantes de armas”. Al concluir ha pedido para que llegue la voz de Jesús que dice “Paz a vosotros” a “los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren”, a “los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia” a “cuantos hoy están de luto” y “a todos los hombres y mujeres de buena voluntad”.