Lectura Tangente Notitarde 5 de abril 2015
La Valencia del Metro
Nelson Suárez
Nuestra ciudad acaba de arribar a sus 460 años. Cuatro siglos y medio de cobijar historias
de venezolanos de variadas condiciones. Toda ciudad genera una historia y una cultura,
la nuestra no es una excepción. Toda ciudad evoca nostalgias y arrastra temores e inquietudes.
Su historia son las fábulas cotidianas, trágicas y felices de cada uno de sus habitantes.
Al transitar por Valencia se notan dos ciudades, una al norte: pujante de riquezas
materiales, ordenada y de condiciones envidiables para la otra parte. El sur, llena de
vitalidad popular, de arrebatos comunitarios por la solidaridad, pero con oscuras
zonas de muerte y abandonos. Eso somos, las dos ciudades que se reconocen en la
vía pública pero que no se integran. Cada quien en su sector.
Pero, ¿hasta cuándo la condición urbana de las dos Valencia? ¿Estamos condenados
a que la ciudad no cambie? Creo, en lo personal, que las posibilidades de cambios
históricos profundos no vienen solas, hay que crearlas. Hoy voy a pensar en voz alta
sobre de uno de los posibles vectores de esa transformación: el Metro de Valencia.
En primer lugar, el Metro debe ser visto como un naciente espacio histórico para la
transformación de la ciudad, no es nada más un medio de transporte masivo. Es ciencia
y tecnología para la elevar la calidad de vida de los habitantes de una urbe.
Confieso que no soy usuario del Metro, pero tuve el privilegio de viajar en sus vagones
cuando no estaba abierto a los pasajeros hace algunos años. Así que realicé una
breve travesía por toda la vía principal de Valencia. Subí en la estación Monumental,
bajé en la Cedeño. Allí tomé una camioneta hasta llegar a Naguanagua. De sur
al norte se atraviesa la ciudad entera, por lo menos sus zonas más transitadas. La
experiencia fue contradictoria, primero, en la zona sur, un recorrido rápido, confortable
a pesar de la densidad de pasajeros y seguro. Se conoce una Valencia en el sur
distinta: ordenada, limpia, con funcionarios públicos (los del Metro) dispuestos a
orientarte y en medio de un ambiente sin algarabía ni estridencias. La conducta de
los ciudadanos fue ejemplar: tranquilos, aunque un tanto presurosos para salir y
subir las escaleras. Nunca oí a nadie gritar, mucho menos una mala palabra. En fin,
una medio de transporte que eleva la calidad del tránsito por el subsuelo valenciano.
Al bajar en la Cedeño, en la frontera de la ciudad del norte, surge acalorado el
contraste: colectores estridentes, música a nivel apocalíptico, vehículos presurosos
que te empujan violentamente hacia tu asiento y la natural competencias con otras
unidades que me generó un stress innecesario. Al final sólo quería llegar a mi destino
sano y salvo. No disfruté del recorrido. Entonces pensé: ¿es el Metro de Valencia
sólo un transporte para llegar rápido a distintas partes de la ciudad? Veamos el asunto
en detalle.
La ciencia y la tecnología deben estar al servicio universal de los ciudadanos de una
ciudad como Valencia, no puede ser el privilegio de quien pueda adquirirla y una
suerte de irritante símbolo de las diferencias económicas entre los valencianos.
Lamentablemente no es así. El Estado venezolano, incluso desde la cuarta república,
realizó inversiones en el Metro para que la tecnología fuese inclusión social. Sin discernir
en este momento quién invirtió más en este medio de transporte, su funcionamiento
crea una nueva forma de estar en la ciudad, una urbe distinta. Los jóvenes estudiantes,
las madres que van a realizar compras en las tiendas concentradas en el centro
y en el norte de la ciudad, trabajadoras y trabajadores con su vestimenta de acuerdo
al oficio, todos ellos que habitan en el sur, pudieron disfrutar de un servicio público
de calidad. Pero sobre todo tuvieron acceso a una tecnología de punta para su
comodidad como ciudadano de a pie.
Al subir en el transporte público tradicional en la Cedeño entendí con claridad que el
Metro de Valencia más que un medio de traslado es una oportunidad histórica para
cambiar la ciudad. Ni más ni menos. Un nuevo espacio histórico que está naciendo,
pero que debe crecer bien. Aquí se presentan dos opciones. Primera, que la
tecnología de movilización de los ciudadanos sea simplemente para llevar clientes a
las tiendas y trabajadores a sus centros laborales. Si es así la inclusión social se
perfecciona.
Existe otra opción, la que describí anteriormente. El Metro de Valencia debe ser un medio
de transformación urbana, que comienza con los trenes, pero que continúa
con metrobuses dignos, que seguramente vendrán. Pero las autoridades responsables
de la ciudad deben impulsar adicionalmente nuevos espacios públicos para el deporte,
la cultura y la recreación. Las exposiciones culturales que están en el subsuelo de las
estaciones deben migrar hacia la superficie, sobre todo hacia el sur de la Cedeño. Esa
es la Valencia del Metro que me atrevo a soñar y que espero que nazca en el
futuro inmediato.
Estudios en ciencia, tecnología y sociedad
suarez.nelson2@gmail.com
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