Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Esta Navidad en Venezuela está transida de dolor y odio. Vivimos una locura colectiva, aderezada con los tentáculos del poder que pretende hacerse omnipresente, para que creamos que los males que padecemos son producto de unos fantasmales ogros que devoran a toda la población, a pesar que la actualidad de la persona, del mensaje de Jesús de Nazaret, va más allá de las creencias religiosas o las adhesiones políticas. En él se nos revela el paradigma de lo humano, un modo de ser con el que nos podemos identificar, porque su acción incluye a todos en una oferta continua de humanización, reconociendo y potenciando lo mejor de cada uno.


La Navidad

Tenemos la obligación de no ser ingenuos, ni comportarnos como manso rebaño

MONS. BALTAZAR PORRAS |  EL UNIVERSAL
sábado 21 de diciembre de 2013  
La navidad no se decreta, y menos como fiesta hueca y sin sentido que nos haga olvidar la realidad porque se convierte en manipulación, pan y circo. Navidad no tiene sentido sin adviento. Sólo lo que se espera activamente, es decir, lo que se asume como propio y querido, y por tanto, exige preparación y mimo. Para el creyente auténtico, navidad es tiempo de alegría gozosa, de compartir sereno, de construcción fraterna del futuro, de confianza y entrega a lo sencillo y humilde, que tiene su mejor expresión en la cueva de Belén, en Jesús, hecho Dios con nosotros.

Esta Navidad en Venezuela está transida de dolor y odio. Vivimos una locura colectiva, aderezada con los tentáculos del poder que pretende hacerse omnipresente, para que creamos que los males que padecemos son producto de unos fantasmales ogros que devoran a toda la población. Tenemos la obligación de no ser ingenuos, ni comportarnos como manso rebaño que acepta sin chistar la fábula que presenta al gobierno como un Robin Hood salvador de los indefensos ciudadanos de las garras de los ricos chupasangre.

El adviento es una invitación a convertir las espadas en arados y disfrutar de la convivencia del niño con la serpiente y el león. Este pensamiento del profeta Isaías no es simple poesía, sino un llamado a hacer del poder servicio. Qué mejor ejemplo que el Hijo de Dios naciendo en un pesebre. Es el impacto de los gestos y palabras del Papa Francisco, llenos de sencillez, buen trato y bendición. No nos dejemos arrastrar por el aluvión de la ideología. El Adviento y la Navidad son tiempo de gracia, llamado permanente a la fraternidad, a asumir la diferencia como don y la acogida solidaria como premio. Esa es la auténtica navidad cristiana. ¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!

fautih@hotmail.com

Jesús, el profeta de Nazaret

Solo habrá felicidad cuando la justicia y la paz guíen nuestras opciones y actuaciones personales

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RAFAEL LUCIANI |  EL UNIVERSAL
sábado 21 de diciembre de 2013  
La actualidad de la persona, del mensaje de Jesús de Nazaret, va más allá de las creencias religiosas o las adhesiones políticas. En él se nos revela el paradigma de lo humano, un modo de ser con el que nos podemos identificar, porque su acción incluye a todos en una oferta continua de humanización, reconociendo y potenciando lo mejor de cada uno.

Para lograr esto, Jesús no asume el camino de la monarquía: rechaza ser Rey (Jn 18, 33-37); además no tiene ejércitos ni actúa con violencia (Jn 18,36); incluso se opone a la opción de los revolucionarios políticos, los zelotas (Jn 18,11), porque entiende que los que matan serán víctimas de su propia violencia (Mt 26,52). Él no asume el estilo de los representantes religiosos -sacerdotes, saduceos y fariseos- a quienes reclama por haber abandonado a su pueblo (Mt 9,36), exigiendo culto antes que compasión (Sal 50).

A diferencia de muchos sacerdotes y políticos, Jesús sí sabe tratar a las personas fuera del culto, en su cotidianidad, donde ofrece un modo de vivir que libera (Lc 4,18-21). En sus palabras y acciones están los signos de una nueva humanidad (Mt 14,13-14), siempre discerniendo, con honestidad, los problemas reales que nos afectan impidiéndonos crecer como sujetos (Mc 8,1-13).

Él se afana por devolvernos el gusto por lo humano y reencontrar sentido en el servicio al necesitado; no descansa hasta que cada uno sea tratado como «hijo» amado por Dios y «hermano» de todos. Aquellos que están agobiados, rechazados y olvidados pueden, así, encontrar esperanza, reconstruir sus vidas. En Jesús, Dios nos sorprende porque no se muestra como un Dios «de justos y devotos», sino de aquellos que «sufren y han sido excluidos» por la religión o la política (Mt 9,13).

Profeta no es quien predice el futuro o dirige el porvenir humano; en la tradición bíblica es aquel que actúa como Dios lo haría: anunciando la buena noticia de salvación con palabras de paz, verdad, justicia, y realizando gestos a favor de las víctimas. A Jesús no lo mueve el deseo de tener poder para controlar el destino de las personas, sino la compasión ante lo que padecen los pobres, olvidados, enfermos y despreciados. A Él le duele la impiedad y hace todo por sanar el resentimiento, el odio, para devolver la fe en la fraternidad, en la justicia. Por todo esto, su voz resonará en la conciencia de los indolentes, que no hacen nada para que las cosas cambien porque viven cómodamente en sus pequeñas burbujas económicas, políticas o religiosas.

Si no discernimos sus palabras y acciones, podemos convertir a Jesús en un objeto de devoción o en un discurso político vacío, olvidando que Él nos enseña que sí es posible construir, aquí y ahora, relaciones similares a las del Reino de Dios, donde el odio y la violencia queden superados por la solidaridad fraterna. Pero solo habrá felicidad cuando la justicia y la paz guíen nuestras opciones y actuaciones personales.

Doctor en Teología

rlteologiahoy@gmail.com

@rafluciani

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