Fernando Facchin B. || “Todos contra Carabobo”
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En el glorioso Campo de Carabobo, cuna de la primera independencia de Venezuela y lo será también de la segunda, contra los “realistas rojos”, se presentó el lunes pasado un nuevo y deslucido aquelarre, celebrado con frialdad y de-sinterés, se presentó un vil espectáculo cuyo título fue “Todos contra Valencia,” auspiciado por el principal enemigo del estado y su capital, el actual inquilino del Capitolio.
Se pretende escribir el futuro de los venezolanos con la tradicional oferta de las políticas fracasadas, de allí devienen los decretos 664, 665 y 666 dictados en contra del territorio y patrimonio valenciano, lo que no pasa de ser una confiscación producto del odio y la venganza contra Valencia, bajo la insolente mirada de aprobación de quien recibió en beneplácito para ser gobernador de su odiado estado y de su capital. De allí que los principales enemigos de Valencia no son forasteros.
El Gobierno de Carabobo es un instrumento de coerción y de destrucción del estado y su capital; permite la ignominia de la desintegración del municipio capital y la designación de una inconstitucional “Autoridad Única”, para despojarlo de su espacio físico y de sus bienes patrimoniales. Quien ocupe ese cargo carece de dignidad, de respeto al gentilicio valenciano, de pocos escrúpulos y, ni más ni menos, será un servil verdugo en una causa innoble.
Miguel Cocchiola es la expresión inequívoca de la voluntad de los valencianos, pero no es contra él que se dirige la depravación política, es contra todos los valencianos, con excepción de aquellos serviles de oficio que aplauden y disfrutan el escarnio que se le hace al gentilicio valenciano.
Todo es producto de la ausencia de una visión local de fin colectivo y plural, no contamos con un objetivo común de defensa patrimonial, no se percibe ninguna mejora política cualitativa ni ninguna solución efectiva contra la destrucción de la ciudad. No podemos permitir, pasivamente, que las instituciones nacionales y regionales sean lesivas al estado y sus municipios.
Hay que poner coto al latrocinio sistemático que viene sufriendo Carabobo y su capital, al sectarismo ideológico, al odio irracional y al veneno confiscatorio Nos quitaron los símbolos y el Ateneo, ahora el Teatro Municipal, El Parque Recreacional Sur y la Plaza Monumental.Se nota claramente que el oficialismo nosquiere asfixiar. ¿Lo permitiremos?Ahora nos toca ver de más cerca, las desdichas que nos aguardaban. Este maltratado estado no puede aguantarlo todo.
Los decretos confiscatorios son muestra de una política atrapada en su laberinto, ese acto de cesarismo, es una manifestación indudable de la impudicia gubernamental sin disimulo. Dar esa patada a Valencia no fue un capricho personal, es la perversa naturaleza de quienes detentan el poder. Los redoblados esfuerzos de este gobierno por blindar el régimen no son prueba de fortaleza sino de extrema debilidad.
Pese a todo, no hay que desanimarse, al contrario, asistimos a un momento histórico en el que las violaciones constitucionales han devenido en desgarros institucionales imposibles de remendar y así llegamos ala consunción de un sistema desahuciado, que, en su alocada huida hacia delante, ha abandonado cualquier vestigio de legitimidad, si es que alguna vez tuvo tal cosa. Para el oficialismo, Venezuela no es ni pueblo, ni país, ni nación: sólo poder y negocios y de ello no escapa Carabobo.
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