José Cabello Calvo || Valencia en su santo lugar
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Sin duda, la sensación más agradable y reconfortante que nos ha quedado a los valencianos de las elecciones municipales ha sido la de haber reconquistado la alcaldía de nuestra ciudad capital para la fuerza de la democracia, que nunca debía haberse perdido. Valencia eligió a su alcalde. “Lo hizo Fuenteovejuna*”. Es un orgullo de todos.- “¿Quién mató al Comendador? / Fuenteovejuna, señor... / Y ¿Quién es Fuenteovejuna? / Todos a una”.
Hoy todos los valencianos podemos vernos a la cara con la natural satisfacción y orgullo de haber logrado restablecer a Valencia en el lugar que le corresponde; y el haber puesto al frente de su alcaldía democrática a un burgomaestre que es un caballero, empresario exitoso, respetable y respetuoso de los derechos cívicos de todos sus ciudadanos honestos y luchadores, independientemente de su ideología política.
Atrás queda la más borrascosa tormenta de corrupción, nepotismo, abuso de poder e ineficiencia de la única -por suerte- legislatura municipal roja rojita que nos ha dejado en el piso la ciudad que era nuestro orgullo, referente nacional e internacional de sana administración con el recordado Paco Cabrera, además de ciudad emergente de progreso y desarrollo, ornato y recreación, arte y cultura, con atisbos de poder figurar un día no lejano en el honroso ranking de “Capitales Americanas de la Cultura”.
Pero no hay nada peor que la polítiquería autoritaria fascistoide comunistoide, para hundir toda aspiración humana de superación, desarrollo, progreso, calidad de vida y movilidad social por el trabajo, el estudio, el comercio honesto y el emprendimiento del talento de las personas. Ya lo dijo Sir W. Churchill: “El socialismo es la filosofía del fracaso..., de la distribución de la miseria...”, y de la fiscalización de los precios en vez del fomento de buenos ingresos de los trabajadores, que puedan hacer frente a la economía de libre competencia del consumo y la productividad. Mentalidad de pobres y tiranía de mediocres parásitos toda su vida.
Efectivamente los valencianos tenemos la sensación real de haber montado la descarrilada locomotora del desarrollo, que era Valencia, de nuevo en sus rieles de progreso de otrora.
Pero cuidado con el triunfalismo. Sólo ha sido el primer paso. Para nadie es un secreto la visceral animadversión antivalencianista de altos estratos del centralismo bolivariano. Por el abra de las trincheras se está dejando colar la noche de los cuchillos largos u Operación Colibrí de los decretos 664 y 665 de la habilitante Maduro. El 666 es el número de la Bestia apocalíptica. Dicho cataclismo constitucional de un estado forajido nada tiene que ver con el terremoto de 1812. Pero la reacción del Libertador está presente en la memoria del pueblo valenciano. Nada de comendadores subalternos, nada de desafío de poder, y burla de la voluntad del soberano, que ganó Venezuela en la batalla de Carabobo.
Es la hora de la mancomunidad democrática y generosa de nuestras flamantes autoridades municipales, simbolizada en la MUD. Nadie se pare de esta mesa con aviesas intenciones cual el traidor Judas Iscariotes, que le valió la condena del divino Maestro: “Más le valiera no haber nacido”. Cuidado con las detracciones, traiciones mafiosas y zancadillas arteras, que la historia no olvida, y los electores lejos de perdonar tienen todo el derecho de demandar. El deber es de todos los ciudadanos, pero la responsabilidad política es de las autoridades en su primera instancia. Por una Venezuela libre, democrática, justa de estado de derecho, próspera y feliz. ¡Viva Valencia!
*Fuenteovejuna, pueblo andaluz, donde se desarrolló la famosa tragedia colectiva de Lope de Vega, rematada en venganza colectiva.
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