Indocencias
Nina
- Columnista, Notitarde, José Joaquín Burgos (Notitarde / )
José Joaquín Burgos
Diciembre de adioses, dice uno entre amigos. Un suspiro de nostalgia por la adolescencia. Recuerda, sin darse cuenta, el hilo del verso simple y hermoso del viejo Arvelo Torrealba: "con mi cuatro y tú tan lejos, chipolita" y el hilo azul de una tristeza arremansada en el atardecer valenciano nos trae adioses duros, porque huelen a ausencias irremediables. El viejo liceo "Pedro Gual" es, en este instante, un pañuelo empapado de lágrimas… hace pocos días se fue, llena de silencios, Olguita, la eterna secretaria. Siempre activa, familiar, afectuosa. Y en estos mismos días, inesperadamente para nosotros sus amigos, Nina Nikanórova también abordó el bongo de los sueños. La metáfora manriqueana es serena, fluida, sonora, pero así de pronto, sin esperarla, sentímos su filo inesperado: "nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar/ que es el morir…" Me detengo un instante a recordar aquellos días, magia pura, del viejo "Pedro Gual"… la muchachada desbordada como un río crecido por las calles llamando a la revolución… los digepoles agazapados dispuestos a herir y hasta a matar en defensa del gobierno… los líderes envueltos en el torbellino de los discursos según las banderas… todo era eso: juventud, sueños, marchas, engaños, desengaños, saltos de talanquera, máscaras buenas algunas para esconderse y otras para protegerse de las bombas lacrimógenas…
Y adentro, en el auditórium, la figura mínima de Nina dirigiendo la danza interminable de sus virtudes y de su esperanza. Ella había llegado poco después de la Segunda Guerra Mundial, en una gira artística y ancló sus sueños en Valencia. Uno es de dos suelos: el del nacimiento, donde entierra el ombligo, y el de donde entierra sus sueños y su corazón. Nina jamás aprendió a hablar nuestra lengua de manera perfecta, pero su corazón latió siempre con la cadencia valenciana… alguna vez la escuchamos mientras regañaba a las niñas estudiantes de ballet: "Niñitas brutas… ¡cuarenta años estudiando ballet y no apprienden!"- Severo el regaño, dulce el corazón…
El "Pedro Gual" era como una universidad de sueños… Berbín, Sayago, Estrada, Dimas, Mujica, Acuña, Gladys Quintero, Luigi, Alvarez… y ahora también Olguita y Nina, sonriéndole a las nostalgias y al recuerdo…
Tiene razón Manrique: "Nuestras vidas son los ríos… que van a dar a la mar…"
Y adentro, en el auditórium, la figura mínima de Nina dirigiendo la danza interminable de sus virtudes y de su esperanza. Ella había llegado poco después de la Segunda Guerra Mundial, en una gira artística y ancló sus sueños en Valencia. Uno es de dos suelos: el del nacimiento, donde entierra el ombligo, y el de donde entierra sus sueños y su corazón. Nina jamás aprendió a hablar nuestra lengua de manera perfecta, pero su corazón latió siempre con la cadencia valenciana… alguna vez la escuchamos mientras regañaba a las niñas estudiantes de ballet: "Niñitas brutas… ¡cuarenta años estudiando ballet y no apprienden!"- Severo el regaño, dulce el corazón…
El "Pedro Gual" era como una universidad de sueños… Berbín, Sayago, Estrada, Dimas, Mujica, Acuña, Gladys Quintero, Luigi, Alvarez… y ahora también Olguita y Nina, sonriéndole a las nostalgias y al recuerdo…
Tiene razón Manrique: "Nuestras vidas son los ríos… que van a dar a la mar…"
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