HOY Y DESPUÉS EN VALENCIA
Semanario ABC Mayo 1, 2014
Alfredo Fermín
Se nos fue Oswaldo Vigas y su ciudad nativa pareció no recordar que perdía a uno de sus hijos más brillantes y pionero de las expresiones artísticas inspiradas en la cultura prehispánica, para luego desarrollar una extensa obra que lo situaron entre los grandes creadores latinoamericanos del siglo XX.
Cuando se exalta y se promueve que el Arte Venezolano debe estar inspirado en nuestras raíces, hay que resaltar que fue Oswaldo Vigas quien, hace 60 años, tomó en cuenta las formas anatómicas de las figuras, entre ellas la Venus de Tacarigua, que crearon los indígenas en la cuenca del Lago de Valencia para iniciar su obra artística. En el Taller Libre de Arte, de Caracas, sus compañeros Omar Carreño, Humberto Jaimes Sánchez, Victor Valera y Angel Hurtado se sumaron a la iniciativa con la cual se inició la contemporaneidad plástica en nuestro país. Esas extrañas mujeres, que creaba Vigas, fueron bautizadas como brujas por el poeta Oswaldo Trejo y así se quedaron en la Historia del Arte.
Vigas, nacido en Valencia en 1923, graduado de médico en la Universidad Central de Venezuela, fue un extraordinario animador cultural lo que le permitió organizar, en París, la Exposición Internacional de Arte que presentó el Ateneo para celebrar los 400 años de Valencia en 1955. Sin recursos pero bien conectado, el joven artista que seguía estudios en aquella ciudad, logró entusiasmar a las principales figuras de la Escuela de París, de Estados Unidos, Canadá y países latinoamericanos para que enviaran sus obras. Así tuvimos, en aquella Valencia aldeana, una exposición que hoy, con todos los adelantos, sería imposible.
En aquel tiempo no había coleccionistas en nuestro país por lo cual, de las obras maestras que vinieron, no se vendió ni una. Solo Inocente Palacios apartó una de René Magritte pero no la adquirió porque después la consideró muy cara: mil bolívares, contaba Frida Añez, presidenta del Ateneo de Valencia, que tuvo a su cargo la organización y presentación de la monumental exposición.
Se ha insistido en que Pablo Picasso participó en esta muestra. Pero, según nos contó Vigas, el artista retiró la obra, antes de ser enviada a Venezuela cuando supo que, el Ateneo de Valencia, nombró como presidente de honor al general Marcos Pérez Jiménez. “Yo no comparto con dictadores” habría dicho el pintor español para justificar su decisión.
Lo cierto es que, en el catálogo con portada y diseño de Carlos Cruz Diez, aparece entre los participantes Pablo Picasso en la sección de pintores españoles residentes en París. La obra presentada se titula Retrato de Madame D. Pero según el poeta y crítico Arturo Machado Fernández, ese fue un cuadro prestado por un coleccionista de Caracas.
Los reconocimientos artísticos, el prestigio internacional no disminuyeron nunca el amor de Vigas por su ciudad tanto que, su última voluntad, fue reposar en el panteón de sus antepasados en el Cementerio Municipal. En 1982, cuando Tibisay Useche presidía el Ateneo, Vigas, con el respaldo de Cerámica Carabobo, donó un mural para colocarlo en la fachada de la casa cultural que forma parte de nuestro patrimonio artístico.
La obra, construida con motivo de los 40 años del Salón Michelena, de 30 metros por 2 fue ejecutada en gres por el técnico ceramista Ricardo Carizzi, apunta Vitalia Muñoz de Chacín en su libro “Razón de una memoria”.
En otra demostración de amor por su ciudad, Vigas ofreció la casa donde nació, en la calle Anzoátegui, para convertirla en un museo con obras suyas y parte de su formidable colección de Arte Contemporáneo. La oferta se la hizo al difunto alcalde Paco Cabrera pero no hubo interés en hacerla realidad. Sin embargo, Vicente Lozano, sobrino político del artista, ha insistido con el Ateneo de Valencia para que ocupe, como su sede , espacios del inmueble y, si es posible, que la destinen como una de las subsedes de la próxima Bienal Salón Arturo Michelena que estará dedicada a la memoria Oswaldo Vigas.
Esto hay que tomarlo muy en serio si recordamos, que el inolvidable pintor Luis Eduardo Chávez quiso donar su casa, en Mañongo, y su magnífica colección de arte y de muebles al Ateneo de Valencia. La institución tardó en hacer las gestiones y el maestro murió repentinamente. La casa fue saqueada y la donación fue a parar a los anticuarios a precios vergonzosos. Se perdieron obras de inmenso valor con las que Valencia pudo iniciar la creación de un museo de arte que nunca ha tenido.
Quienes mantuvimos amistad y quisimos tanto a Oswaldo Vigas, reiteramos sentimientos de consideración, en estos momentos en que el Arte Latinoamericano está de duelo, a su viuda Jeanine, a su hijo Lorenzo y a los demás miembros de su estimada familia.
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