Alfredo Fermín || Hoy y Después en Valencia
El gobierno, que ha pretendido que Venezuela se convierta en un pueblo de gente arruinada, desesperanzada e ignorante de lo que pasa en el mundo exterior, como en Cuba, está logrando desaparecer las expresiones externas de la Navidad por lo cual el clamor es que este año las fiestas navideñas fueron un recuerdo del pasado.
La ciudad regiamente iluminada, en épocas recientes, estuvo a oscuras en la Nochebuena, los frentes de las casas no fueron pintados como es la tradición y los espacios públicos están como bocas de lobo. El parque Fernando Peñalver, la plaza Montes de Oca lucieron una bonita decoración pero la gente no tiene ánimo, para salir de su casa a disfrutarlo con esta crisis impuesta por un gobierno cuya única preocupación es mantenerse en el poder, para lo cual impone a los representantes de los demás poderes violando disposiciones constitucionales, como hace Diosdado Cabello, premiado con el rango de general.
El legendario samán de La Viña, situado frente al antiguo hotel Intercontinental, fue decorado, con las luces que ha lucido durante décadas, pero con el innecesario agregado de unos trapos que cuelgan de la copa al suelo. La poca gente, que asiste a verlo, lamenta que, un monumento tan hermoso, haya sido degradado con la antiestética de estos tiempos de marginalidad, aunque los jerarcas del gobierno no encuentran dónde guardar el dinero mal habido.
Noche De Oscurana
La Nochebuena de Navidad asistimos a la celebración de la solemnidad que presidió el señor arzobispo Reinaldo Del Prette, en la Catedral que lucía espléndidamente iluminada y vistosos adornos de crisantemos y pinos. La liturgia fue animada, con mucha alegría, con la música de la agrupación Fogón y Tambor que interpretó piezas del folclor nacional, pero la feligresía fue escasa.
La gente no quiere ir para el centro, después de las 3 de la tarde, por la inseguridad, en contra de la cual ni la gobernación del estado ni la Alcaldía de Valencia toman acciones para erradicarla. Esa noche, en las cercanías, no había un policía. La plaza Bolívar estaba completamente sola, a oscuras, pues los adornos que colocó el gobierno municipal se los robaron.
En cambio se escuchaba, con el más alto volumen, música vallenata y “reguetones” que salían de los edificios cercanos que están invadidos por gente escandalosa que tienen convertido el casco histórico “de la muy noble ciudad de Valencia” en tierra de nadie donde el ruido de los cohetes y triquitraquis fue cambiado por balas y armas de fuego.
Mientras esperábamos la misa dimos una vuelta por esos lugares, que forman parte de nuestros más grandes afectos y no vimos ni a personas ni animales. Todo era una inmensa soledad. El comercio había cerrado desde temprano por lo cual, este año, no hubo el aquelarre que armaban los buhoneros para cerrar la jornada con cerveza, drogas y sancochos en plena calle. Los tarantines estaban abandonados porque las ventas fueron las más bajas en toda la historia de la buhonería dicembrina en Valencia, según los afectados.
Casi no había basura, como en años anteriores, aunque los organismos de la propaganda gubernamental, emitieron boletines de prensa asegurando que habían recogido toneladas de desechos, quizás para justificar los abultados presupuestos que cobraron por prestar un servicio que no hicieron.
Era casi imposible conseguir un taxi. La razón es la de que hay mucha inseguridad en el centro y que no van para allá ni que les paguen en dólares. Esta es una situación que debe llamar a la reflexión porque, de nada vale restaurar los monumentos históricos del casco histórico, si la ciudadanía no los puede disfrutar porque los malandros y bandas de delincuentes se lo impiden.
Poblar El Centro
El puente Morillo fue rescatado en la administración municipal de Edgardo Parra, pero hay que ser un valiente para recorrerlo, a cualquier hora, sin exponerse a un asalto. Hasta la plaza Sucre, que está bien bonita frente al Capitolio, sede de la gobernación del estado, es un peligro.
Por esta situación coincidimos con nuestro amigo Vicente Lozano, quien insiste en que, para rescatar el casco histórico de Valencia, es necesario poblarlo con nuevas edificaciones, cuya arquitectura no desentone con el estilo tradicional de la zona. A los pobladores habría que ofrecerles cafeterías, cines, librerías, salas de exposiciones de acuerdo con el estilo de vida postmoderno.
Hasta los años 90, Le Marais, en París, era un sector tenebroso hasta que unos inversores decidieron crear esos atractivos. 30 años después es una de las zonas más de moda y exclusiva de la capital francesa, donde hay actividad día y noche disfrutada, especialmente, por jóvenes de todas partes del mundo. Pero eso no es gratuito, la seguridad está garantizada por agentes de civiles que están pendiente de la gente para protegerla y para obligar, a los comerciantes, que los servicios que prestan sean de primera calidad, sin especulaciones.
Esto se ha repetido en otras grandes ciudades, por lo cual el casco histórico de Valencia podría transformarse en un proyecto que, sin intención de convertirlo en “un guiso de contratistas” sea un ejemplo en el país, en especial para la vida nocturna tomando en cuenta que los jóvenes de ahora comienzan la diversión después de la medianoche.
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