Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

miércoles, 1 de abril de 2015

Los hermanos Augustin y Joseph Lémann, judíos de nacimiento, publicaron en 1881 un libro titulado “La asamblea que condenó a Jesucristo” que recibió la aprobación pontificia del papa Pío IX y quien acotó que “el tema mismo de la obra… (contribuía)”… a esclarecer con una luz todavía más clara una parte de la historia evangélica.

Cuaderno de Apuntes

La asamblea que condenó a Jesús

Ángel Jiménez Guevara (*)
Los hermanos Augustin y Joseph Lémann, judíos de nacimiento, publicaron en 1881 un libro titulado “La asamblea que condenó a Jesucristo” que recibió la aprobación pontificia del papa Pío IX y quien acotó que “el tema mismo de la obra… (contribuía)”… a esclarecer con una luz todavía más clara una parte de la historia evangélica. En esa obra los hermanos Lémann afirman que durante el proceso de Jesús se cometieron hasta 27 irregularidades jurídicas contra la legislación penal y procesal del pueblo hebreo de ese entonces y que de todas las asambleas cuya responsabilidad ha perdurado en el tiempo, sobre una pesa una responsabilidad excepcional: la que juzgó y condenó a Jesús y que lleva en la historia el nombre de sanedrín.
El sanedrín -que etimológicamente significa “reunión de personas sentadas”- era el Tribunal Supremo de los judíos y, según algunos, fue establecido en Jerusalén después del exilio de Babilonia siguiendo el modelo del consejo de los setenta ancianos, instituido por Moisés en el desierto para ayudarlo en la administración de justicia. Estaba constituido por setenta y un miembros distribuidos en tres cámaras: la de sacerdotes; la de los escribas y doctores y la de los ancianos. Para la época de Jesús, la asamblea era literalmente soberana y la extensión de sus atribuciones  casi se aparejaba a la potestad real; tanto así que el mismo Herodes el Grande fue obligado a comparecer como acusado ante ella, por haber ordenado por su propia autoridad la muerte de una cuadrilla de bandidos. 
La presidencia del sanedrín se confirió desde el principio “al más digno”; sin embargo, tras la reducción de Judea a una provincia romana, cuando la influencia de los sumos sacerdotes se hizo importante en el Estado judío, el sumo sacerdote  solía reservarse despóticamente  no solo funciones soberanas sobre el sacrificio y la presidencia del sanedrín, sino que también apropiarse violentamente de esa presidencia. Además, se había introducido el  abuso de nombrar y destituir arbitrariamente a los sumos sacerdotes;  de convertir tal nombramiento en objeto de auténtico comercio al ofrecérsele al mejor postor y de introducir, por parte de sus miembros más influyentes, a sus hijos o parientes en el afán de distribuirse, sin cuidado de la dignidad del altar, puestos, influencias y riquezas. Incluso se hacían acompañar por una tropa de fanáticos sediciosos que insultaban, apedreaban y hurtaban de los graneros del templo. 
Así, puede deducirse que la mayoría de los asambleístas que condenaron a Jesús eran personalmente poco honorables además de usurpadores, verdaderos materialistas para quienes el destino del hombre solo consistía en el disfrute de los bienes terrenales, volcados al exterior, de fingida piedad y de menguada consideración popular. Ahora bien, el Hombre al que les toca juzgar los ha desenmascarado, ha rechazado las restricciones que han inventado y han puesto por encima de la Ley para su favor y ha denunciado los diezmos ilegales con que oprimen al pueblo: entonces, visto lo anterior y antes de que comiencen los debates, es fácil prever el resultado del proceso contra Jesús.

(*) Director del C.U.A.M.
sede Puerto Cabello.

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