Flatulencias del demonio
El Nacional Siete Dias 23 DE OCTUBRE 2016 - pag.7
I.
Ya no podremos engañarnos sobre la naturaleza del mal en política. A quienes hemos padecido durante 17 años esta creación ideológica perversa conocida como chavismo y, además, tenemos un mínimo de formación para analizar los procesos sociales, ya no nos hará falta leer a Hannah Arendt en su ensayo sobre La banalidad del mal, o a Tzvetan Todorov en Memoria del mal, tentación del bien, para entender cómo y por qué un individuo, un colectivo, una dirigencia política o una casta burocrática pueden ir abandonando el cumplimiento de la ley, la consideración de los derechos de los demás, o el respeto a la política como forma suprema de convivencia pacífica entre los seres humanos, para convertirse gradualmente, primero, en pícaro ventajista, luego en abierto delincuente sin escrúpulos, hasta llegar a hacerse un criminal –no importa que no oficie el asesinato de modo directo ni con sus propias manos– sólo por el placer gozoso de mantenerse en el poder.
II.
Ahora que hemos sido testigos de excepción, que hemos visto cómo actuaron y actúan los jerarcas chavistas, su guardia pretoriana y su club de celestinas vestidas de jueces o de árbitros electorales, hemos cambiado plenamente la noción que teníamos del origen del mal.
Confieso, y sé que no soy el único, que durante mucho tiempo creí que los malvados de la historia –los Hitler, los Mussolini, los Stalin, los Pinochet, los Somoza, los Castro– eran unos degenerados de nacimiento. Casi podría imaginar al niño César Augusto en su casa de Santiago, ataviado con una pequeña capa negra y unos lentes oscuros, heredado de un disfraz de carnaval, jugando a asfixiar a sus amiguitos con una bolsa de plástico, liberándolos sólo cuando era evidente que la muerte podría sobrevenir. Pero la realidad no opera así.
III.
Es triste, pero muy interesante, para un sociólogo o un psicólogo presenciar cómo se transforman en agentes militaristas personas a las que conocimos en otras épocas, en cargos y conductas plenamente demócratas. Ver a artistas que defendían los derechos humanos, la libertad de expresión y los valores de la ecología aupando ahora posiciones exactamente opuestas, degradados y bañados de heces de la cabeza a los pies, convertidos en oficiantes del mal.
Gracias a ellos, porque los conocimos de otra manera, podemos concluir que ni el mal es congénito ni los oficiantes del mal son seres espantosos como los villanos de los comics gringos que tienen caras de Marios Silva y ríen como locos.
De allí la utilidad conceptual de la frase de Arendt “la banalidad del mal”. A propósito de juicio de Adolf Eichmann, quien tuvo bajo su responsabilidad directa el traslado de centenares de miles de judíos europeos a los campos de exterminio. Arendt en su libro trata de demostrar que el monstruo nazi no ejerció su larga carrera de maldad y el cúmulo de asesinatos porque estuviese particularmente dotado para la maldad sino porque era un burócrata, un mediocre, un creyente, un operario más dentro de una maquinaria infernal de un sistema basado en el exterminio.
Para decirlo de otra manera, en otras condiciones esa persona puede haber actuado como un ser normal, pero se afilió a un movimiento totalitario y en tanto que tal se sentía obligado a jugar las reglas del sistema sin reflexionar las consecuencias de sus actos sobre miles, millones, de personas.
IV.
Le ocurrió como a los jueces que el jueves terminaron de arrebatarle el revocatorio a los millones de venezolanos que lo solicitaban. No miden las consecuencia de sus acciones sobre los demás, las puertas a la violencia que pueden estar abriendo, el fraude del tamaño del Ávila que están cometiendo, porque sólo les importa cumplir las órdenes de sus superiores dentro de la maquinaria de poder a la que pertenecen.
Asumen el mal, la estafa, la trampa, el abuso de poder, incluso el homicidio, con absoluta naturalidad. Lo banalizan. Son flatulencias del demonio pero se creen bendiciones de Dios. Como si fueran personajes de Borges se miran en el espejo y no se ven. El mal banalizado le es invisible a su portador
I.
Ya no podremos engañarnos sobre la naturaleza del mal en política. A quienes hemos padecido durante 17 años esta creación ideológica perversa conocida como chavismo y, además, tenemos un mínimo de formación para analizar los procesos sociales, ya no nos hará falta leer a Hannah Arendt en su ensayo sobre La banalidad del mal, o a Tzvetan Todorov en Memoria del mal, tentación del bien, para entender cómo y por qué un individuo, un colectivo, una dirigencia política o una casta burocrática pueden ir abandonando el cumplimiento de la ley, la consideración de los derechos de los demás, o el respeto a la política como forma suprema de convivencia pacífica entre los seres humanos, para convertirse gradualmente, primero, en pícaro ventajista, luego en abierto delincuente sin escrúpulos, hasta llegar a hacerse un criminal –no importa que no oficie el asesinato de modo directo ni con sus propias manos– sólo por el placer gozoso de mantenerse en el poder.
II.
Ahora que hemos sido testigos de excepción, que hemos visto cómo actuaron y actúan los jerarcas chavistas, su guardia pretoriana y su club de celestinas vestidas de jueces o de árbitros electorales, hemos cambiado plenamente la noción que teníamos del origen del mal.
Confieso, y sé que no soy el único, que durante mucho tiempo creí que los malvados de la historia –los Hitler, los Mussolini, los Stalin, los Pinochet, los Somoza, los Castro– eran unos degenerados de nacimiento. Casi podría imaginar al niño César Augusto en su casa de Santiago, ataviado con una pequeña capa negra y unos lentes oscuros, heredado de un disfraz de carnaval, jugando a asfixiar a sus amiguitos con una bolsa de plástico, liberándolos sólo cuando era evidente que la muerte podría sobrevenir. Pero la realidad no opera así.
III.
Es triste, pero muy interesante, para un sociólogo o un psicólogo presenciar cómo se transforman en agentes militaristas personas a las que conocimos en otras épocas, en cargos y conductas plenamente demócratas. Ver a artistas que defendían los derechos humanos, la libertad de expresión y los valores de la ecología aupando ahora posiciones exactamente opuestas, degradados y bañados de heces de la cabeza a los pies, convertidos en oficiantes del mal.
Gracias a ellos, porque los conocimos de otra manera, podemos concluir que ni el mal es congénito ni los oficiantes del mal son seres espantosos como los villanos de los comics gringos que tienen caras de Marios Silva y ríen como locos.
De allí la utilidad conceptual de la frase de Arendt “la banalidad del mal”. A propósito de juicio de Adolf Eichmann, quien tuvo bajo su responsabilidad directa el traslado de centenares de miles de judíos europeos a los campos de exterminio. Arendt en su libro trata de demostrar que el monstruo nazi no ejerció su larga carrera de maldad y el cúmulo de asesinatos porque estuviese particularmente dotado para la maldad sino porque era un burócrata, un mediocre, un creyente, un operario más dentro de una maquinaria infernal de un sistema basado en el exterminio.
Para decirlo de otra manera, en otras condiciones esa persona puede haber actuado como un ser normal, pero se afilió a un movimiento totalitario y en tanto que tal se sentía obligado a jugar las reglas del sistema sin reflexionar las consecuencias de sus actos sobre miles, millones, de personas.
IV.
Le ocurrió como a los jueces que el jueves terminaron de arrebatarle el revocatorio a los millones de venezolanos que lo solicitaban. No miden las consecuencia de sus acciones sobre los demás, las puertas a la violencia que pueden estar abriendo, el fraude del tamaño del Ávila que están cometiendo, porque sólo les importa cumplir las órdenes de sus superiores dentro de la maquinaria de poder a la que pertenecen.
Asumen el mal, la estafa, la trampa, el abuso de poder, incluso el homicidio, con absoluta naturalidad. Lo banalizan. Son flatulencias del demonio pero se creen bendiciones de Dios. Como si fueran personajes de Borges se miran en el espejo y no se ven. El mal banalizado le es invisible a su portador
Quienes han decidido potenciar sus proyectos en otras latitudes, saben que desarrollar esa curva de aprendizaje tiene sus trucos. He aquí algunas de sus claves
23 DE OCTUBRE 2016
Comprensión y paciencia
Rodolfo Agrella, arquitecto y diseñador
“Hay dos consejos que doy, aunque no me los pidan: primero, nadie te dice que va a ser difícil y sí, va a ser muy difícil. Eso no quiere decir que sea imposible. Se hace más llevadero cuando uno tiene foco y está claro en porqué quiere llegar ahí. Segundo, hay que tener mucha paciencia, porque en el momento en que entiendes que no va a ser fácil y que tienes que entender los códigos culturales para comunicar lo que quieres en esos términos, te darás cuenta de que eso requiere tiempo. En el trópico queremos las cosas inmediatamente. Asumir que vas a necesitar una serie de pasos requiere que tengas un objetivo”.
Belleza funcional: Rodolfo Agrella, arquitecto, diseñador
Todo en Domingo 23 DE OCTUBRE 2016 - pag.19
En una ocasión mencionó que cuando llegó por primera vez al Salón Satellite en Milán (la vitrina global del diseño para los talentos emergentes) lo hizo “con una mano adelante y otra atrás”. Era el año 2011 y Rodolfo Agrella presentaba Shadow, un set de servicio y ensaladera inspirados en la vegetación tropical, que si bien estaba elaborado originalmente en acero, fue posteriormente desarrollado en plástico por la firma Koziol, que vio en el joven arquitecto egresado de la Universidad Central de Venezuela un talento con el que podría formar una buena llave. Tanto, que luego ese proyecto llevaría a Agrella a ganar una mención especial en los German Design Awards, y pondría su nombre bajo los focos del diseño mundial.
El arquitecto y diseñador, ahora establecido en Nueva York, tiene múltiples proyectos en desarrollo, pero siempre con la mirada puesta en el rescate de los colores, formas y símbolos del trópico que lo vio crecer. Recientemente estrenó su primera exposición individual en Miami, en la que presentó una serie limitada de serigrafías en las que recrea espacios caraqueños familiares desde el recuerdo: “Redibujé secciones de sitios, espacios, paisajes, arquitectura de Caracas que retengo en mi memoria, sin usar exactamente las fotos. Fue un ejercicio interesante porque era cómo recuerdo la Plaza Cubierta de la UCV, caminar por Chacao, la Villa Planchart y a partir de allí dibujé de nuevo esas secciones”. De ese ejercicio creativo nació Memorabilia, propuesta en la que desarrolló tres alfombras para la colección Edition Two de la firma de lujo TaiPing Carpets: “Ellos tienen unos niveles muy altos de exigencia y labor manual. En mis tres propuestas hay formas textuales que recrean Caracas o el trópico que ha sido mi impronta, se trata de traducir a un lenguaje internacional lo que somos como elementos del trópico, pero sin ser la caricatura. Por otro lado el color es otro de los factores comunes: siento que el color nos representa y me representa a mí como diseñador. El color siempre termina siendo una cosa feliz”.
Después de curtirse con el desarrollo de proyectos en Venezuela –con los desafíos que ello implica en términos de materiales, presupuestos y producción– no hay manera de perder el centro al trabajar en otro lado. Es justamente ese rigor que se requiere para afrontar la adversidad y entregar un resultado de calidad, una de nuestras fortalezas cuando llega la hora de demostrar el talento en otras latitudes: “Para mí, uno de los grandes aprendizajes que tuve en Venezuela fue poder resolver las cosas, darle la vuelta a asuntos constructivos o de falta de material y terminar un proyecto con un look de alta factura. Hacer eso en un ambiente hostil te ayuda cuando encuentras un terreno fértil, uno ya tiene un bagaje más global de cómo resolver. Al tener tantas alternativas, ese recorrido precario que hiciste previamente te ayuda a mantener el foco y el criterio entre tantas opciones. Cuando uno empieza a trabajar en escenarios complejos, no hay situación crítica posible en escenarios más amables”.
Para el diseñador, esa felicidad y belleza inherente al trópico y que tanto nos caracteriza, forma parte ineludible de su trabajo y de lo que quiere seguir proyectando: “A pesar de todo, somos unas personas muy felices, siempre estamos riendo, dándole la vuelta a los problemas, eso lo mantengo y forma parte de lo que soy, así que por qué no plasmarlo. Detrás de un objeto debe haber un contenido y un relato que toque la raíz, y mi raíz está en Venezuela. Tener el tema de la curva, la forma, que cuando yo lo veo sé que es una sección de la plaza cubierta de la Central o las hojas de los jardines del Parque del Este: eso para mí es importante. Si la gente lo entiende, buenísimo, si no, no importa”.
“Para mí, uno de los grandes aprendizajes que tuve en Venezuela fue el de poder resolver las cosas, darle la vuelta a asuntos constructivos o de falta de material y terminar un proyecto con un look de alta factura. Hacer eso en un ambiente hostil te ayuda cuando encuentras un terreno fértil”
En la web: www.rodolfoagrella.com
En una ocasión mencionó que cuando llegó por primera vez al Salón Satellite en Milán (la vitrina global del diseño para los talentos emergentes) lo hizo “con una mano adelante y otra atrás”. Era el año 2011 y Rodolfo Agrella presentaba Shadow, un set de servicio y ensaladera inspirados en la vegetación tropical, que si bien estaba elaborado originalmente en acero, fue posteriormente desarrollado en plástico por la firma Koziol, que vio en el joven arquitecto egresado de la Universidad Central de Venezuela un talento con el que podría formar una buena llave. Tanto, que luego ese proyecto llevaría a Agrella a ganar una mención especial en los German Design Awards, y pondría su nombre bajo los focos del diseño mundial.
El arquitecto y diseñador, ahora establecido en Nueva York, tiene múltiples proyectos en desarrollo, pero siempre con la mirada puesta en el rescate de los colores, formas y símbolos del trópico que lo vio crecer. Recientemente estrenó su primera exposición individual en Miami, en la que presentó una serie limitada de serigrafías en las que recrea espacios caraqueños familiares desde el recuerdo: “Redibujé secciones de sitios, espacios, paisajes, arquitectura de Caracas que retengo en mi memoria, sin usar exactamente las fotos. Fue un ejercicio interesante porque era cómo recuerdo la Plaza Cubierta de la UCV, caminar por Chacao, la Villa Planchart y a partir de allí dibujé de nuevo esas secciones”. De ese ejercicio creativo nació Memorabilia, propuesta en la que desarrolló tres alfombras para la colección Edition Two de la firma de lujo TaiPing Carpets: “Ellos tienen unos niveles muy altos de exigencia y labor manual. En mis tres propuestas hay formas textuales que recrean Caracas o el trópico que ha sido mi impronta, se trata de traducir a un lenguaje internacional lo que somos como elementos del trópico, pero sin ser la caricatura. Por otro lado el color es otro de los factores comunes: siento que el color nos representa y me representa a mí como diseñador. El color siempre termina siendo una cosa feliz”.
Después de curtirse con el desarrollo de proyectos en Venezuela –con los desafíos que ello implica en términos de materiales, presupuestos y producción– no hay manera de perder el centro al trabajar en otro lado. Es justamente ese rigor que se requiere para afrontar la adversidad y entregar un resultado de calidad, una de nuestras fortalezas cuando llega la hora de demostrar el talento en otras latitudes: “Para mí, uno de los grandes aprendizajes que tuve en Venezuela fue poder resolver las cosas, darle la vuelta a asuntos constructivos o de falta de material y terminar un proyecto con un look de alta factura. Hacer eso en un ambiente hostil te ayuda cuando encuentras un terreno fértil, uno ya tiene un bagaje más global de cómo resolver. Al tener tantas alternativas, ese recorrido precario que hiciste previamente te ayuda a mantener el foco y el criterio entre tantas opciones. Cuando uno empieza a trabajar en escenarios complejos, no hay situación crítica posible en escenarios más amables”.
Para el diseñador, esa felicidad y belleza inherente al trópico y que tanto nos caracteriza, forma parte ineludible de su trabajo y de lo que quiere seguir proyectando: “A pesar de todo, somos unas personas muy felices, siempre estamos riendo, dándole la vuelta a los problemas, eso lo mantengo y forma parte de lo que soy, así que por qué no plasmarlo. Detrás de un objeto debe haber un contenido y un relato que toque la raíz, y mi raíz está en Venezuela. Tener el tema de la curva, la forma, que cuando yo lo veo sé que es una sección de la plaza cubierta de la Central o las hojas de los jardines del Parque del Este: eso para mí es importante. Si la gente lo entiende, buenísimo, si no, no importa”.
“Para mí, uno de los grandes aprendizajes que tuve en Venezuela fue el de poder resolver las cosas, darle la vuelta a asuntos constructivos o de falta de material y terminar un proyecto con un look de alta factura. Hacer eso en un ambiente hostil te ayuda cuando encuentras un terreno fértil”
En la web: www.rodolfoagrella.com
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