ABC de España: La vida oculta de Nicolas Maduro
«Nuestro hombre en Caracas»
Este video demuestra la formación ideologica de Maduro:
La culpa es del otro
Crecer implica hacernos responsables de nuestras acciones, aciertos y errores. Echarle la culpa al otro es algo natural cuando somos niños, pero seguir con la misma actitud infantil una vez superada esa etapa
Crecer implica hacernos responsables de nuestras acciones, aciertos y errores. Echarle la culpa al otro es algo natural cuando somos niños, pero seguir con la misma actitud infantil una vez superada esa etapa, es una clara muestra de que la suma de años no hace a un adulto. Pensar que todo lo malo está afuera, que los otros tienen la culpa de lo que sucede, es una falta de madurez que nos aleja de la realidad.
Cuando esta falta de madurez se hace contagiosa el efecto se multiplica: un líder que solo sabe culpar a los demás (o sus competidores/adversarios/críticos) transforma su entorno en un espacio donde nadie es capaz de asumir responsabilidades. Si la culpa es del otro, ¿para qué hacer la complicada y a veces dolorosa tarea de mirar hacia adentro para entender de qué forma contribuimos a las situaciones adversas que se nos presentan?
El líder inmaduro, además de infantil, tiene una tendencia a convertirse en víctima, y esto también se contagia. Así se alimenta un círculo quejoso que al expandirse arrastra resentimientos y sufrimiento. Hilvanando una narrativa donde todo pareciera ser una amenaza, un complot, una trama perversa, el líder inmaduro y quienes lo escuchan terminan por armarse un cuento redondo: las cosas están como están por culpa de ellos, los otros. Nosotros somos infalibles.
¿Conoces algún líder inmaduro con este perfil? ¿Alguien que vive a la sombra de un discurso que lo ampara y lo libra (cree él) de todo mal?
Si estás bajo su influjo harías bien en hacer una pausa, darte cuenta y ver las cosas tal y como son, porque más allá del encantamiento que el líder inmaduro busca ejercer en ti, hay algo más contundente: la experiencia de la realidad. Una cosa son los argumentos del líder inmaduro, la forma como percibe el mundo e intenta convencerte de que lo acompañes, y algo distinto es lo que estás viviendo y sintiendo en el momento presente.
O en otras palabras: pensar y actuar por ti mismo. Crecer, entender que somos humanos imperfectos y que todos de una forma u otra contribuimos a los problemas y soluciones. ¿Obvio? No tanto. Basta observar los pequeños y grandes conflictos de la humanidad para descubrir que los líderes inmaduros han llevado a millones a un callejón sin salida.
Y muchas veces a conciencia. Sabiendo plenamente que un discurso victimizado, que exculpa y limita, se vende muy bien en ciertas ocasiones.
Si algo tenemos en esta vida es la capacidad de decisión. De cambiar hábitos, maneras de pensar y de actuar. Crecer es hacernos libres. Responsables de nuestras acciones, aciertos y desaciertos. Puede ser doloroso pero es necesario. De otra forma viviremos bajo la sombra de otros, de los prejuicios o las ideologías. De los líderes inmaduros que no se atreven (o no les conviene) crecer. De seres humanos que de tanto contarse a sí mismos la historia de que la culpa es de otros terminan por creérsela.
Tú no estás obligado a seguir a ese líder. En tu familia, empresa o comunidad. Observa la realidad tal cual es y no dejes que alguien más te diga cómo debes pensar o actuar.
Madurar es saber cuándo ha llegado el momento de ser nosotros mismos, de cambiar, de asumir responsabilidades y dejar de lado las culpas y contribuir a las soluciones.
Cuando esta falta de madurez se hace contagiosa el efecto se multiplica: un líder que solo sabe culpar a los demás (o sus competidores/adversarios/críticos) transforma su entorno en un espacio donde nadie es capaz de asumir responsabilidades. Si la culpa es del otro, ¿para qué hacer la complicada y a veces dolorosa tarea de mirar hacia adentro para entender de qué forma contribuimos a las situaciones adversas que se nos presentan?
El líder inmaduro, además de infantil, tiene una tendencia a convertirse en víctima, y esto también se contagia. Así se alimenta un círculo quejoso que al expandirse arrastra resentimientos y sufrimiento. Hilvanando una narrativa donde todo pareciera ser una amenaza, un complot, una trama perversa, el líder inmaduro y quienes lo escuchan terminan por armarse un cuento redondo: las cosas están como están por culpa de ellos, los otros. Nosotros somos infalibles.
¿Conoces algún líder inmaduro con este perfil? ¿Alguien que vive a la sombra de un discurso que lo ampara y lo libra (cree él) de todo mal?
Si estás bajo su influjo harías bien en hacer una pausa, darte cuenta y ver las cosas tal y como son, porque más allá del encantamiento que el líder inmaduro busca ejercer en ti, hay algo más contundente: la experiencia de la realidad. Una cosa son los argumentos del líder inmaduro, la forma como percibe el mundo e intenta convencerte de que lo acompañes, y algo distinto es lo que estás viviendo y sintiendo en el momento presente.
O en otras palabras: pensar y actuar por ti mismo. Crecer, entender que somos humanos imperfectos y que todos de una forma u otra contribuimos a los problemas y soluciones. ¿Obvio? No tanto. Basta observar los pequeños y grandes conflictos de la humanidad para descubrir que los líderes inmaduros han llevado a millones a un callejón sin salida.
Y muchas veces a conciencia. Sabiendo plenamente que un discurso victimizado, que exculpa y limita, se vende muy bien en ciertas ocasiones.
Si algo tenemos en esta vida es la capacidad de decisión. De cambiar hábitos, maneras de pensar y de actuar. Crecer es hacernos libres. Responsables de nuestras acciones, aciertos y desaciertos. Puede ser doloroso pero es necesario. De otra forma viviremos bajo la sombra de otros, de los prejuicios o las ideologías. De los líderes inmaduros que no se atreven (o no les conviene) crecer. De seres humanos que de tanto contarse a sí mismos la historia de que la culpa es de otros terminan por creérsela.
Tú no estás obligado a seguir a ese líder. En tu familia, empresa o comunidad. Observa la realidad tal cual es y no dejes que alguien más te diga cómo debes pensar o actuar.
Madurar es saber cuándo ha llegado el momento de ser nosotros mismos, de cambiar, de asumir responsabilidades y dejar de lado las culpas y contribuir a las soluciones.
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