“Casi 90 % de los movimientos de no violencia enfrentaron acciones violentas del gobierno”
La participación constante y activa de 3,5% de
la población en campañas pacíficas es suficiente para un cambio de
gobierno, considera la experta en conflictividad Erica Chenoweth
El Nacional Siete Días 6 de abril 2014 -
La investigadora estadounidense Erica Chenoweth creía que el
poder lo tenían los dueños de las armas. En 2006 cambió de opinión. Lo
hizo después de estudiar sobre movimientos no violentos y sus hallazgos
fueron lo suficientemente contundentes para ella ahora sea una vocera de
las opciones pacíficas y miembro del Instituto de investigación de la
paz en Oslo.
Durante dos años Chenoweth recolectó sistemáticamente datos de todas las campañas más importantes -violentas y no violentas- para el derrocamiento de un gobierno o la liberación de un país desde el año 1900. Sus conclusiones revelan que 50% de las iniciativas no violentas fueron exitosas mientras que 25% de las violentas lograron sus objetivos; es decir, los movimientos pacíficos tuvieron dos veces más probabilidades de triunfar que los armados.
En su conferencia del año pasado en el TED de Boulder, Colorado, Chenoweth habló del poder real de la gente. “Los investigadores solían decir que ningún gobierno podía sobrevivir si 5% de la población se levantaba en su contra. Nuestros datos demuestran que este número puede ser incluso menor: ninguna campaña falló durante el tiempo estudiado después de que se llegara a una participación activa y constante de solo 3,5% de la población. Y he visto a algunos vencer incluso con menos”, aseguró.
La autora del libro ¿Por qué la resistencia civil funciona?: la lógica estratégica de los conflictos no violentos (Columbia University Press, 2011) respondió vía correo electrónico una entrevista a El Nacional:
A principios de febrero en Venezuela se inició un ciclo de protestas sin precedentes que se ha mantenido hasta el presente. El gobierno ha respondido con represión y hostigamiento. Hay denuncias de graves violaciones de derechos humanos, entre ellas torturas. ¿Cómo funciona la resistencia no violenta en este contexto?
Con frecuencia los movimientos de resistencia no violenta enfrentan esos desafíos. Casi 90 por ciento de los movimientos de no violencia que estudié, en el periodo de 1900 a 2006, enfrentaron acciones violentas del gobierno. El registro histórico demuestra que movimientos grandes y plurales son exitosos si incrementan y diversifican su participación, especialmente si incluyen a los pobres y la clase trabajadora, y si se involucran en estrategias de no cooperación (como las huelgas) en lugar de limitarse a sólo protestas y manifestaciones.
El descontento popular frente al gobierno aumentó con la profundización de la inseguridad ciudadana, el desabastecimiento de alimentos y bienes de primera necesidad y las fallas de servicios públicos esenciales. Son problemas estructurales. Hay quienes exigen que las demandas se conviertan en un programa de cambio social ¿Qué opina?
Todavía no hemos evaluado los registros empíricos de ese tipo de campañas. Si la resistencia no violenta puede destronar dictadores de larga trayectoria y permite que la gente libere a su propio país del poder imperial, creo que también pueden lograr reformas políticas y económicas.
El oficialismo venezolano descalifica la protesta al señalar que se trata de un golpe de Estado. ¿Qué opina?
No tengo opinión al respecto en el caso venezolano. Ciertamente los gobiernos con frecuencia tratan de desacreditar a los movimientos catalogándolos como golpes de Estado o conspiraciones. El reto es demostrar la legitimidad de sus intereses e incorporar a quienes normalmente no se alinearían al movimiento para que demuestren que la acusación del gobierno es falsa. Se trata de una competencia por la legitimidad y a menudo los gobiernos ganan esa confrontación.
El cierre de calles, denominado guarimba, es la forma de protesta que mayor tensión ha causado en Venezuela.¿Se trata de una forma de resistencia no violenta?
Es una forma de resistencia no violenta, pero si la táctica aliena a los participantes en lugar de integrarlos, entonces quizás no sea beneficioso para los intereses del movimiento. Hay, claro está, cientos y hasta miles de otros métodos de acción no violenta además de las barricadas.
¿Cómo impedir que la resistencia no violenta se convierta en violenta?
Los movimientos que han mantenido una disciplina no violenta normalmente se han preparado durante mucho tiempo para acciones de ese tipo, entrenando a sus activistas para que sean disciplinados frente a sus miedos y para que manejen las situaciones de manera preventiva de modo que la violencia no las controle. A los manifestantes se les preparaba para enfrentar la represión enseñándoles técnicas sobre cómo permanecer calmado y unido en solidaridad frente a las amenazas o actos represivos. De hecho, en muchos casos, si sus integrantes violaban estas reglas, los líderes los denunciaban y entregaban a las autoridades. En el caso del movimiento de Trabajadores del Campo de California, su líder César Chávez iniciaba huelgas de hambre cuando su movimiento se tornaba violento. Al cabo de pocas semanas, los activistas ya se habían reunido con él y renovado el consenso y compromiso sobre su propósito no violento. Otros movimientos han asignado “comisarios” para mantener grandes protestas o manifestaciones bajo control. Los “comisarios” están atentos a los brotes de violencia para que cuando sucedan, rodear y retirar a los responsables del lugar de los hechos. En algunos casos incluso, montándolos en un taxi para que los lleven un par de kilómetros de la zona.
De los procesos de resistencia no violenta que usted ha estudiado, ¿cuál se parece más a lo que está ocurriendo en Venezuela?
Hay muchos casos similares en Europa del Eeste y América Latina. Recomiendo buscar en http://nvdatabase.swarthmore.edu para más información
¿Puede mencionar cuatro casos emblemáticos (y preferiblemente poco conocidos) de resistencia no violenta; dos exitosos y dos no exitosos?
Dos eventos icónicos fueron el Movimiento de la Gente en Filipina de 1986 y el de Solidaridad en Polonia que terminó en 1989. Dos fracasos simbólicos fueron los del movimiento democrático chino, que terminó en la masacre de la Plaza de Tiannanmen en 1989 y el movimiento pro-demócrata en Burma en 1988.
Las protestas se han concentrado en municipios gobernados por la oposición. En la mayoría de las zonas populares no ha sido masiva. ¿Se pierde poder si no se involucra a toda la sociedad?
Sí. Históricamente, en los casos en que las campañas de resistencia no violenta se quedaban en áreas urbanas, era poco probable que convencieran a la gente de que también representaban a grupos de zonas rurales. El resultado fue que estos movimientos no consolidaron su poder en toda la sociedad, sino sólo en una pequeña parte. Aún más, disminuían las probabilidades de que pilares fundamentales de apoyo del gobierno –fuerzas de seguridad, élites económicas y burócratas- vieran al movimiento con suficiente representatividad, tras lo cual era muy probable que permanecieran leales al gobierno.
Algunas personas en Venezuela participan en resistencia no violenta con el propósito de cambiar el gobierno. ¿Es esto posible?
Cualquier cosa es posible, pero muchas de las protestas que conservaron su carácter no violento frente a la represión -que utilizaron métodos concentrados, como las protestas; y dispersos, como las huelgas, y que incluso generaron cambios dentro de las élites gubernamentales- fracasaron cuando no ampliaban su base de apoyo o perdían impulso. La clave es que la opción de la violencia escasamente ha contribuido al éxito de los movimientos. Por lo general esta opción ha generado espirales de violencia que han incrementado el número de muertes, ha disminuido las probabilidades para el establecimiento de una genuina democracia a largo plazo, ha profundizado la polarización política y social, e incrementado las probabilidades de que el país quede estancado en un ciclo de violencia por generaciones. Históricamente, aún cuando la resistencia cívica se hubiera utilizado sin éxito, era una mejor opción que violencia.
Durante dos años Chenoweth recolectó sistemáticamente datos de todas las campañas más importantes -violentas y no violentas- para el derrocamiento de un gobierno o la liberación de un país desde el año 1900. Sus conclusiones revelan que 50% de las iniciativas no violentas fueron exitosas mientras que 25% de las violentas lograron sus objetivos; es decir, los movimientos pacíficos tuvieron dos veces más probabilidades de triunfar que los armados.
En su conferencia del año pasado en el TED de Boulder, Colorado, Chenoweth habló del poder real de la gente. “Los investigadores solían decir que ningún gobierno podía sobrevivir si 5% de la población se levantaba en su contra. Nuestros datos demuestran que este número puede ser incluso menor: ninguna campaña falló durante el tiempo estudiado después de que se llegara a una participación activa y constante de solo 3,5% de la población. Y he visto a algunos vencer incluso con menos”, aseguró.
La autora del libro ¿Por qué la resistencia civil funciona?: la lógica estratégica de los conflictos no violentos (Columbia University Press, 2011) respondió vía correo electrónico una entrevista a El Nacional:
A principios de febrero en Venezuela se inició un ciclo de protestas sin precedentes que se ha mantenido hasta el presente. El gobierno ha respondido con represión y hostigamiento. Hay denuncias de graves violaciones de derechos humanos, entre ellas torturas. ¿Cómo funciona la resistencia no violenta en este contexto?
Con frecuencia los movimientos de resistencia no violenta enfrentan esos desafíos. Casi 90 por ciento de los movimientos de no violencia que estudié, en el periodo de 1900 a 2006, enfrentaron acciones violentas del gobierno. El registro histórico demuestra que movimientos grandes y plurales son exitosos si incrementan y diversifican su participación, especialmente si incluyen a los pobres y la clase trabajadora, y si se involucran en estrategias de no cooperación (como las huelgas) en lugar de limitarse a sólo protestas y manifestaciones.
El descontento popular frente al gobierno aumentó con la profundización de la inseguridad ciudadana, el desabastecimiento de alimentos y bienes de primera necesidad y las fallas de servicios públicos esenciales. Son problemas estructurales. Hay quienes exigen que las demandas se conviertan en un programa de cambio social ¿Qué opina?
Todavía no hemos evaluado los registros empíricos de ese tipo de campañas. Si la resistencia no violenta puede destronar dictadores de larga trayectoria y permite que la gente libere a su propio país del poder imperial, creo que también pueden lograr reformas políticas y económicas.
El oficialismo venezolano descalifica la protesta al señalar que se trata de un golpe de Estado. ¿Qué opina?
No tengo opinión al respecto en el caso venezolano. Ciertamente los gobiernos con frecuencia tratan de desacreditar a los movimientos catalogándolos como golpes de Estado o conspiraciones. El reto es demostrar la legitimidad de sus intereses e incorporar a quienes normalmente no se alinearían al movimiento para que demuestren que la acusación del gobierno es falsa. Se trata de una competencia por la legitimidad y a menudo los gobiernos ganan esa confrontación.
El cierre de calles, denominado guarimba, es la forma de protesta que mayor tensión ha causado en Venezuela.¿Se trata de una forma de resistencia no violenta?
Es una forma de resistencia no violenta, pero si la táctica aliena a los participantes en lugar de integrarlos, entonces quizás no sea beneficioso para los intereses del movimiento. Hay, claro está, cientos y hasta miles de otros métodos de acción no violenta además de las barricadas.
¿Cómo impedir que la resistencia no violenta se convierta en violenta?
Los movimientos que han mantenido una disciplina no violenta normalmente se han preparado durante mucho tiempo para acciones de ese tipo, entrenando a sus activistas para que sean disciplinados frente a sus miedos y para que manejen las situaciones de manera preventiva de modo que la violencia no las controle. A los manifestantes se les preparaba para enfrentar la represión enseñándoles técnicas sobre cómo permanecer calmado y unido en solidaridad frente a las amenazas o actos represivos. De hecho, en muchos casos, si sus integrantes violaban estas reglas, los líderes los denunciaban y entregaban a las autoridades. En el caso del movimiento de Trabajadores del Campo de California, su líder César Chávez iniciaba huelgas de hambre cuando su movimiento se tornaba violento. Al cabo de pocas semanas, los activistas ya se habían reunido con él y renovado el consenso y compromiso sobre su propósito no violento. Otros movimientos han asignado “comisarios” para mantener grandes protestas o manifestaciones bajo control. Los “comisarios” están atentos a los brotes de violencia para que cuando sucedan, rodear y retirar a los responsables del lugar de los hechos. En algunos casos incluso, montándolos en un taxi para que los lleven un par de kilómetros de la zona.
De los procesos de resistencia no violenta que usted ha estudiado, ¿cuál se parece más a lo que está ocurriendo en Venezuela?
Hay muchos casos similares en Europa del Eeste y América Latina. Recomiendo buscar en http://nvdatabase.swarthmore.edu para más información
¿Puede mencionar cuatro casos emblemáticos (y preferiblemente poco conocidos) de resistencia no violenta; dos exitosos y dos no exitosos?
Dos eventos icónicos fueron el Movimiento de la Gente en Filipina de 1986 y el de Solidaridad en Polonia que terminó en 1989. Dos fracasos simbólicos fueron los del movimiento democrático chino, que terminó en la masacre de la Plaza de Tiannanmen en 1989 y el movimiento pro-demócrata en Burma en 1988.
Las protestas se han concentrado en municipios gobernados por la oposición. En la mayoría de las zonas populares no ha sido masiva. ¿Se pierde poder si no se involucra a toda la sociedad?
Sí. Históricamente, en los casos en que las campañas de resistencia no violenta se quedaban en áreas urbanas, era poco probable que convencieran a la gente de que también representaban a grupos de zonas rurales. El resultado fue que estos movimientos no consolidaron su poder en toda la sociedad, sino sólo en una pequeña parte. Aún más, disminuían las probabilidades de que pilares fundamentales de apoyo del gobierno –fuerzas de seguridad, élites económicas y burócratas- vieran al movimiento con suficiente representatividad, tras lo cual era muy probable que permanecieran leales al gobierno.
Algunas personas en Venezuela participan en resistencia no violenta con el propósito de cambiar el gobierno. ¿Es esto posible?
Cualquier cosa es posible, pero muchas de las protestas que conservaron su carácter no violento frente a la represión -que utilizaron métodos concentrados, como las protestas; y dispersos, como las huelgas, y que incluso generaron cambios dentro de las élites gubernamentales- fracasaron cuando no ampliaban su base de apoyo o perdían impulso. La clave es que la opción de la violencia escasamente ha contribuido al éxito de los movimientos. Por lo general esta opción ha generado espirales de violencia que han incrementado el número de muertes, ha disminuido las probabilidades para el establecimiento de una genuina democracia a largo plazo, ha profundizado la polarización política y social, e incrementado las probabilidades de que el país quede estancado en un ciclo de violencia por generaciones. Históricamente, aún cuando la resistencia cívica se hubiera utilizado sin éxito, era una mejor opción que violencia.
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