lada Concepción de María | |
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La Inmaculada del Escorial, por Murillo | |
Venerada en | Iglesia católica |
Festividad | 8 de diciembre |
Patrona de |
El dogma de la Inmaculada Concepción, también conocido como Purísima Concepción, es una creencia del catolicismo que sostiene que María, madre deJesús, a diferencia de todos los demás seres humanos, no fue alcanzada por el pecado original sino que, desde el primer instante de su concepción, estuvo libre de todopecado.
No debe confundirse esta doctrina con la de la maternidad virginal de María, que sostiene que Jesús fue concebido sin intervención de varón y que María permanecióvirgen antes, durante y después del embarazo.
Al desarrollar la doctrina de la Inmaculada Concepción, la Iglesia Católica contempla la posición especial de María por ser madre de Cristo, y sostiene que Dios preservó a María libre de todo pecado y, aún más, libre de toda mancha o efecto del pecado original, que había de transmitirse a todos los hombres por ser descendientes de Adány Eva, en atención a que iba a ser la madre de Jesús, que es también Dios. La doctrina reafirma con la expresión "llena eres de gracia" (Gratia Plena) contenida en el saludo del arcángel Gabriel (Lc. 1,28), y recogida en la oración del Ave María, este aspecto de ser libre de pecado por la gracia de Dios.
La definición del dogma, contenida en la bula Ineffabilis Deus, de 8 de diciembre de1854, dice lo siguiente:
...Para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de la Iglesia católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra: Definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador del género humano, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles. Por lo cual, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la Iglesia y que si además osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho
El historiador y catedrático francés Louis Baunard narra lo siguiente:
Pío IX, contemplando el mar agitado de Gaeta, escuchó y meditó las palabras del cardenal Luigi Lambruschini: 'Beatísimo Padre, Usted no podrá curar el mundo sino con la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Sólo esta definición dogmática podrá restablecer el sentido de las verdades cristianas y retraer las inteligencias de las sendas del naturalismo en las que se pierden'.[cita requerida]
El historiador Francesco Guglieta, experto en la vida de Pío IX, señala que el tema del naturalismo, que despreciaba toda verdad sobrenatural, podría considerarse como la cuestión de fondo que impulsó al Papa a la proclamación del dogma: La afirmación de la Concepción Inmaculada de la Virgen ponía sólidas bases para afirmar y consolidar la certeza de la primacía de la Gracia y de la obra de la Providencia en la vida de los hombres. Guglieta señala que Pío IX, pese a su entusiasmo, acogió la idea de realizar una consulta con el episcopado mundial, que expresó su parecer positivo, y llevó finalmente a la proclamación del dogma
El Fuego y la Inmaculada Concepción
El fuego, desde el inicio de los tiempos, ha despertado en los hombres un sentimiento muy especial: salir de la oscuridad para entrar a la luz, a la verdad y a la vida eterna.
La tradición de asociarle a la Inmaculada Concepción el encendido de las velitas tiene su propia historia (aunque la historia del fuego se remonte a tiempos antiquísimos, no se tratará aquí más que lo concerniente a su utilización en general en el Cristianismo y en particular en la veneración de la Inmaculada Concepción).
Las primeras menciones al uso de velas o cirios se halla entre los etruscos, (s. xv a.c., civilización que influyó en los romanos), quienes al parecer las fabricaban de cera, sebo o pez, con mecha de fibras vegetales como el papiro o el junco. Fue costumbre posterior en la Roma pagana alumbrar los santuarios en sus ceremonias, con velas de cera, como ocurría en las llamadas fiestas de Saturno o saturnalias.
Sin embargo, en la primera centuria de vida del Cristianismo nada sugiere en torno al uso de las velas, excepto el uso que hubo de dársele a éstas en el tiempo de la persecución. Mientras los cristianos se refugiaron en sitios oscuros y subterráneos, la necesidad de encender cirios para celebrar los santos misterios se convirtió en una obligatoriedad: “Los cristianos celebraban al principio sus misterios en casas retiradas y en cuevas durante la noche; y de esto provino que les llamaran lucifugaces...” (Voltaire 1981:184).
Terminada la persecución, podríamos decir que pudo haberse iniciado tímida y lentamente a consolidar esta tradición en los siglos posteriores, que luego fue evolucionando. A partir del siglo XII empiezan a aparecer las velas colocadas en los altares de ciertas iglesias, hasta que la costumbre enraizó y se propagó definitivamente en los siglos XV y XVI, que es precisamente la época en que América es invadida y colonizada.
Los hombres prehispánicos tenían sus propias creencias y prácticas religiosas, pero bastó mucho menos que un siglo para que las costumbres y la cultura de aquellos aborígenes se hubiera trastornado ostensiblemente. España se hallaba en plena fiebre de conquistas, y atravesaba además una época de gran convulsión religiosa, aquella provocada por Lutero en 1519, la cual había desencadenado ese letal movimiento de la contrarreforma, de modo que ésta emigró también con los españoles y marcó con huellas profundas la experiencia religiosa andina.
Acciones tales como instaurar Tribunales de Santa Inquisición para indios, iniciar un “movimiento de extirpación de idolatrías”, expropiación de las tierras de los indios por el derecho que así les concedía una bula papal, y otras vejaciones (Bonilla, comp. 1992), indudablemente terminarían por cercenar las costumbres y creencias de los nativos, a la par que estos se irían adaptando a los hábitos de los colonizadores en un largo camino de mestizaje. Y es en un panorama como éste que empezará en América la costumbre de celebrar el día de la “Inmaculada Concepción”, y lo que otrora se hiciera con identidad americana, vino a convertirse en un sincretismo religioso por lo que las fiestas del hombre prehispánico se reemplazaron por las tradicionales españolas. Caso concreto fue la antigua fiesta del Inti raymi (fiesta del sol) que los incas celebraban por la misma época de la solemnidad del Corpus Christi.
Ahora bien, las fiestas ayudaron sobre todo al nativo para que aprendiera a integrarse en el nuevo estilo de vida, y el elemento lúdico que sobresalía en toda fiesta era la luz, así que las luminarias fueron como la parte visible del júbilo en los villorrios, que en medio de la noche y de la algazara adquiría otras connotaciones. Entre las clases de fiestas que se celebraban, estaban las “repentinas” que consistían en una representación del poder español (una carroza llevaba el retrato del rey entre aclamaciones y vivas). Las “solemnes” correspondían al calendario católico y en esas estaban incluidas todas las fiestas patronales, Semana Santa y Corpus; además, las “patrióticas”.
Algunos registros históricos testimonian lo anterior con formidable detalle. Uno de ellos cuenta cómo fue la llegada del virrey al pueblo limeño, en el año 1556: “...se regocijen cuanto sea posible, y así mandaron que se pregone luego en las plazas y calles de esta ciudad, que la primera noche todos los vecinos y moradores de esta ciudad pongan a primera noche luminarias en lo alto de sus casas y hagan fuegos a sus puertas...”(Libros...Lima, tomo 10,p.128 citado en López 1992:66).
Y una de las más significativas es la celebrada en Puerto Rico en 1747 y que se refiere a la exaltación al trono de Fernando VI: “Todos demostraron, su alegría con muchas luminarias, que pusieron en ventanas, balcones y calles. La real Fortaleza (morada del gobernador) estaba adornada con cuarenta hachas y más de doscientas velas, tan simétricamente en balcones, corredores y azoteas, que todos querían ver su hermosura, obligados de su extraordinario y abundante adorno, y en la misma conformidad se adornó todos los días que duraron las fiestas, haciéndolo lo mismo el vecindario...” (Boletín...Puerto Rico, Relación Verídica...,p.165 citado en López 1992:67).
Estas evidencias del uso temprano de las velas en tiempo de la colonia, sugieren que su utilización tenía más un sentido desde lo folklórico y festivo que desde lo religioso y simbólico. De este modo arribamos entonces al momento en que se introduce en Colombia, la celebración de la solemnidad de la Inmaculada Concepción: “La fiesta que hoy inicia el período navideño, la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre, se impuso en la América Española por cédula real en 1760, aunque dicha cédula llegó al Cauca en marzo de 1762” (Miñana 1997:23)
Y es Popayán la ciudad que se lleva el honor de acoger, en primer lugar, esta orden que vino por conducto del papa Clemente, quien decretó: “...que la Inmaculada Concepción fuera tenida, reconocida y reverenciada como principal y universal patrona de las Españas(...) se estableció la costumbre de iluminar la ciudad la noche del 7 de diciembre, en lo que obraba orden infaltable del teniente gobernador o del alcalde” (Arboleda 1956:310).
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