Columnistas del día
19/07/2013 10:25:26 p.m.
Buena nueva
¿ORACIÓN o ACCIÓN?
- Isabel Vidal de Tenreiro (Archivo Notitarde / Archivo Notitarde)
Isabel Vidal de Tenreiro
Para resolver esta disyuntiva nos basaremos en el pasaje del Evangelio en que Jesucristo visita la casa de Lázaro y sus hermanas, Marta y María (Lc. 10, 38-42). Marta se encontraba muy atareada con los quehaceres domésticos. Y su hermana María se encontraba “a los pies del Señor” escuchando su Palabra. Marta le reclama a Jesús la aparente inactividad de su hermana y su injusticia al no ayudarla. La respuesta del Señor parece desconcertante: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa por muchas cosas. En realidad una sola cosa es necesaria y María escogió la mejor parte”.
El Señor le responde a Marta que el estarse a los pies del Señor; es decir, el estarse en la oración a la escucha de la Palabra del Señor, no solo es la mejor parte, sino que es lo único necesario.
Si Marta representa el prototipo de la actividad y María el de la oración, podríamos preguntarnos: ¿Qué significa esta respuesta del Señor? ¿Cómo puede ser ésta la respuesta del Señor? ¿Dónde queda mi deseo de hacer, mi deseo de ayudar, mi deseo de actuar?... ¡Dónde queda mi responsabilidad! ¿Cómo puedo quedarme sin hacer nada?
La dificultad en no comprender la respuesta del Señor está en que los hombres y mujeres de hoy nos consideramos los protagonistas principales de nuestra vida. Olvidamos que Dios todo lo dispone. No nos damos cuenta que nuestra vida es la historia de las acciones que Dios realiza en nosotros y a través de nosotros. Nosotros nos creemos los principales protagonistas de nuestra vida, y no vemos la acción de Dios en nosotros. ¡No vemos que Dios es el principal protagonista de la vida de cada uno de nosotros!
Para no quedar desconcertados con la respuesta que el Señor dio a Marta, para no quedar desconcertados porque el Señor nos dice lo mismo: que nos preocupamos por muchas cosas que realmente no son necesarias y nos perdemos de la mejor parte, necesitamos darnos cuenta de que no somos nosotros quienes llevamos las riendas de nuestra vida: es Dios quien las lleva.
Pero el problema es que los hombres y mujeres de hoy andamos como Marta, solo ocupados en la actividad, y se nos hace imposible llevar una relación íntima con el Señor, se nos hace imposible estar atentos a su voz en la oración. Si andamos ocupados y preocupados solo en la actividad, no tenemos tiempo para la oración. “La mejor parte” a la que se refiere Jesús es justamente esa “aparente” inactividad de María. “La mejor parte, la única necesaria” es justamente la “aparente” inactividad de la oración.
En la oración, en la oración verdadera -esa oración en la que se busca al Señor para servirle en lo que El desea, esa oración que es asidua, que es diaria... en esa oración, Dios nos muestra su Voluntad. Y en esa oración podemos saber qué desea El de nosotros. Además, en la oración, Dios nos da la fortaleza para cumplir su Voluntad, nos da también la entrega para aceptarla, y, además, nos da la paciencia para saber esperar el momento de su Voluntad.
De no ser así, no solo en nuestra vida personal, sino también en la actividad apostólica podemos equivocarnos, confundiendo nuestros propios caminos con los Caminos del Señor, pensando que ya sabemos cuál es el Camino, sin antes haber pasado, como María, la hermana de Marta, muchas horas “a los pies del Señor”, para que El nos indique qué desea de nosotros, cuál es Su Camino, cuál es Su Voluntad.
Recordemos al Papa Juan Pablo II. El, que fue un ejemplo de ese deseado balance entre silencio y actividad, nos dijo: “El hombre de hoy necesita recuperar momentos de silencio que permitan que Dios pueda hacer oír Su Voz y a la persona comprender y aceptar lo que Dios desee comunicarle” (JP II, 30-4-96).
¿Qué es más importante: la oración o la acción?
Ver respuesta en: www.homilia.org y www.buenanueva.net
El Señor le responde a Marta que el estarse a los pies del Señor; es decir, el estarse en la oración a la escucha de la Palabra del Señor, no solo es la mejor parte, sino que es lo único necesario.
Si Marta representa el prototipo de la actividad y María el de la oración, podríamos preguntarnos: ¿Qué significa esta respuesta del Señor? ¿Cómo puede ser ésta la respuesta del Señor? ¿Dónde queda mi deseo de hacer, mi deseo de ayudar, mi deseo de actuar?... ¡Dónde queda mi responsabilidad! ¿Cómo puedo quedarme sin hacer nada?
La dificultad en no comprender la respuesta del Señor está en que los hombres y mujeres de hoy nos consideramos los protagonistas principales de nuestra vida. Olvidamos que Dios todo lo dispone. No nos damos cuenta que nuestra vida es la historia de las acciones que Dios realiza en nosotros y a través de nosotros. Nosotros nos creemos los principales protagonistas de nuestra vida, y no vemos la acción de Dios en nosotros. ¡No vemos que Dios es el principal protagonista de la vida de cada uno de nosotros!
Para no quedar desconcertados con la respuesta que el Señor dio a Marta, para no quedar desconcertados porque el Señor nos dice lo mismo: que nos preocupamos por muchas cosas que realmente no son necesarias y nos perdemos de la mejor parte, necesitamos darnos cuenta de que no somos nosotros quienes llevamos las riendas de nuestra vida: es Dios quien las lleva.
Pero el problema es que los hombres y mujeres de hoy andamos como Marta, solo ocupados en la actividad, y se nos hace imposible llevar una relación íntima con el Señor, se nos hace imposible estar atentos a su voz en la oración. Si andamos ocupados y preocupados solo en la actividad, no tenemos tiempo para la oración. “La mejor parte” a la que se refiere Jesús es justamente esa “aparente” inactividad de María. “La mejor parte, la única necesaria” es justamente la “aparente” inactividad de la oración.
En la oración, en la oración verdadera -esa oración en la que se busca al Señor para servirle en lo que El desea, esa oración que es asidua, que es diaria... en esa oración, Dios nos muestra su Voluntad. Y en esa oración podemos saber qué desea El de nosotros. Además, en la oración, Dios nos da la fortaleza para cumplir su Voluntad, nos da también la entrega para aceptarla, y, además, nos da la paciencia para saber esperar el momento de su Voluntad.
De no ser así, no solo en nuestra vida personal, sino también en la actividad apostólica podemos equivocarnos, confundiendo nuestros propios caminos con los Caminos del Señor, pensando que ya sabemos cuál es el Camino, sin antes haber pasado, como María, la hermana de Marta, muchas horas “a los pies del Señor”, para que El nos indique qué desea de nosotros, cuál es Su Camino, cuál es Su Voluntad.
Recordemos al Papa Juan Pablo II. El, que fue un ejemplo de ese deseado balance entre silencio y actividad, nos dijo: “El hombre de hoy necesita recuperar momentos de silencio que permitan que Dios pueda hacer oír Su Voz y a la persona comprender y aceptar lo que Dios desee comunicarle” (JP II, 30-4-96).
¿Qué es más importante: la oración o la acción?
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