El 10 de septiembre de 1945 fue fusilado por soldados nazis monseñor Salvador Montes de Oca. Hijo de Andrés Montes de Oca Zubillaga y Rosario Montes de Oca Perera, había nacido en Carora el 21 de octubre de 1895.
Había ingresado a la Orden de los Cartujos y permanecido en el Monasterio de Farneta, cerca de Lucca, Italia, durante la Segunda Guerra Mundial, hasta que el 1 de septiembre de 1944 tropas nazis irrumpieron en el convento, detuvieron a los monjes, los torturaron y cruelmente los asesinaron por haber dado asilo a miembros de la resistencia antifascista.
Montes de Oca, ordenado sacerdote en 1922, había sido consagrado obispo de Valencia en 1927, permaneciendo al frente de la diócesis hasta 1934, cuando renuncia en medio de intrigantes señalamientos. Posteriormente, ingresaría a la Congregación de los Padres Sacramentinos de Italia.
Durante la dictadura de Gómez tuvo serios desencuentros con el régimen por defender las posiciones de la Iglesia o por su solidaridad con los perseguidos y torturados. A Andrés Eloy Blanco, al ser puesto en libertad en Puerto Cabello, le recordaría: "Ya estás libre del castillo, pero no de tus compromisos con la patria. No desmayes".
Fue expulsado del país por haber publicado la doctrina de la Iglesia respecto al matrimonio. Después de dos años de destierro en Trinidad y Europa regresaría al país "...sin incurrir en el delito de humillarse manteniendo el tesoro de su actitud, que es ejemplo para las generaciones futuras". "No se doblegó nunca y supo representar la defensa de sus convicciones en todos los momentos, en todas las circunstancias de la vida", recordaría Rafael Caldera en la Asamblea Nacional Constituyente de 1945-1946, que le rendiría merecido homenaje.
En estos tiempos de indignidad, de decadencia y entrega de la patria, es nuestro deber recordar a venezolanos como Montes de Oca, que en las circunstancias más difíciles fueron fieles a sus creencias e ideas convirtiéndose en ejemplos para todas las generaciones.
Segundo Obispo de Valencia Con el hábito de monje cartujo...
El Carabobeño 09 enero 2011
Salvador Montes de Oca, consagrado como segundo Obispo de Valencia, el 23 de octubre de 1927, por monseñor Fernando Cento, cuando apenas contaba 32 años (después de haber ejercido brillantemente el sacerdocio en Carora y Barquisimeto, desde su ordenación celebrada el 14 de mayo de 1922), pareciera haber sido destinado a dejar huella imborrable a su paso por la tierra.
Su ejercicio episcopal, signado por una labor centrada en la propagación de las virtudes morales como escudo de vida de los feligreses, se distinguió por su férrea disposición de lucha por iluminar al país, desde Valencia, con sus escritos y acciones, en la larga noche de la dictadura de Juan Vicente Gómez.
A partir de su arribo a Valencia como obispo de esta diócesis, monseñor Montes de Oca se dedicó a ejercer su apostolado en torno a dos valores fundamentales: la expansión de la moral cristiana, fundamentada en la Eucaristía, como blasón de vida, y la lucha por la libertad de Venezuela.
Ambas metas signaban todas sus acciones y estimularon, día a día, su trabajo por conseguir que tales acciones crearan un sólido escudo: la defensa del ser cristiano y de la moral como norma existencial de todos los feligreses.
Encontraría, en el entorno social y político de la época, una firme oposición por parte de algunos personeros del régimen gomecista en la región. Ello le costaría el destierro, la pérdida de su mitra y de su vida.
El 11 de octubre de 1929, monseñor Montes de Oca, quien, por la defensa de principios morales fue tomado como un individuo hostil al régimen de Gómez, por su decidido apoyo a los presos del Castillo Libertador y, sobre todo, por asumir, en sus escritos pastorales, la defensa de la moral católica y del sacramento del matrimonio, durante la presidencia de Juan Bautista Pérez, fue expulsado del territorio de Venezuela.
Después de dos años de destierro en Trinidad y Europa, una vez abolido el Decreto de expulsión el 3 de octubre de 1931, regresó triunfante a Venezuela y a su Diócesis.
Prosiguió su labor episcopal, con el mismo brío y, sobre todo, con la firme y acerada disposición de continuar con su apostolado signado siempre por los valores que animaban todas sus acciones: la defensa de los valores cristianos y el llamado a la libertad.
Pero pronto ocurriría el destierro definitivo de monseñor Salvador Montes de Oca. El 18 de marzo de 1934, partió para Roma, a fin de efectuar la visita Ad Limina a Su Santidad Pío XI.
Durante dicha visita sufrió un ataque de Peritonitis que lo mantuvo al borde de la muerte. Entretanto, en su amada ciudad a la cual servía como obispo, se tejía una nueva conspiración contra él.
Grupos ligados a círculos de las altas esferas sociales y religiosas, interesados en presentarlo ante el máximo jefe de la Iglesia Católica, como indigno de su investidura y, así, verlo fuera del cargo de obispo de Valencia, hicieron llegar al Papa Pío XI unas cartas amorosas, supuestamente escritas a una joven feligresa valenciana.
Enfrentó dicha calumnia con verdadera entereza. Posteriormente, renunció a la Diócesis e ingresó a la congregación de los Padres Sacramentinos de Italia. Más tarde, llevado por el deseo de entregar su vida a una mayor austeridad, se separó de dicha Congregación e ingresó a la orden de los Cartujos; profesó sus votos bajo el nombre de Fray Bernardo, y asumió, con verdadera humildad y absoluta entrega, su nueva vida monacal en la Cartuja de la Farnetta, situada cerca de Lucca, al norte de Italia.
Dejó atrás no sólo la mitra y el báculo episcopal, sino su amada patria. Decidió convertir, paso a paso, su vida en un silencioso y sepulcral acto sagrado.
Italia, como toda Europa, estaba sumida en la guerra cruenta que, diariamente, producía centenares de muertos, presos, fusilados. Monseñor, como los otros monjes de la Cartuja, participaba, entretanto, de otra guerra: abría su corazón a los perseguidos políticos de los nazis y encomendaba cada acción a Dios.
Pero, también, en compañía de todos los monjes de la Cartuja, auxiliaba, consolaba y refugiaba a un grupo de judíos perseguidos por las tropas nazis.
En horas de la madrugada, entre el 1 y el 2 de septiembre de 1944, soldados alemanes invadieron el monasterio, y al día siguiente, evacuaron a los religiosos y civiles que no se habían escondido o huido a tiempo.
De allí, los transfirieron, en varios camiones, a Nocchi, en Camaiore, donde los mantuvieron por varios días. La mayor parte de los prisioneros fueron fusilados en lugares y días diferentes, en los alrededores de Massa el domingo 10 de septiembre.
Entre los fusilados hubo doce monjes, incluyendo al prelado Martino Binz, el procurador Gabriele María Costa y Salvador Montes de Oca, quien asumió con gallardía su martirio.
Fue amordazado y vejado. Según don Alberto Palazzi, sobreviviente de la masacre y testigo excepcional de su martirio, monseñor iba caminando, sujeto con alambres de púas. No dejaba de entonar cánticos religiosos y aferraba, entre sus manos, páginas de su destrozado Breviario.
El cadáver fue arrojado a una fosa común. Pero, en 1947, sus restos fueron reconocidos y, finalmente, traídos a Venezuela. Arribaron al Puerto de La Guaira el 11 de junio y trasladados a Caracas donde se le rindieron homenajes antes de su traslado definitivo a Valencia.
Crónicas periodísticas de la época testimonian los honores y vítores del pueblo que se agolpaba al paso del cortejo fúnebre de Caracas a Valencia. Lluvia de flores, manos trenzadas, llanto de gente de todos los sectores. Entró a Valencia por la calle Colombia y fue conducido, hasta la Catedral donde reposan sus restos para toda la eternidad.
En memoria de los mártires de la comunidad de Montemagno, existe un monumento a los muertos de lo que algunos llaman la Masacre de Pioppetti, que incluye a los de la matanza de Sant´Anna di Stazzema.
Allí, visitantes provenientes de todo el mundo musitan oraciones, escriben mensajes y depositan flores.
Según relató don Antonio Palazzi, Monseñor Montes de Oca, el novicio Don Bernardo, quien aceptó de pie su muerte, como había aceptado vejaciones y calumnias a lo largo de su vida, fue asesinado por los soldados nazis por la espalda, tal como lo certifico el Dr. Andrés Mariotti al examinar uno de los omoplatos de la víctima, perforado por la balas de los asesinos.
Seguramente, señalaba don Antonio Palazzi, quien participó en el reconocimiento e identificación de los restos en la fosa común, los bestiales asesinos de las SS, no deseaban mirar el rostro de ese hombre, que demostró un gran temple que conmovía a todos los que presenciaban la matanza.
Como un detalle fantástico, una página de su Breviario se había adherido al cráneo y en los restos de su hábito, permanecía, casi intacto, una página amarillenta, en la cual se podía leer lo siguiente:
"Del silencio de ayer me quedó abierta la salida hacia el mar que he guardado." Como una hoja desprendida del Breviario, o acaso de un papiro, aquella frase parecía encerrar todo el pozo de sufrimiento, aceptación de soledad y silencio para asumir todas las vicisitudes que rodearon su accidentado, pero firme e inolvidable Episcopado.
Entre sus numerosas obras vale destacar la atención y fervor que puso en la construcción del Seminario. Y quizá lo que admiraremos siempre: su pasión por la escritura y el periodismo. Su vida y sus escritos estuvieron consagrados a la exaltación del Símbolo de la Eucaristía como blasón y timón de vida y a la educación religiosa de los niños.
En Valencia, existe una Plaza, una Avenida y un hermoso monumento en la Plaza que llevan su nombre. Sobre sus obras y su vida se han escrito numerosos libros y novelas. El escritor y profesor universitario Juan Correa, publicó bajo el título de Inefable Monseñor una hermosa novela.
Varios ensayos se han editado en su honor en las últimas décadas en diferentes ciudades del país. Mi padre, el escritor José Napoleón Oropeza, escribe, en la actualidad, una novela inspirada en su vida y martirio que ha titulado El cielo invertido.
La Universidad de Carabobo, editó en el año 1997, bajo el título de Montes de Oca, El Obispo Mártir, texto que recoge hermosos y enjundiosos estudios escritos por Ricardo Mandry, Douglas Morales y Simón Salvatierra. Don Luis Cubillán Fonseca realizó una en compilación de Documentos. La recopilación, titulada Monseñor Salvador Montes de Oca, el Obispo Mártir, fue editada por la Presidencia de la República en el año 1999. Diversos homenajes se han organizado en su memoria, en Carora, su ciudad natal, en Caracas y en nuestra ciudad. Todo ello constituye una labor plausible: páginas y gestos que honran la memoria de un gran venezolano que asumió su destino con verdadero tesón, con un deseo muy hondo de honrar con sus acciones a la institución a la cual pertenecía y a nuestro país.
Pero creemos que llegó la hora y el momento de un reconocimiento nacional y universal a su vida y a su obra como paladín de la fe cristiana y paradigma del hombre honesto consigo mismo y con el tiempo y época en la cual vivió.
Por diversas razones constituye un deber insoslayable con la historia nacional y universal, y con este Insigne Obispo y Sacerdote humilde que, desde nuestra ciudad, se solicite a las autoridades eclesiales de nuestra nación la apertura de la causa para su ascenso a Mártir de la Santa Iglesia Católica Cristiana Apostólica y Romana.
Su vida, su obra y sacrificio sean tomados como grandes paradigmas por su gran coraje y valentía en defensa de la libertad del hombre y del cristianismo universal.
Elevar su figura a los altares constituiría un justo homenaje a sus insondables virtudes y heroísmos.
(*) Profesor e Historiador Pavel
El Estado Carabobo tiene en Puerto Cabello y Borburata su zona de herederos afrodescendientes
valga la cita a los Tambores del barrio San Millán, ubicado en Puerto Cabello, en la costa del estado. Carabobo
Tambores de San Millán
En el barrio San Millán, ubicado en Puerto Cabello, en la costa del estado
Carabobo, Venezuela, surgió una de las expresiones musicales más impactantes de la cultura afrovenezolana por su fuerza y colorantes rítmicos. Uno
de los datos históricos más significativos para explicar la influencia africana
en el lugar es que, en los alrededores de lo que hoy es ese barrio, fue desembarcado el último cargamento de mano de obra esclava llegado al país.
Para el momento de este último desembarco (1825) ya había sido prohibida
la terrible trata negrera, razón por la que ese grupo fue puesto en libertad,
dispersándose en la región. La presencia africana, sobre todo la loangocongo-angola, dejó sus testimonios en los resultados culturales actuales.
Fundada en 1976, la agrupación Tambores de San Millán surge como respuesta a la inquietud musical de un grupo de pobladores del barrio San
Millán. Durante todos sus años de existencia, el grupo se ha dedicado a interpretar y difundir la música popular afrovenezolana,
que transmite además mediante talleres culturales, así como a través de sus presentaciones en escenarios tanto nacionales como
internacionales. Está integrado por Hermán Villanueva, voz, coros y director artístico, Nancy Hernández, María Inés Villanueva,
Luis Guevara, Renzo Rodríguez e Idriza Moreno, en las voces y coros, mientras que en la percusión están Javier Villanueva, Willmer Ramos, Harry Granadillo, Roberto Villanueva, Carlos Medina, Kelvin Rodríguez, Orlando Rivero, Fernando Fourniel, Yosgledy
Bazán y Hermán Enrique Villanueva.
El tambor de San Millán se ha extendido por toda Venezuela, especialmente por su zona costera y central, llegando hasta el
estado Falcón y el Oriente del país. Gracias a ello, se ha convertido en patrimonio común de las agrupaciones venezolanas que
incorporan la tradición del tambor a su repertorio, tanto en la forma tradicional como en la fusión de géneros. El San Millán, que
es una variante propia emparentada con otros toques de la zona centro-costera de los estados Aragua y Carabobo, como el Patanemo y el golpe de Borburata, llegando incluso hasta la población aragüeña de Turiamo, se toca con la presencia del cumaco –en
la clásica disposición acostada en la que un tocador percute la membrana del tambor con las manos mientras que otros lo hacen
sobre el cuerpo de madera con los llamados laures, rolitos o palitos– y el tambor corto de sonido más agudo llamado clarín, a
veces denominado también campana o paila, mayormente en Caracas donde es muy popular, que se coloca entre las piernas.
El grupo Tambores de San Millán ha sido merecedor de reconocimientos como el Premio Nacional del Consejo Nacional de la
Cultura (CONAC) a la mejor agrupación folclórica, al cumplir 20 años de actividad, en 1996. También recibió los galardones
Lanceros de Oro y Águila Dorada y fue declarado Patrimonio Cultural de Puerto Cabello y el estado Carabobo. En su haber, este
grupo musical tiene seis álbumes editados, titulados Raíces, Puro tambor puro, Parrandeando, Ruge con San Millán, Toquen los
tambores y San Millán internacional; todos de inmensa demanda por parte de sus seguidores.
Golpes de cumaco
Tema promocional: Golpes de cumaco
Género: Golpes de cumaco – Tiempo: 4:21 – Letra y música: Patrimonio musical de San Millán CD: Afrocarabobeña. Colección Patrimonio Musical. Serie Afrovenezolana. Caracas, Venezuela, 2001 – Dirección de
grabación: Jesús “Chucho” García, Hermán Villanueva – Master: Ingeniero Rodolfo Vivas
>> Músicos: Emilio Calvetti, Nancy Hernández y Hermán Villanueva, voz, coros – Yosgledy Bazán, Fernando Fourniel, Harry
Granadillo, Carlos Medina, Willmer Ramos, Orlando Rivero, Kelvin Rodríguez, Hermán Enrique Villanueva, Javier Villanueva y
Roberto Villanueva, percusión
Producción ejecutiva: Jesús “Chucho” García
Contacto: Jesús “Chucho” García / E-mail: afroamerica@cantv.net / Web: www.fundacionafroamerica.com.ve
info@venezuelademo.com
Salvador Montes de Oca, camino a los altares
José Oropeza Sánchez (*)Salvador Montes de Oca, consagrado como segundo Obispo de Valencia, el 23 de octubre de 1927, por monseñor Fernando Cento, cuando apenas contaba 32 años (después de haber ejercido brillantemente el sacerdocio en Carora y Barquisimeto, desde su ordenación celebrada el 14 de mayo de 1922), pareciera haber sido destinado a dejar huella imborrable a su paso por la tierra.
Su ejercicio episcopal, signado por una labor centrada en la propagación de las virtudes morales como escudo de vida de los feligreses, se distinguió por su férrea disposición de lucha por iluminar al país, desde Valencia, con sus escritos y acciones, en la larga noche de la dictadura de Juan Vicente Gómez.
A partir de su arribo a Valencia como obispo de esta diócesis, monseñor Montes de Oca se dedicó a ejercer su apostolado en torno a dos valores fundamentales: la expansión de la moral cristiana, fundamentada en la Eucaristía, como blasón de vida, y la lucha por la libertad de Venezuela.
Ambas metas signaban todas sus acciones y estimularon, día a día, su trabajo por conseguir que tales acciones crearan un sólido escudo: la defensa del ser cristiano y de la moral como norma existencial de todos los feligreses.
Encontraría, en el entorno social y político de la época, una firme oposición por parte de algunos personeros del régimen gomecista en la región. Ello le costaría el destierro, la pérdida de su mitra y de su vida.
El 11 de octubre de 1929, monseñor Montes de Oca, quien, por la defensa de principios morales fue tomado como un individuo hostil al régimen de Gómez, por su decidido apoyo a los presos del Castillo Libertador y, sobre todo, por asumir, en sus escritos pastorales, la defensa de la moral católica y del sacramento del matrimonio, durante la presidencia de Juan Bautista Pérez, fue expulsado del territorio de Venezuela.
Después de dos años de destierro en Trinidad y Europa, una vez abolido el Decreto de expulsión el 3 de octubre de 1931, regresó triunfante a Venezuela y a su Diócesis.
Prosiguió su labor episcopal, con el mismo brío y, sobre todo, con la firme y acerada disposición de continuar con su apostolado signado siempre por los valores que animaban todas sus acciones: la defensa de los valores cristianos y el llamado a la libertad.
Pero pronto ocurriría el destierro definitivo de monseñor Salvador Montes de Oca. El 18 de marzo de 1934, partió para Roma, a fin de efectuar la visita Ad Limina a Su Santidad Pío XI.
Durante dicha visita sufrió un ataque de Peritonitis que lo mantuvo al borde de la muerte. Entretanto, en su amada ciudad a la cual servía como obispo, se tejía una nueva conspiración contra él.
Grupos ligados a círculos de las altas esferas sociales y religiosas, interesados en presentarlo ante el máximo jefe de la Iglesia Católica, como indigno de su investidura y, así, verlo fuera del cargo de obispo de Valencia, hicieron llegar al Papa Pío XI unas cartas amorosas, supuestamente escritas a una joven feligresa valenciana.
Enfrentó dicha calumnia con verdadera entereza. Posteriormente, renunció a la Diócesis e ingresó a la congregación de los Padres Sacramentinos de Italia. Más tarde, llevado por el deseo de entregar su vida a una mayor austeridad, se separó de dicha Congregación e ingresó a la orden de los Cartujos; profesó sus votos bajo el nombre de Fray Bernardo, y asumió, con verdadera humildad y absoluta entrega, su nueva vida monacal en la Cartuja de la Farnetta, situada cerca de Lucca, al norte de Italia.
Dejó atrás no sólo la mitra y el báculo episcopal, sino su amada patria. Decidió convertir, paso a paso, su vida en un silencioso y sepulcral acto sagrado.
Italia, como toda Europa, estaba sumida en la guerra cruenta que, diariamente, producía centenares de muertos, presos, fusilados. Monseñor, como los otros monjes de la Cartuja, participaba, entretanto, de otra guerra: abría su corazón a los perseguidos políticos de los nazis y encomendaba cada acción a Dios.
Pero, también, en compañía de todos los monjes de la Cartuja, auxiliaba, consolaba y refugiaba a un grupo de judíos perseguidos por las tropas nazis.
En horas de la madrugada, entre el 1 y el 2 de septiembre de 1944, soldados alemanes invadieron el monasterio, y al día siguiente, evacuaron a los religiosos y civiles que no se habían escondido o huido a tiempo.
De allí, los transfirieron, en varios camiones, a Nocchi, en Camaiore, donde los mantuvieron por varios días. La mayor parte de los prisioneros fueron fusilados en lugares y días diferentes, en los alrededores de Massa el domingo 10 de septiembre.
Entre los fusilados hubo doce monjes, incluyendo al prelado Martino Binz, el procurador Gabriele María Costa y Salvador Montes de Oca, quien asumió con gallardía su martirio.
Fue amordazado y vejado. Según don Alberto Palazzi, sobreviviente de la masacre y testigo excepcional de su martirio, monseñor iba caminando, sujeto con alambres de púas. No dejaba de entonar cánticos religiosos y aferraba, entre sus manos, páginas de su destrozado Breviario.
El cadáver fue arrojado a una fosa común. Pero, en 1947, sus restos fueron reconocidos y, finalmente, traídos a Venezuela. Arribaron al Puerto de La Guaira el 11 de junio y trasladados a Caracas donde se le rindieron homenajes antes de su traslado definitivo a Valencia.
Crónicas periodísticas de la época testimonian los honores y vítores del pueblo que se agolpaba al paso del cortejo fúnebre de Caracas a Valencia. Lluvia de flores, manos trenzadas, llanto de gente de todos los sectores. Entró a Valencia por la calle Colombia y fue conducido, hasta la Catedral donde reposan sus restos para toda la eternidad.
En memoria de los mártires de la comunidad de Montemagno, existe un monumento a los muertos de lo que algunos llaman la Masacre de Pioppetti, que incluye a los de la matanza de Sant´Anna di Stazzema.
Allí, visitantes provenientes de todo el mundo musitan oraciones, escriben mensajes y depositan flores.
Según relató don Antonio Palazzi, Monseñor Montes de Oca, el novicio Don Bernardo, quien aceptó de pie su muerte, como había aceptado vejaciones y calumnias a lo largo de su vida, fue asesinado por los soldados nazis por la espalda, tal como lo certifico el Dr. Andrés Mariotti al examinar uno de los omoplatos de la víctima, perforado por la balas de los asesinos.
Seguramente, señalaba don Antonio Palazzi, quien participó en el reconocimiento e identificación de los restos en la fosa común, los bestiales asesinos de las SS, no deseaban mirar el rostro de ese hombre, que demostró un gran temple que conmovía a todos los que presenciaban la matanza.
Como un detalle fantástico, una página de su Breviario se había adherido al cráneo y en los restos de su hábito, permanecía, casi intacto, una página amarillenta, en la cual se podía leer lo siguiente:
"Del silencio de ayer me quedó abierta la salida hacia el mar que he guardado." Como una hoja desprendida del Breviario, o acaso de un papiro, aquella frase parecía encerrar todo el pozo de sufrimiento, aceptación de soledad y silencio para asumir todas las vicisitudes que rodearon su accidentado, pero firme e inolvidable Episcopado.
Entre sus numerosas obras vale destacar la atención y fervor que puso en la construcción del Seminario. Y quizá lo que admiraremos siempre: su pasión por la escritura y el periodismo. Su vida y sus escritos estuvieron consagrados a la exaltación del Símbolo de la Eucaristía como blasón y timón de vida y a la educación religiosa de los niños.
En Valencia, existe una Plaza, una Avenida y un hermoso monumento en la Plaza que llevan su nombre. Sobre sus obras y su vida se han escrito numerosos libros y novelas. El escritor y profesor universitario Juan Correa, publicó bajo el título de Inefable Monseñor una hermosa novela.
Varios ensayos se han editado en su honor en las últimas décadas en diferentes ciudades del país. Mi padre, el escritor José Napoleón Oropeza, escribe, en la actualidad, una novela inspirada en su vida y martirio que ha titulado El cielo invertido.
La Universidad de Carabobo, editó en el año 1997, bajo el título de Montes de Oca, El Obispo Mártir, texto que recoge hermosos y enjundiosos estudios escritos por Ricardo Mandry, Douglas Morales y Simón Salvatierra. Don Luis Cubillán Fonseca realizó una en compilación de Documentos. La recopilación, titulada Monseñor Salvador Montes de Oca, el Obispo Mártir, fue editada por la Presidencia de la República en el año 1999. Diversos homenajes se han organizado en su memoria, en Carora, su ciudad natal, en Caracas y en nuestra ciudad. Todo ello constituye una labor plausible: páginas y gestos que honran la memoria de un gran venezolano que asumió su destino con verdadero tesón, con un deseo muy hondo de honrar con sus acciones a la institución a la cual pertenecía y a nuestro país.
Pero creemos que llegó la hora y el momento de un reconocimiento nacional y universal a su vida y a su obra como paladín de la fe cristiana y paradigma del hombre honesto consigo mismo y con el tiempo y época en la cual vivió.
Por diversas razones constituye un deber insoslayable con la historia nacional y universal, y con este Insigne Obispo y Sacerdote humilde que, desde nuestra ciudad, se solicite a las autoridades eclesiales de nuestra nación la apertura de la causa para su ascenso a Mártir de la Santa Iglesia Católica Cristiana Apostólica y Romana.
Su vida, su obra y sacrificio sean tomados como grandes paradigmas por su gran coraje y valentía en defensa de la libertad del hombre y del cristianismo universal.
Elevar su figura a los altares constituiría un justo homenaje a sus insondables virtudes y heroísmos.
(*) Profesor e Historiador Pavel
El Estado Carabobo tiene en Puerto Cabello y Borburata su zona de herederos afrodescendientes
valga la cita a los Tambores del barrio San Millán, ubicado en Puerto Cabello, en la costa del estado. Carabobo
Tambores de San Millán
En el barrio San Millán, ubicado en Puerto Cabello, en la costa del estado
Carabobo, Venezuela, surgió una de las expresiones musicales más impactantes de la cultura afrovenezolana por su fuerza y colorantes rítmicos. Uno
de los datos históricos más significativos para explicar la influencia africana
en el lugar es que, en los alrededores de lo que hoy es ese barrio, fue desembarcado el último cargamento de mano de obra esclava llegado al país.
Para el momento de este último desembarco (1825) ya había sido prohibida
la terrible trata negrera, razón por la que ese grupo fue puesto en libertad,
dispersándose en la región. La presencia africana, sobre todo la loangocongo-angola, dejó sus testimonios en los resultados culturales actuales.
Fundada en 1976, la agrupación Tambores de San Millán surge como respuesta a la inquietud musical de un grupo de pobladores del barrio San
Millán. Durante todos sus años de existencia, el grupo se ha dedicado a interpretar y difundir la música popular afrovenezolana,
que transmite además mediante talleres culturales, así como a través de sus presentaciones en escenarios tanto nacionales como
internacionales. Está integrado por Hermán Villanueva, voz, coros y director artístico, Nancy Hernández, María Inés Villanueva,
Luis Guevara, Renzo Rodríguez e Idriza Moreno, en las voces y coros, mientras que en la percusión están Javier Villanueva, Willmer Ramos, Harry Granadillo, Roberto Villanueva, Carlos Medina, Kelvin Rodríguez, Orlando Rivero, Fernando Fourniel, Yosgledy
Bazán y Hermán Enrique Villanueva.
El tambor de San Millán se ha extendido por toda Venezuela, especialmente por su zona costera y central, llegando hasta el
estado Falcón y el Oriente del país. Gracias a ello, se ha convertido en patrimonio común de las agrupaciones venezolanas que
incorporan la tradición del tambor a su repertorio, tanto en la forma tradicional como en la fusión de géneros. El San Millán, que
es una variante propia emparentada con otros toques de la zona centro-costera de los estados Aragua y Carabobo, como el Patanemo y el golpe de Borburata, llegando incluso hasta la población aragüeña de Turiamo, se toca con la presencia del cumaco –en
la clásica disposición acostada en la que un tocador percute la membrana del tambor con las manos mientras que otros lo hacen
sobre el cuerpo de madera con los llamados laures, rolitos o palitos– y el tambor corto de sonido más agudo llamado clarín, a
veces denominado también campana o paila, mayormente en Caracas donde es muy popular, que se coloca entre las piernas.
El grupo Tambores de San Millán ha sido merecedor de reconocimientos como el Premio Nacional del Consejo Nacional de la
Cultura (CONAC) a la mejor agrupación folclórica, al cumplir 20 años de actividad, en 1996. También recibió los galardones
Lanceros de Oro y Águila Dorada y fue declarado Patrimonio Cultural de Puerto Cabello y el estado Carabobo. En su haber, este
grupo musical tiene seis álbumes editados, titulados Raíces, Puro tambor puro, Parrandeando, Ruge con San Millán, Toquen los
tambores y San Millán internacional; todos de inmensa demanda por parte de sus seguidores.
Golpes de cumaco
Tema promocional: Golpes de cumaco
Género: Golpes de cumaco – Tiempo: 4:21 – Letra y música: Patrimonio musical de San Millán CD: Afrocarabobeña. Colección Patrimonio Musical. Serie Afrovenezolana. Caracas, Venezuela, 2001 – Dirección de
grabación: Jesús “Chucho” García, Hermán Villanueva – Master: Ingeniero Rodolfo Vivas
>> Músicos: Emilio Calvetti, Nancy Hernández y Hermán Villanueva, voz, coros – Yosgledy Bazán, Fernando Fourniel, Harry
Granadillo, Carlos Medina, Willmer Ramos, Orlando Rivero, Kelvin Rodríguez, Hermán Enrique Villanueva, Javier Villanueva y
Roberto Villanueva, percusión
Producción ejecutiva: Jesús “Chucho” García
Contacto: Jesús “Chucho” García / E-mail: afroamerica@cantv.net / Web: www.fundacionafroamerica.com.ve
info@venezuelademo.com
Tambores de san millan - YouTube
-
www.youtube.com/watch?v=-xt-iHAMKKo
31/08/2009 - Subido por Cesar Quiroz
Subscribe 58. Uploader Comments (Cesar Quiroz). antonio ambessi 2 years ago. respetos , donde fue eso? Reply ...
www.youtube.com/watch?v=-xt-iHAMKKo
31/08/2009 - Subido por Cesar Quiroz
Subscribe 58. Uploader Comments (Cesar Quiroz). antonio ambessi 2 years ago. respetos , donde fue eso? Reply ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario