Guillermo Mujica Sevilla
|| De Azules y de Brumas
"Valencia es la ciudad de las nulidades engreídas y de las reputaciones consagradas". Manuel Vicente Romerogarcía (Venezolano de Valencia autor de Peonía).
(Notas y Relatos del Cronista) Algo más... de la Valencia de ayer (2)
Volviendo al centro, nos encontramos con bonitos rebaños de vacas de ordeño; en "Los Colorados", de Tomás González; en "San José", cerca de los "Tres Vientos" de Melquíades V. Granadillo; "Flor de Mayo", de las Azcunez y de las López; en la "Candelaria", de don Pepe Reyes; y pare usted de contar; se consumía el producto sin más proceso que el de la "Ubre" a la Camasa (totuma llanera); desgraciadamente no teníamos quien nos la "pasteurizara".
Sucede con los recuerdos algo parecido al hervor que produce el contacto al fuego con los líquidos: surgen acontecimientos tan inconexos que para relatarlos se pierde a veces el concepto entre la importancia y la trivialidad; se puede dar el caso de que, a lo que uno le vea importancia a otro parezca el colmo de la necedad. Ejemplo: por la evocación nos retrotraemos a un período de la vida provinciana en el cual, inocentes y saludables costumbres democratizaban, digámoslo así, el ambiente íntimo de las familias.
Las niñas que tocaban el piano a cuatro manos en la sala de recibo atacaban también a cuatro manos el pilón en la cocina, produciendo el monocorde "pun pun" al triturar el maíz que convertido en sabrosa arepa les restauraba las energías gastadas, al par que, por el esfuerzo y la transpiración les aquilataba la salud y el desarrollo físico.
De tres a cuatro de la tarde, antes de la hora dedicada a la ventana, se oía el acompasado golpeteo en la mayor de las casas valencianas, así del centro como de las barriadas.
Tan corriente era el acodarse de las niñas en el alféizar de la ventana que alguna vez fuera motivo de equívoco risible: sucedió que el Dr. Nicolás García, quien además de muy culto era miope, al descubrirse para decir: "Adiós a las niñas Martínez" saluda al perrito que también le gustaba enventanarse.
Obsérvese que estamos reseñando momentos caleidoscópicos en que se apreciaba como fenomenal producto de la imaginación las descripciones del para entonces visionario señor Julio Verne: en el que se admiraba como prodigio de inventiva, el llamativo aviso comercial de la firma J. Boccardo & Co., en el que se verificaba la metamorfosis del "Chivo" que al introducirlo en una máquina impulsada a mano, producía "auténticos" zapatos: la diferencia consiste en que hoy, se puede botar zapatos, calcetines ¡y a quien los lleva puesto!.
Todavía estábamos en el período de los "romanados", en que el barbero tenía que ser artista para peinarnos la "pollina", y para hacer la permanente usaba un "chapapote perfumado que llamaban cosmético". Hoy no hay tirabuzones ni gallinas grifas.
Una novedad era que la familia que poseyera una maquinita de cadeneta "Original Express": "veinticinco pesos"; sin embargo se hacía el sacrificio y se compraba el artefacto, y daba gusto oír a las muchachas acompañar el ruido por la costura con las canciones en boga, como la que titulaban de Matías Salazar: "Con alma enferma, me lancé a la mar/ Ni su furor ni su inmensidad temí/ Del extranjero, me lancé la mar/ Triste sin ti.../ Subí al palacio que el soberbio alzó/ y a la cabaña del humilde fui/ Ni palacios ni cabañas vi/ Tristes sin ti".
Continuará.
(Notas y Relatos del Cronista) Algo más... de la Valencia de ayer (2)
Volviendo al centro, nos encontramos con bonitos rebaños de vacas de ordeño; en "Los Colorados", de Tomás González; en "San José", cerca de los "Tres Vientos" de Melquíades V. Granadillo; "Flor de Mayo", de las Azcunez y de las López; en la "Candelaria", de don Pepe Reyes; y pare usted de contar; se consumía el producto sin más proceso que el de la "Ubre" a la Camasa (totuma llanera); desgraciadamente no teníamos quien nos la "pasteurizara".
Sucede con los recuerdos algo parecido al hervor que produce el contacto al fuego con los líquidos: surgen acontecimientos tan inconexos que para relatarlos se pierde a veces el concepto entre la importancia y la trivialidad; se puede dar el caso de que, a lo que uno le vea importancia a otro parezca el colmo de la necedad. Ejemplo: por la evocación nos retrotraemos a un período de la vida provinciana en el cual, inocentes y saludables costumbres democratizaban, digámoslo así, el ambiente íntimo de las familias.
Las niñas que tocaban el piano a cuatro manos en la sala de recibo atacaban también a cuatro manos el pilón en la cocina, produciendo el monocorde "pun pun" al triturar el maíz que convertido en sabrosa arepa les restauraba las energías gastadas, al par que, por el esfuerzo y la transpiración les aquilataba la salud y el desarrollo físico.
De tres a cuatro de la tarde, antes de la hora dedicada a la ventana, se oía el acompasado golpeteo en la mayor de las casas valencianas, así del centro como de las barriadas.
Tan corriente era el acodarse de las niñas en el alféizar de la ventana que alguna vez fuera motivo de equívoco risible: sucedió que el Dr. Nicolás García, quien además de muy culto era miope, al descubrirse para decir: "Adiós a las niñas Martínez" saluda al perrito que también le gustaba enventanarse.
Obsérvese que estamos reseñando momentos caleidoscópicos en que se apreciaba como fenomenal producto de la imaginación las descripciones del para entonces visionario señor Julio Verne: en el que se admiraba como prodigio de inventiva, el llamativo aviso comercial de la firma J. Boccardo & Co., en el que se verificaba la metamorfosis del "Chivo" que al introducirlo en una máquina impulsada a mano, producía "auténticos" zapatos: la diferencia consiste en que hoy, se puede botar zapatos, calcetines ¡y a quien los lleva puesto!.
Todavía estábamos en el período de los "romanados", en que el barbero tenía que ser artista para peinarnos la "pollina", y para hacer la permanente usaba un "chapapote perfumado que llamaban cosmético". Hoy no hay tirabuzones ni gallinas grifas.
Una novedad era que la familia que poseyera una maquinita de cadeneta "Original Express": "veinticinco pesos"; sin embargo se hacía el sacrificio y se compraba el artefacto, y daba gusto oír a las muchachas acompañar el ruido por la costura con las canciones en boga, como la que titulaban de Matías Salazar: "Con alma enferma, me lancé a la mar/ Ni su furor ni su inmensidad temí/ Del extranjero, me lancé la mar/ Triste sin ti.../ Subí al palacio que el soberbio alzó/ y a la cabaña del humilde fui/ Ni palacios ni cabañas vi/ Tristes sin ti".
Continuará.
Volviendo al centro, nos encontramos con bonitos rebaños de vacas de ordeño; en "Los Colorados", de Tomás González; en "San José", cerca de los "Tres Vientos" de Melquíades V. Granadillo; "Flor de Mayo", de las Azcunez y de las López; en la "Candelaria", de don Pepe Reyes; y pare usted de contar; se consumía el producto sin más proceso que el de la "Ubre" a la Camasa (totuma llanera); desgraciadamente no teníamos quien nos la "pasteurizara".
Sucede con los recuerdos algo parecido al hervor que produce el contacto al fuego con los líquidos: surgen acontecimientos tan inconexos que para relatarlos se pierde a veces el concepto entre la importancia y la trivialidad; se puede dar el caso de que, a lo que uno le vea importancia a otro parezca el colmo de la necedad. Ejemplo: por la evocación nos retrotraemos a un período de la vida provinciana en el cual, inocentes y saludables costumbres democratizaban, digámoslo así, el ambiente íntimo de las familias.
Las niñas que tocaban el piano a cuatro manos en la sala de recibo atacaban también a cuatro manos el pilón en la cocina, produciendo el monocorde "pun pun" al triturar el maíz que convertido en sabrosa arepa les restauraba las energías gastadas, al par que, por el esfuerzo y la transpiración les aquilataba la salud y el desarrollo físico.
De tres a cuatro de la tarde, antes de la hora dedicada a la ventana, se oía el acompasado golpeteo en la mayor de las casas valencianas, así del centro como de las barriadas.
Tan corriente era el acodarse de las niñas en el alféizar de la ventana que alguna vez fuera motivo de equívoco risible: sucedió que el Dr. Nicolás García, quien además de muy culto era miope, al descubrirse para decir: "Adiós a las niñas Martínez" saluda al perrito que también le gustaba enventanarse.
Obsérvese que estamos reseñando momentos caleidoscópicos en que se apreciaba como fenomenal producto de la imaginación las descripciones del para entonces visionario señor Julio Verne: en el que se admiraba como prodigio de inventiva, el llamativo aviso comercial de la firma J. Boccardo & Co., en el que se verificaba la metamorfosis del "Chivo" que al introducirlo en una máquina impulsada a mano, producía "auténticos" zapatos: la diferencia consiste en que hoy, se puede botar zapatos, calcetines ¡y a quien los lleva puesto!.
Todavía estábamos en el período de los "romanados", en que el barbero tenía que ser artista para peinarnos la "pollina", y para hacer la permanente usaba un "chapapote perfumado que llamaban cosmético". Hoy no hay tirabuzones ni gallinas grifas.
Una novedad era que la familia que poseyera una maquinita de cadeneta "Original Express": "veinticinco pesos"; sin embargo se hacía el sacrificio y se compraba el artefacto, y daba gusto oír a las muchachas acompañar el ruido por la costura con las canciones en boga, como la que titulaban de Matías Salazar: "Con alma enferma, me lancé a la mar/ Ni su furor ni su inmensidad temí/ Del extranjero, me lancé la mar/ Triste sin ti.../ Subí al palacio que el soberbio alzó/ y a la cabaña del humilde fui/ Ni palacios ni cabañas vi/ Tristes sin ti".
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