Manuel Barreto Hernaiz || Valencia la castigada
"La ciudad (polis) es una de las cosas que existen por naturaleza; y el hombre es, por naturaleza, un animal político". Aristóteles
Hace pocos años expresábamos que la pérdida de la Alcaldía de Valencia podría ser un episodio de corta duración si no nos quedamos en la "hojarasca", pero igualmente podría ser también un momento estelar si los distintos actores trabajaban con la mirada puesta en el largo plazo, considerando lo importante más que lo urgente. Y el tiempo va pasando.
Ya no hay más espacio para los reclamos en nuestra ciudad. Hasta los trabajos de embellecimiento y remodelación que recién finalizan de la plaza Bolívar, resultaron un fracaso.
De nuevo se evidencia otra desastrosa muestra de "hecho en socialismo".
Recordemos que tan sólo a los días de asumir la gerencia de la ciudad, manifestó el Alcalde que el situado de Valencia "era demasiado"... Ya allí se avizoraba lo que le esperaba a nuestro terruño...
¿Qué relación tener con un alcalde que en su primera declaración nos vociferó que llevaría sus planes basados en la visión socialista al costo que fuese?
En otra declaración expresó que Valencia sería como La Habana... ¡Y lo está logrando!
Luego vino el cambio de los símbolos de nuestra Valencia, con muestras de mal gusto y, más que hecho en socialismo, hecho en surrealismo. En lugar de enfrentar los agobiantes problemas propios de una gran urbe, se dedicó a poner sus energías en meter preso, en silenciar a Pancho Pérez, dejando de lado, por ejemplo, el caótico problema de movilidad e insoportable tránsito, pues atravesar la ciudad para ir al trabajo implica una titánica labor...¿y los recursos del Metro?
Allí está, como muestra de incomparable desidia, toda la avenida Bolívar fracturada, intransitable, inhumana...
¿Y entonces, no sobraban los reales?... Dejando al Gobierno del estado lo más grave: una ciudadanía indefensa, el angustiante problema de violencia e inseguridad. Esa violencia que azota a todas las clases sociales en una u otra forma. Los marginados viven la zozobra del pan diario; los otros, la zozobra de la inseguridad que nos ha cercenado nuestro espacio público, nuestro hábitat, a no más de dos km2. Hoy nuestras calles están llenas de limosneros que viven de la caridad pública, no hay un semáforo en el cual la benevolencia no sea requerida; un caótico problema de movilidad e insoportable tránsito; un angustiante problema de violencia e inseguridad.
Pero no es tan sólo en el norte en donde se palpa la angustia, el sur también vive lo suyo: desplazarse un promedio de 22 Km. para ir a sus empleos -cuando los tienen-, tomar al menos tres unidades de transporte desvencijadas, y encomendarse a su Virgen de preferencia para no ser atracados. Aún nos preguntamos el porqué de ese empeño en construir el Metro en sentido Sur-Norte, y no Oeste-Este, en virtud a que la mayoría de la población se desplaza a sus labores en tal dirección.
El desequilibrio entre un rápido crecimiento de la población y un disparatado crecimiento económico se tragó nuestra urbe; y la planificación, o no se siguió, o estuvo mal concebida, tanto en sus espacios públicos, como en su vetusta vialidad. Aunque resulta antipático, se hace menester expresarlo: la familia ha sido convertida en un contrato de convivencia y el municipio en una instancia administrativa de aseo, brocales, alumbrado y cloacas. Hemos ido perdiendo, progresivamente, ese sentido de pertenencia a una ciudad extendida, ya no contamos con un amplio horizonte geográfico, sino nos limitamos tan sólo a un reducido espacio domiciliario y laboral, por lo que nuestro sentido territorial -coto etológico, según los urbanistas- se limita cada vez más a nuestro estrecho y reducido hábitat inmediato. Ahora, nuestra ágora es la "Mansión del Pan" y nuestro fórum el "Sambil".
Dista mucho aquella Valencia bucólica, amable, de camorucos y "buenas maneras", de retretas dominicales y respeto ante el Monolito de nuestra plaza Bolívar, de la compleja urbe que hoy clama por movilidad, seguridad y ciudadanía, y particularmente, por la reconstrucción de un tejido social que se ha venido, de manera acelerada, fragmentando.
Por tal razón, dependerá básicamente de nosotros, los valencianos, construir el hábitat y porvenir que se merecen nuestros hijos.
barretom2@yahoo.com
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