Jesús M. Lugo Peña ||
Esto es debatible
Los "mataores" también mueren
Jesús M. Lugo Peña / jesuslugopea@yahoo.es
"La muerte abre la puerta de la fama y cierra tras sí la de la envidia". Sterne
En esta oportunidad me quiero referir a las muertes ocurridas recientemente, que recayeron en dos matadores de toros, de toreros, como más se les conoce. Uno de ellos, Maestro del toreo, y a quienes muchas veces les abrieron la puerta grande y hoy les abren las puertas del cielo.
Con la venia, con el debido permiso reglamentario solicitado a quienes sí saben de eso, porque es su "especialidad", como lo son mis entrañables amigos Angel Stopello Mora, mejor conocido como "El Usía", y César Dao Colina, el popular "Ceda", me atrevo a conversar sobre el arte de Cúchares.
Se trata, por una parte, de la sentida desaparición súbita por causa de un infarto cardíaco del torero valenciano, mejor dicho de El Morro, BERNARDO VALENCIA. ¡Quién iba a creer que un ciudadano que ejercía una profesión arriesgada que requiere de una preparación física de excelencia que le permita estar siempre a punto, vaya precisamente a morir por causas de su aparato circulatorio! Eso nos revela varios escenarios: su carga genética, su desordenada manera de comer y beber y, más que todo, el descuido de no realizarse periódicamente los exámenes preventivos correspondientes.
Con su particular manera de hacer el toreo, en ocasiones más circense que serio, se ganó el cariño y el respeto de los aficionados en general, marcando una época, porque también es bueno reconocerle que cuando toreaba en serio lo hacía bien, a pesar de ser "tremendista".
La otra muerte ocurre en la ciudad de Madrid, plaza que lo vio triunfar en las postrimerías de su carrera, de tal manera que tiene una "placa" de reconocimiento por la manera exquisita, pinturera, artística, de hacer el toreo, parando, templando y mandando, y rematando la mayoría de las veces por derecho y con efectividad. Me estoy refiriendo a ANTONIO CHENEL "ANTOÑETE".
Se le conocía como el maestro del toreo clásico, del mechón blanco que lucía en su cabellera, el hombre del "pitillo" porque jamás abandonaba el cigarrillo que, a mi juicio, fue a la larga el causante de su muerte. Se dice que murió de una bronconeumonía, pero ya tenía una enfermedad pulmonar obstructiva crónica, conocida como EPOC. Tampoco cuidaba su físico.
Como vemos, la muerte es solo un paso hacia adelante, unos lo hacen de manera "natural" como los aquí relatados y otros "provocada", como las ocurridas con Hitler, Mussolini, Saddan Hussein, Bin Laden, El Che, Gaddafi, entre otros, porque el rico y el pobre, el débil y el fuerte, sufren igual los dolores de la muerte. De manera tal que no es inútil mirarnos en ese espejo, recordando a Bécquer cuando dijo: "¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!"
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