Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

martes, 18 de octubre de 2011

LAS PROFECÍAS DEL APOCALIPSIS

LAS PROFECÍAS DEL APOCALIPSIS
Presentamos un texto capital del Padre Emmanuel, cura párrocode Mesnil-Saint-Loup (Francia): fue escrito hace ahora más de cien años, entre 1883 y 1885. Forma parte de un vasto estudio en tres partes:
La Santa Iglesia Católica
La Iglesia en el mundo
El drama del fin de los tiempos.
Monseñor Marcel Lefebvre declaraba a propósito de estas páginas:
“Algunas de ellas incluso son proféticas, cuando el Padre Emmanuel describe la Pasión de la Iglesia”(…) da precisiones sorprendentes sobre el indiferentismo religioso, que corresponde exactamente a la herejía ecuménica de nuestros días. ¿Qué habría dicho y escrito si hubiese vivido en nuestra época? Con sus escritos nos alienta a permanecer firmes en la fe de la Iglesia católica, y a rechazar los compromisos que menoscaban su liturgia, su doctrina y su moral”.
Breve introducción.
Hemos considerado a la Iglesia en el pasado y en el presente; nos falta contemplarla en el futuro. Dios ha querido que los destinos de la Iglesia de su Hijo único fuesen trazados de antemano en las Escrituras, como lo habían sido los de su Hijo mismo; por eso, en ellas buscaremos los documentos de nuestro trabajo.La Iglesia, como debe ser semejante en todo a Nuestro Señor, sufrirá, antes del fin del mundo, una prueba suprema que será una verdadera Pasión. Los detalles de esta Pasión, en la cual la Iglesia manifestará toda la inmensidad de su amor por su divino Esposo, son los que se encuentran consignados en los escritos inspirados del Antiguo Testamento y del Nuevo. No tenemos intención de espantar a nadie, al abordar semejante tema. Diríamos más: nos parece desgranar, juntamentecon las grandes enseñanzas, grandes consuelos.
El mundo de hoy.
Ciertamente es un espectáculo triste ver cómo la humanidad, seducida y enloquecida por el espíritu del mal, trata de ahogar y de aniquilar a la Iglesia, su madre y su tutora divinas. Pero de este espectáculo sale una luz que nos muestra toda la historia en su verdadera luz.
El hombre se agita sobre la tierra; pero es conducido por fuerzas que no son de la tierra. En la superficie de la historia, el ojo capta trastornos de imperios, civilizaciones que se hacen y que se deshacen. Por debajo, la fe nos hace seguir el gran antagonismo entre Satán y Nuestro Señor; ella nos hace asistir a las astucias y a las violencias de que se vale el espíritu inmundo, para entrar en la casa de la que Jesucristo lo expulsó. Al fin volverá a entrar en ella, y querrá eliminar de ella a Nuestro Señor. Entonces se rasgarán los velos, lo sobrenatural se manifestará por todas partes; no habrá ya política propiamente dicha,sino que se desarrollará un drama exclusivamente religioso, que abarcaráa todo el universo.
Las profecías divinas.
Podemos preguntarnos por qué los escritores sagrados han descrito tan minuciosamente las peripecias de este drama, cuando sólo ocupará algunos pocos años. Es que será la conclusión de toda la historia de la Iglesia y del género humano; es que hará resaltar, con un brillo supremo, el carácter divino de la Iglesia.Por otra parte, todas estas profecías tienen el fin incontestable de fortalecer el alma de los fieles creyentes en los días de la gran prueba.
Todas las sacudidas, todos los miedos, todas las seducciones que entonces los asaltarán, puesto que han sido predichos con tanta exactitud, formarán entonces otros tantos argumentos en favor de la fe combatida y proscrita. La fe se afianzará en ellos, precisamente por medio de lo que debería destruirla.Pero nosotros mismos tenemos que sacar abundantes frutos de la consideración de estos acontecimientos extraños y temibles. Después de haber hablado de ellos, Nuestro Señor dijo a sus discípulos: “Velad, pues, orando en todo tiempo, a fin de merecer el evitar todos estos males venideros, y manteneros en pie ante el Hijo del hombre” (Lc. 21 36). (…) “Velad y orad para no caer en la tentación” (Mt. 26 41). No sabéis cuándo sucederán estas cosas: velad y orad, para que no os tomen por sorpresa. Sabéis que desde ahora la seducción opera en las almas, que el misterio de iniquidad realiza su obra, que la fe es reputada como un oprobio (San Gregorio); velad y orad, para conservar la fe. (…)
Un futuro temible.
Después de haber hablado de las enseñanzas, digamos algunas palabras de los consuelos. Jamás se habrá visto al mal tan desencadenado; y al mismo tiempo más contenido en la mano de Dios. La Iglesia, como Nuestro Señor, será entregada sin defensa a los verdugos que la crucificarán en todos sus miembros; pero no se les permitirá romperle los huesos, que son los elegidos, como tampoco se les permitió romper los del Cordero Pascual extendido sobre la cruz.La prueba será abreviada por causa de los elegidos; y los elegidos se salvarán; y los elegidos serán todos los verdaderos humildes.Finalmente, la prueba concluirá por un triunfo inaudito de la Iglesia, comparable a una resurrección. (…)
Los signos precursores.
El tema del fin del mundo ha sido agitado desde el comienzo de la Iglesia. San Pablo había dado sobre este punto preciosas enseñanzas a los cristianos de Tesalónica; y como a pesar de sus instrucciones orales, los espíritus seguían inquietos por causa de predicciones y rumores sin fundamento, les dirige una carta muy grave para calmar esas inquietudes (II Tes. 2 1-7).
“Os rogamos, hermanos, por lo que atañe al advenimiento de NuestroSeñor Jesucristo y a nuestra reunión con El, que no os dejéis tan prontoimpresionar, abandonando vuestro sentir, ni os alarméis, ni por visiones, nipor ciertos discursos, ni por cartas que se suponen enviadas por nosotros,como que sea inminente el día del Señor.Que nadie os engañe de ninguna manera; porque antes ha de venir laapostasía, y se ha de manifestar el hombre del pecado, el hijo de laperdición… ¿No recordáis que, estando todavía con vosotros, os decía yoesto? Y ahora ya sabéis lo que le detiene, con el objeto de que no semanifieste sino a su tiempo. Porque el misterio de iniquidad está ya enacción; sólo falta que el que lo detiene ahora desaparezca de en medio.”
La apostasía.
Así, el fin del mundo no llegará sin que antes se revele un hombre espantosamente malvado e impío, que San Pablo califica llamándolo el hombre del pecado, el hijo de la perdición. Y éste, a su vez, no se manifestará sino después de una apostasía general, y después de la desaparición de un obstáculo providencial sobre el que el Apóstol había instruido de viva voz a sus fieles.¿De qué apostasía quiere hablar San Pablo? No se trata de una defección parcial; porque dice, de manera absoluta, la apostasía. No se lo puede entender, por desgracia, sino de la apostasía en masa de las sociedades cristianas, que social y civilmente renegarán de su bautismo; de la defección de estas naciones que Jesucristo, según la enérgica expresión de San Pablo, había hecho con corporales a su Iglesia (Ef. 3 6). Sólo esta apostasía hará posible la manifestación, y la dominación, del enemigo personal de Jesucristo, en una palabra, del Anticristo.
El rechazo de la fe.
Nuestro Señor dijo: “Cuando viniere el Hijo delhombre, ¿os parece que hallará fe sobre la tierra?” (Lc. 18 8). El divino Maestro veía declinar la fe en el mundo llegado a su vejez. No es que los vientos del siglo puedan hacer vacilar esta llama inextinguible, sino que las sociedades, ebrias por el bienestar material, la rechazarán como importuna.Al renegar de Jesucristo, es preciso que caiga, mal que le pese, en las garras de Satán, a quien tan justamente se llama príncipe de las tinieblas.No puede permanecer neutro; no puede crearse una independencia. Su apostasía lo pone directamente bajo el poder del diablo y de sus satélites.Esta apostasía comenzó con Lutero y con Calvino. Es el punto de partida.Desde entonces ha recorrido un camino espantoso. Hoy esta apostasía tiende a consumarse. Toma el nombre de Revolución, que es la insurrección del hombre contra Dios y su Cristo. Tiene por fórmula el laicismo, que es la eliminación de Dios y de su Cristo.Así vemos a las sociedades secretas, investidas del poder público, encarnizarse en descristianizar Francia, quitándole uno por uno todos los elementos sobrenaturales de que la habían impregnado quince siglos de fe.Estos sectarios sólo persiguen un fin: sellar la apostasía definitiva, y preparar el camino al hombre del pecado.
La obra de fe.
Los cristianos deben reaccionar, con todas las energías de que disponen, contra esta obra abominable; y para eso han de hacer entrar a Jesucristo en la vida privada y pública, en las costumbres y en las leyes, en la educación y en la instrucción. Por desgracia, hace ya tiempo que reina una semi-apostasía. ¿Cómo, por ejemplo, después de que la instrucción ha sido paganizada, poder formar otra cosa que semi-cristianos?
El obstáculo.
El Apóstol habla, en términos enigmáticos para nosotros, de un obstáculo que se opone a la aparición del hombre de pecado: “Sólofalta que el que lo detiene ahora, dice, desaparezca de en medio”.Por este obstáculo que detiene, los más antiguos Padres griegos y latinos entendieron casi unánimemente el imperio romano: Mientras subsistael imperio romano, el Anticristo no aparecerá. Este pensamiento de los antiguos debe entenderse con cierta amplitud.Observemos que San Pablo, al anunciar a los fieles una apostasía, cuando la conversión del mundo apenas estaba esbozada, debió darles una panorámicade todo el futuro de la Iglesia. Les habrá anunciado que las naciones se convertirían, que se formarían sociedades cristianas, y que luego estas sociedades perderían la fe. Les mostraría sin duda que el imperio romanosería transformado, que un poder cristiano remplazaría al poder pagano, y que la autoridad de los Césares pasaría a manos bautizadas que se servirían de él para extender el reino de Jesucristo. Y por eso pudo añadir: Mientras dure este estado de cosas, estad tranquilos, el Anticristo no aparecerá. Éste es el sentido del Apóstol, entendido ampliamente.Observemos, en fin, que los francmasones se oponen ante todo y sobre todo a la restauración del poder cristiano. Es lo que no debe suceder a ningún precio.
[Y el Nuevo Orden Mundial ya no será el Reinado de Cristo, sino el sustento político del Reinado del Anticristo.]


Presentamos un texto capital del Padre Emmanuel, cura párrocode Mesnil-Saint-Loup (Francia): fue escrito hace ahora más de cien años, entre 1883 y 1885. Forma parte de un vasto estudio en tres partes:
La Santa Iglesia Católica
La Iglesia en el mundo
El drama del fin de los tiempos.
Monseñor Marcel Lefebvre declaraba a propósito de estas páginas:
“Algunas de ellas incluso son proféticas, cuando el Padre Emmanuel describe la Pasión de la Iglesia”(…) da precisiones sorprendentes sobre el indiferentismo religioso, que corresponde exactamente a la herejía ecuménica de nuestros días. ¿Qué habría dicho y escrito si hubiese vivido en nuestra época? Con sus escritos nos alienta a permanecer firmes en la fe de la Iglesia católica, y a rechazar los compromisos que menoscaban su liturgia, su doctrina y su moral”.
Breve introducción.
Hemos considerado a la Iglesia en el pasado y en el presente; nos falta contemplarla en el futuro. Dios ha querido que los destinos de la Iglesia de su Hijo único fuesen trazados de antemano en las Escrituras, como lo habían sido los de su Hijo mismo; por eso, en ellas buscaremos los documentos de nuestro trabajo.La Iglesia, como debe ser semejante en todo a Nuestro Señor, sufrirá, antes del fin del mundo, una prueba suprema que será una verdadera Pasión. Los detalles de esta Pasión, en la cual la Iglesia manifestará toda la inmensidad de su amor por su divino Esposo, son los que se encuentran consignados en los escritos inspirados del Antiguo Testamento y del Nuevo. No tenemos intención de espantar a nadie, al abordar semejante tema. Diríamos más: nos parece desgranar, juntamentecon las grandes enseñanzas, grandes consuelos.
El mundo de hoy.
Ciertamente es un espectáculo triste ver cómo la humanidad, seducida y enloquecida por el espíritu del mal, trata de ahogar y de aniquilar a la Iglesia, su madre y su tutora divinas. Pero de este espectáculo sale una luz que nos muestra toda la historia en su verdadera luz.
El hombre se agita sobre la tierra; pero es conducido por fuerzas que no son de la tierra. En la superficie de la historia, el ojo capta trastornos de imperios, civilizaciones que se hacen y que se deshacen. Por debajo, la fe nos hace seguir el gran antagonismo entre Satán y Nuestro Señor; ella nos hace asistir a las astucias y a las violencias de que se vale el espíritu inmundo, para entrar en la casa de la que Jesucristo lo expulsó. Al fin volverá a entrar en ella, y querrá eliminar de ella a Nuestro Señor. Entonces se rasgarán los velos, lo sobrenatural se manifestará por todas partes; no habrá ya política propiamente dicha,sino que se desarrollará un drama exclusivamente religioso, que abarcaráa todo el universo.
Las profecías divinas.
Podemos preguntarnos por qué los escritores sagrados han descrito tan minuciosamente las peripecias de este drama, cuando sólo ocupará algunos pocos años. Es que será la conclusión de toda la historia de la Iglesia y del género humano; es que hará resaltar, con un brillo supremo, el carácter divino de la Iglesia.Por otra parte, todas estas profecías tienen el fin incontestable de fortalecer el alma de los fieles creyentes en los días de la gran prueba.
Todas las sacudidas, todos los miedos, todas las seducciones que entonces los asaltarán, puesto que han sido predichos con tanta exactitud, formarán entonces otros tantos argumentos en favor de la fe combatida y proscrita. La fe se afianzará en ellos, precisamente por medio de lo que debería destruirla.Pero nosotros mismos tenemos que sacar abundantes frutos de la consideración de estos acontecimientos extraños y temibles. Después de haber hablado de ellos, Nuestro Señor dijo a sus discípulos: “Velad, pues, orando en todo tiempo, a fin de merecer el evitar todos estos males venideros, y manteneros en pie ante el Hijo del hombre” (Lc. 21 36). (…) “Velad y orad para no caer en la tentación” (Mt. 26 41). No sabéis cuándo sucederán estas cosas: velad y orad, para que no os tomen por sorpresa. Sabéis que desde ahora la seducción opera en las almas, que el misterio de iniquidad realiza su obra, que la fe es reputada como un oprobio (San Gregorio); velad y orad, para conservar la fe. (…)
Un futuro temible.
Después de haber hablado de las enseñanzas, digamos algunas palabras de los consuelos. Jamás se habrá visto al mal tan desencadenado; y al mismo tiempo más contenido en la mano de Dios. La Iglesia, como Nuestro Señor, será entregada sin defensa a los verdugos que la crucificarán en todos sus miembros; pero no se les permitirá romperle los huesos, que son los elegidos, como tampoco se les permitió romper los del Cordero Pascual extendido sobre la cruz.La prueba será abreviada por causa de los elegidos; y los elegidos se salvarán; y los elegidos serán todos los verdaderos humildes.Finalmente, la prueba concluirá por un triunfo inaudito de la Iglesia, comparable a una resurrección. (…)
Los signos precursores.
El tema del fin del mundo ha sido agitado desde el comienzo de la Iglesia. San Pablo había dado sobre este punto preciosas enseñanzas a los cristianos de Tesalónica; y como a pesar de sus instrucciones orales, los espíritus seguían inquietos por causa de predicciones y rumores sin fundamento, les dirige una carta muy grave para calmar esas inquietudes (II Tes. 2 1-7).
“Os rogamos, hermanos, por lo que atañe al advenimiento de NuestroSeñor Jesucristo y a nuestra reunión con El, que no os dejéis tan prontoimpresionar, abandonando vuestro sentir, ni os alarméis, ni por visiones, nipor ciertos discursos, ni por cartas que se suponen enviadas por nosotros,como que sea inminente el día del Señor.Que nadie os engañe de ninguna manera; porque antes ha de venir laapostasía, y se ha de manifestar el hombre del pecado, el hijo de laperdición… ¿No recordáis que, estando todavía con vosotros, os decía yoesto? Y ahora ya sabéis lo que le detiene, con el objeto de que no semanifieste sino a su tiempo. Porque el misterio de iniquidad está ya enacción; sólo falta que el que lo detiene ahora desaparezca de en medio.”
La apostasía.
Así, el fin del mundo no llegará sin que antes se revele un hombre espantosamente malvado e impío, que San Pablo califica llamándolo el hombre del pecado, el hijo de la perdición. Y éste, a su vez, no se manifestará sino después de una apostasía general, y después de la desaparición de un obstáculo providencial sobre el que el Apóstol había instruido de viva voz a sus fieles.¿De qué apostasía quiere hablar San Pablo? No se trata de una defección parcial; porque dice, de manera absoluta, la apostasía. No se lo puede entender, por desgracia, sino de la apostasía en masa de las sociedades cristianas, que social y civilmente renegarán de su bautismo; de la defección de estas naciones que Jesucristo, según la enérgica expresión de San Pablo, había hecho con corporales a su Iglesia (Ef. 3 6). Sólo esta apostasía hará posible la manifestación, y la dominación, del enemigo personal de Jesucristo, en una palabra, del Anticristo.
El rechazo de la fe.
Nuestro Señor dijo: “Cuando viniere el Hijo delhombre, ¿os parece que hallará fe sobre la tierra?” (Lc. 18 8). El divino Maestro veía declinar la fe en el mundo llegado a su vejez. No es que los vientos del siglo puedan hacer vacilar esta llama inextinguible, sino que las sociedades, ebrias por el bienestar material, la rechazarán como importuna.Al renegar de Jesucristo, es preciso que caiga, mal que le pese, en las garras de Satán, a quien tan justamente se llama príncipe de las tinieblas.No puede permanecer neutro; no puede crearse una independencia. Su apostasía lo pone directamente bajo el poder del diablo y de sus satélites.Esta apostasía comenzó con Lutero y con Calvino. Es el punto de partida.Desde entonces ha recorrido un camino espantoso. Hoy esta apostasía tiende a consumarse. Toma el nombre de Revolución, que es la insurrección del hombre contra Dios y su Cristo. Tiene por fórmula el laicismo, que es la eliminación de Dios y de su Cristo.Así vemos a las sociedades secretas, investidas del poder público, encarnizarse en descristianizar Francia, quitándole uno por uno todos los elementos sobrenaturales de que la habían impregnado quince siglos de fe.Estos sectarios sólo persiguen un fin: sellar la apostasía definitiva, y preparar el camino al hombre del pecado.
La obra de fe.
Los cristianos deben reaccionar, con todas las energías de que disponen, contra esta obra abominable; y para eso han de hacer entrar a Jesucristo en la vida privada y pública, en las costumbres y en las leyes, en la educación y en la instrucción. Por desgracia, hace ya tiempo que reina una semi-apostasía. ¿Cómo, por ejemplo, después de que la instrucción ha sido paganizada, poder formar otra cosa que semi-cristianos?
El obstáculo.
El Apóstol habla, en términos enigmáticos para nosotros, de un obstáculo que se opone a la aparición del hombre de pecado: “Sólofalta que el que lo detiene ahora, dice, desaparezca de en medio”.Por este obstáculo que detiene, los más antiguos Padres griegos y latinos entendieron casi unánimemente el imperio romano: Mientras subsistael imperio romano, el Anticristo no aparecerá. Este pensamiento de los antiguos debe entenderse con cierta amplitud.Observemos que San Pablo, al anunciar a los fieles una apostasía, cuando la conversión del mundo apenas estaba esbozada, debió darles una panorámicade todo el futuro de la Iglesia. Les habrá anunciado que las naciones se convertirían, que se formarían sociedades cristianas, y que luego estas sociedades perderían la fe. Les mostraría sin duda que el imperio romanosería transformado, que un poder cristiano remplazaría al poder pagano, y que la autoridad de los Césares pasaría a manos bautizadas que se servirían de él para extender el reino de Jesucristo. Y por eso pudo añadir: Mientras dure este estado de cosas, estad tranquilos, el Anticristo no aparecerá. Éste es el sentido del Apóstol, entendido ampliamente.Observemos, en fin, que los francmasones se oponen ante todo y sobre todo a la restauración del poder cristiano. Es lo que no debe suceder a ningún precio.
[Y el Nuevo Orden Mundial ya no será el Reinado de Cristo, sino el sustento político del Reinado del Anticristo.]

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