El Carabobeño 13 octubre 2011
La obligación del Estado es asegurar el bien común de sus ciudadanos. No vale la excusa de que no hay recursos. Ninguno de nosotros paga un artefacto y se conforma luego, con que le digan que no hay. Es injusto.
Esto no es un problema político. Es un problema humano. Es un problema de justicia. Si el Estado no cumple con el deber que tiene de garantizar lo necesario para que los ciudadanos tengan un mínimo de bienestar para desarrollarse, les está negando algo que les pertenece. Lo de siempre. Nunca ha dejado el hombre de tener virtudes y defectos. El imperio romano se desmoronó por falta de moralidad en la conducta de quienes lo gobernaban. Las sociedades que no tienen recursos morales, se hunden.
En el fondo de cada calamidad hay siempre un núcleo de putrefacción. Las instituciones no se van a pique en un instante. Se van deteriorando poco a poco, por el descuido sostenido de quienes debían velar por ellas.
Hoy día se habla mucho de valores. Pero estaría mucho mejor hablar de virtudes, que es la personificación del valor. Si no, el valor se queda como un concepto abstracto, que nadie vive en el día a día. No basta con ser un buen comerciante, hay que ser también un comerciante bueno. No basta ser un buen político, hay que ser también un político bueno. Esa segunda acepción de la palabra bueno, hace referencia a la integridad personal, a la coherencia de vida.
Si bien no todos podemos ser buenos comerciantes, o buenos políticos, todos sí podemos ser buenas personas, es decir, gente con valores, que además de enseñarlos con la boca, los enseñan también con la conducta.
Oswaldo Pulgar Pérez || Despertares
Cuando se defiende lo nuestro
Es una vergüenza lo que está ocurriendo con el Metro de Valencia. Quisiera referirme a lo que considero más importante. Cuando reclamamos al Gobierno central la terminación de la línea dos del Metro, no estamos mendigando un regalo, estamos exigiendo responsabilidad a una de las partes del contrato, que no ha cumplido con la suya.La obligación del Estado es asegurar el bien común de sus ciudadanos. No vale la excusa de que no hay recursos. Ninguno de nosotros paga un artefacto y se conforma luego, con que le digan que no hay. Es injusto.
Esto no es un problema político. Es un problema humano. Es un problema de justicia. Si el Estado no cumple con el deber que tiene de garantizar lo necesario para que los ciudadanos tengan un mínimo de bienestar para desarrollarse, les está negando algo que les pertenece. Lo de siempre. Nunca ha dejado el hombre de tener virtudes y defectos. El imperio romano se desmoronó por falta de moralidad en la conducta de quienes lo gobernaban. Las sociedades que no tienen recursos morales, se hunden.
En el fondo de cada calamidad hay siempre un núcleo de putrefacción. Las instituciones no se van a pique en un instante. Se van deteriorando poco a poco, por el descuido sostenido de quienes debían velar por ellas.
Hoy día se habla mucho de valores. Pero estaría mucho mejor hablar de virtudes, que es la personificación del valor. Si no, el valor se queda como un concepto abstracto, que nadie vive en el día a día. No basta con ser un buen comerciante, hay que ser también un comerciante bueno. No basta ser un buen político, hay que ser también un político bueno. Esa segunda acepción de la palabra bueno, hace referencia a la integridad personal, a la coherencia de vida.
Si bien no todos podemos ser buenos comerciantes, o buenos políticos, todos sí podemos ser buenas personas, es decir, gente con valores, que además de enseñarlos con la boca, los enseñan también con la conducta.
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