Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

sábado, 22 de agosto de 2015

Antonio Sánchez García: ANOTACIONES SOBRE CHÁVEZ PARTE 7 Y FINAL

Antonio Sánchez García: ANOTACIONES SOBRE CHÁVEZ PARTE 7 Y FINAL

Antonio Sánchez García
@sangarccs
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Es la esencia del mal de nuestra región, exponenciada entre nosotros
por el inagotable
poder corruptor que el petróleo pone en manos de quienes lo
administran y controlan,
pues controlan el gobierno, dueño de hacer y deshacer lo que le
venga en ganas con
la principal fuente de nuestros recursos. Es una de las más graves
y tortuosas
consecuencias del traspaso de la explotación petrolera a manos
del Estado. Un Estado
parcializado y convertido en punta de lanza de los grupos que
acceden al gobierno
mediante la compra directa o indirecta del voto. El círculo vicioso
del populismo
clientelar. De todas las naciones del hemisferio, Venezuela es
aquella en que el
populismo brota como tentación inmediata de las ubres petroleras.
Ningún gobierno
luego de Gómez ha roto el cordón umbilical que ata a los partidos
y al sistema de
la renta con la que comprar adhesión, calmar apetencias y
conformar espíritus.
Sin la subvención petrolera no hubiera existido la democracia
en Venezuela. Y al
parecer, tampoco la república democrático liberal venezolana.
La tentación de las ubres es irresistible: ¿a qué trabajar y
producir, a qué empoderar
y crear riqueza, como otras sociedades, que hacen florecer
desiertos, retroceder
océanos y poner sus naciones al frente del desarrollo con
su puro talento y esfuerzo,
pues no disponen de una sola de las materias primas
indispensables para el desarrollo
en tiempos de la industrialización y la tecnología? Sin una
gota de sudor ni el menor
esfuerzo, al cabo de cada día que pasa caen del cielo sobre
las sedientas arcas
petroleras venezolanas millones y millones de dólares.
Que en lugar de propiciar
riqueza, promueven y generan pobreza. Es LA GRAN
PARADOJA.
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Ciertamente: el petróleo y la riqueza petrolera pueden, en si,
comportar un
maravilloso beneficio. Habría que ser un retrasado mental
para sostener lo contrario.
Pero ni el petróleo ni la riqueza gobiernan. Quienes gobiernan
son los hombres,
en cuya potestad está el que ese petróleo y esa riqueza sirvan
al bien general y
coadyuven a la verdadera riqueza, que es la riqueza social,
objetiva, surgida del
esfuerzo de sus componentes o se dilapide en el reparto de
las clientelas sin dejar
mayores frutos en función de las sórdidas apetencias de la
inconsciencia nacional.
Al bajar al sustrato emocional, pre racional, subconsciente de la
mentalidad nacional,
que permea a todos sus hombres, sus instituciones, sus
organizaciones y partidos,
se encuentra esa falsa creencia generalizada: somos ricos y
debemos disfrutar de
esa riqueza de inmediato, ahora, ya mismo y no mañana, el
día de las calendas.
Es esa consciencia recolectora, tribal, inmediatista, premoderna,
minera e irracional
la que determina el comportamiento del venezolano y une a
todos sus miembros en
un secreto pacto de consanguineidad, de ideas y creencias,
sea chavista o antichavista,
oficialista u opositor. El trabajo como fuente de riqueza y la
libertad como máxima
aspiración humana no están en el imaginario del venezolano.
Están la riqueza
inmediata, sin mediaciones, el menor esfuerzo y la igualdad
del reparto.
De allí la práctica inexistencia del pensamiento, las ideas y las
creencias liberales.
Y las espantosas confusiones a la hora de aceptar y tolerar
un régimen autocrático
y dictatorial, como el castrochavista, que se comporta en
servil atención a ese
universo de valoraciones, hace del reparto de la renta –
acompañada del saqueo
de los titulares del Poder, obviamente en ejercicio del derecho
a pernada que
acompaña a todos los gobernantes venezolanos desde el
origen de sus tiempos
– y de la irresponsable administración de los recursos y el
privilegio a la pobresía
ejes de sus políticas. ¿No es lo mismo a que aspira un adeco,
un copeyano, un
masista o cualquiera de las franquicias de ellos derivadas,
como Primero Justicia o
Un Nuevo Tiempo? ¿No es en rigor lo mismo que existe como
idea fuerza en
Voluntad Popular, cuyo máximo líder aún desde la cárcel
en que lo pusiera un
régimen que reivindica el socialismo confiesa ser un auténtico
socialdemócrata?
¿No es ese populismo estatólatra y clientelar la idea fuerza
de los 27 partidos que
cohabitan en la MUD? Que en función del único propósito que
los mueve –
participar en todas las elecciones a ver si en un caso de
extraordinaria casualidad
se desbanca a la dictadura – traspapelan sus objetivos
estratégicos y comparten
el desayuno con el diablo.
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No existe oposición en Venezuela. Si por oposición se
entiende un movimiento
social y político con ideas y programas diametralmente
alternativos a los hasta
ahora impulsados por la dictadura y los anteriores gobiernos
que derivaran en
este naufragio generalizado. Así el régimen dictatorial que
reina desde hace
dieciséis años haya ofrecido todos los flancos para que
ya se hubieran conformado
algunas organizaciones liberales, defensoras de la propiedad
privada y el
libre mercado, del emprendimiento, la libertad y el desarrollo,
de la supremacía
del individuo por sobre la tiranía del Estado. Esa boa
constrictor, cuya aniquilación
fuera incluso la suprema aspiración del marxismo originario
y sin cuya superación
no sería posible alcanzar la emancipación del sujeto y el reino
de la felicidad. Si
ciento cincuenta años después no se lo ha alcanzado, por lo
menos la historia se
ha encargado de demostrar que donde el Estado, lejos de
desaparecer y contrariando
la teleología marxiana se convirtió en el ogro filantrópico, la ruina,
el envilecimiento
y el fracaso fueron el destino inevitable de las respectivas
sociedades. El brutal
fracaso del socialismo soviético y sus derivados es la prueba
palpable. Mientras
que en donde más coto le impusieran las fuerzas del
emprendimiento creativo,
mayor fue el desarrollo económico, la riqueza y la prosperidad
de sus pueblos.
¿Cómo habría de surgir una oposición liberal y democrática
si el propio empresariado
se presta a ser comparsa de la devastación del sistema de
libre mercado
que debiera fundamentarlo? Basta una mirada a la historia para
comprobar que la
iniciativa privada ha sido la única fuerza motriz generadora
de libertad, estabilidad
y riqueza en el mundo. Mientras absolutamente todos los
experimentos de economías
dirigidas y centralizadas, en manos del Estado, socialistas y
colectivistas, han
terminado en un torrente de sangre y sufrimientos, de genocidios
y hambrunas, de
persecución y mazmorras, en la más inocultable pobreza.
Hasta desmoronarse
por su incompetencia dejando décadas de sacrificios en el
cementerio o el basurero de las inutilidades.
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“El principal obstáculo que – desde el Siglo de las Luces hasta
el tiempo presente –
han encontrado las ideologías progresistas en América Latina ha
sido éste: la devoción
está más arraigada que la razón” escribió Jacques Lafaye en
un importante
estudio sobre nuestras determinaciones genético culturales:
Mesías, cruzadas, utopías.
Si así fuera, y soy del convencimiento de que así es, pues la
 historia de cinco siglos
nos demuestra que desde la llegada de los 12 de la fama, ese
grupo de misioneros
franciscanos que llegó a México inmediatamente después de
la conquista de
Tenochtitlán por Hernán Cortés, la devoción por los Mesías,
las cruzadas y las
utopías ha arrasado con todos los esfuerzos por asentar la
razón, la sensatez y la
lógica en el comportamiento político de los latinoamericanos.
El liberalismo como
expresión política del ejercicio de la razón fundada en el
respeto al individuo frente
a la omnipotencia las más de las veces arbitraria del poder
del Estado, no ha sido
bienvenido en la conciencia de nuestra cultura.[1]
Esta forma de liberalismo conductual, producto de la realidad
misma, perfectamente
diferenciado del liberalismo clásico en tanto sistema de ideas
económicas y de
construcciones propiamente ideológicas como el socialismo,
este liberalismo racional
y progresista, encuentra feroces obstáculos en el quehacer
político de América Latina.
[2] Al extremo que cuesta encontrar un solo representante
entre quienes deciden
desde los partidos del establecimiento la dirección de las luchas
de la sociedad
civil venezolana – profundamente liberal ella misma, aunque lo
sea inconscientemente.
En esta contradicción entre el liberalismo de la oposición civil
y la estatolatría
populista y clientelar de los partidos que desde la llamada
Mesa de Unidad
Democrática reclaman su representación exclusiva, ha
entorpecido desde siempre las luchas contra la dictadura.
El fuerte de los combates anti dictatoriales, los sacrificios,
la cárcel y las muertes
han corrido por cuenta de esa sociedad civil libertaria y
liberal. Sus conquistas han
sido cuestionadas más de una vez y en momentos cruciales
por la intromisión de
los intereses parcelarios de los partidos y sus hombres.
Como sucediera durante
las dos grandes crisis sociopolíticas del régimen: el 11 de
abril del 2002 y el 18
de febrero de 2014.
No se resolverá ésta, la más grave crisis de la Venezuela
del último siglo, sin que
se imponga el liberalismo consustancial a nuestra tradición
libertaria y la sociedad
civil encabece las luchas por sacudirse el Leviatán de la
dictadura.
[1] “Cuando digo que el liberalismo jamás ha sido una 
ideología quiero decir 
que no es una teoría basada en conceptos previos a 
toda experiencia, 
ni un dogma invariable e independiente del curso 
de las cosas o de los 
resultados de la acción. No es más que un conjunto 
de observaciones 
sobre unos hechos que ya se han producido…
una serie de hipótesis 
interpretativas relativas a acontecimientos que han 
tenido efectivamente 
lugar.” Jean François Revel, Op. Cit. Pág. 60.
[2] “La economía de mercado, basada en la libertad 
de empresa y el 
capitalismo democrático, un capitalismo privado, 
disociado del poder político 
pero asociado al Estado de derecho, es la única 
economía que puede 
considerarse liberalismo…No se trata de que sea 
la mejor o la peor. 
Es que no hay otra – a no ser en la imaginación.” 
Ibídem, Pág. 67.
La Bicha / TururuTururu

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