El pueblo venezolano no ha aceptado la propuesta de Hugo Chávez de convertir el Estado democrático en uno comunista, señaló la socióloga y coordinadora de la Unidad de Políticas Públicas del Centro de Divulgación del Conocimiento Económico (Cedice), Isabel Pereira.
“El fracaso de la propuesta de Chávez es el cierre del período histórico, que empezó en 1958, donde el Estado era el gran propietario. En los gobiernos de Chávez y de Nicolás Maduro lo único que ha crecido en Venezuela es el poder del Estado”, indicó.
En entrevista con Carlos Román Chalbaud, Pereira manifestó que “Chávez no cambio el rumbo, él lo único que hizo fue que intento destruir la propiedad privada, polarizar el país, destruir la libertad de opinión, todas esas cosas propias del comunismo”.
“Venezuela está cerrando un período histórico, que comenzó en 1958 y que luego comenzó la construcción de un período democrático con la celebración del acto de Punto Fijo”, acotó.
“Ahí se crea un gran acuerdo nacional para lograr la gobernabilidad, mediante el cual los políticos se organizaban, comenzaban todas las relaciones inter-institucionales propias de una democracia y donde el rasgo fundamental era que se iba a convertir el Estado en una gran maquinaria social, el gran propietario de todo, el gran director de orquesta. El Estado venezolano adquiría una relevancia de “prima donna” en la política Venezolana”, expresó. Escuche a continuación la entrevista completa.
El gobierno inventó los consejos comunales para crear bases
políticas a la revolución. Se pretende que la gente monte
negocios donde pierda. La gente reclama pero la voz del
pueblo no tiene ninguna resonancia, señala la socióloga y
directora del Centro de Divulgación del Pensamiento
Económico.
Macky Arenas.
Es socióloga, investigadora y analista acuciosa. Forma parte del
equipo de CEDICE – Centro de Divulgación del Pensamiento
Económico
– en calidad de Directora de Políticas Públicas. Se ha especializado
en hacer seguimiento a los mecanismos de participación popular,
qué los facilita y qué los obstruye. La conflictividad ciudadana, qué
la activa y qué la mantiene. El tema social es su preocupación
constante. Su estudio la ha llevado a desenredar muchas
madejas y desmoronar muchos mitos, lo que ha fortalecido su
confianza en el pueblo, en este pueblo que hoy parece andar
sin rumbo, en medio de la desesperanza. Estas son sus reflexiones
para los lectores de ABC de la Semana.
“Las propuestas son inviables” – Isabel Pereira
Con frecuencia escuchamos que la paciencia del
venezolano
no tiene límites, pero ante el avance indetenible de la
crispación social, parece que sí hay una frontera a la
tolerancia…
Es lo que estamos viviendo. La famosa paciencia nuestra
está muy relacionada con la capacidad que tienen las
comunidades de entender las causas de las crisis que las
están afectando, qué origina los apagones diarios, el
deterioro de los hospitales, qué pasa con las vías que
cada día están en peores condiciones, por qué tanta
inseguridad.
Si se va al mercado, la inflación desbocada pone a la
gente a pensar, los salarios ya no estiran más. La penuria
de la gente no conoce antecedentes…
– ¿Aunado a la indefensión?
– La gente reclama, pero la voz del pueblo no tiene ninguna
resonancia. Encontramos comunidades que pasan 24 horas
al día sin luz, pierden sus alimentos, regresa la luz y se les
dañan los aparatos eléctricos. Es un impacto demasiado duro
para quien gana dos salarios mínimos.
– ¿Venezuela se hunde?
– Y lo peor es que no es sorpresivo. Desde hace más
de un año los ingenieros en Venezuela están alertando sobre
cómo la ruptura de las tuberías subterráneas que transportan
agua, horadaba las bases de las vías públicas. Entonces
vemos aparecer los hundimientos y huecos en la Panamericana,
en calles y autopistas a causa de ese tejido de tuberías que
colapsa por falta de mantenimiento. Han caducado por una
desidia que lleva 12 años instalada en la administración pública.
En Venezuela se han olvidado los servicios vitales para la población.
– Y todo el mundo sabe que han sido 12 años en los cuales
ha entrado al gobierno más dinero que a ningún otro
en toda la historia…
– El gobierno inventó los Consejos Comunales como una
manera de crear bases políticas a la revolución. Pensaron que
resultarían en una red de solidaridad y apoyo incondicional al
proceso, tipo los CDR cubanos. Pero no ha sido así. En
Venezuela hay cerca de 40 mil. En cada pueblo, la primera
tarea que se impusieron fue elaborar un diagnóstico de
sus problemas y necesidades. Luego establecieron
prioridades con la promesa del gobierno de responder a esas
demandas. Y no respondió, así que los Consejos
Comunales se han convertido en núcleos de conflictos, de
protesta, porque ellos si saben qué es lo que está pasando,
lo viven en la cotidianidad y por toda respuesta reciben
la displicencia del gobierno.
– ¿Estamos ante un fracaso del centralismo?
– La centralización es característica de todo gobierno
totalitario-socialista-comunista. No quiere nada por fuera,
sino asegurar y mantener el control de todo lo que se
mueva por parte del aparato del partido y del Estado.
Aquí lo llaman socialismo, pero es comunismo puro. En
Venezuela veníamos avanzando en un proceso
descentralizador.
Muchos de los sistemas de salud en los estados tenían un
funcionamiento ejemplar. ¿Cómo negar el caso de Carabobo
o Aragua, donde las administraciones regionales habían
comenzado a desarrollar una gestión directa que
beneficiaba a los ciudadanos, que tenían excelentes
maternidades y hospitales? La Maternidad del Sur en
Carabobo o el Núcleo de Hospitales Enrique Tejera
en Valencia son emblemas. Parecían clínicas privadas por
la atención, la calidad, el respeto al ciudadano. Todo
eso lo acabó la concentración del poder en este gobierno.
El Estado Comunal
– ¿Eso lo revertirá la pretendida “sociedad comunal”?
– Hay que hacer una diferencia entre los consejos comunales
y la postulación de la sociedad comunal. Hay la intención de
“bypassear” a los consejos comunales pues el gobierno ha
visto cómo es difícil manejarlos y ponerlos automáticamente
a fungir como defensores de la revolución. Ahora quieren la
conversión de la comunidad en comunas, que se
amalgamarían entre ellas para crear las ciudades comunales.
Estas tendrían una planificación dependiente de unos “distritos
motores”, que a su vez dependerán directamente del
Presidente. Este es el modelo super-concentrado, autoritario,
que quieren imponer en Venezuela con las leyes que
aprobaron a finales del año pasado en la prórroga legislativa.
Un modelo que la sociedad no quiere.
– ¿Se han politizado los consejos Comunales?
Los consejos comunales, en su gran mayoría, ya lograron una
articulación con las comunidades, al punto de que son
expresión de ellas. Lo he constatado en visitas, en cientos
de reuniones sostenidas con ellos, en plazas, debajo de árboles,
en casas de señoras del pueblo; no son reuniones
políticas en su gran mayoría, son encuentros de trabajo
comunitario. No niego que algunos trabajen bajo fuerte
influencia política oficialista, pero en su gran mayoría puedo
decir que no es así. Una cosa es un consejo comunal y otra
el montaje de un Estado comunal. Es un objetivo que el
gobierno no va a lograr pues está enfrentado al amor que la
gente tiene a sus comunidades, al deseo de participación
directa y, en la comuna, el individuo desaparece. Lo que se
crea es una masa amorfa, la comuna, que se conecta para
sustituir nuestras ciudades tradicionales.
– ¿Son las misiones una expresión del Estado Comunal?
– Fracasan porque el piso político del gobierno cruje. Creían
imbatible su base de sustentación al montar los consejos
comunales y ellos han sido su gran derrota. En la realidad
son centros democráticos de participación, algo totalmente
distinto a una comuna y, por supuesto, a los CDR (Comités
de Defensa de la Revolución) cubanos, a los que querían
emular. La comuna es, en esencia, una propulsora del
colectivismo, una defensora de la propiedad social…
El gobierno inventó los consejos comunales para crear bases políticas a la revolución.
Se pretende que la gente monte negocios donde pierda. La gente reclama pero la voz
del pueblo no tiene ninguna resonancia, señala la socióloga y directora del Centro
de Divulgación del Pensamiento Económico.
¿Existe eso de la propiedad social?
– ¡Pues claro que no! La propiedad es la capacidad de
la persona o el propietario de disponer del bien u objeto. En
otras palabras, el dueño decide qué hacer con el objeto que
posee. No sería así en la comuna, donde el propietario sería
el Estado y, en este caso, el partido. Eso, simplemente,
es un despojo al ciudadano. La propiedad comunal es la
imposición de un modelo basado en el colectivismo, en la
propiedad social, donde la participación de las personas, los
individuos y la familia no existe. Sólo hay cabida para la
figuración política de las células del partido, de los comités
de defensa, de los comisarios políticos del gobierno,
nada más. No hay misterio en esto, ha sido así en todos los
países socialistas de corte comunista. Esto se opone
totalmente a lo que los venezolanos entendemos y
aspiramos como democracia. El venezolano quiere
participar, tomar decisiones, ser consultado, pues eso
es lo que permite aspirar, tener sueños, realizar anhelos,
a través de la legítima retribución por nuestro trabajo y
nuestro esfuerzo.
– Buena explicación, pues mucha gente cae en
la trampa del colectivismo, un término de connotaciones
casi épicas en un sistema totalitario…
– El colectivismo se monta sobre la propiedad de aquellos que
han creado los bienes, los servicios o las empresas. La
propiedad colectiva consiste en apoderarse de lo que antes
era privado y convertirlo en colectivo, algo que no existe
como tal, no tiene personalidad jurídica, así que termina siendo
del Estado, en otras palabras, de quien controla el gobierno.
Si usted tiene en un barrio la propiedad colectiva de la tierra,
nada es suyo. ¿Apostaría invertir sus ingresos, sus ahorros
o su salario, en algo que no es suyo? ¿Arriesgaría todo lo
que tiene para meterlo en algo de lo cual sólo el Estado puede
disponer? Es por eso que el gobierno se indigna cuando la
respuesta social es una actitud de defensa cada quien de lo
suyo y acusan a quienes evidencian esta realidad de llevar
el tema de la propiedad a términos personales. ¡Pero lo es!
En la propiedad va implicado el esfuerzo y el trabajo de muchos
años.
– Las encuestas reflejan que un elevado porcentaje de
venezolanos está dispuesto a defender su propiedad.
¿Qué es lo que se está incubando aquí?
– Una situación que conduce a algo muy positivo: la toma
de conciencia masiva y progresiva de los ciudadanos de la
manera tan clara como los perjudica el comunismo.
Se incuba un rechazo indoblegable a la forma de vida que
significa imponer el comunismo. La gente no quiere la
propiedad social, no se sienten uno enemigo del otro.
El gobierno pretende acabar con la libre iniciativa, con los
empresarios, con los patronos, con toda forma de
independencia
en el trabajo. El trabajo por cuenta ajena es lo que genera
empleos y crea riqueza. Eliminarlo es destruir el empleo
o sustituirlo por empleos de baja calidad. Hoy tenemos
un 8.3% de desempleo, pero saca la cuenta de cuáles son
los empleos donde la gente cuenta con seguridad social,
buenos sueldos y perspectivas y cuáles los que sólo pagan
apenas salario mínimo, sin ningún tipo de protección.
Fracaso del centralismo
– Pero el gobierno exhibe un persistente discurso de
argumentos a favor de sus medidas…
– Los que el gobierno esgrime como grandes argumentos
a favor de sus políticas restrictivas, son calladamente,
derribados por el ciudadano a través de esa reflexión y toma
de consciencia. Hoy sabemos que nosotros nunca seremos
comunistas, que aquí no se puede imponer un socialismo-siglo
XXI como el que quieren, porque se entiende perfectamente
que no es sino una modalidad del comunismo que se rechaza.
Simplemente, la gente no acepta la propiedad colectiva.
¿Por que creen que los trabajadores defienden sus
empresas? Porque quieren sus empleos y la participación
en la toma de decisiones. Detestan la idea de que un colectivo
anónimo o un partido decidan por ellos. Esta convicción no
era así hace 12 años. Un duro aprendizaje ha llevado a los
venezolanos a comprender que la destrucción de la
propiedad privada es la destrucción de la economía.
– Luchando con un mensaje contradictorio, como aquél
que obliga a la banca a extender créditos para comprar
bienes que luego el Estado podrá confiscarte. O se
promulgan leyes para proteger lo que luego será
defenestrado…
– Hay dos leyes como la de Costos y Precios Justos y la de
Arrendamiento, que no son sino la pretensión del gobierno
de entrar en una fase final de destrucción de las empresas
y de todo tipo de propiedad privada. Con la segunda pueden
regular hasta la manera de alquilar una habitación en
una casa que usted construyó con su propio esfuerzo y ahorros.
Si alguien en un barrio agregó un cuartito que ahora
quiere alquilar para complementar sus ingresos, ahora la
ley le dice que no podrá hacerlo sino a través de
regulaciones que le establezca el Estado. Resultado? Se
agrava el problema porque nadie quiere alquilar nada.
– Volvemos al comienzo… ¿Estamos en la frontera de
la tolerancia?
– Estamos cruzando el umbral de la tolerancia,
definitivamente. Con la madurez política adquirida, los
venezolanos hemos desarrollado una reflexión, a golpe
y porrazo, llevando leña por el intento de imponer el comunismo,
pero hemos logrado ver claro, preguntar por los derechos,
defendernos ante los atropellos, asumir mejor nuestros
deberes e identificar la arbitrariedad. Ahora nos preguntamos
por nuestra autonomía como ciudadanos, por nuestra
dignidad como personas humanas. La familia ha
readquirido importancia frente al Estado avasallante. ¿Cómo
es posible que el Estado tenga tanto dinero y seamos cada
vez más pobres? ¿Cómo puede ser que el dinero no llegue
a escuelas y hospitales? ¿Cómo entender que cada día la
inseguridad cobre más muertos, ante la indiferente
inoperancia del gobierno? ¿Es justo que los servicios y
la vialidad se hayan deteriorado hasta el extremo en que
se encuentran hoy?
– ¿Y el Plan Simón Bolívar?
– Es el plan de cómo destrozar un país en una década.
Se pretende que la gente monte negocios donde pierda. Es
lo que pasa ahora con el maíz, obligan a los productores a
trabajar a pérdida, entonces no siembran. Si usted acude
a trabajar para gastar más de lo que gana en comida y
pasajes, un buen día se preguntará: ¿para qué trabajar?
Así pasa con productores y empresarios. Las propuestas
son inviables.
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