Só, Alejandro Oliveros y Teófilo Tortolero
José Carlos De Nóbrega
NOTITARDE LECTURA TANGENTE 9 de agosto 2015
El fado empalma con la poesía portuguesa en casi todas sus etapas: desde la lírica medieval,
pasando por la voz poética fundacional de Luís de Camôes, hasta desembarcar en las propuestas
contemporáneas de Sá Carneiro, Pessoa y José Regio.”
He de confesar que me mueve este artículo, más allá de los encuentros y desencuentros, pues la
revista Poesía fue una escuela imprescindible que marcó mi formación literaria en Valencia.
Agradezco al poeta Reynaldo Pérez Só el haberme incluido en su equipo de redacción a partir
del número cien, lo cual comprendió también la gestión de Adhely Rivero. La revista diversificó
mis lecturas de manera decisiva, porque mi mirada “prosaica” se centraba en la narrativa y
el ensayo. Mi tesis de grado en la UC versó sobre ella, siendo publicada parcialmente
n las revistas La Tuna de Oro y Laberinto de Papel [texto bellamente tratado por la curaduría
amistosa de Rafael Simón Hurtado]. Su versión íntegra aparece desglosada en dos capítulos
de mi libro “Derivando a Valencia a la Deriva” de 2007. He aquí una síntesis apretada y
agradecida.
La revista Poesía, fundada en 1971, constituye un espacio para el largo trabajo poético,
apegada a un estricto criterio de excelencia no acorde con el entorno clientelar de la institución
universitaria que la había cobijado. A lo largo de sus páginas, se aprecia su desconfianza por
las modas literarias y el desdén por el gregarismo bohemio traducido en nefastos versos
garrapateados en las servilletas de las tabernas. Amparar esta publicación poética en
el claustro universitario significó un ejercicio de previsión e inteligencia del poeta Alejandro
Oliveros, tal como nos lo dice Pérez Só: “en esto, fue inteligente, visionario, pues al dejar la
revista Poesía en la Universidad de Carabobo, nos permitía que fuésemos ahondando en una
continuidad sin par de lo que se espera que sea una revista literaria”. Poesía se ha desenvuelto
inicialmente en medio del dispendio presupuestario y la disolución política de la Venezuela
saudita de mediados de los setenta y los ochenta que afectó con reciedumbre a las universidades
públicas.
Poesía establecería sus cimientos como una reacción desprovista de la espectacularidad
anterior que contraría las tendencias y deformaciones poéticas de los sesenta -salvo notables
excepciones de las que destacan Ramón Palomares, Juan Calzadilla y Juan Sánchez Peláez:
las connotaciones épicas y grandilocuentes en lo temático y estilístico, el gregarismo poético
de los manifiestos como legitimación y asalto del poder, la indigestión surrealista y, sobre
todo, el decir poco en dilatados y yermos espacios. Así, como lo dice Pérez Só, “sin
darnos cuenta se fue introduciendo la posibilidad del poema corto”: del formalismo
“naturalista”, ¿se puede decir minimalista?, como lo define Oliveros, que rescatara la
capacidad vinculante del lenguaje poético a contracorriente de las piruetas crípticas de la
perdición experimentalista y de la aridez expresiva de una poesía propagandística. Hemos
de destacar también el trabajo traductor de los redactores de la revista. Por ejemplo,
Oliveros nos hizo conocer muestras importantes de la poesía norteamericana y de habla
inglesa, mientras que Pérez Só nos contactó con poetas de Portugal y Brasil tales como
Pessoa, Sá Carneiro, Bandeira, Drummond y Lêdo Ivo.
La revista Poesía ha contribuido sin duda a la configuración de la poesía venezolana de los
últimos lustros. No sólo el conjunto de poetas fundadores y redactores, entre los que resaltan
Reynaldo Pérez Só, Alejandro Oliveros, Teófilo Tortolero, Eugenio Montejo, Adhely Rivero,
Luis Alberto Angulo, Enrique Mujica, Sergio Quitral y más recientemente Víctor M. Pinto
(su actual director), Daniel Oliveros y Francisco Ardiles, cuenta con una obra individual de
estimable calidad, sino también el trajinar de la revista en el medio local, continental y
mundial, ha servido de útil apoyatura a la cultura poética en Venezuela y América Latina.
Todo aquel biógrafo o “hemero-bibliógrafo”, en la tradición y pasión de Key Ayala (Téllez y
Yusti nos lo susurran), encontrará a lo largo de sus ciento cincuenta y nueve números,
indicios y pruebas suficientes de su trascendencia en el universo de las publicaciones
literarias latinoamericanas. Y, lo que es mejor, experimentará la satisfacción del apetito
estético, complacidos todos los sentidos. La poesía, en definitiva, tiende puentes
imperecederos entre los autores y lectores en un guiño cómplice y solidario.
P.S.: Nos preocupa la desaparición de varias revistas literarias en el país [Arte de Leer o Zona
Tórrida], medien crisis de papel, causas presupuestarias o de indolencia burocrática, amén de
la salida accidentada de otras como la emblemática Revista Nacional de Cultura. Es
menester crear un fondo económico realista que garantice su supervivencia.
Docente y escritor E-mail:josecarlosdenobrega
@gmail.com Blog: www.salmoscompulsivos. blogspot.com
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