ENTREVISTA NELSON BOCARANDA, PERIODISTA
"Mientras pueda, seguiré informando"
"Estaba interesado en mostrar que aquí había otro país, donde podíamos trabajar bien los periodistas" "Yo empecé a trabajar como periodista cuando la democracia tenía apenas cuatro años"
El comunicador, dos veces Premio Nacional de Periodismo, publica por primera vez un libro en el que revela secretos de sus "runrunes" ADOLFO ACOSTA
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JOSÉ G. MÁRQUEZ | EL UNIVERSAL
sábado 21 de noviembre de 2015 12:00 AM
Si hay algo que Nelson Bocaranda Sardi (Boconó, 1945) echa de menos es poder caminar por las calles de Caracas (sobre todo, las del oeste y centro de la ciudad) con su grabador de siete kilogramos o acompañado por los camarógrafos de Bolívar Films, entrevistando gente sin temer ser víctima de la delincuencia o de la intolerancia hacia los periodistas. "No existía ese odio creado contra la prensa, que empezó con estos famosos afiches repartidos por Lina Ron después del golpe de 2002", acota.
Esa anécdota, que salta en el tiempo bruscamente mientras sale de la boca del comunicador social, es un ejemplo de lo que encontrará el lector de Bocaranda, el poder de los secretos, libro escrito junto a Diego Arroyo Gil, editado por Planeta Venezuela, y el primero que publica el padre de los "runrunes" en 53 años de trayectoria.
"No solo estaba interesado en plasmar hechos que viví, sino en demostrarle a la gente que aquí había otro país donde podíamos trabajar bien los periodistas y donde había una relación extraordinaria entre la prensa y el poder -con todas las diferencias naturales que existían-, léase la Asamblea Nacional, el Congreso, los ministerios. Tu podías hablar con la gente, tener datos, cifras. Yo empecé a trabajar cuando la democracia tenía apenas cuatro años y tú ibas al Congreso y comías en El Rex, al que también iban el presidente Rómulo Betancourt, Raúl Leoni o Rafael Caldera, y comías en una mesita igual que ellos, por 4 bolívares. Había una convivencia".
Bocaranda y Arroyo se conocieron gracias al fallecido Simón Alberto Consalvi, primo del primero y mentor del segundo. Juntos marcaron una ruta que se pasea por medio siglo de la historia reciente venezolana, con especial énfasis en los últimos 16 años. Hay revelaciones. Hay humor. Hay información. La columna vertebral del libro es, cómo no, Hugo Chávez.
-¿Por qué lo más importante de 53 años años de trayectoria es haber revelado la enfermedad de un presidente?
-Cobra más importancia porque cada vez hay menos medios, menos libertad y menos información. Traspasar esa frontera de secreto que se tejió en torno a él, obligarlo casi a que lo dijera públicamente cuando lo quisieron esconder, creo que ha sido mi mejor tubazo. Me ha tocado en otros momentos, pero nunca con esa importancia. Haberlo hecho con delicadeza, por cierto, me ganó el respeto de ellos. Tengo esas fuentes todavía. Cuando los convoque a la presentación, espero que vaya alguno (risas).
-Es decir, que no fue una sola fuente...
-No hubo un informante único. En la red o telaraña que me ha tocado tejer se unieron fuentes de un lado y del otro. Y confirmaba, claro, porque también hay que estar pendiente de los peines que le pusieran a uno, para que uno dijera algo que no fuera verdad.
-¿Se considera usted un periodista privilegiado?
-Este año que estuve en el congreso mundial de Twitter, al que me invitaron porque supuestamente yo había ayudado al crecimiento de la red en el país, me explicaron que uno ahora se convirtió en un medio. Y yo como medio informo libremente. En las empresas en las que trabajo, bien sea radio o prensa, no me censuran, por ahora, porque ellos ganan también, ya que incrementan sus audiencias. Sin embargo, en gobiernos como este, uno tiene la espada de Damocles arriba. Con una llamada, los dueños de medios deben cumplir la orden, militarmente, con los pies juntos. Mientras pueda, seguiré informando.
-¿Cómo califica este momento del periodismo?
-Como el momento más oscuro que haya tenido. Yo no viví la censura de Marcos Pérez Jiménez, y sé que la hubo, pues era una dictadora. Me tocó, sí, en tiempo pasado, en la emisora Kys FM, en la que no podía hablar de Blanca Ibáñez. Yo era amigo de Lusinchi, no de ella. Pero antes los gobiernos democráticos no tenían tantos medios a su disposición. Ahora hay una hegemonía comunicacional oficialista.
-Son momentos difíciles, pero la luz puede aparecer en cualquier momento para que reconstruyamos el país y la profesión. El periodismo sigue vibrando, a pesar de todo esto. En Internet encuentras medios, o las mismas redes, que siguen diciendo verdades.
@JGpunto
Esa anécdota, que salta en el tiempo bruscamente mientras sale de la boca del comunicador social, es un ejemplo de lo que encontrará el lector de Bocaranda, el poder de los secretos, libro escrito junto a Diego Arroyo Gil, editado por Planeta Venezuela, y el primero que publica el padre de los "runrunes" en 53 años de trayectoria.
"No solo estaba interesado en plasmar hechos que viví, sino en demostrarle a la gente que aquí había otro país donde podíamos trabajar bien los periodistas y donde había una relación extraordinaria entre la prensa y el poder -con todas las diferencias naturales que existían-, léase la Asamblea Nacional, el Congreso, los ministerios. Tu podías hablar con la gente, tener datos, cifras. Yo empecé a trabajar cuando la democracia tenía apenas cuatro años y tú ibas al Congreso y comías en El Rex, al que también iban el presidente Rómulo Betancourt, Raúl Leoni o Rafael Caldera, y comías en una mesita igual que ellos, por 4 bolívares. Había una convivencia".
Bocaranda y Arroyo se conocieron gracias al fallecido Simón Alberto Consalvi, primo del primero y mentor del segundo. Juntos marcaron una ruta que se pasea por medio siglo de la historia reciente venezolana, con especial énfasis en los últimos 16 años. Hay revelaciones. Hay humor. Hay información. La columna vertebral del libro es, cómo no, Hugo Chávez.
-¿Por qué lo más importante de 53 años años de trayectoria es haber revelado la enfermedad de un presidente?
-Cobra más importancia porque cada vez hay menos medios, menos libertad y menos información. Traspasar esa frontera de secreto que se tejió en torno a él, obligarlo casi a que lo dijera públicamente cuando lo quisieron esconder, creo que ha sido mi mejor tubazo. Me ha tocado en otros momentos, pero nunca con esa importancia. Haberlo hecho con delicadeza, por cierto, me ganó el respeto de ellos. Tengo esas fuentes todavía. Cuando los convoque a la presentación, espero que vaya alguno (risas).
-Es decir, que no fue una sola fuente...
-No hubo un informante único. En la red o telaraña que me ha tocado tejer se unieron fuentes de un lado y del otro. Y confirmaba, claro, porque también hay que estar pendiente de los peines que le pusieran a uno, para que uno dijera algo que no fuera verdad.
-¿Se considera usted un periodista privilegiado?
-Este año que estuve en el congreso mundial de Twitter, al que me invitaron porque supuestamente yo había ayudado al crecimiento de la red en el país, me explicaron que uno ahora se convirtió en un medio. Y yo como medio informo libremente. En las empresas en las que trabajo, bien sea radio o prensa, no me censuran, por ahora, porque ellos ganan también, ya que incrementan sus audiencias. Sin embargo, en gobiernos como este, uno tiene la espada de Damocles arriba. Con una llamada, los dueños de medios deben cumplir la orden, militarmente, con los pies juntos. Mientras pueda, seguiré informando.
-¿Cómo califica este momento del periodismo?
-Como el momento más oscuro que haya tenido. Yo no viví la censura de Marcos Pérez Jiménez, y sé que la hubo, pues era una dictadora. Me tocó, sí, en tiempo pasado, en la emisora Kys FM, en la que no podía hablar de Blanca Ibáñez. Yo era amigo de Lusinchi, no de ella. Pero antes los gobiernos democráticos no tenían tantos medios a su disposición. Ahora hay una hegemonía comunicacional oficialista.
-Son momentos difíciles, pero la luz puede aparecer en cualquier momento para que reconstruyamos el país y la profesión. El periodismo sigue vibrando, a pesar de todo esto. En Internet encuentras medios, o las mismas redes, que siguen diciendo verdades.
@JGpunto
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