Tomado de "Correo del Orinoco", Caracas
Lunes
1 de julio de 2013
Por eso claudicó ante la oligarquía, afirmó
Historiador Manuel Carrero sostiene que Páez no
logró entrar en el corazón del pueblo
16 junio 2013 |
El analista cuestiona la tesis que adjudica al prócer el rol de fundador de la República,
después del desmembramiento de la Gran Colombia. Sostiene que el héroe llanero
sucumbió a los halagos.
después del desmembramiento de la Gran Colombia. Sostiene que el héroe llanero
sucumbió a los halagos.
Para Carrero, este ejercicio imaginativo sobre las circunstancias que rodearon al héroe
puede ser válido para comprenderlo, aunque no para justificarlo. Sin embargo, piensa
que todavía queda mucho por dilucidar sobre esta controversial figura, cuyas hazañas
guerreras primero, y su rol en el fracaso del sueño bolivariano de la Gran Colombia
después, le otorgan un rol protagónico en el proceso histórico venezolano posterior
a la Guerra de Independencia. También como pieza clave en la apropiación del poder
político y económico por parte de la oligarquía criolla.
Carrero considera que el general Páez, al traicionar los ideales de Bolívar, al convertirse en un rico latifundista, al darles la espalda a sus antiguos compañeros de armas y al sucumbir ante los halagos de la oligarquía criolla, se alejó del corazón del pueblo. Su papel en la historia no es el de un líder reivindicador como Bolívar o Ezequiel Zamora.
“Páez, por su origen, pudo haber sido, como lo fue Zamora, un objeto de adoración en los altares de los pobres, y sin embargo no lo es. Ese hombre no logró entrar en el corazón del pueblo. El pueblo llano no se identifica con Páez, quien pudo ser un ejemplo, pero cuando se le sigue la trayectoria, cualquiera dice ‘yo no quiero terminar así’. Por conocimiento y hasta por inclusión el hombre termina torciendo el camino, y al torcerlo quiebra los escenarios planteados por el Libertador”, señala.
Carrero, tachirense graduado en historia en el Instituto Pedagógico de Caracas, es autor de un estudio sobre Cipriano Castro, personaje a quien reivindica. Fue secretario ejecutivo de la comisión encargada de trasladar desde Capacho los restos de Castro al Panteón Nacional, durante la gestión del comandante Hugo Rafael Chávez Frías, y fue director del Archivo General de la Nación.
De Cipriano Castro afirma que posee argumentaciones de historiadores “no castristas”, como Elías Pino Iturrieta, o del escritor valenciano José Rafael Pocaterra, y referencias intelectuales como la de Mario Briceño Iragorry, un conservador, quienes le reconocieron al caudillo andino su sentido de patria y su postura de defensa de lo nacional venezolano.
PÁEZ, EL JEFE
Carrera tipifica a Páez como una figura realmente extraordinaria, como guerrero y como humano.
“Páez no fue más allá porque le faltó la formación”, indica. “Era un venezolano del llano, lo que le da una especificidad. Para muchas cosas del llano hay que ser llanero. Un caraqueño, un zuliano, eso no calza. No pueden. El llano no lo admite si no se somete a su naturaleza. En cambio el llanero ha podido vivir allí porque asumió que la naturaleza del llano es así, y entonces está subordinado. Páez era una figura del llano modelada por el llano, fraguada por el llano, perfilada por el llano, y sus grandes éxitos estuvieron en el llano o en tierra ‘allanerada’, para decirlo así, hasta Carabobo”.
El historiador identifica tres o cuatro momentos en la vida del prócer nacido en Curpa, estado Portuguesa. La primera es la de su infancia y juventud un tanto desconocida. Páez tampoco se refirió a esta etapa en su autobiografía. Apenas se tienen relatos y episodios como aquel del asalto en un poblado del estado Yaracuy, donde Páez mató a uno de los agresores y tuvo que huir hacia los llanos, hasta internarse en el hato La Calzada de Manuel Antonio Pulido. En este hato, bajo las órdenes de Manuelote, un caporal que lo trata sin misericordia (Páez tiene que lavarle los pies y cortarle las uñas), se templa su carácter y se hace un hombre diestro en las duras faena llaneras.
Un pasaje poco conocido de la vida de Páez detalla que vivió en el estado Mérida, asienta Carrero. Y Bailadores, al final del siglo XIX, se llamó Villa Páez, ya que él estuvo por allí. Pero en 1816 se produjo un hecho decisivo. Páez lo recoge en sus memorias.
“Él dice en sus memoria que quizá el hecho más significativo fue cuando en 1816 se creó una Junta de Gobierno por los lados de Guasdualito, formada por venezolanos y neogranadinos, presidida por Fernando Serrano, quien había sido gobernador de Pamplona. Serrano convocó, en La Trinidad de Orichuna, poblado apureño, a una reunión y armaron un gobierno en el que estaba Francisco de Paula Santander, que era el jefe militar. Entonces los venezolanos vieron que aquello como que no funcionaba, y le reconocieron la jefatura militar a Páez. Esto desde luego no le gustó a Santander y hay autores que sostienen que la ruptura de la Gran Colombia se inició antes de que existiera la República de Colombia. Lo cierto es que Páez, ya por ahí en 1816, 1817, era una figura de talento extraordinario. En enero del año 1818 él y Bolívar se entrevistan en el hato Cañafistola. Él reconoce a Bolívar y Bolívar, conocedor de la fama de Páez, le reconoce lo que había hecho y su condición de jefe. Entonces lo va incorporando en sus planes de guerra”, expresa Carrero.
La participación de Páez en la batalla de Carabobo, como comandante de la primera división, es determinante. Bolívar lo ascendió a general de división. Pero a partir de Carabobo y de la toma de Puerto Cabello, cuando cayó el último bastión español en suelo venezolano, la carrera de Páez tomó un sentido opuesto, mientras Bolívar lleva su espada libertadora por las regiones del sur. Carrero considera que, hasta Carabobo, Páez es una figura patriota.
LAS INTRIGAS
Luego de la conquista de la Independencia, Páez se encuentra en una situación que a juicio de Carrera ha sido poco analizada. Venezuela es parte de la Gran Colombia. Los comerciantes de vieja data, las casas de negocios criollas y foráneas cercanas a los puertos, los vendedores de armas y los grupos de poder, buscan insertarse en la nueva realidad. Por aquellos años se inició una seguidilla de acontecimientos, de conjuras contra Bolívar, de pugnas por el poder que van a concluir en 1830 con la prohibición de entrada de Bolívar a suelo venezolano, y luego la separación de Venezuela de la Gran Colombia y el nombramiento de Páez como Presidente.
“Ya para 1825, 1826, con la amenaza de que España pudiera preparar una invasión”, expone, “desde Bogotá se ordena un reclutamiento y parece que aquí se hizo a ‘la troche y moche’. Entonces la municipalidad de Caracas acusa a Páez ante el gobierno de Bogotá de haber sido arbitrario y bárbaro en la manera de hacer el reclutamiento. Yo supongo que había allí muchos dolores por lo que Páez ya venía haciendo del desacato a las ideas de Bolívar, y por otro lado había otra gente interesada en armar brollos”.
Entre las causas analizadas por los historiadores para explicar el desmembramiento de la Gran Colombia se citan las grandes distancias: una carta de Caracas a Bogotá debía navegar por el Caribe, bajar por Barranquilla, tomar el río Magdalena y continuar por tierra. Otro argumento es que el pueblo venezolano era sumamente levantisco, al contrario del neogranadino. Por otro lado estaba el patriciado bogotano. Ellos se consideraban reino, mientras que Venezuela había sido una capitanía general.
“Entonces resulta que en ese contexto viene la ruptura… Hay tres hombres, tres consejeros, que pesan mucho en eso: Miguel Peña, Pedro José Rojas y Ángel Quintero, fueron los tres que asesoraron a Páez. Miguel Peña, valenciano, va a ser sumamente importante. Pero no fue por Miguel Peña, son los intereses de los grupos oligárquicos de Caracas, de Valencia y otras partes”, sostiene Carrero.
-¿Y la enemistad con Santander…?.
-Desde luego, a Páez lo llaman a Bogotá y entonces Peña le dice que si va a ir para allá para que le hagan igual que lo que hicieron con el negro Infante, a quien lo fusilaron; le dicen que el patriciado bogotano no lo quiere y le recuerdan que desacató a Santander hace 10 años. Entonces por ahí hay una cantidad de abordajes paralelos al problema de la disolución de la Gran Colombia.
LA ADULANCIA DEL RICO
Para Carrero hay otras figuras, escasamente estudiadas, que jugaron un rol decisivo; es el caso de Robert Ker Porter, agente diplomático de Londres en Caracas, quien también aconsejaba a Páez. Para 1828 y 1829 prácticamente la ruptura con la Gran Colombia era un hecho. Páez solo esperaba la ocasión propicia.
“Así que cuando uno ve esto de Chávez y el antichavismo, eso no es nada nuevo. Aquí se persiguió a los bolivarianos en tiempo de Bolívar. Cuando los escuálidos llaman a los chavistas chaburros y brutos y analfabetos, eso ya ha pasado antes. Son odios que se van generando por posiciones y cuando ya no se tienen razones se buscan la ofensa y la agresión. Eso pasó en tiempos de Guzmán Blanco, pasó en tiempos del general Castro, en tiempo de Gómez y en tiempos de Pérez Jiménez. Son odios políticos que se aplacan con el tiempo. Entonces en el año 1829 ya eso estaba roto (la unión de la Gran Colombia).
-¿Usted cree que la oligarquía utilizó a Páez valiéndose de su prestigio militar?
-Yo estoy convencido de eso. A Páez no le daba la inteligencia que tenía para alcanzar la visión de Bolívar. Y no es que por eso se vaya a crucificar a Páez, solo que hay que ponerlo así, en términos de comprender el problema. Páez concreta la ruptura, ¿y qué hace? Lo rodea toda esta oligarquía. Aparece un grupo muy importante: el de Los Amigos del País para el desarrollo del comercio, pero para desarrollar el comercio había que controlar la política y para controlar la política; en este caso, había que controlar a Páez. Lo llevan a las grandes mansiones ,con alfombras, piano, con mozos de librea, con guantes, a sentarse en las mesas donde hay porcelana europea, y copas de cristal afamado, buenos licores. Le hacen la venia, le rindes honores y tributos y Páez, que digamos tenía una relativa constitución moral, pues fue siendo absorbido por aquel mantuanaje trambucado ahora en clases representativas de la sociedad venezolana. Yo me imagino a aquel hombre que 10 años atrás era casi analfabeto, un campesino que calzaba alpargatas, que vestía quizá franela, un garrasí…
-Que comía carne en vara…
-Claro, con aquella vida de campesino, cómo sería la vida de aquel hombre rodeado de ministros, adulantes, quien sabe cuántas mujeres se le ofrecían.
-Seguramente le dijeron: “Tú eres más grande que Bolívar…”
-Seguramente. Tenía 41 años, era un muchacho todavía. Entonces, ¿cómo sería aquel hombre desenvolviéndose en una mansión, rodeado de la adulancia que sabe hacer el rico cuando quiere algo del pobre? Entonces a aquel muchacho que a los 30 años estaba echando plomo por ahí, a lomo de caballo, comiendo carne sin sal, durmiendo sobre un cuero; aquel muchacho que 20 años atrás quizá no tenía ni futuro, tienen que haberle creado toda una aureola. Yo creo que ese es un Páez que comienza a ver las cosas de otra manera. Y empieza a ver que la pobreza es tiempo pasado, y con ese tiempo pasado de la pobreza brotó también el comedimiento por los pobres. Hay una autor francés, André Malraux, que dice que probablemente nadie odia tanto la pobreza como el pobre que ha podido salir de ella.
Carrero se muestra en desacuerdo con la postura de historiadores clásicos que sostienen que Páez fue el creador de la república, por encima de figuras como Santos Michelena, Aranda y Diego Bautista Urbaneja, a quienes les adjudica el mérito de crear las instituciones republicanas, junto a eminentes juristas y pensadores.
LA GLORIA MARCHITA
Para Carrero, Páez -ahora como propietario de hatos y haciendas, con peones y servidumbre- entró en contradicción con la otra Venezuela, porque él ahora era parte de la élite económica. Entonces, al negociar con otros países, con casas comerciales, defendía sus propios intereses, cuando 15 años atrás “era un pelagato”.
“Era un hombre cautivo del mercado capitalista y de la idea capitalista. Se encontraba no solamente negociando políticamente por los hacendados y productores, sino por él mismo como hacendado y productor. Entonces se inserto sin darse cuenta en el sistema capitalista, y digo sistema y mercado capitalista porque era el sistema que lo iba arropando”, sostiene.
-¿Cómo la historia conservadora ha visto a Páez? ¿Se ajusta al héroe que a ellos les conviene?
-Durante el siglo XIX hubo una corriente de historia que fue narrativa, una historia providencialista, carente de crítica. Los historiadores no positivistas aparecen más bien después de los años 50 del siglo pasado. Empiezan a ver realmente las profundidades de estos procesos y es lógico que la corriente de los positivistas viera a un hombre como Páez, que se mitifica y vive 40 años más que Bolívar. Dicen que Bolívar fue el Libertador por título, pero Páez es el que construye la república. Ellos se conforman con ver a Páez como el que abrió esa institucionalidad; entonces le suman una serie de atributos que se corresponde con la causa material de ellos.
Otra faceta que atrae a Carrero del héroe llanero es la del hombre ya viejo, al final de sus días, hecho añicos y en medio de la gloria marchita, opacada cuando se arrojó a las fauces de la oligarquía, que traicionó los ideales de Simón Bolívar. Para el historiador, aquel hombre careado con la historia “tiene que haber llegado a un examen de conciencia y haberse visto como una farsa de lo que fue”.
-¿Usted cree que Páez sigue siendo un reto para los historiadores?
-Yo creo que sí. Sobre Páez no es mucho lo que se ha escrito. Se necesita una obra que trabaje sobre Páez en el contexto de su tiempo: Páez atrapado en el sistema capitalista, Páez atrapado en las oligarquías comerciales, Páez atrapado en la casta militar. La constitucionalidad moral de Páez, que era frágil, quedó hecha añicos y debe haberse encontrado en algún momento preguntándose: ¿qué hice yo?.Ya no puedo regresar. Y tuvo que zumbarse por el camino del medio.
-Pero él estuvo de acuerdo…
-Claro, de otra manera no hubiese podido llegar allí; por eso digo que tuvo una constitucionalidad moral muy frágil. Después de haber pasado por las condiciones difíciles de pobreza, un hombre de 40 años que está a las puertas del poder seguro que dijo: “aquí lo mejor es asegurar esto”. Tenía otros intereses y esos intereses quedaron demostrados a lo largo de su vida pública.
Plantea Carrero que en la visión y en el horizonte de Páez no figuraban la noción de soberanía y de la grandeza de la patria. La patria comenzaba con él. Primero estaban sus riquezas.
“Es decir, Páez fue un eslabón más; quien tenía los sueños de grandeza era Bolívar. Sueños de soberanía, de unión, de libertad, y que veía aquello clarito. Bolívar era un hombre ilustrado y había estado en Europa. Es lamentable que un hombre (Páez), de una gran trayectoria militar, no cristalizara” como figura al servicio de un ideal, confiesa Carrero.
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