Hoy y Después en Valencia
ALFREDO FERMÍN
afermin@el-carabobeno.com
El Carabobeño 5 de agosto 2012
Hemos perdido buena parte del patrimonio púbico, pero también ha desaparecido el patrimonio privado, sobre todo el de obras de arte que integraron magníficas colecciones.
El doctor Jorge Lizarraga, médico de prestigio, tanto que en vida le dieron su nombre al Hopital de Niños del Hospital Central, tenía una colección de pintura en la cual había maestros franceses y artistas venezolanos del siglo XIX. En su residencia de la calle Independencia conservaba el fragmento de una pared, pintada por Arturo Michelena en una casona que iba a ser demolida. Esa colección desapareció y no se ha tenido noticia de dónde se encuentra.
TODO SE PERDIÓ
El caso más lamentable fue el de la colección de Luis Eduardo Chávez, quien se encargó de convertir el Salón Michelena en una confrontación nacional. Tenía en su bella residencia situada en Mañongo, donde ahora está un Farmatodo, un verdadero museo. De sus paredes colgaban cuadros de Michelena, Tovar y Tovar. Emilio Boggioo, Armando Reverón, Jacobo Borges, Alejandro Otero, Oswaldo Vigas y paremos de contar. Había muebles antiguos, lámparas que, según decía, habían pertenecido a las Aristigueta, primas muy queridas del Libertador Simón Bolívar. El comedor estaba decorado con platos que pertenecieron a las vajillas de José Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco, Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez y otros presidentes de la República. Contaba con una colección increíble de artistas ingénuos, cuando éstos no estaban de moda. Decoraban un salón con vista al jardín que Luis Eduardo, con su característico buen humor, llamaba el Salón de la Tapara. El artista falleció repentinamente, y familiares suyos, sin consultar, se llevaron aquel tesoro a Caracas, donde lo vendieron a precio de gallina flaca para felicidad de los anticuarios.
Lo lamentable de todo esto fue que toda la colección fue donada por Luis Eduardo Chávez al Ateneo de Valencia y no hubo tiempo para tomar posesión de la cuantiosa herencia. Dicen que la mayoría de las piezas está en el exterior. Debe ser cierto, porque más nunca volvimos a ver obras maestras que reconoceríamos en cualquier parte.
BELLOS CUADROS
Tuvimos la felicidad de conocer a Cila Navarrete, en cuya casa situada en la calle Rondón, al lado de la familia Marrero Arcay, conservaba unos cuadros bellísimo de Carlos Rivero Sanavria, artista nacido en Caracas en 1864 y fallecido en 1915 que estudio en París junto con Michelena y Cristóbal Rojas.
El pintor realizó cuadros de próceres de la independencia bien dibujados y coloreados. En los últimos quince años de su vida se dedicó a pintar bodegones, naturalezas muertas y paisajes que realizaba postrado en una cama, ayudado por un espejo colocado en el techo, porque solo podía mover el cuello y las manos.
Nila Navarrete poseía por los menos, seis de esos cuadros que habían pertenecido a su padre, el oftalmólogo Rafael Navarrete Serrano. Las pinturas con flores, duraznos y otras frutas eran un espectáculo que iluminaba la bonita residencia de aquella gentil dama, admiradora ferviente del cantante Lucho Gatica, quien la nombró madrina de su primer hijo, según nos contó el famoso bolerista.
En una oportunidad le informamos que la Galería de Arte Nacional estaba interesada en esos cuadros.Vendió uno y quedaron los otros que desaparecieron después que sufrió un derrame cerebral. Quedamos con la nostalgia de volver a ver aquellos cuadros deslumbradores. Y nunca más se supo de ellos.
DOS BANCOS
Es que todo está desapareciendo en Valencia y a nadie le importa la ciudad. La gente sabe que ocurren cosas, pero no dice nada o pide, a los periodistas, que lo digan, con el ruego de que “no me nombres porque no quiero problemas”.
Hace algunos años, cuando remodelaron el edificio del Banco de Venezuela en la calle Libertad cruce con Díaz Moreno, derribaron a mandarriazos unos frescos que había pintado el maestro Eulalio Toledo Tovar. Narraban la evolución histórica de Valencia desde la época prehispánica hasta el establecimiento de la Zona Industrial. El banco argumentó que, siendo esos murales de su propiedad, podía hacer con ellos lo que quisiera, y santa palabras.
Con ese mal ejemplo era evidente que no se iban a salvar los hermosos murales que pintó el maestro Braulio Salazar, comenzando la década de 1950 en en el antiguo Banco Carabobo, después Consolidado y últimamente Corpbanca, en la calle Colombia cruce con Díaz Moreno.
La planta baja, al fondo de las taquillas, estaba decorada con un mural dedicado al trabajo en donde el maestro Braulio plasmó personajes surrealistas, con aires románticos en los que la fuerza la proporcionaba un intenso colorido que no fue frecuente en su obra. En la segunda planta, en las oficinas de la gerencia, había otros murales poéticos que testimoniaban la maestría adquirida de los muralistas Orozco, Rivera cuando vivió en México.
Cuando supirmos que el banco lo mudaron y que el edificio lo estaban vendiendo, visitamos a una autoridad de la ciudad con la esperanza de que pudiera intervenir para salvar los hermosos murales. Nos informó que no había nada que hacer. Los nuevos propietarios, lo primero que hicieron fue desaparecer con pintura industrial, los murales del maestro Braulio Salazar. Como decía nuestro inolvidable primer arzobispo, Luis Eduardo Henríquez: Valencia es ingrata, es una ciudad que olvida pronto lo bueno y lo malo.
ALGO BUENO
Entre tanta desolación, nos satisface la información de que la Alcaldía de Valencia está ofreciendo incentivos a los inversionistas para construir atractivos en el centro. Se nos ha informado que Marcos Meléndez, presidente de Induval, ha invitado para el próximo martes, a representantes de la Cámara de Industriales, Cámara de Comercio, Cámara de la Construcción y otros organismos privados, para informarles que su despacho dará incentivos fiscales y jurídicos a quienes inviertan en el centro de la ciudad para construir restaurantes, cafés, bares, boutiques y otros lugares atractivos para el turismo.
La oferta incluye proyectos para viviendas con la finalidad de lograr que la gente vuelva a vivir en el centro. Se promete además, la creación de una policía especial para brindar seguridad. Dios quiera que el proyecto tenga respaldo del sector privado. Eso es lo que hace falta, si queremos conservar lo que queda del casco histórico de Valencia .
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