Sesquipedalia
Notitarde 21 de agosto de 2012
Atrocidades cometidas por militares
Humberto Seijas Pittaluga
Una noticia que fue reportada la semana pasada de manera muy destacada
por los diarios europeos, especialmente los italianos, tiene que ver con el
intento de algunos grupos neofascistas de reivindicar la memoria de un
genocida. Sucede que los ediles de Affile, un pueblo al sur de Roma, votaron la
erección de un memorial, cuyo costo sobrepasa los 130.000 euros a ser erogado
de los fondos municipales —cuando ya habían tenido que hacer recortes drásticos en
los presupuestos de los servicios públicos— para honrar al mariscal Rodolfo Graziani, originario
de ese pueblo. El alcalde local declaró que
esperaba que el monumento llegase a ser “tan famoso y tan popular como
Predappio”, el lugar de nacimiento de Mussolini y donde se encuentra su tumba;
lugar que se ha convertido en un lugar de peregrinación para los neofascistas.
El mariscal Graziani se ganó el remoquete de "carnicero de
Fezzan" porque en 1928, cuando estuvo a cargo de las fuerzas italianas en
Libia, estableció campos de concentración donde mandó a fusilar o dejo morir de
enfermedades a miles de libios. Después, en 1935, cuando Italia invadió
Etiopía, Graziani, quien era comandante nuevamente, dio la orden de usar gas
venenoso contra los adversarios a pesar de que Italia era signataria de los
tratados que prohíben su empleo. También ordenó la matanza de los monjes de
Debre Libanos y un buen número de peregrinos que estaban en ese monasterio
porque estaba convencido de que los monjes querían atentar contra su vida. Pero
su desempeño más crucial fue cuando il
Duce —luego de ser rescatado de su prisión en el Gran Sasso por Skorzeny y sus paracaidistas alemanes— creó una república
títere en Salo, cerca de Milán, y nombró a Graziani ministro de guerra. Desde ese cargo, elaboró un decreto que disponía
el reclutamiento forzado de los varones italianos y la ejecución de quienes se
rehusaran a servir. Muchos fueron asesinados como resultado. Toda esa
trayectoria como criminal de guerra le valió la condena de un tribunal militar
italiano en 1948.
Pero no solo los mariscales cometen crímenes de guerra; hay que recordar
que en 1968, un teniente del Ejército de Estados Unidos, William
Calley perpetró una matanza
de ancianos, mujeres y niños en My Lai durante la Guerra de
Vietnam. La versión oficial hablaba de unos 120 muertos, pero otras
fuentes mencionan números entre 300 y 400.
Dicho teniente, fue juzgado en una corte marcial y condenado por esos
actos.
Lo malo con las condenas en tribunales
nacionales a crímenes de lesa humanidad es que la politiquería y el patrioterismo
pueden meter la mano —y lo hacen con harta frecuencia. El mariscal Graziani
pagó solo dos años de los 19 a los que fue sentenciado; Calley solo permaneció
tres años detenido pues fue indultado por Nixon.
Esas decisiones —y otras parecidas— clamaban
justicia y, por eso, desde 1998, además de los tribunales nacionales de cada
país, los agraviados cuentan con la Corte Penal Internacional de La Haya. Por ella
han pasado los culpables de guerra de los Balcanes, con su insólita y absurda
“limpieza étnica” (y religiosa). El expresidente Milosevic y sus generales Karadzic
y Mladic —que dirigieron la campaña xenófoba de exaltación nacionalista serbia
que convirtió en ciudadanos de segunda y asesinó a eslovenos, croatas, bosnios
y kosovares— tuvieron que presentarse ante esa corte. Actualmente hay casos
abiertos contra gobernantes y militares africanos que han sembrado la división y la xenofobia en sus países para, así,
eliminar toda forma seria de oposición y de crítica y poder mantenerse en el
poder. Hay casos actualmente referidos a crímenes en el Congo, Kenia, Uganda, Costa
de Marfil, Libia y Sudán. Este último país merece especial mención porque su
presidente, Omar al-Bashir, es
uno de los indiciados porque es responsable por la muerte de más de 400 mil
sudaneses en la región de Darfur. Por cierto, el presidente saliente y
candidato del comunismo en Venezuela se jacta de ser su amigo; uno más en la
lista de leprosos internacionales con los que se junta. Al-Bashir fue el primer
jefe
de Estado en ejercicio acusado ante la Corte Internacional.[. Pero no es el único…
Todas estas explicaciones las escribo
hoy porque no está de más alertar a los venezolanos de las posibles acciones
que debamos tomar como consecuencia de un fulano “Plan B” que dicen por ahí que
tienen previsto los actuales altos mandos militares (con la bendición del “altísimo”)
para desconocer el inminente triunfo de Capriles en octubre. Pareciera que en
su afán de mantenerse en sus privilegiadas posiciones —donde no los alcanza la
parcializada justicia venezolana encabezada por la sesgada Luisa Stella, pero
dirigida desde Miraflores— no tendrían empacho en utilizar a la mal nacida
milicia para, con sangre y fuego, hacer nugatoria la voluntad política de la
mayoría. Que ni lo intenten…
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