Hoy y Después en Valencia
Alfredo Fermín
afermin@el-carabobeno.com
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Era lunes al mediodía y caminábamos del Capitolio a la Catedral. Pasamos por el antiguo Banco Consolidado, después Corpbanca, en la esquina de la calle Colombia con Díaz Moreno, y constatamos que los murales pintados por el maestro Braulio fueron destruidos durante la refacción que se hace al edificio para instalar una zapatería.Nadie dijo nada sobre este desprecio al patrimonio de la ciudad, por lo cual inversionistas extranjeros continuarán arrasando lo que nos queda, con el silencio complaciente.
No obstante la tristeza que produce confirmar que nunca más volveremos a ver aquellas magníficas y luminosas pinturas, sentíamos que algo fuera de lo cotidiano estaba en el ambiente hasta cuando llegamos a la plaza Bolívar cruce con el bulevar Constitución. Fue allí donde nos dimos cuenta de que los buhoneros, que destruyen nuestra ciudad como un cáncer, habían desaparecido.
Era la propia Valencia de nuestros años mozos, en la que podíamos divisar el burgo de San Blas con su histórico Puente Morillo. El Libertador, coronando el majestuoso Monolito surgía entre los árboles como una visión, señalando al Campo de Carabobo donde en tiempo récord logró que Venezuela fuese un país libre. Había brisa proveniente del abra de Las Trincheras y, a nuestras espaldas, los cerros de Los Colorados, El Calvario y La Guacamaya, ahora cubiertos de ese intenso verdor tan valenciano.
92 Años De Feo Caballero
La gente se veía feliz, transitando libremente como en una ciudad que se respeta. Nos prometimos escribir una crónica alabando la decisión del alcalde Edgardo Parra de poner a Valencia como en un sueño. ¿Cuándo ocurrió esto, que no sabíamos? Nos preguntábamos mientras caminábamos a la Casa del general José Antonio Páez, donde celebraríamos los 92 años del patriarca de la ciudad, don Oswaldo Feo Caballero.
Fue un rato demasiado agradable. Oswaldo, rodeado de tanta gente que lo quiere, de los miembros del grupo de Excursionistas de Valencia, fundado por él como pionero del excursionismo, nos deleitaba con los recuerdos de su prodigiosa memoria mientras las voces privilegiadas del tenor Angel Linares y Margarita Marrero cantaban "Naranjas de Valencia" y otras canciones de la valenciana María Luisa Escobar, acompañados de una acoplada Rondalla, de variado repertorio, con sus miembros usando trajes típicos de las Islas Canarias. El deleite fue avivado por los cócteles Amor sin fin, Noche de Cariaprima y Fúgate conmigo, elaborados con las recetas que el cumpleañero heredó de su abuelo el farmaceuta don Pancho Feo. La torta fue una exquisita combinación de harina refinada con zanahoria y nueces, tan grande que alcanzó para todos.
La Realidad
El miércoles regresamos al centro y quedamos impactados porque lo que habíamos visto fue una ilusión. Allí estaba el tumulto de los buhoneros, con tantas consideraciones que no trabajan los días mas flojos de la semana, lunes y martes, y tienen los restantes para hacer lo que les da su real gana.
Ya no hay un pequeño espacio por donde se pueda caminar, porque ya no tienen tarantines sino almacenes, y los comerciantes formales, en revancha, exhiben camas, lavadoras, televisores, muebles, colchones, en plena vía. Pero lo más asombroso es el exceso de ventas de comidas que van desde perros calientes, hamburguesas y ”choripanes” a sancochos, cachapas y arepas rellenas hechas en el medio de la calle, como si no hubiese autoridades que velen por la salud. Detrás de todo este inmenso negocio deben estar algunos “peces gordos”, porque no creemos que se pueda permitir, gratuitamente, la confección de alimentos donde no hay agua potable ni servicios sanitarios.
El repollo y la cebolla para lo que llaman “comida chatarra” los pican en unos envases plásticos, donde vienen la mayonesa y la salsa de tomate, cortados en la parte superior que se ven mugrosos, por falta de agua. Los vendedores andan en chancletas y algunos tienen tiempo que no se cortan ni el pelo ni las uñas.
¿En qué clase de sociedad estamos viviendo? Aceptando que a esa gente se le da permiso de trabajar para disminuir el desempleo, no puede justificarse -de ninguna manera- el expendio de alimentos sin ningún tipo de normas de higiene. ¿Esperamos que se presente una epidemia de disentería o de cólera para tomar medidas sanitarias?
Sesquicentenario
El 16 de agosto se cumplieron 149 años de que, en la iglesia de Naguanagua, la familia López cumple de manera ininterrumpida la promesa de rendir homenaje a Nuestra Señora de Begoña.
La tradición la inició el general Hermógenes López de Herrera cuando fue herido gravemente en la Batalla de Guaparo (1862). Estando en peligro de muerte le pidió a La Begoña su salvación, con la promesa de que un día después de su fiesta él y sus descendientes le ofrendarían una misa y procesión.
El general López se salvó y tuvo una vida muy exitosa. Fue presidente del estado Carabobo en cuatro oportunidades y es el único carabobeño que ha sido Presidente de la República, 1887-1888.
Luego de su muerte, la tradición la siguió su hijo Luis Felipe López Meleán, doctor en Leyes e internacionalista, quien integró el equipo de abogados que defendió a Venezuela en el reclamo inicial del Esequibo, y en la inmediata protesta al Laudo Arbitral de París de 1899. Continuó el muy recordado valenciano don Hermógenes López Lugo, empresario que destacó como senador de la República en cuatro períodos constitucionales.
Cuando falleció don Hermógenes la tradición la mantuvo su hijo Luis Felipe López Fraíno, doctor en leyes y miembro correspondiente de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales de Venezuela. A su hijo Luis Felipe López Domínguez le corresponderá coordinar la celebración de los 150 años de la bonita tradición que, cada 16 de agosto, reúne a una distinguida representación de la sociedad valenciana.
Siendo el sesquicentenario de una de las tradiciones ininterrumpidas más antiguas de Naguanagua, el concejo y la alcaldía de este municipio están en la obligación de celebrarla con entusiasmo y reconocimiento. Se podría realizar una sesión solemne de ambos organismos, una exposición pictórica y fotográfica que muestre aspectos de Naguanagua en este siglo y medio, y actividades festivas que serían muy bien recibidas.
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