Más pírrico serás tú
- Antonio A. Herrera-Vaillant (Notitarde / )
Antonio A. Herrera-Vaillant
El occiso se burlaba de victorias opositoras como “pírricas” y “de m...”. El pasado domingo sus restos amortiguaron un batacazo decisivo a punta de abusos y censuras... pero queda claro que en Venezuela, por más que lo sueñen algunos de lado y lado, ninguno de los dos bandos podrá borrar al otro.
El aparato personalista y demagógico entroniza- do aquí se parece mucho a otras hegemonías latinoamericanas que se perpetuaron en el poder mediante la polarización y el abuso de los resortes del Estado: un ejemplo, el viejo PRI mexicano, el peronismo, y lo que aquí ocurrió entre 1945-48. Pero la irreductible resistencia del tenaz factor democrático frustra toda pretensión totalitaria.
Es difícil calibrar el efecto final de un proceso electoral efectuado con ventajismo descarado, obsceno peculado de uso, medios adocenados, coacción y apoyo armado; donde todos los poderes del Estado son cómplices de cuanto abuso se denuncia.
Pero a pesar de los atropellos y de la servil colaboración de toda la televisión, los rojos aquí apenas arañaron una precaria y maquillada paridad. Dominan municipios rústicos que dependen casi por entero del presupuesto central, pero bien lejos estamos de un sistema cubano en que casi un 100% de los votos son para el régimen. Medio país -como mínimo- insiste en democracia.
Los delirantes fanáticos que disfrazan al sistema de civil deberían comprender el peligro que corren: Su “poder” se erosiona indeteniblemente, apenas pegado con la saliva de loro de un mercenario apoyo castrense.
Roto el mito de la popularidad “hegemónica”, les conviene deponer su resentida prepotencia, su dogmatismo e intolerancia, para responsablemente iniciar un gran diálogo nacional que saque al país del marasmo económico, político y social; y que abra espacios al respeto y las plenas garantías para toda tendencia, incluso -algún día- la de ellos.
La semana pasada el ocupante de Miraflores habló de abrir puertas al diálogo; pero el domingo en la noche, los capos de la mafia -otra vez- le enmendaron la plana. Desechó la opción de responsabilidad é institucionalización civilizada, exigió que la oposición cambie a sus dirigentes, y con eso desnudó ante el mundo el visceral terror que le tienen al civilista Capriles y a la MUD.
¿Pretenderán seguir aislados, habilitados y con pocas habilidades, ante la catástrofe que se avecina? Parecen olvidar el final del otro intento hegemónico cívico-militar en Venezuela.
¿Buscarán dialogar cuando sus hoy aliados militares prescindan de su bla-bla-bla y las botas desplacen a los votos? Quizás entonces sea demasiado tarde.
El aparato personalista y demagógico entroniza- do aquí se parece mucho a otras hegemonías latinoamericanas que se perpetuaron en el poder mediante la polarización y el abuso de los resortes del Estado: un ejemplo, el viejo PRI mexicano, el peronismo, y lo que aquí ocurrió entre 1945-48. Pero la irreductible resistencia del tenaz factor democrático frustra toda pretensión totalitaria.
Es difícil calibrar el efecto final de un proceso electoral efectuado con ventajismo descarado, obsceno peculado de uso, medios adocenados, coacción y apoyo armado; donde todos los poderes del Estado son cómplices de cuanto abuso se denuncia.
Pero a pesar de los atropellos y de la servil colaboración de toda la televisión, los rojos aquí apenas arañaron una precaria y maquillada paridad. Dominan municipios rústicos que dependen casi por entero del presupuesto central, pero bien lejos estamos de un sistema cubano en que casi un 100% de los votos son para el régimen. Medio país -como mínimo- insiste en democracia.
Los delirantes fanáticos que disfrazan al sistema de civil deberían comprender el peligro que corren: Su “poder” se erosiona indeteniblemente, apenas pegado con la saliva de loro de un mercenario apoyo castrense.
Roto el mito de la popularidad “hegemónica”, les conviene deponer su resentida prepotencia, su dogmatismo e intolerancia, para responsablemente iniciar un gran diálogo nacional que saque al país del marasmo económico, político y social; y que abra espacios al respeto y las plenas garantías para toda tendencia, incluso -algún día- la de ellos.
La semana pasada el ocupante de Miraflores habló de abrir puertas al diálogo; pero el domingo en la noche, los capos de la mafia -otra vez- le enmendaron la plana. Desechó la opción de responsabilidad é institucionalización civilizada, exigió que la oposición cambie a sus dirigentes, y con eso desnudó ante el mundo el visceral terror que le tienen al civilista Capriles y a la MUD.
¿Pretenderán seguir aislados, habilitados y con pocas habilidades, ante la catástrofe que se avecina? Parecen olvidar el final del otro intento hegemónico cívico-militar en Venezuela.
¿Buscarán dialogar cuando sus hoy aliados militares prescindan de su bla-bla-bla y las botas desplacen a los votos? Quizás entonces sea demasiado tarde.
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