Albersidades
Descanse en paz
- Columnista, Notitarde, Peter Albers (Notitarde / )
Peter Albers
El hombre más recordado en el mundo, sin duda alguna, es Jesús de Nazaret. Los cristianos, que creemos en lo que los apóstoles dejaron escrito, sabemos que dijo en la Última Cena, luego de partir el pan y bendecir el vino: "Hagan esto en memoria mía". Y mandó a sus apóstoles a regar por el mundo su obra y enseñanzas.
Y mire cómo lo hicieron: Desde hace más de dos mil años, una inmensa pirámide fue creciendo, hasta convertirse en una red de creyentes que hoy cubre el planeta entero. Y todos los días se recuerda su palabra y obra. Todos los días, en toda la Tierra, millones de creyentes recuerdan a Jesús de Nazaret.
Ser recordado puede ser honroso, según la actuación de uno en vida. No es lo mismo recordar a Mahatma Gandhi que recordar a Adolfo Hitler, como recordar a Simón Bolívar no es lo mismo que recordar a Hugo Chávez. El líder de India fue un triunfador a punta de aguante y negación de la violencia, el alemán un perdedor culpable de la vida de millones de seres humanos, de quien sus paisanos hoy no quieren ni oír hablar.
Bolívar fue un héroe que luchó contra el imperio español y, a pesar de la opinión de algunos peruanos, liberó de su dominio a cuatro naciones, que luego serían cinco. De Hugo Chávez, de quien es incómodo hablar por lo aún reciente de su fallecimiento, comienza a difuminarse su imagen de bienhechor. Ingenuos ciudadanos de otros países, hipnotizados por su labia y las sesgadas noticias del poderoso aparato de propaganda de su Gobierno, comienzan a despertar de ese estado hipnótico y a darse cuenta de que todo era puro cuento. La mitad de los venezolanos, que nunca nos dejamos hipnotizar por su labia y hábil propaganda, siempre supimos que todo era puro cuento; la otra mitad comienza ya a sufrir el desengaño tras la ilusión amorosa del líder que mucho prometió y muy poco cumplió.
Es por eso oportuno reflexionar sobre las palabras del Secretario General de la ONU, cuando deseó, en su discurso de despedida a Nelson Mandela, que dejen a éste descansar en paz. Previene así Ban Ki-moon que se manipulen el nombre y la memoria del líder surafricano con sucios fines, en provecho de alguna parcialidad política o intereses inconfesables. ¡Qué bueno hubiera sido que hace un año el diplomático surcoreano hubiera pronunciado las mismas palabras, con ocasión de la muerte de Chávez! De haberlo dicho y haberle hecho caso (cosa que dudo) los dirigentes que han manipulado su imagen para obtener ventajas y beneficios en favor de sus intereses, otra cosa estuviésemos tal vez viviendo los venezolanos. Ni hablar de esperar a que el cómodo Secretario General de la OEA, con su habitual aspecto de acabado de salir de brazos de Morfeo, haya siquiera pensado en pronunciar tal consejo. Su acomodaticio ego lo impide.
El omnipresente, aunque difunto ex presidente venezolano, sigue sin descanso de su alma, obligado como lo han hecho estarlo, a prestar su figura para la promoción de incapaces candidatos a presidente, gobernador, alcalde o concejal, a quienes su propia imagen y personalidad no les alcanza ni para convencer a un esquimal de que la nieve es blanca.
Y las elecciones recién culminadas lo confirman: Ya Chávez como que quiere que lo dejen quieto. Ni un dedo movió dentro de su urna en ayuda de quienes dicen que lo aman, y el fracaso está a la vista, diga lo que diga Maduro.
Y mire cómo lo hicieron: Desde hace más de dos mil años, una inmensa pirámide fue creciendo, hasta convertirse en una red de creyentes que hoy cubre el planeta entero. Y todos los días se recuerda su palabra y obra. Todos los días, en toda la Tierra, millones de creyentes recuerdan a Jesús de Nazaret.
Ser recordado puede ser honroso, según la actuación de uno en vida. No es lo mismo recordar a Mahatma Gandhi que recordar a Adolfo Hitler, como recordar a Simón Bolívar no es lo mismo que recordar a Hugo Chávez. El líder de India fue un triunfador a punta de aguante y negación de la violencia, el alemán un perdedor culpable de la vida de millones de seres humanos, de quien sus paisanos hoy no quieren ni oír hablar.
Bolívar fue un héroe que luchó contra el imperio español y, a pesar de la opinión de algunos peruanos, liberó de su dominio a cuatro naciones, que luego serían cinco. De Hugo Chávez, de quien es incómodo hablar por lo aún reciente de su fallecimiento, comienza a difuminarse su imagen de bienhechor. Ingenuos ciudadanos de otros países, hipnotizados por su labia y las sesgadas noticias del poderoso aparato de propaganda de su Gobierno, comienzan a despertar de ese estado hipnótico y a darse cuenta de que todo era puro cuento. La mitad de los venezolanos, que nunca nos dejamos hipnotizar por su labia y hábil propaganda, siempre supimos que todo era puro cuento; la otra mitad comienza ya a sufrir el desengaño tras la ilusión amorosa del líder que mucho prometió y muy poco cumplió.
Es por eso oportuno reflexionar sobre las palabras del Secretario General de la ONU, cuando deseó, en su discurso de despedida a Nelson Mandela, que dejen a éste descansar en paz. Previene así Ban Ki-moon que se manipulen el nombre y la memoria del líder surafricano con sucios fines, en provecho de alguna parcialidad política o intereses inconfesables. ¡Qué bueno hubiera sido que hace un año el diplomático surcoreano hubiera pronunciado las mismas palabras, con ocasión de la muerte de Chávez! De haberlo dicho y haberle hecho caso (cosa que dudo) los dirigentes que han manipulado su imagen para obtener ventajas y beneficios en favor de sus intereses, otra cosa estuviésemos tal vez viviendo los venezolanos. Ni hablar de esperar a que el cómodo Secretario General de la OEA, con su habitual aspecto de acabado de salir de brazos de Morfeo, haya siquiera pensado en pronunciar tal consejo. Su acomodaticio ego lo impide.
El omnipresente, aunque difunto ex presidente venezolano, sigue sin descanso de su alma, obligado como lo han hecho estarlo, a prestar su figura para la promoción de incapaces candidatos a presidente, gobernador, alcalde o concejal, a quienes su propia imagen y personalidad no les alcanza ni para convencer a un esquimal de que la nieve es blanca.
Y las elecciones recién culminadas lo confirman: Ya Chávez como que quiere que lo dejen quieto. Ni un dedo movió dentro de su urna en ayuda de quienes dicen que lo aman, y el fracaso está a la vista, diga lo que diga Maduro.
peterkalbers@yahoo.com
@peterkalbers.
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