EL CARABOBEÑO 02 octubre 2011
afermin@el-carabobeno.com
Para los margariteños, el ferry, más que una empresa privada, fue el símbolo del progreso de una región que vivía aislada, donde la mayoría de los nativos que viajaban no regresaban. Iban a los campos petroleros de los estados Zulia, Falcón, Monagas y Anzoátegui en busca de trabajo y de oportunidades para mantener a la familia y por allá se quedaban.
Había aeropuerto en Porlamar, pero los que viajaban eran los que tenían recursos, aunque los pasajes no eran tan caros. Los demás tenían que hacerlo en unas lanchas que salían, en la tarde, de Porlamar y Juangriego y llegaban a La Guaira al mediodía. Para los viajeros, más para la gente que mareaba, aquello era una tortura por las incomodidades y los peligros que representaba ir en alta mar sin protección. Después estaba el viaje en autobús hasta Caracas o ciudades más lejanas por lo cual, quienes hacían aquella travesía, quedaban traumatizados, con ganas de no regresar.
La isla era preciosa, con parajes como los que han debido encontrar los conquistadores en 1497 cuando la descubrió Cristóbal Colón. En lugares como San Juan Bautista, Fuentidueño, La Vecindad y Santa Ana la gente conservaba rasgos de labriegos españoles, tan blancos que el sol les hacía sangrar la piel. Por eso las mujeres se protegían con toallas enormes, llamadas "pañoe mota", o con enormes sombreros (pavas) confeccionados con cogollo, fibra que se extrae de las hojas de la mata de dátil.
Tampoco había agua. Los tiempos de sequía eran terribles. Los pocos embalses, surtidos con agua de lluvia, se secaban. Se perdían las cosechas y los animales morían de sed. Había que recorrer kilómetros para cargar, de los pozos que quedaban cuando llovía, agua verdosa que se aclaraba echándole trozos de cardón pelados o el fruto del dividive, que también se utilizaba para curtir cueros.
Acueducto y ferry
Por eso, cuando Rómulo Betancourt inauguró el acueducto submarino, en 1960, que lleva agua de ríos del estado Sucre, pasando por Chacopata y la isla de Coche, hubo una semana de fiestas en Margarita porque se ponía fin a siglos de sed. Ese acontecimiento y la puesta en servicio de un ferry entre Punta de Piedras y Cumaná, fue la salvación de Margarita. La gente comenzó a regresar de los campos petroleros y se inició el turismo masivo, que obligaría al Gobierno Nacional a crear la zona franca y después al puerto libre. La isla, que enloqueció a los europeos de la conquista por sus placeres de perlas, se transformó, en todo y para siempre. El servicio de ferry fue una iniciativa de un grupo de empresarios margariteños, entre ellos Bartolo Rojas, su hermana Estílita de Torcat y Licho Fermín, quienes crearon la compañía Intumaca que adquirió un barco de la II Guerra Mundial y lo acondicionaron con esa finalidad. En el acto inaugural, en Punta de Piedras, después de la bendición de la empresa, el popular padre Gabriel Figueras, propuso brindar por los accionistas, como llamaban a los adecos. Bartolo Rojas, quien era militante del partido URD, intervino disgustado diciendo: "Un momento, con mucho respeto le digo padre que, primeros somos los urredistas y, después, los accionistas". La confusión de aquel notable personaje, fue motivo de otros tantos chistes que quedaron en la memoria colectiva de los margariteños.
Vienen peores tiempos
Años después, la compañía fue vendida a Rafael Tovar, influyente empresario que fue un gobernador muy querido en la isla y creador de Conferry con el lema "Un pedazo de Margarita que navega en el mar". La empresa fue próspera pero nunca eficiente para los usuarios. Compraron algunos barcos confortables que, por el exceso de uso, se deterioraban rápidamente. Pero, después de que él falleció, el emporio comenzó a convertirse en el desastre que acaba de nacionalizar el Gobierno.
El problema es más grave de lo que podemos imaginar porque los ferrys no sólo transportan pasajeros. La isla quedaría desabastecida si, en manos del Gobierno, la empresa se paraliza. El turismo, que ha decaído considerablemente por la inseguridad, especialmente el internacional, se reduciría al mínimo y con ello la ruina de la industria hotelera principal fuente de ingresos de la región insular. En la isla dicen que los propietarios habrían llegado a algún acuerdo con el Gobierno Nacional, porque les era imposible mantener la empresa por el cerco que tienen para el otorgamiento de divisas que les permita adquirir repuestos y todo el material, que debe ser importado. La crisis que se avecina es grave. Con la expropiación el servicio de ferrys no mejorará, tomando en cuenta que las empresas nacionalizadas están en el suelo. El puerto de El Guamache, que funcionaba muy bien, es un caos; el Hotel Hilton lo destrozaron y perdió su categoría. Y el formidable complejo turístico Puerto de La Mar conmueve por el abandono en que se encuentra y se está convirtiendo en refugio de malandros.
Nos vamos de vacaciones.
Hoy y Después en Valencia
ALFREDO FERMÍNafermin@el-carabobeno.com
Para los margariteños, el ferry, más que una empresa privada, fue el símbolo del progreso de una región que vivía aislada, donde la mayoría de los nativos que viajaban no regresaban. Iban a los campos petroleros de los estados Zulia, Falcón, Monagas y Anzoátegui en busca de trabajo y de oportunidades para mantener a la familia y por allá se quedaban.
Había aeropuerto en Porlamar, pero los que viajaban eran los que tenían recursos, aunque los pasajes no eran tan caros. Los demás tenían que hacerlo en unas lanchas que salían, en la tarde, de Porlamar y Juangriego y llegaban a La Guaira al mediodía. Para los viajeros, más para la gente que mareaba, aquello era una tortura por las incomodidades y los peligros que representaba ir en alta mar sin protección. Después estaba el viaje en autobús hasta Caracas o ciudades más lejanas por lo cual, quienes hacían aquella travesía, quedaban traumatizados, con ganas de no regresar.
La isla era preciosa, con parajes como los que han debido encontrar los conquistadores en 1497 cuando la descubrió Cristóbal Colón. En lugares como San Juan Bautista, Fuentidueño, La Vecindad y Santa Ana la gente conservaba rasgos de labriegos españoles, tan blancos que el sol les hacía sangrar la piel. Por eso las mujeres se protegían con toallas enormes, llamadas "pañoe mota", o con enormes sombreros (pavas) confeccionados con cogollo, fibra que se extrae de las hojas de la mata de dátil.
Tampoco había agua. Los tiempos de sequía eran terribles. Los pocos embalses, surtidos con agua de lluvia, se secaban. Se perdían las cosechas y los animales morían de sed. Había que recorrer kilómetros para cargar, de los pozos que quedaban cuando llovía, agua verdosa que se aclaraba echándole trozos de cardón pelados o el fruto del dividive, que también se utilizaba para curtir cueros.
Acueducto y ferry
Por eso, cuando Rómulo Betancourt inauguró el acueducto submarino, en 1960, que lleva agua de ríos del estado Sucre, pasando por Chacopata y la isla de Coche, hubo una semana de fiestas en Margarita porque se ponía fin a siglos de sed. Ese acontecimiento y la puesta en servicio de un ferry entre Punta de Piedras y Cumaná, fue la salvación de Margarita. La gente comenzó a regresar de los campos petroleros y se inició el turismo masivo, que obligaría al Gobierno Nacional a crear la zona franca y después al puerto libre. La isla, que enloqueció a los europeos de la conquista por sus placeres de perlas, se transformó, en todo y para siempre. El servicio de ferry fue una iniciativa de un grupo de empresarios margariteños, entre ellos Bartolo Rojas, su hermana Estílita de Torcat y Licho Fermín, quienes crearon la compañía Intumaca que adquirió un barco de la II Guerra Mundial y lo acondicionaron con esa finalidad. En el acto inaugural, en Punta de Piedras, después de la bendición de la empresa, el popular padre Gabriel Figueras, propuso brindar por los accionistas, como llamaban a los adecos. Bartolo Rojas, quien era militante del partido URD, intervino disgustado diciendo: "Un momento, con mucho respeto le digo padre que, primeros somos los urredistas y, después, los accionistas". La confusión de aquel notable personaje, fue motivo de otros tantos chistes que quedaron en la memoria colectiva de los margariteños.
Vienen peores tiempos
Años después, la compañía fue vendida a Rafael Tovar, influyente empresario que fue un gobernador muy querido en la isla y creador de Conferry con el lema "Un pedazo de Margarita que navega en el mar". La empresa fue próspera pero nunca eficiente para los usuarios. Compraron algunos barcos confortables que, por el exceso de uso, se deterioraban rápidamente. Pero, después de que él falleció, el emporio comenzó a convertirse en el desastre que acaba de nacionalizar el Gobierno.
El problema es más grave de lo que podemos imaginar porque los ferrys no sólo transportan pasajeros. La isla quedaría desabastecida si, en manos del Gobierno, la empresa se paraliza. El turismo, que ha decaído considerablemente por la inseguridad, especialmente el internacional, se reduciría al mínimo y con ello la ruina de la industria hotelera principal fuente de ingresos de la región insular. En la isla dicen que los propietarios habrían llegado a algún acuerdo con el Gobierno Nacional, porque les era imposible mantener la empresa por el cerco que tienen para el otorgamiento de divisas que les permita adquirir repuestos y todo el material, que debe ser importado. La crisis que se avecina es grave. Con la expropiación el servicio de ferrys no mejorará, tomando en cuenta que las empresas nacionalizadas están en el suelo. El puerto de El Guamache, que funcionaba muy bien, es un caos; el Hotel Hilton lo destrozaron y perdió su categoría. Y el formidable complejo turístico Puerto de La Mar conmueve por el abandono en que se encuentra y se está convirtiendo en refugio de malandros.
Nos vamos de vacaciones.
PERDONA FERMIN, HACE AÑOS ESTAS DE VACACIONES HABLANDO DE LOS
PLATELMINTOS CUANDO HAY TANTO LIO Y NECESIDAD DE OPINIONES VALIOSAS
COMO LA TUYA EN EL SECTOR CULTURAL VALENCIANO...
FELIZ CONTINUACION DE TU DESCANSO.
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