Don Luis Ovalles: La Casa Páez me da vida, armonía y felicidad
- Don Luis Ovalles: La Casa Páez me da vida, armonía y felicidad (Notitarde / Doris Diaz/Notitarde)
El olor a historia, a tiempo, a vida, es el que penetra nuestros sentidos cuando arribamos a aquella hermosa casa. Ella posee un aroma que te hace viajar a la época exacta en la que los venezolanos nos debatíamos por el poder de las tierras; por saber cuánto nos pertenecía. Así se vive la historia en cada rincón que habita, desde siempre, Don Luis Ovalles, el guardián y curador de La Casa Páez.
“Es muy interesante vivir en este ambiente y relacionarme con tantas personas”, expresa Ovalles sobre su hogar, en el que lleva más de 50 años y que celebra cada septiembre. De pequeño arribó a ese lugar desde Yaracuy, su ciudad natal. Nació en una hacienda propiedad de la familia. Al morir su padre, cuando Luis contaba a penas con 5 años de edad, Doña María Indalecia Mendoza Urriola, su madre, decide mudarse a Valencia, y es su gran amiga María Clemencia Camarán quien le ofrece La Casa Páez para que viviera junto a su familia, gracias a que era la Secretaria General de la Sociedad Bolivariana de Carabobo y quien dispuso que le ayudaran a proteger ese lugar que guarda las huellas de la vida de Venezuela.
“Cuando cumplí 18 años, casi a los 19, me dice María Clemencia, te vamos a dar el cargo de guardián de La Casa Páez, para que trabajes, porque haces de todo en esta casa”, así lo dispuso La Sociedad Bolivariana de Carabobo, labores por las que recibía como pago 350 bolívares, “fue mi primer sueldo, en el año 1965”.
Sus estudios los realizó en el colegio República de Nicaragua, en Yaracuy; en el Liceo Pedro Gual y en el Martín J. Sanabria en Valencia, “los años de estudiante eran maravillosos porque tenía profesores increíbles, el Dr. Fabián de Jesús Díaz, al primer cronista de la ciudad Rafael Saturno Guerra Méndez; a la profesora Mercedes, a la profesora María Cristina Jiménez… eran tantos... pero imposibles de olvidar”.
Es miembro de la Sociedad Bolivariana de Carabobo fundada en 1960. Participó en una de las primeras Asambleas Nacional Bolivariana en San Felipe en el estado Yaracuy, cuando era presidente de la Asamblea Don José Policarpio Reyes Zumeta, “además él trabajaba en Valencia, era contabilista y se sentaba a hablarme de historia, eso era como un banquete”. También recuerda a María Clemencia que era un gran poetisa “me decía léete tal libro y todo eso me ayudó mucho, porque la lectura es la gran cultura que pueda adquirir uno. Uno solo se lleva lo que aprendió en este mundo”.
En el año de 1969 organizó la biblioteca con todos los libros que estaban en la Universidad de Carabobo que eran en Francés, “fue la primera biblioteca que se fundó aquí en La Casa Páez en el año de 1937”. Exhibían también libros de historia de Venezuela y de literatura venezolana, “sirvió mucho tiempo de biblioteca de consulta. La hemos mantenido limpia e impecable”.
Don Luis Ovalles vive antes del segundo patio interior en la galería norte de la casa, “ahí está mi habitación donde duermo”. Dice que le acompaña siempre el General José Antonio Páez y todo el ejército que estuvo con él. No se casó, pero asegura el haberse enamorado dos veces de grandes mujeres que estuvieron a su lado en buenos momentos. Tuvo un hijo a los 42 años, Nixon Iván Ovalles, quien ha estado con él desde los 5 años, “él me adora y me dice ‘papá, tú no solamente eres mi papá, sino que eres mi padre y mi madre’”.
Luis asegura que siempre le ha exigido mucho para que estudie y se prepare, y ahora Nixon es licenciado en Educación y continúa estudiando. Para Luis es lo mejor de su vida y se siente muy orgulloso de él.
La Casa Páez huele a madera, a las flores que ha sembrado Luis, la rosa Páez que tiene un olor increíble “es como dulzón”, impregna cada espacio. La tranquilidad en este lugar comienza a las 6 de la mañana con el canto de los pájaros. “Hay turpiales, arrendajos, paraulatas, reinitas”.
Con un gran sentido religioso y el amor por la presencia de Dios manifiesta que el estar en La Casa Páez es porque “mi Dios padre celestial me puso aquí”. Don Luis quiere vivir en esta casa hasta los últimos días de su vida y al final “deseo que mis cenizas permanezcan en el jardín de La Casa Páez”.
Espera que sea Nixon quien se mantenga al cuidado y protección de la casa, “mi hijo gracias a Dios la adora, él la siente como yo la siento, está pendiente y se preocupa de ella”.
Mientras el sonido de las campanas de la Catedral parecían anunciar el fin de nuestra entrevista, los visitantes de un lado a otro, conociendo, hurgando entre historia y recuerdos, esperaban las narraciones de los hechos que tan bien maneja Don Luis Ovalles y que les transmite como un legado que espera se mantenga en el tiempo, “éste es un lugar que queremos y cuidamos con nuestros recursos y gran amor, y así deseo permanezca para que mi vida continúe a través de ello”.
“Es muy interesante vivir en este ambiente y relacionarme con tantas personas”, expresa Ovalles sobre su hogar, en el que lleva más de 50 años y que celebra cada septiembre. De pequeño arribó a ese lugar desde Yaracuy, su ciudad natal. Nació en una hacienda propiedad de la familia. Al morir su padre, cuando Luis contaba a penas con 5 años de edad, Doña María Indalecia Mendoza Urriola, su madre, decide mudarse a Valencia, y es su gran amiga María Clemencia Camarán quien le ofrece La Casa Páez para que viviera junto a su familia, gracias a que era la Secretaria General de la Sociedad Bolivariana de Carabobo y quien dispuso que le ayudaran a proteger ese lugar que guarda las huellas de la vida de Venezuela.
“Cuando cumplí 18 años, casi a los 19, me dice María Clemencia, te vamos a dar el cargo de guardián de La Casa Páez, para que trabajes, porque haces de todo en esta casa”, así lo dispuso La Sociedad Bolivariana de Carabobo, labores por las que recibía como pago 350 bolívares, “fue mi primer sueldo, en el año 1965”.
Sus estudios los realizó en el colegio República de Nicaragua, en Yaracuy; en el Liceo Pedro Gual y en el Martín J. Sanabria en Valencia, “los años de estudiante eran maravillosos porque tenía profesores increíbles, el Dr. Fabián de Jesús Díaz, al primer cronista de la ciudad Rafael Saturno Guerra Méndez; a la profesora Mercedes, a la profesora María Cristina Jiménez… eran tantos... pero imposibles de olvidar”.
Es miembro de la Sociedad Bolivariana de Carabobo fundada en 1960. Participó en una de las primeras Asambleas Nacional Bolivariana en San Felipe en el estado Yaracuy, cuando era presidente de la Asamblea Don José Policarpio Reyes Zumeta, “además él trabajaba en Valencia, era contabilista y se sentaba a hablarme de historia, eso era como un banquete”. También recuerda a María Clemencia que era un gran poetisa “me decía léete tal libro y todo eso me ayudó mucho, porque la lectura es la gran cultura que pueda adquirir uno. Uno solo se lleva lo que aprendió en este mundo”.
En el año de 1969 organizó la biblioteca con todos los libros que estaban en la Universidad de Carabobo que eran en Francés, “fue la primera biblioteca que se fundó aquí en La Casa Páez en el año de 1937”. Exhibían también libros de historia de Venezuela y de literatura venezolana, “sirvió mucho tiempo de biblioteca de consulta. La hemos mantenido limpia e impecable”.
Don Luis Ovalles vive antes del segundo patio interior en la galería norte de la casa, “ahí está mi habitación donde duermo”. Dice que le acompaña siempre el General José Antonio Páez y todo el ejército que estuvo con él. No se casó, pero asegura el haberse enamorado dos veces de grandes mujeres que estuvieron a su lado en buenos momentos. Tuvo un hijo a los 42 años, Nixon Iván Ovalles, quien ha estado con él desde los 5 años, “él me adora y me dice ‘papá, tú no solamente eres mi papá, sino que eres mi padre y mi madre’”.
Luis asegura que siempre le ha exigido mucho para que estudie y se prepare, y ahora Nixon es licenciado en Educación y continúa estudiando. Para Luis es lo mejor de su vida y se siente muy orgulloso de él.
La Casa Páez huele a madera, a las flores que ha sembrado Luis, la rosa Páez que tiene un olor increíble “es como dulzón”, impregna cada espacio. La tranquilidad en este lugar comienza a las 6 de la mañana con el canto de los pájaros. “Hay turpiales, arrendajos, paraulatas, reinitas”.
Con un gran sentido religioso y el amor por la presencia de Dios manifiesta que el estar en La Casa Páez es porque “mi Dios padre celestial me puso aquí”. Don Luis quiere vivir en esta casa hasta los últimos días de su vida y al final “deseo que mis cenizas permanezcan en el jardín de La Casa Páez”.
Espera que sea Nixon quien se mantenga al cuidado y protección de la casa, “mi hijo gracias a Dios la adora, él la siente como yo la siento, está pendiente y se preocupa de ella”.
Mientras el sonido de las campanas de la Catedral parecían anunciar el fin de nuestra entrevista, los visitantes de un lado a otro, conociendo, hurgando entre historia y recuerdos, esperaban las narraciones de los hechos que tan bien maneja Don Luis Ovalles y que les transmite como un legado que espera se mantenga en el tiempo, “éste es un lugar que queremos y cuidamos con nuestros recursos y gran amor, y así deseo permanezca para que mi vida continúe a través de ello”.
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