rVergonzosa revolución
ROSALÍA MOROS DE BORREGALES | EL UNIVERSAL
sábado 22 de junio de 2013 12:00 AM
Existen cuatro pilares fundamentales en el desarrollo armónico y sostenido de un país; en ellos se soportan todos los planes de acción para la construcción de una sociedad capaz de alcanzar el mayor bienestar posible. No se trata de la panacea, no es algo novedoso, ni tampoco experimental. Ha sido probado desde tiempos remotos comprobando sus excelentes resultados, perfectibles, como todo lo humano. A saber, la salud, la educación, la libertad y la seguridad. Mientras estos cuatro pilares no sean la prioridad de un gobierno, sencillamente no habrá progreso en una nación y, como consecuencia, será cada vez menor la posibilidad de alcanzar una vida digna.
Lamentablemente, los venezolanos llevamos una década y media siendo gobernados por una partida de sátrapas que muy alejados de querer el bien de los venezolanos han pretendido despojarnos de todos nuestros derechos. Bajo el amparo de una revolución que prometió cambios sustanciales en las estructuras de la nación, con el fin de proveer una vida de oportunidades, estos revolucionarios de pacotilla solo han logrado enlutar a nuestra patria generando más miseria, muerte y dolor. ¡Vergonzosa revolución!
Es absolutamente inaceptable que en un país con tanta riqueza su gente tenga que sufrir verdaderos vía crucis para recibir los servicios de salud. Ellos, los revolucionarios, pretendiendo ser hombres muy importantes de negocios, solo hablan de la cantidad de petrodólares invertidos. Miden la eficiencia por el dinero; solo que ese dinero se va menguando mientras recorre un largo camino de corrupción. Al final, no hay vacunas para la influenza AH1N1, somos el segundo país en Latinoamérica con más decesos por esta enfermedad, solo superados por Brasil que cuenta con casi 200 millones de habitantes. ¡Vergonzosa revolución!
Contamos con los mismos hospitales construidos en democracia; pero ellos, los revolucionarios, se jactan de la red de CDI deteriorados por falta de mantenimiento, con sofisticados equipos tapizados por el polvo ya que el personal no fue instruido para su operación. Ni hablar de la injusticia cometida contra todos esos muchachos a quienes engañaron vilmente haciéndoles creer que los convertirían en médicos en tres años, quienes ahora andan sufriendo de cojera intelectual nada mas y nada menos que en el manejo de la salud de otros. Pero los revolucionarios traen verdaderos cambios, están muy ocupados probando las terribles consecuencias del tetero y diseñando la mejor toalla sanitaria al mejor estilo cavernícola. ¡Vergonzosa revolución!
Han tenido las arcas repletas para comprar voluntades en el continente y más allá de sus fronteras; sin embargo, el modesto presupuesto que genera la cesta petrolera a 100 dólares el barril no les ha alcanzado para construir escuelas, liceos y universidades. Lo más grave es que las que existen las han sometido al desmantelamiento por sus malandros asalariados. Con premeditación y alevosía llevan años reduciendo los presupuestos de las universidades. No tienen las luces entre sus prioridades. Tampoco, tienen la moral para dirigirse a los más valiosos profesionales de una nación, los educadores; sin los cuales no hay luz sino una profunda oscuridad que nos dirige al caos. ¡Vergonzosa revolución!
Todos los derechos contemplados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos son adquiridos desde el momento de ver la luz de este mundo. La palabra clave en esta declaración es libertad, puesto que el disfrute de estos derechos le ofrece al individuo libertad para ejercer una vida plena, que debe ser garantizada por el Estado. Tristemente, en nuestro país, la línea de separación entre Estado y Gobierno se encuentra completamente desdibujada. Pero, la revolución ha coloreado con su rojo sangriento las calles de nuestra nación. Solamente en el 2012 se registraron 14.000 homicidios. La revolución cercena el derecho a la vida mediante la impunidad al criminal. Mientras los ciudadanos están completamente desprotegidos, ellos, los revolucionarios viven y se trasladan en bunkers, custodiados al mejor estilo Rambo. ¡Vergonzosa revolución!
"Una sola cosa nos explica bien la historia y es en qué consisten los malos gobiernos".
Thomas Jefferson
rosymoros@gmail.com
http://familiaconformealcorazondedios.blogspot.com
@RosaliaMorosB
Lamentablemente, los venezolanos llevamos una década y media siendo gobernados por una partida de sátrapas que muy alejados de querer el bien de los venezolanos han pretendido despojarnos de todos nuestros derechos. Bajo el amparo de una revolución que prometió cambios sustanciales en las estructuras de la nación, con el fin de proveer una vida de oportunidades, estos revolucionarios de pacotilla solo han logrado enlutar a nuestra patria generando más miseria, muerte y dolor. ¡Vergonzosa revolución!
Es absolutamente inaceptable que en un país con tanta riqueza su gente tenga que sufrir verdaderos vía crucis para recibir los servicios de salud. Ellos, los revolucionarios, pretendiendo ser hombres muy importantes de negocios, solo hablan de la cantidad de petrodólares invertidos. Miden la eficiencia por el dinero; solo que ese dinero se va menguando mientras recorre un largo camino de corrupción. Al final, no hay vacunas para la influenza AH1N1, somos el segundo país en Latinoamérica con más decesos por esta enfermedad, solo superados por Brasil que cuenta con casi 200 millones de habitantes. ¡Vergonzosa revolución!
Contamos con los mismos hospitales construidos en democracia; pero ellos, los revolucionarios, se jactan de la red de CDI deteriorados por falta de mantenimiento, con sofisticados equipos tapizados por el polvo ya que el personal no fue instruido para su operación. Ni hablar de la injusticia cometida contra todos esos muchachos a quienes engañaron vilmente haciéndoles creer que los convertirían en médicos en tres años, quienes ahora andan sufriendo de cojera intelectual nada mas y nada menos que en el manejo de la salud de otros. Pero los revolucionarios traen verdaderos cambios, están muy ocupados probando las terribles consecuencias del tetero y diseñando la mejor toalla sanitaria al mejor estilo cavernícola. ¡Vergonzosa revolución!
Han tenido las arcas repletas para comprar voluntades en el continente y más allá de sus fronteras; sin embargo, el modesto presupuesto que genera la cesta petrolera a 100 dólares el barril no les ha alcanzado para construir escuelas, liceos y universidades. Lo más grave es que las que existen las han sometido al desmantelamiento por sus malandros asalariados. Con premeditación y alevosía llevan años reduciendo los presupuestos de las universidades. No tienen las luces entre sus prioridades. Tampoco, tienen la moral para dirigirse a los más valiosos profesionales de una nación, los educadores; sin los cuales no hay luz sino una profunda oscuridad que nos dirige al caos. ¡Vergonzosa revolución!
Todos los derechos contemplados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos son adquiridos desde el momento de ver la luz de este mundo. La palabra clave en esta declaración es libertad, puesto que el disfrute de estos derechos le ofrece al individuo libertad para ejercer una vida plena, que debe ser garantizada por el Estado. Tristemente, en nuestro país, la línea de separación entre Estado y Gobierno se encuentra completamente desdibujada. Pero, la revolución ha coloreado con su rojo sangriento las calles de nuestra nación. Solamente en el 2012 se registraron 14.000 homicidios. La revolución cercena el derecho a la vida mediante la impunidad al criminal. Mientras los ciudadanos están completamente desprotegidos, ellos, los revolucionarios viven y se trasladan en bunkers, custodiados al mejor estilo Rambo. ¡Vergonzosa revolución!
"Una sola cosa nos explica bien la historia y es en qué consisten los malos gobiernos".
Thomas Jefferson
rosymoros@gmail.com
http://familiaconformealcorazondedios.blogspot.com
@RosaliaMorosB
Réquiem para las universidades
OSCAR VALLÉS | EL UNIVERSAL
sábado 22 de junio de 2013 12:00 AM
La lógica natural de un régimen político con el ideario hegemónico que profesa la revolución bolivariana, es triturar cualquier institución que aliente y produzca visiones filosóficas, científicas, artísticas y morales diversas, plurales y tolerantes. Visiones que se expresan en convicciones y compromisos políticos con valores tan humanos como la libertad de conciencia, pensamiento y expresión. Controlar esas libertades tiene un propósito estratégico vital para quienes confunden una mayoría electoral con la verdad científica, la bondad moral o la justicia política. Si algo mantienen de pie nuestras universidades es la continua revisión de lo verdadero, lo bueno y lo justo, siempre sometidos a la crítica y al escrutinio, mediante procedimientos que los burócratas políticos ni siquiera imaginan. "Universitates" como las nuestras es lo más cercano a una real subversión organizada, para toda "muchedumbre circunstancial" que asciende al poder como los llamaba Aristóteles.
Sin embargo, sería desatinado desconocer que el conflicto entre las universidades autónomas y el Ministerio responde también a los requerimientos estructurales de controlar la distribución y ejecución de los recursos del Estado. El volumen de recursos universitarios no solo se cuenta en las cifras presupuestarias. Lo más atractivo son las fabulosas infraestructuras, con sus dotaciones mobiliarias y tecnológicas, que hoy muestran las universidades. Los regímenes políticos que se distinguen por su pretensión de intervenir en todas las actividades sociales de la vida humana, generan una fuerza expansiva que busca devorarse toda institución posible en lo político y lo social, en lo económico y lo cultural. Pero en el caso venezolano, hay un elemento adicional. La constelación de equipos organizados y de grupos de interés que aspiran posiciones burocráticas, y que no encuentran en el aparato del Estado espacios que los justifiquen, son quizás el factor que produce mayor presión para la intervención universitaria. Para ellos, las universidades representan su única posibilidad para luchar por cargos en el seno de la revolución, y financiar candidaturas propias de representación popular. Lo que estamos presenciando en estas semanas de conflicto es otro intento de tomar el control de las universidades por grupos desesperados por tener influencia, poder y autoridad.
Cabe mencionar además lo que algunos ya han asomado en estos días. La crisis del sector universitario es una distracción que mueve la agenda de prioridad de los temas gruesos como son la escasez y la producción en la economía, o las mesas y los votos en la política. Pero aquí habría que señalar que no han sido iniciativa del Gobierno, aunque su torpeza política sí los ha puesto en primer lugar del interés público. Miraflores ha tratado de manejar esas crisis, como la que existe en seguridad y en salud pública, con su habitual "incrementalismo del salir del paso": volver hacer las mismas cosas que han hecho en el pasado, aunque no hayan solucionado sino solo "superado" la crisis, para decirlo -cambiando lo cambiable- con la vieja tesis de Dror. En cada uno de esos tópicos, el Gobierno debe negociar con sus propios grupos de interés, las alternativas que se proponen para superar esas crisis. En muchos casos, esos grupos actúan al margen de los equipos ministeriales donde están adscritos, haciendo acciones que a veces toman por sorpresa a los jefes de las carteras. También, el Gobierno no puede desestimar las presiones de quienes son los principales dolientes en cada una de esas crisis. Mientras más diferenciados sean los afectados, mayor audiencia tendrán en el gobierno. Aunque se muestren arrogantes y declaren ofendiendo a gremios y ciudadanos, "superar" la crisis implica necesariamente atender sus demandas incluso de manera parcial y hasta deficitaria. En tal sentido, decir que el Gobierno se invente esas crisis para distraer la opinión pública, es desconocer el enorme desgaste que tales crisis le produce. La decisión de llevar la crisis universitaria a la suspensión indefinida fue de los gremios. Hacer de esa crisis una de las más costosas y violentas de la historia reciente del país, ha sido torpeza del Ministerio con sus equipos y clientelas políticas.
El país debe conocer lo que subyace en esta crisis. Demasiada ciencia, filosofía y arte. Mucha conciencia, pensamiento y expresión. Nuestras universidades son un monumento de imaginación, creatividad e innovación que no puede permitir una revolución bolivariana que glorifica a Mao Tse Tung. Pero por su parte, Miraflores debe percatarse que llegó la hora de superar esta crisis, entendiendo que no podrán doblegar a las universidades. Al menos no esta vez. Así que bajen las pistolas. Nuestra Alma Máter merece un descanso.
@OscarVallesC
Sin embargo, sería desatinado desconocer que el conflicto entre las universidades autónomas y el Ministerio responde también a los requerimientos estructurales de controlar la distribución y ejecución de los recursos del Estado. El volumen de recursos universitarios no solo se cuenta en las cifras presupuestarias. Lo más atractivo son las fabulosas infraestructuras, con sus dotaciones mobiliarias y tecnológicas, que hoy muestran las universidades. Los regímenes políticos que se distinguen por su pretensión de intervenir en todas las actividades sociales de la vida humana, generan una fuerza expansiva que busca devorarse toda institución posible en lo político y lo social, en lo económico y lo cultural. Pero en el caso venezolano, hay un elemento adicional. La constelación de equipos organizados y de grupos de interés que aspiran posiciones burocráticas, y que no encuentran en el aparato del Estado espacios que los justifiquen, son quizás el factor que produce mayor presión para la intervención universitaria. Para ellos, las universidades representan su única posibilidad para luchar por cargos en el seno de la revolución, y financiar candidaturas propias de representación popular. Lo que estamos presenciando en estas semanas de conflicto es otro intento de tomar el control de las universidades por grupos desesperados por tener influencia, poder y autoridad.
Cabe mencionar además lo que algunos ya han asomado en estos días. La crisis del sector universitario es una distracción que mueve la agenda de prioridad de los temas gruesos como son la escasez y la producción en la economía, o las mesas y los votos en la política. Pero aquí habría que señalar que no han sido iniciativa del Gobierno, aunque su torpeza política sí los ha puesto en primer lugar del interés público. Miraflores ha tratado de manejar esas crisis, como la que existe en seguridad y en salud pública, con su habitual "incrementalismo del salir del paso": volver hacer las mismas cosas que han hecho en el pasado, aunque no hayan solucionado sino solo "superado" la crisis, para decirlo -cambiando lo cambiable- con la vieja tesis de Dror. En cada uno de esos tópicos, el Gobierno debe negociar con sus propios grupos de interés, las alternativas que se proponen para superar esas crisis. En muchos casos, esos grupos actúan al margen de los equipos ministeriales donde están adscritos, haciendo acciones que a veces toman por sorpresa a los jefes de las carteras. También, el Gobierno no puede desestimar las presiones de quienes son los principales dolientes en cada una de esas crisis. Mientras más diferenciados sean los afectados, mayor audiencia tendrán en el gobierno. Aunque se muestren arrogantes y declaren ofendiendo a gremios y ciudadanos, "superar" la crisis implica necesariamente atender sus demandas incluso de manera parcial y hasta deficitaria. En tal sentido, decir que el Gobierno se invente esas crisis para distraer la opinión pública, es desconocer el enorme desgaste que tales crisis le produce. La decisión de llevar la crisis universitaria a la suspensión indefinida fue de los gremios. Hacer de esa crisis una de las más costosas y violentas de la historia reciente del país, ha sido torpeza del Ministerio con sus equipos y clientelas políticas.
El país debe conocer lo que subyace en esta crisis. Demasiada ciencia, filosofía y arte. Mucha conciencia, pensamiento y expresión. Nuestras universidades son un monumento de imaginación, creatividad e innovación que no puede permitir una revolución bolivariana que glorifica a Mao Tse Tung. Pero por su parte, Miraflores debe percatarse que llegó la hora de superar esta crisis, entendiendo que no podrán doblegar a las universidades. Al menos no esta vez. Así que bajen las pistolas. Nuestra Alma Máter merece un descanso.
@OscarVallesC
No hay comentarios:
Publicar un comentario