Lectura Tangente
Notitarde 08/06/2013 Patética debilidad
- Ramón Guillermo Aveledo (Notitarde / )
Ramón Guillermo Aveledo
Al prender la mecha el Presidente de la Asamblea Nacional, se sabía que nadie se atrevería a la sensatez y vendría la desbocada competencia por parecer más duro. La verdad, no tiene nada de anormal que el Gobierno, incluso al nivel de su jefe, de un país amigo reciba a la oposición de una democracia, y más si se trata de su líder, en este caso el de la Unidad. Pero eso es en una democracia, la nomenklatura roja, ésa que llaman “los enchufados”, la alega cuando le conviene, pero no la siente ni la cree, porque en su cabeza habita un stalinista. El que disiente es peligroso, el que se opone conspira, el que construye una alternativa es sedicioso.
El zaperoco al Presidente colombiano, que ha estado empeñado en llevarse bien con Venezuela, por conveniencia de su país, y con ellos que están en el Gobierno, tiene dos públicos. Uno el de los seguidores del oficialismo, atrapados entre la ilusión y la nostalgia por el fallecido conductor, y la desconfianza y la duda que le producen los que hoy administran la herencia que aquel les dejó. Otro es de los gobiernos: no se atrevan a recibir a Capriles, porque desatarán nuestra ira, los consideraremos enemigos. Un chantaje, por cierto, inaceptable para gobiernos de pueblos soberanos.
La verdad es que a un Gobierno que para legitimarse internacionalmente va de compras a donde sus amigos, le irrita ver cómo los medios internacionales analizan la situación venezolana, cómo los parlamentos reciben a nuestros diputados contra quienes se cometió la doble salvajada de silenciarlos y agredirlos físicamente, como los alcaldes reciben a nuestros alcaldes, que la gesta impresionante de la alternativa democrática unitaria venezolana, genere interés académico y periodístico. Es una herejía que en Colombia, según reciente encuesta, el líder político latinoamericano más popular sea Capriles.
Hacia el liderazgo de la Unidad vienen, y vendrán más, ataques, insultos, descalificaciones, juicios diversos valiéndose del control partidista de los poderes públicos. Por ahí asoman procesos por “traición a la Patria” contra los demócratas, patrocinados por quienes rinden pleitesía, e informes de inteligencia, a funcionarios de un gobierno extranjero. ¡Hay que ser caradura! El cinismo rojinegro no conoce límites.
La desmedida alharaca armada por el Gobierno, con motivo de la visita de Capriles a Bogotá y su reunión con Santos, es una muestra patética de su debilidad.
El zaperoco al Presidente colombiano, que ha estado empeñado en llevarse bien con Venezuela, por conveniencia de su país, y con ellos que están en el Gobierno, tiene dos públicos. Uno el de los seguidores del oficialismo, atrapados entre la ilusión y la nostalgia por el fallecido conductor, y la desconfianza y la duda que le producen los que hoy administran la herencia que aquel les dejó. Otro es de los gobiernos: no se atrevan a recibir a Capriles, porque desatarán nuestra ira, los consideraremos enemigos. Un chantaje, por cierto, inaceptable para gobiernos de pueblos soberanos.
La verdad es que a un Gobierno que para legitimarse internacionalmente va de compras a donde sus amigos, le irrita ver cómo los medios internacionales analizan la situación venezolana, cómo los parlamentos reciben a nuestros diputados contra quienes se cometió la doble salvajada de silenciarlos y agredirlos físicamente, como los alcaldes reciben a nuestros alcaldes, que la gesta impresionante de la alternativa democrática unitaria venezolana, genere interés académico y periodístico. Es una herejía que en Colombia, según reciente encuesta, el líder político latinoamericano más popular sea Capriles.
Hacia el liderazgo de la Unidad vienen, y vendrán más, ataques, insultos, descalificaciones, juicios diversos valiéndose del control partidista de los poderes públicos. Por ahí asoman procesos por “traición a la Patria” contra los demócratas, patrocinados por quienes rinden pleitesía, e informes de inteligencia, a funcionarios de un gobierno extranjero. ¡Hay que ser caradura! El cinismo rojinegro no conoce límites.
La desmedida alharaca armada por el Gobierno, con motivo de la visita de Capriles a Bogotá y su reunión con Santos, es una muestra patética de su debilidad.
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Notitarde 08/06/2013
El desastre económico
- Luis Izquiel (Archivo Notitarde / Archivo Notitarde)
Luis Izquiel
Todos los indicadores señalan que Venezuela se encuentra sumida en una gran debacle económica. Las medidas erróneas aplicadas por el Gobierno de Nicolás Maduro, terminaron de exponenciar una crisis que tenía más de 14 años incubándose. El paquetazo que se viene ejecutando a cuentagotas está acabando con el bolsillo de los venezolanos. Lo peor es que esto parece ser solo el comienzo de un gigantesco barranco.
Los datos que esta semana ofreció el BCV, son elocuentes. La inflación del mes de mayo se situó en un descomunal 6,1% (este número es superior a la variación anualizada de muchos países del continente). En lo que va de año la inflación acumula 19,4%, lo que proyecta un 45% o 50% para el cierre de 2013. El renglón que tuvo mayor incremento fue el de alimentos con un 10,4%. Esto significa que los sectores empobrecidos son los más afectados, ya que éstos destinan el grueso de sus ingresos a la alimentación. La inflación es el impuesto más salvaje y desigual que puede implementar un Gobierno.
La escasez es otro dolor de cabeza. Las cifras del BCV indican que este índice se situó en mayo por arriba del 20%. Las amas de casa tienen que hacer milagros para llevar los productos básicos a sus hogares. Ya es común ver, en las ciudades y pueblos de nuestro país, largas colas de personas buscando comprar azúcar, aceite, harina, arroz, pollo, papel toilet (lo que ha generado bromas en todo el mundo) y muchos otros bienes que escasean. Ante esta situación el Gobierno de Maduro no plantea aumentar la producción o acabar con el contrabando, sino la colocación de una especie de chip para limitar la adquisición de productos (similar a la tarjeta de racionamiento cubana), que tiene contemplado al Zulia como estado piloto. El poder está jugando con la paciencia del venezolano.
La combinación de inflación con estancamiento económico nos sitúa en el peor de los escenarios: La estanflación. El Gobierno, a pesar de haber realizado algunas reuniones con empresarios, no logra crear la confianza necesaria para reactivar la producción. Los dólares de Cadivi no terminan de fluir para facilitar las importaciones. La falta de independencia del BCV sigue facilitando el financiamiento del gasto público con dinero inorgánico (gasolina para la inflación). Las reservas operativas (líquidas) del país están en niveles críticos. El dólar paralelo, cuyo valor está prohibido mencionar, está por las nubes y presiona también el índice de inflación. Estamos padeciendo la resaca de la rumba populista.
El Gobierno cada día aplica nuevas medidas que asfixian el presupuesto de los venezolanos. Este mes de junio arranca con un incremento del 30% en el pasaje (otro 5% está previsto para septiembre), aunque ya muchos transportistas habían aumentado unilateralmente en un porcentaje superior. El ministro de Energía Eléctrica, Jesse Chacón, amenaza con un próximo aumento de las tarifas y mayores limitaciones en el consumo. El precario aumento del 20% en el salario mínimo ya fue absorbido por el incontrolado espiral inflacionario. Cada día se le hace más difícil a la mayoría de las familias poder cubrir la canasta básica.
Está muy claro que el modelo económico de los últimos años colapsó. La renta petrolera, a pesar de que el precio del crudo venezolano ronda los $100, ya no alcanza para cubrir tanta ineficiencia. La falta de inversiones han convertido Pdvsa en una empresa con muchas limitaciones. La producción de la estatal petrolera está estancada y su nivel de endeudamiento se encuentra en el tope. La deuda de la nación también se hace insostenible, lo que dificulta seguir colocando papeles en los mercados internacionales.
El juego económico pareciera estar trancado. El oficialismo ya no cuenta con un líder capaz de solapar la realidad con un discurso carismático. Si no se rectifica el rumbo, Venezuela pudiera comenzar a transitar el peligroso camino hacia la ingobernabilidad.
Twitter: @luisizquiel
Los datos que esta semana ofreció el BCV, son elocuentes. La inflación del mes de mayo se situó en un descomunal 6,1% (este número es superior a la variación anualizada de muchos países del continente). En lo que va de año la inflación acumula 19,4%, lo que proyecta un 45% o 50% para el cierre de 2013. El renglón que tuvo mayor incremento fue el de alimentos con un 10,4%. Esto significa que los sectores empobrecidos son los más afectados, ya que éstos destinan el grueso de sus ingresos a la alimentación. La inflación es el impuesto más salvaje y desigual que puede implementar un Gobierno.
La escasez es otro dolor de cabeza. Las cifras del BCV indican que este índice se situó en mayo por arriba del 20%. Las amas de casa tienen que hacer milagros para llevar los productos básicos a sus hogares. Ya es común ver, en las ciudades y pueblos de nuestro país, largas colas de personas buscando comprar azúcar, aceite, harina, arroz, pollo, papel toilet (lo que ha generado bromas en todo el mundo) y muchos otros bienes que escasean. Ante esta situación el Gobierno de Maduro no plantea aumentar la producción o acabar con el contrabando, sino la colocación de una especie de chip para limitar la adquisición de productos (similar a la tarjeta de racionamiento cubana), que tiene contemplado al Zulia como estado piloto. El poder está jugando con la paciencia del venezolano.
La combinación de inflación con estancamiento económico nos sitúa en el peor de los escenarios: La estanflación. El Gobierno, a pesar de haber realizado algunas reuniones con empresarios, no logra crear la confianza necesaria para reactivar la producción. Los dólares de Cadivi no terminan de fluir para facilitar las importaciones. La falta de independencia del BCV sigue facilitando el financiamiento del gasto público con dinero inorgánico (gasolina para la inflación). Las reservas operativas (líquidas) del país están en niveles críticos. El dólar paralelo, cuyo valor está prohibido mencionar, está por las nubes y presiona también el índice de inflación. Estamos padeciendo la resaca de la rumba populista.
El Gobierno cada día aplica nuevas medidas que asfixian el presupuesto de los venezolanos. Este mes de junio arranca con un incremento del 30% en el pasaje (otro 5% está previsto para septiembre), aunque ya muchos transportistas habían aumentado unilateralmente en un porcentaje superior. El ministro de Energía Eléctrica, Jesse Chacón, amenaza con un próximo aumento de las tarifas y mayores limitaciones en el consumo. El precario aumento del 20% en el salario mínimo ya fue absorbido por el incontrolado espiral inflacionario. Cada día se le hace más difícil a la mayoría de las familias poder cubrir la canasta básica.
Está muy claro que el modelo económico de los últimos años colapsó. La renta petrolera, a pesar de que el precio del crudo venezolano ronda los $100, ya no alcanza para cubrir tanta ineficiencia. La falta de inversiones han convertido Pdvsa en una empresa con muchas limitaciones. La producción de la estatal petrolera está estancada y su nivel de endeudamiento se encuentra en el tope. La deuda de la nación también se hace insostenible, lo que dificulta seguir colocando papeles en los mercados internacionales.
El juego económico pareciera estar trancado. El oficialismo ya no cuenta con un líder capaz de solapar la realidad con un discurso carismático. Si no se rectifica el rumbo, Venezuela pudiera comenzar a transitar el peligroso camino hacia la ingobernabilidad.
Twitter: @luisizquiel
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