Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

viernes, 29 de mayo de 2015

La pasión es la mejor gasolina que mueve el carro de democracia.

La borrachera y el ratón

SOLEDAD MORILLO BELLOSO |  EL UNIVERSAL
viernes 29 de mayo de 2015  12:00 AM
Algunos fuimos acusados de pájaros de mal agüero, de viudas del pasado, de profesionales del pesimismo. Nos hartamos de alertar que la bonanza del precio del petróleo era un espejismo y que a todo evento debíamos evitar caer en la tentación de emborracharnos. Que si nos embriagábamos con desmesura, las patas del ratón nos saldrían hasta por las orejas. De nada sirve el "yo te lo dije". Amén de antipático, es patéticamente estéril. Porque la borrachera ocurrió y ahora hay que trasegar el ratón y sin medios para tomarse un par de aspirinas.

Al país se le hace un daño inmenso cuando se le miente, cuando pretende embrujársele con sortilegios lingüísticos. Es cierto que no es la primera vez que hemos tenido un alto índice inflacionario. Pero lo grave está en la confluencia del inflación descontrolada, escasez de todo, bajísima producción nacional, notorio desabastecimiento y disgusto generalizado. Eso es una bomba quiebra patas. Los controles de precios y de la moneda, la corrupción incalculable, la acidez del verbo gubernamental y la negación de la evidencia se mezclan con la abulia ciudadana  y la franca incapacidad de la población para comprender a ciencia cierta qué diantres pasó, qué pasa y qué pasará.

El gran desafío de los políticos oficialistas es conseguir que la gente siga creyendo en esta fantasía idiota. Y si no hay plata para aumentar sueldos o hacer obras, hay sí suficiente dinero para una campaña de engaños, de besuqueadera, de comida de muchas calorías y pocos nutrientes. El reto de los líderes de oposición, sean o no candidatos a las curules parlamentarias, es despertar a los millones de ciudadanos de esta pesadilla disfrazada de sueño de una noche de verano. La verdad por delante. Cruda y dura. Aunque duela.  Claro, los verdaderos líderes saben y entienden que tienen que poner la espalda para recibir los cuerazos. Liderar no es ponerse por arriba, sino al frente, a los lados y atrás. Estamos en un laberinto. Y de los laberintos sólo se sale por arriba, como bien escribe Leopoldo Marechal.

Estoy convencida que de este desmadre saldremos. Magullados, escaldados y, seguramente, desilusionados. Ojalá al menos, cuando consigamos superar el caos en el que pataleamos, hayamos aprendido algo. Porque si bien la responsabilidad del fracaso económico y social de Venezuela es fundamentalmente del gobierno, el costo de ese portentoso fracaso lo estamos pagando todos hoy y, más grave aún, lo pagarán nuestros hijos y nietos. Hay que aprender. De lo contrario, ni la borrachera ni el ratón tendrán el más mínimo sentido y propósito.

Por supuesto, en democracia hay que protestar. Hay que decirle al gobierno todos los días y por todas las vías posibles que tiene que rectificar y cambiar. Pero, también en democracia, cuando el gobierno se niega a cambiar, llega el momento en que por vía constitucional, y sólo por esa vía, hay que cambiarlo. La domesticación no está en el guión de ningún ser que crea en la democracia. A los gobiernos malos que se niegan a cambiar hay que botarlos legalmente, con votos.

Así que si usted todavía cree que esto no tiene remedio, prepare su ánimo y su dedo. El mejor instrumento de un demócrata venezolano es el flexor digital máximo. Úselo con rabia, con inteligencia, con conciencia y, sobre todo, con pasión. La pasión es la mejor gasolina que mueve el carro de democracia. 

soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob

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