Hoy y Después en Valencia
ALFREDO FERMÍN
afermin@el-carabobeno.com
En Margarita, hasta comienzos de los años 60, se escuchaban nítidamente emisoras que transmitían en inglés, francés y holandés que, como era lógico, no entendíamos, no obstante, sus programas de música clásica fueron, para nosotros, una revelación.
Era algo nuevo, un contraste con la tristeza o la desesperanza de la música que escuchábamos de las rockolas de los bares cercanos. Carmen Delia Dipini cantaba “Besos de fuego”; Barbarito Diez, en doble sentido, recordaba “en el tronco de un árbol/ una niña grabó su nombre/ henchida de placer". Daniel Santos se lamentaba de estar preso cumpliendo su condena; Miguel Aceves Mejía decía “ando volando bajo/ nomás porque no me quieres”, y un cantante colombiano parecía que lloraba porque se iba de su pueblo “aguantando esta cadena tan fuerte/ hasta que mi triste vida se apague".
Esta última canción, llamada "Cabeza de hacha", era la primera del “hit parade” de entonces. Sonaba a toda hora en las radios, en los bares y en “picós” de los hogares, hasta que el jefe civil de Porlamar la mandó a prohibir considerando que esa era una “punta “ al gobierno de "mi coronel Marcos Pérez Jiménez", que, todavía, no se había ascendido a general.
Aquellas canciones que nos aprendimos completicas, nos fastidiaban, por lo cual, sin que hasta ahora sepamos por qué, nos aficionamos a la música clásica que escuchábamos en un potente radio Telefunken.
No entendíamos los comentarios de los locutores ni los nombres de los compositores transmitidos por estaciones de Saint Marteen, Guadalupe, Aruba, Bonaire y Curazao. Luego descubriríamos que en emisoras de Caracas los domingos transmitían la misma música en un programa llamado Ondas del Danubio y en otro que tenía Reinaldo Espinoza Hernández, quien se haría famoso como promotor del concurso Miss Venezuela. Así nos familiarizamos con los nombres de Vivaldi, Bach, Haydn, Handel, Mozart.
Los vecinos afirmaban: “Ese muchacho es gafo Se lo pasa escuchando música de muertos”. La afirmación tenía su justificación debido a que, hasta la década de los años 70, cuando se declaraba duelo nacional o durante la Semana Santa, todas las emisoras transmitían música clásica como señal de pesar. “Déjenlo quieto, él sabe lo que hace. Desde que escucha esa música no le da fatiga (así llamaban al asma)", respondía mamá a las críticas del vecindario.
UNA TARDE RECIENTE
La costumbre nos afinó el oído por lo cual hemos podido escribir comentarios y captar -de inmediato- cuando hay un pelón, sin saber absolutamente nada de la interpretación de la música académica.
Esta circunstancia hizo que una tarde, estando en nuestra escritorio, aquí en El Carabobeño, escuchamos a lo lejos el sonido de un violín con tal sensibilidad y pureza que fuimos a ver quién tocaba. La sorpresa fue inmensa: era una niña que ensayaba para un concierto que habría en el auditorio del diario.
“Yo me llamo Dalina y voy a estudiar en el Mozarteum de Caracas por recomendación del profesor Manuel Vadell”, nos dijo la dulce criatura, mientras continuaba ensayando con seguridad una pieza de Paganini.
Hacía poco que habíamos escuchado en el Metropolitan de Nueva York a Anna Sophie Mutter interpretando el Concierto para Violín y Orquesta, de Beethoven, dirigido por Kurt Mazur, por lo cual imaginamos que aquella niña también podría llegar a ser una virtuosa. Desde entonces nos hemos mantenido pendiente de su trayectoria por lo cual cada uno de sus éxitos lo recibimos como nuestro.
Con admirable disciplina Dalina Ugarte, al mismo tiempo que seguía sus estudios en el colegio IDEA, iba en autobús acompañada de su madre a seguir sus clases en el Mozarteum Caracas, con sus profesores Rubén Camacho y Arnaldo Pizzolante.
En 2006 y 2007 Dalina logró asistir al “Internationale Sommerakademie Schloss Heiligenberg", en Alemania, de donde no sólo se trajo los premios sino que los profesores, conmovidos por sus interpretaciones, le regalaron un violín antiguo, adquirido en una subasta.Este año, Dalina concursó para seguir estudios superiores de violín en el Conservatorio de Viena y, como era de esperarse, fue admitida. Ella debe viajar, este mes, a Viena, Austria, a comenzar sus estudios. Va sin beca, por lo cual la Orquesta Sinfónica de Carabobo y el Conservatorio han organizado para el próximo domingo, en el Teatro Dr. Alfredo Celis Pérez, un concierto. La entrada será gratis, pero se espera que todos los asistentes colaboren para darle un regalo mientras se ambienta en el país de Mozart, donde será la primera venezolana admitida para perfeccionar sus interpretaciones. Dalina, acompañada de la Sinfónica de Carabobo dirigida por el maestro José Calabrese interpretará el hermoso Concierto para Violín y Orquesta de Johannes Brahms .¡A no faltar! Lo que escucharán será el regalo que ella nos deja antes de partir a convertirse en la virtuosa que soñamos una tarde, no lejana, en la Redacción de El Carabobeño.
LEONOR MENDOZA, nuestra querida colega periodista, requiere la solidaridad de todos en estos momentos en que se encuentra delicada de salud. Con esta finalidad, el domingo 15 de julio será celebrada la verbena “Bailando por una causa”, en la que habrá ventas de comidas, bebidas, rifas, castillos inflables, payasos y mucha música interpretada por artistas y grupos amigos de los periodistas, en el Club Viejos Amigos, calle Manrique con avenida Soublette, cerquita de la Plaza Candelaria.
EL CARABOBEÑO es muy fiel a sus tradiciones. Una de ellas es degustar el 27 de junio la sabrosa torta casera que -por décadas- nos ha enviado la siempre atenta Subdelia Páez de Sevilla, presidenta de la Sociedad Amigos de Valencia. En nombre de todos los que convivimos en la Redacción de este diario, gracias a la amiga que nos endulza la tarde del Día del Periodista.
NUESTRA MISS MUNDO JACQUELINE AGUILERA, reina de la noche valenciana, en su cuartel general de "Be Club", en El Viñedo, celebró con una fiesta el cumpleaños de Mariana Bencomo, cuyo esposo, Gonzalo Peña Veloz, fue el DJ. Toda una revelación en el arte de mezclar la música de los cuatro continentes con alegría, elegancia y precisión. Fue una performance al estilo de Club, la bella revista dirigida por la estimada pareja de periodistas que se ha convertido en la biblia de la vida social de nuestra ciudad.
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