Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

viernes, 20 de julio de 2012

Monseñor Luis Eduardo Henríquez tuvo en mi niñez un programa por el canal 5 junto al Padre Juan Francisco Hernández excelente

18 julio 2012

Eumenes Fuguet Borregales (*) || Historia y Tradición

eumenes7@gmail.com | @eumenesfuguet
El 31 de julio de 1913 del matrimonio del médico Eduardo Henríquez y Doña Josefa Jiménez, nace en la calle del Ángel, hoy Arismendi - Valencia, Luis Eduardo, futuro primer Arzobispo de esta ciudad. Desde pequeño sentía inclinación por la vocación sacerdotal; los estudios elementales los realiza en el colegio Don Bosco. Ingresa el 7 de enero de 1924 en la residencia del obispo Francisco Granadillo primer obispo de Valencia, ubicada al lado de la Catedral, utilizada en forma provisional como seminario; en febrero de 1925 es utilizada la antigua Escuela Arzobispal. El joven Luis Eduardo es enviado en 1928 al Seminario Interdiocesano Santa Rosa de Lima de Caracas; El excelente rendimiento y vocación le permiten viajar a Roma en 1932 en la continuación de estudios de Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana. Encontrándose en su formación sacerdotal, fue enviado a Florencia para acompañar por breve temporada al ilustre y apreciado monseñor Salvador Montesdeoca (1896-1945), recién operado de apendicitis con cierta complicación. Culminados los estudios el 27 de marzo de 1937, recibe las Sagradas Órdenes Sacerdotales en la Basílica de San Juan de Letrán. Al regresar a Valencia, es designado secretario de monseñor Gregorio Adam (1896-1961), tercer obispo de Valencia; en forma paralela se desempeña como docente de Literatura y Latín del liceo Pedro Gual y capellán de la iglesia de la Inmaculada en Camoruco.
Su salud es quebrantada a causa de problemas respiratorios, teniendo que trasladarse a Los Teques en procura de su mejoría, tiempo que aprovecha para desarrollar sus capacidades de escritor con su obra “Cantares del camino”, inclusive el Himno del Congreso Eucarístico realizado en 1942. Ya recuperado es transferido a la Arquidiócesis de Caracas en 1943, donde permanecerá veintidós años; aprovecha para obtener el título de Doctor en Sagrada Teología. Escribe “Escala de soledad” en 1946. El presbítero Henríquez fue redactor y crítico literario del diario La Religión; fue recibido como Miembro de la Asociación Venezolana de Escritores. En tres oportunidades recibió el importante Premio Municipal de Poesía, luego formó parte de ese distinguido jurado, igualmente se desempeñó como Capellán del Hospital Vargas, como docente estuvo varios años en el Seminario Interdiocesano y en la Universidad Católica Andrés Bello; designado secretario del Arzobispado de Caracas en 1949. Junto a don Alejandro Feo Caballero, José Cabello Calvo, Emiliano Azcunes y otros benefactores carabobeños, estará apoyando a mediados de 1947, la activación del Centro de Inmigrantes de El Trompillo, cerca del Central Tacarigua, municipio Carlos Arvelo. Como Capellán Militar ocupó la subjefatura de esa institución adscrita al Ministerio de la Defensa; designado párroco de la iglesia Altagracia hasta 1961. El 31 de octubre de ese año es nombrado Arcediano de la Catedral de Caracas. Su Santidad Juan XXIII lo eleva a Monseñor y Obispo Auxiliar el 12 de mayo de 1962; su prolífica pluma escribe: “Ministerio sacerdotal”, “Ministros de la palabra” y “Cristo presente entre los hombres”. El 6 de enero de 1973 ocupa la alta dignidad de Obispo de Valencia, erigida como Diócesis el 12 de octubre de 1922.
Monseñor Henríquez realizó una reconocida obra pastoral en beneficio de la formación de sacerdotes y de los más necesitados; las autoridades del Vaticano lo nombran Arzobispo de Valencia, ceremonia realizada el 6 de enero de 1974, presidida por Su Eminencia el cardenal José Humberto Quintero. Monseñor Luis Eduardo Henríquez es el primero en ocupar esta alta investidura eclesiástica en su ciudad natal; elevada a Arquidiócesis el 12 de noviembre de 1974, teniendo como Diócesis Supragáneas a Puerto Cabello, Maracay y San Carlos. Por su elocuente verbo y preparación académica, en diferentes ocasiones lo designaban Orador de Orden en la conmemoración de efemérides y actos especiales. Ocupa el importante cargo hasta el 17 de marzo de 1990; fallece el ilustre prelado el 8 de agosto de 1991, sus restos se encuentran en la Catedral de Valencia.
(*) Monseñor Luis Eduardo Henríquez, primer Arzobispo de Valencia

1 comentario:

  1. El programa se llamaba "Vida y destino", y en él se alternaban monseñor Henríquez y el padre Hernández. Es llamativo que cuando se habla de la presencia de la iglesia venezolana en los medios de comunicación no se menciona la labor de estos dos pioneros. Henríquez, por la profundidad y erudición de sus disertaciones, y Hernández por su carisma mediático. Merece ser rescatado ese recuerdo.

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