Indocencias
Convit
- José Joaquín Burgos (Notitarde / )
José Joaquín Burgos
Poco escándalo, poca novedad, mínima notoriedad social hay en las altas esferas del qué dirán cuando abandona su escenario alguien cuyo valor universal nada importa, realmente, a los dueños del planeta o mejor dicho, a los administradores del destino humano.
Tal vez siempre fue así, acaso desde cuando el becerro de oro cegó a sus adoradores desde antes de que nacieran. Aquella especie de periodismo de los primeros tiempos cristianos que son los textos de la Biblia referidos a los estamentos viejo y nuevo, ciertamente nos hace ver, con el corazón y la conciencia, que ya en los días anteriores al Cristianismo había seres execrados, expulsados de la vida social por padecer del infernal mal de la lepra. Tanto así, que uno de los milagros fundamentales de Jesús es la curación de un leproso… milagro que sin embargo terminó olvidado, invisibilizado por la propia madre iglesia… más, sin embargo, la lepra siguió en sí, repartiendo su maldición por los pueblos; los leprosos siguieron siendo malditos, rechazados, negados… En nuestra propia historia abunda su dolorosa y trágica presencia. ¿Quién no ha leído alguna vez el soneto "Piedad", de Cruz Salmerón Acosta? y pensado a la vez, como propio "en mirar el azul de aquellos ojos/ que ya jamás contemplarán los míos". La lepra hiere siempre, como una maldición…
Y aquí detenemos esta súbita rememoración. Sucede, simplemente, que ha muerto un hombre, una conciencia, un corazón que resume en sí lo más puro, santo e inmarcesible de la humanidad: el doctor Jacinto Convit García, venezolano universal. Sobre él me atreví a escribir, hace algo más de treinta años (en el diario El Nacional de ese tiempo) que bien merecía, con plena dignidad, el Premio Nóbel de Medicina. Premio que, por supuesto, no recibió jamás. Hoy, herido en mi pensar por su ida hacia la eternidad pienso que su gran premio, superior a todos los premios del mundo, fue la gratitud de quienes recibieron, de manos suyas, la bendición y entrega de su propia vida al servicio del prójimo.
Gloria a él, digno de todos los homenajes y vivo para siempre en la memoria de la humanidad.
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