Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

viernes, 27 de febrero de 2015

Uno escucha una cadena presidencial o ve el programa de televisión de Diosdado Cabello, Con el Mazo Dando, y lo menos que uno hace es pensar en la paz. El discurso oficialista, sin embargo, condena continuamente la violencia y hace llamados reiterados al método democrático y a la resolución pacífica de conflictos. Aun la intimidación, la arbitrariedad y la escalada de represión en contra de la oposición ocurren en nombre de la paz.

¿Es posible la paz?

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Uno escucha una cadena presidencial o ve el programa de televisión de Diosdado Cabello, Con el Mazo Dando, y lo menos que uno hace es pensar en la paz. El discurso oficialista, sin embargo, condena continuamente la violencia y hace llamados reiterados al método democrático y a la resolución pacífica de conflictos. Aun la intimidación, la arbitrariedad y la escalada de represión en contra de la oposición ocurren en nombre de la paz. La agresión y el arrebato están, siempre, en territorio del otro. En el reinicio de su programa La Hojilla, Mario Silva comentó que la baja producción de alimentos y artículos de consumo básico parecía una apuesta de la oposición “a ver si el pueblo se cansa, si estalla”. El estallido popular es una imagen latente en la mente de los venezolanos a la que todos tememos y casi nadie quiere. Los líderes de la oposición son, así, también, defensores de la paz.
Desde su presidio en la cárcel militar de Ramo Verde, el alcalde Antonio Ledezma invitó a mantener la lucha pacífica y advirtió que “la violencia es un salto al vacío que no conduce a ninguna parte”. Una clara línea de pensamiento en la oposición es que no debemos caer en el juego y las provocaciones del gobierno, que el régimen necesita de la violencia para sortear el difícil momento y la brusca caída del favor popular. Voces disidentes y críticas de la MUD, sin embargo, pretenden ir más abajo del andamiaje retórico secuestrado por el castrocomunismo. En un reciente artículo en El Nacional, Antonio Sánchez García se asombra de que la única reacción de la unidad al secuestro del alcalde metropolitano y al incremento en la represión haya sido convocar a enfocarse en las elecciones parlamentarias. Para Sánchez García, abrir el compás de espera para reaccionar a la crisis es desconocer “cómo se cuecen las habas en los calderos castristas”. Y desconcierta, ciertamente, que de más de 200 métodos de intervención política no violenta, como los que señala Gene Sharp, los líderes de la oposición solo sepan utilizar uno. Dados a escoger entre la guerra y la paz, todos preferimos la paz. La pregunta es si ella es realista y si es compatible con la libertad. Hay politólogos que opinan que el autoritarismo competitivo se denomina precisamente así porque está diseñado expresamente para que siempre exista una debilitada oposición compitiendo en elecciones por el poder pero sin oportunidad verdadera de llegar a él. El control totalitario no es una fantasía, es una realidad que busca burlar la voluntad popular.

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