In memóriam de Pedro Crespo: Entre Pedros …Piedra pura
Pedro Villarroel
Pedro es un orfebre del intelecto, un intelecto que por demás está atravesado por una permanente y obstinada discordia interior, “hiancias” al decir de nuestro profesor Heinrich Gorodeckas.
Una especie de martirio colmó su existencia plenamente. Su fina inteligencia produjo una especie de meta realidad y álter ego que le jugaban cabriolas al destino. Se inventó un mundo, transitó los vericuetos del sueño, los confines oníricos donde se cuentan sus cuitas la conciencia y la locura y las figuras dionisiacas de su voz y de su canto.
Con Pedro se cierra todo un ciclo, todo un tiempo. Su vida misma es expresión de un mundo que se revela permanentemente a todos y a todo, porque no busca finalidades; es voluntad pura.
Pedro no es un sitio ubicable, no es un territorio observable, no es racionalidad, en sus actos de habla, su pensamiento y acciones no hay pausas. Pedro es la vida misma, la alegría desbordante y efímera, la palabra clara, llana y directa, en Pedro no hay doblez ni estrategia. Es militante de la irreverencia y el desenfado, pero también de la nobleza del corazón, es un hombre inmensamente bueno, en él no hay un atisbo de egoísmo ni mezquindad.
Pedro es un hombre de escuchar indiscreto, furtivo, deliberado, siempre pendiente de todo cuanto ocurre en la mesa contigua, en la otredad para captar todo aquello que lo circunda, todos esos momentos que alimentan sus ansias, sus apetitos, sus pecados y su existencia; no le es ajeno nada, es un ser vital.
Te fuiste, al decir del poeta De Nóbrega, sin aviso y sin protesto, no hubo espera ni información. Tu partida fue absoluta e irremediable. Ahora todo es un silencio y vacío que convoca a la reflexión desesperada, me sumerjo en la música creyendo que allí encontraré la explicación a esta última chanza, a este último desencuentro. Son las seis y veinte de una tarde cualquiera y voy a servir dos whiskys para comenzar nuestro diálogo inconcluso.
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