Georges o George Ivánovich Gurdjíeff (en armenio: Գեորգի Գյուրջիև, en griego: Γιώργος Γεωργιάδης, en ruso: Георгий Иванович Гюрджиев, Gueorgui Ivánovich Giurdzhíyev), (Alexándropol, 14 de enero de 1872 – París, 29 de octubre de 1949)su principal obra fue dar a conocer y transmitir las enseñanzas del Cuarto Camino en el mundo occidental
En los Grupos de Gurdjieff aprendí que hay caminos:
1. El camino del faquir.
2. El camino del monje.
3. El camino del yogui.
Mi historia personal necesitaba conocer a fondo y experimentarlo a plenitud hasta agotarlo: "El segundo camino que es el del monje. Es el camino de la fe, del sentimiento religioso y de los sacrificios. Un hombre que no tuviera muy fuertes emociones religiosas y una imaginación religiosa muy intensa, no podría llegar a ser un «monje» en el verdadero sentido de la palabra.
El camino del monje es también muy duro y muy largo. El monje pasa años y decenas de años luchando contra sí mismo; pero todo su trabajo está concentrado sobre la segunda habitación, sobre el segundo cuerpo, es decir, sobre los sentimientos. Sometiendo todas sus otras emociones a una sola, que es la fe, desarrolla en sí mismo la unidad, la voluntad sobre las emociones, y por este camino alcanza la cuarta habitación. Pero su cuerpo físico y sus capacidades intelectuales pueden quedarse sin desarrollo. Para poder servirse de lo que él habrá obtenido, tendrá que cultivarse física e intelectualmente. Esto no se podrá realizar sino por medio de nuevos sacrificios, de nuevas austeridades, de nuevos renunciamientos. Un monje tiene que llegar a ser un yogui y un faquir. Son muy escasos los que llegan tan lejos;más escasos aún los que llegan a triunfar sobre todas las dificultades. La mayoría muere antes de arribar a esto o no llega a ser «monjes» sino en apariencia.
Como muchos han leído y posiblemente leerán en este blog consagrado al poder del amor expresado en el femenino, representado en este caso por Santa Escolástica hermana de San Benito de Nursia, hay variedad de temas, todos transitados por mi en mi búsqueda personal, de los cuales no me avergüenzo ni desecho, tanto que los utilizo en las entradas de este blog, me veo en la necesidad de comunicar cuál es la estructura sobre la que he edificado mi acercamiento a otras formas de pensamiento, muy propias para mi, acordes con los nuevos tiempos y sus descubrimientos y temas y lenguajes habituales. Esa estructura viene del humanismo cristiano, constituido primero por las enseñanzas de mi familia, católica practicante y un tío Monseñor Rafael Angel Eugenio, con el que fui misionera en la frontera colombo-venezolana. En los momentos más horribles de mi vida, tuve la suerte que un dengue me atacó y debilitó de tal manera, que los médicos me ordenaron un retiro a un sitio de verdadera paz, y la señora Fiorella de la "Librería Majay" de Valencia, me recomendó la recién fundada
Abadía Benedictina "San José" de Güigüe, donde ingresé, el 17 de febrero de 1992 y tuve la gran suerte que inicié un discipulado con el II Abad en la historia de dicha comunidad: El padre José María Martínez osb. Después de ese encuentro pasaron unos días hasta que ingresé nuevamente a trabajar dentro de la comunidad para seguir de cerca la enseñanza de los valores y principios de San Benito de Nursia, patrono de los monjes de Occidente de la mano de mi maestro, el Abad Martínez.Transcurrieron 3 años de pruebas fuertes, y aunque soy laica, casada y con 4 hijos, accedí a la enseñanza que estructuró mi Fe sobre los valores cristianos, según la rama contemplativa de la Iglesia Católica, institución ante la cual me he demostrado acérrima crítica desde los bancos de mis estudios primarios y secundarios en el Internado "San José de Tarbes"(El Paraíso, Caracas)...El Abad José María fue conformando en mi una estructura personal única, durante 3 años de trabajo interior y silencio, con lo que todo éso significa,y pude pasar desde mis 40 años hasta los 47, las crisis que veo en mis consultantes en Astrología, que se caracteriza por la toma de decisiones y pruebas duras, ante las cuales se necesitan valores y principios muy bien incorporados a nuestra vida para salir con vida espiritual y no sucumbir ante experiencias que dispersan más al ser humano...Después de esos 3 años me reconocieron como"un monje más" y escribí con el Abad el folleto para los visitantes de la Abadía, las vidas de los Santos benedictinos que custodian cada habitación y estudié mucho sobre la verdadera fundación terrenal de Jesús de Nazareth. Cada entrada de este blog es de mi exclusiva responsabilidad, por éso ante los ataques cibernéticos que ha sufrido, tanto que quisieron eliminarlo, me veo en la necesidad de escribir esta nota acompañada con mi mayor gratitud a los monjes benedictinos, muchos ya fallecidos, y al Abad José María Martínez osb por su acompañamiento, gracias a ellos estructuré mi fortaleza interior y el conocimiento de un Dios dentro de mi que me lleva a amarme y ser fiel a lo que entendí: "Somos hechos a imagen y semejanza de Dios", tenemos un modelo de vida que es Jesucristo y desde esa Verdad, sin imponer mi deseo de control y obtener lo que yo creo es "bueno", puedo fluir, abandonarme (muy dificultosamente a la Fe, a vivir la Voluntad del Padre) en estos tiempos de experiencias frenéticas, brutal materialismo, caos por la caída de todas las seguridades que había creado el hombre y necesidad de hallar un Camino Espiritual, místico para poder vivir y transitar el Sendero de retorno al Padre.
El Papa: "La Iglesia tiene necesidad del testimonio creíble de los laicos"
Día 3 del viaje apostólico. Francisco agradece a los líderes del apostolado laico en Corea su labor con los pobres y necesitados y anima a multiplicar esfuerzos en el ámbito de la promoción humana
Por Rocío Lancho García
CIUDAD DEL VATICANO, 16 de agosto de 2014 (Zenit.org) - El santo padre Francisco, en su intensa jornada de este sábado del viaje a Corea, se ha reunido también con los líderes del apostolado laico en el Centro de Espiritualidad de Kkottongnae, tras visitar el Centro de discapacitados y reunirse con los religiosos y religiosas.
En reconocimiento de la importancia fundamental del rol desempeñado por los laicos en la Iglesia en Corea, en 1968 se instituyó el Consejo Católico para el Apostolado de los Laicos que tiene sedes en todo el país y que tiene como misión central el diálogo con los no creyentes.
En la capilla del Centro, el Papa se ha encontrado con unos 150 laicos particularmente activos en el apostolado.
El presidente de la Asociación de Laicos ha sido el encargado de dirigir unas palabras al inicio del encuentro. Así, ha afirmado que desde el primer momento en el que supieron de la visita del Papa "todos nosotros, con el corazón palpitante, como niños, hemos comenzado a contar los días que nos separaban de este momento". Durante su breve discurso, el presidente ha observado que "hemos visto lo libre que es usted al buscar la 'voluntad de Dios', y como esta libertad esta abriendo las puertas de la Iglesia, empujándola con amor a buscar a todas las personas en las periferias. También nosotros queremos vivir como usted, Santo Padre". Por eso, ha indicado, "queremos salir a buscar a las noventa y nueve ovejas perdidas, rompiendo las cadenas de nuestro egoísmo".
Por su parte, Francisco les ha hablado del precioso legado recibido por los mártires coreanos beatificados esta mañana que "sigue vivo en sus obras actuales de fe, de caridad y de servicio". Y así, ha señalado que "la Iglesia tiene necesidad del testimonio creíble de los laicos sobre la verdad salvífica del Evangelio, su poder para purificar y trasformar el corazón, y su fecundidad para edificar la familia humana en unidad, justicia y paz".
De modo particular, el Santo Padre ha reconocido "la labor de las numerosas asociaciones que se ocupan directamente de la atención a los pobres y necesitados". Además, ha manifestado su profundo agradecimiento "a cuantos, con su trabajo y su testimonio, llevan la presencia consoladora del Señor a los que viven en las periferias de nuestra sociedad". Al respecto, ha explicado que "esta tarea no se puede limitar a la asistencia caritativa, sino que debe extenderse también a la consecución del crecimiento humano. Asistir a los pobres es bueno y necesario, pero no basta". Por esta razón, el Pontífice ha animado a multiplicar esfuerzos en el ámbito de la promoción humana.
Por otro lado, ha reconocido la valiosa contribución de las mujeres católicas coreanas a la vida y la misión de la Iglesia en este país "como madres de familia, como catequistas y maestras y de tantas otras formas".
Francisco tampoco ha podido dejar de destacar la importancia del testimonio dado por las familias cristianas. A propósito, ha recordado que en una época de crisis de la vida familiar, "nuestras comunidades cristianas están llamadas a ayudar a los esposos cristianos y a las familias a cumplir su misión en la vida de la Iglesia y de la sociedad".
Finalmente, el Santo Padre ha invitado a los líderes del apostolado laico en Corea a promover "en sus comunidades una formación cada vez más completa de los fieles laicos, mediante la catequesis continua y la dirección espiritual". Y les ha pedido que todo lo que hagan sea "en completa armonía de mente y corazón con sus pastores, intentando poner sus intuiciones, talentos y carismas al servicio del crecimiento de la Iglesia en unidad y en espíritu misionero".
En reconocimiento de la importancia fundamental del rol desempeñado por los laicos en la Iglesia en Corea, en 1968 se instituyó el Consejo Católico para el Apostolado de los Laicos que tiene sedes en todo el país y que tiene como misión central el diálogo con los no creyentes.
En la capilla del Centro, el Papa se ha encontrado con unos 150 laicos particularmente activos en el apostolado.
El presidente de la Asociación de Laicos ha sido el encargado de dirigir unas palabras al inicio del encuentro. Así, ha afirmado que desde el primer momento en el que supieron de la visita del Papa "todos nosotros, con el corazón palpitante, como niños, hemos comenzado a contar los días que nos separaban de este momento". Durante su breve discurso, el presidente ha observado que "hemos visto lo libre que es usted al buscar la 'voluntad de Dios', y como esta libertad esta abriendo las puertas de la Iglesia, empujándola con amor a buscar a todas las personas en las periferias. También nosotros queremos vivir como usted, Santo Padre". Por eso, ha indicado, "queremos salir a buscar a las noventa y nueve ovejas perdidas, rompiendo las cadenas de nuestro egoísmo".
Por su parte, Francisco les ha hablado del precioso legado recibido por los mártires coreanos beatificados esta mañana que "sigue vivo en sus obras actuales de fe, de caridad y de servicio". Y así, ha señalado que "la Iglesia tiene necesidad del testimonio creíble de los laicos sobre la verdad salvífica del Evangelio, su poder para purificar y trasformar el corazón, y su fecundidad para edificar la familia humana en unidad, justicia y paz".
De modo particular, el Santo Padre ha reconocido "la labor de las numerosas asociaciones que se ocupan directamente de la atención a los pobres y necesitados". Además, ha manifestado su profundo agradecimiento "a cuantos, con su trabajo y su testimonio, llevan la presencia consoladora del Señor a los que viven en las periferias de nuestra sociedad". Al respecto, ha explicado que "esta tarea no se puede limitar a la asistencia caritativa, sino que debe extenderse también a la consecución del crecimiento humano. Asistir a los pobres es bueno y necesario, pero no basta". Por esta razón, el Pontífice ha animado a multiplicar esfuerzos en el ámbito de la promoción humana.
Por otro lado, ha reconocido la valiosa contribución de las mujeres católicas coreanas a la vida y la misión de la Iglesia en este país "como madres de familia, como catequistas y maestras y de tantas otras formas".
Francisco tampoco ha podido dejar de destacar la importancia del testimonio dado por las familias cristianas. A propósito, ha recordado que en una época de crisis de la vida familiar, "nuestras comunidades cristianas están llamadas a ayudar a los esposos cristianos y a las familias a cumplir su misión en la vida de la Iglesia y de la sociedad".
Finalmente, el Santo Padre ha invitado a los líderes del apostolado laico en Corea a promover "en sus comunidades una formación cada vez más completa de los fieles laicos, mediante la catequesis continua y la dirección espiritual". Y les ha pedido que todo lo que hagan sea "en completa armonía de mente y corazón con sus pastores, intentando poner sus intuiciones, talentos y carismas al servicio del crecimiento de la Iglesia en unidad y en espíritu misionero".
Discurso completo del Santo Padre a los líderes del apostolado laical
El ejemplo de los primeros cristianos coreanos demuestra que la fecundidad de la fe se expresa en la práctica de la solidaridad
Por Redacción
SEúL, 16 de agosto de 2014 (Zenit.org) - Queridos hermanos y hermanas:
Me alegro de tener la oportunidad de encontrarme con ustedes, que representan las diversas manifestaciones del floreciente apostolado de los laicos en Corea. Floreciente porque siempre ha sido floreciente. Son flores que permanecen. Agradezco al Presidente del Consejo del Apostolado Seglar Católico, el señor Paul Kwon Kil-joog, sus amables palabras de bienvenida en nombre de todos.
La Iglesia en Corea, como todos sabemos, ha heredado la fe de generaciones de laicos que perseveraron en el amor a Jesucristo y en la comunión con la Iglesia, a pesar de la escasez de sacerdotes y de la amenaza de graves persecuciones. El beato Pablo Yun Ji-chung y los mártires que hoy han sido beatificados constituyen un capítulo extraordinario de esta historia. Dieron testimonio de la fe no sólo con los tormentos y la muerte, sino también con su vida de afectuosa solidaridad de unos con otros en las comunidades cristianas, que se distinguían por una caridad ejemplar.
Este precioso legado sigue vivo en sus obras actuales de fe, de caridad y de servicio. Hoy, como siempre, la Iglesia tiene necesidad del testimonio creíble de los laicos sobre la verdad salvífica del Evangelio, su poder para purificar y trasformar el corazón humano, y su fecundidad para edificar la familia humana en unidad, justicia y paz. Sabemos que no hay más que una misión en la Iglesia de Dios, y que todo cristiano bautizado tiene un puesto vital en ella. Sus dones como hombres y mujeres laicos son múltiples y sus apostolados variados, y todo lo que hacen contribuye a la promoción de la misión de la Iglesia, asegurando que el orden temporal esté informado y perfeccionado por el Espíritu de Cristo y ordenado a la venida de su Reino.
De modo particular, me gustaría reconocer la labor de las numerosas asociaciones que se ocupan directamente de la atención a los pobres y necesitados. Como demuestra el ejemplo de los primeros cristianos coreanos, la fecundidad de la fe se expresa en la práctica de la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas, independientemente de su cultura o condición social, ya que en Cristo «no hay judío ni griego» (Ga 3,28). Quiero manifestar mi profundo agradecimiento a cuantos, con su trabajo y su testimonio, llevan la presencia consoladora del Señor a los que viven en las periferias de nuestra sociedad. Esta tarea no se puede limitar a la asistencia caritativa, sino que debe extenderse también a la consecución del crecimiento humano, no solo la asistencia, también el desarrollo de la persona. Asistir a los pobres es bueno y necesario, pero no basta. Los animo a multiplicar sus esfuerzos en el ámbito de la promoción humana, de modo que todo hombre y mujer llegue a conocer la alegría que viene de la dignidad de ganar el pan de cada día y de sostener a su propia familia. Y esta dignidad, en este momento está amenzada de ser eliminada por esta cultura del dinero, que deja sin trabajo a tantas personas. Y nosotros podemos decir, 'padre, nosotros les damos de comer'. Pero no es suficiente. Él y ella, que están sin trabajo, deben sentir en su corazón la dignidad de llevar el pan a casa, de ganarse el pan. Y os confío este trabajo a vosotros.
También quiero reconocer la valiosa contribución de las mujeres católicas coreanas a la vida y la misión de la Iglesia en este país como madres de familia, como catequistas y maestras y de tantas otras formas. Asimismo, no puedo dejar de destacar la importancia del testimonio dado por las familias cristianas. En una época de crisis de la vida familiar, lo sabemos todos, nuestras comunidades cristianas están llamadas a ayudar a los esposos cristianos y a las familias a cumplir su misión en la vida de la Iglesia y de la sociedad. La familia sigue siendo la célula básica de la sociedad y la primera escuela en la que los niños aprenden los valores humanos, espirituales y morales que los hacen capaces de ser faros de bondad, de integridad y de justicia en nuestras comunidades.
Queridos hermanos, cualquiera que sea su colaboración con la misión de la Iglesia, les pido que sigan promoviendo en sus comunidades una formación cada vez más completa de los fieles laicos, mediante la catequesis continua y la dirección espiritual. Les pido que todo lo hagan en completa armonía de mente y corazón con sus pastores, intentando poner sus intuiciones, talentos y carismas al servicio del crecimiento de la Iglesia en unidad y en espíritu misionero. Su colaboración es esencial, puesto que el futuro de la Iglesia en Corea, como en toda Asia, dependerá en gran medida del desarrollo de una visión eclesiológica basada en una espiritualidad de comunión, de participación y de poner en común los dones (cf. Ecclesia in Asia, 45).
Una vez más les expreso mi gratitud por todo lo que hacen para la edificación de la Iglesia en Corea en santidad y celo. Que encuentren constante inspiración y fuerza para su apostolado en el Sacrificio eucarístico, que comunica y alimenta “el amor a Dios y a los hombres, alma de todo apostolado” (Lumen gentium, 33). Para ustedes, sus familias y cuantos participan en las obras corporales y espirituales de sus parroquias, de las asociaciones y de los movimientos, imploro la alegría y la paz del Señor Jesucristo y la solícita protección de María, nuestra Madre. Os pido por favor que recéis por mí. Y ahora todos junto, rezamos a la Virgen y después os doy la bendición.
Me alegro de tener la oportunidad de encontrarme con ustedes, que representan las diversas manifestaciones del floreciente apostolado de los laicos en Corea. Floreciente porque siempre ha sido floreciente. Son flores que permanecen. Agradezco al Presidente del Consejo del Apostolado Seglar Católico, el señor Paul Kwon Kil-joog, sus amables palabras de bienvenida en nombre de todos.
La Iglesia en Corea, como todos sabemos, ha heredado la fe de generaciones de laicos que perseveraron en el amor a Jesucristo y en la comunión con la Iglesia, a pesar de la escasez de sacerdotes y de la amenaza de graves persecuciones. El beato Pablo Yun Ji-chung y los mártires que hoy han sido beatificados constituyen un capítulo extraordinario de esta historia. Dieron testimonio de la fe no sólo con los tormentos y la muerte, sino también con su vida de afectuosa solidaridad de unos con otros en las comunidades cristianas, que se distinguían por una caridad ejemplar.
Este precioso legado sigue vivo en sus obras actuales de fe, de caridad y de servicio. Hoy, como siempre, la Iglesia tiene necesidad del testimonio creíble de los laicos sobre la verdad salvífica del Evangelio, su poder para purificar y trasformar el corazón humano, y su fecundidad para edificar la familia humana en unidad, justicia y paz. Sabemos que no hay más que una misión en la Iglesia de Dios, y que todo cristiano bautizado tiene un puesto vital en ella. Sus dones como hombres y mujeres laicos son múltiples y sus apostolados variados, y todo lo que hacen contribuye a la promoción de la misión de la Iglesia, asegurando que el orden temporal esté informado y perfeccionado por el Espíritu de Cristo y ordenado a la venida de su Reino.
De modo particular, me gustaría reconocer la labor de las numerosas asociaciones que se ocupan directamente de la atención a los pobres y necesitados. Como demuestra el ejemplo de los primeros cristianos coreanos, la fecundidad de la fe se expresa en la práctica de la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas, independientemente de su cultura o condición social, ya que en Cristo «no hay judío ni griego» (Ga 3,28). Quiero manifestar mi profundo agradecimiento a cuantos, con su trabajo y su testimonio, llevan la presencia consoladora del Señor a los que viven en las periferias de nuestra sociedad. Esta tarea no se puede limitar a la asistencia caritativa, sino que debe extenderse también a la consecución del crecimiento humano, no solo la asistencia, también el desarrollo de la persona. Asistir a los pobres es bueno y necesario, pero no basta. Los animo a multiplicar sus esfuerzos en el ámbito de la promoción humana, de modo que todo hombre y mujer llegue a conocer la alegría que viene de la dignidad de ganar el pan de cada día y de sostener a su propia familia. Y esta dignidad, en este momento está amenzada de ser eliminada por esta cultura del dinero, que deja sin trabajo a tantas personas. Y nosotros podemos decir, 'padre, nosotros les damos de comer'. Pero no es suficiente. Él y ella, que están sin trabajo, deben sentir en su corazón la dignidad de llevar el pan a casa, de ganarse el pan. Y os confío este trabajo a vosotros.
También quiero reconocer la valiosa contribución de las mujeres católicas coreanas a la vida y la misión de la Iglesia en este país como madres de familia, como catequistas y maestras y de tantas otras formas. Asimismo, no puedo dejar de destacar la importancia del testimonio dado por las familias cristianas. En una época de crisis de la vida familiar, lo sabemos todos, nuestras comunidades cristianas están llamadas a ayudar a los esposos cristianos y a las familias a cumplir su misión en la vida de la Iglesia y de la sociedad. La familia sigue siendo la célula básica de la sociedad y la primera escuela en la que los niños aprenden los valores humanos, espirituales y morales que los hacen capaces de ser faros de bondad, de integridad y de justicia en nuestras comunidades.
Queridos hermanos, cualquiera que sea su colaboración con la misión de la Iglesia, les pido que sigan promoviendo en sus comunidades una formación cada vez más completa de los fieles laicos, mediante la catequesis continua y la dirección espiritual. Les pido que todo lo hagan en completa armonía de mente y corazón con sus pastores, intentando poner sus intuiciones, talentos y carismas al servicio del crecimiento de la Iglesia en unidad y en espíritu misionero. Su colaboración es esencial, puesto que el futuro de la Iglesia en Corea, como en toda Asia, dependerá en gran medida del desarrollo de una visión eclesiológica basada en una espiritualidad de comunión, de participación y de poner en común los dones (cf. Ecclesia in Asia, 45).
Una vez más les expreso mi gratitud por todo lo que hacen para la edificación de la Iglesia en Corea en santidad y celo. Que encuentren constante inspiración y fuerza para su apostolado en el Sacrificio eucarístico, que comunica y alimenta “el amor a Dios y a los hombres, alma de todo apostolado” (Lumen gentium, 33). Para ustedes, sus familias y cuantos participan en las obras corporales y espirituales de sus parroquias, de las asociaciones y de los movimientos, imploro la alegría y la paz del Señor Jesucristo y la solícita protección de María, nuestra Madre. Os pido por favor que recéis por mí. Y ahora todos junto, rezamos a la Virgen y después os doy la bendición.
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