Mi hermano, el cura
- (Notitarde / Notitarde)
David J. Rutman Cisneros
Aún recuerdo las melodías que flotaban por las noches en la calle Soublette: Bach visitaba las brumas de La Pastora, las estrellas y los azahares prestaban luz y perfume para envolver el ambiente de zaguanes cerrados, era un muchacho orando entre corcheas, tejiendo su sueño de plata. Llegó bajando de El Calvario con los recuerdos de un padre que marchó muy pronto, con la humildad de su madre que sacó adelante familia, con sabia vida y noble temple, Madeira fue trocada por nubes y verdes, por trabajo y ejemplo.
Permitió la Providencia que creciera en espíritu y sabiduría, robusto y preclaro asumió que su mundo sería el incienso y la liturgia, la cura de almas y la entrega. Desde mi ventana, aquel lugar tan de los pastoreños, le vimos pasar de regreso del liceo o con su sotana y roquete al brazo hacia La Catedral o en la vieja camioneta blanca del Seminario.
Pedro Américo De Freitas Ferreira ha sido uno de nosotros. Es, sin temor a equivocarme, un Rutman Cisneros. Desde nuestra casa le vimos llegar y hacer tienda bajo la sombra del níspero centenario y del mango que sembró mi papá; la gente termina pareciéndose a quienes les rodea y se hizo parte de la familia, con la nobleza de mi madre y la alegría de mis hermanos.
Desde hace veinticinco años es sacerdote de Jesucristo y ha sido el dispensador de la Gracia, ipse Christus para nosotros: En los momentos felices y en los no tan felices, su palabra y su ministerio han hecho presente al Señor para nuestros amigos, allegados y lugares de trabajo, siempre con dedicación y generosidad, dispuesto a la hora que sea, en el sitio que sea.
Valencia también ha sentido su verbo y constancia, su ayuda a los pobres y el amor por su Patrona, la Virgen del Socorro, las líneas son pocas para destacar su predicación coherente, aggiornada, precisa tanto en el púlpito como en la dirección espiritual. Cientos de familias pueden afirmar que su ayuda en las decisiones difíciles ha sido faro de orientación, bálsamo en la tribulación y serenidad, es alguien que llega para nunca irse porque, el padre Pedro sabe sembrarse en el corazón fácilmente, su fidelidad a la vocación y el alto aprecio de la amistad no permiten que se separe, se convierte en parte de la gente, como sucedió con nosotros.
"Sacerdote Eterno" el lema de hace ya un cuarto de siglo nos confirma la premonición que tuvo aquella tarde cuando entró a la vetusta Catedral Valentina bajo la armonía "Jesús, alegría de los hombres", para siempre, sin descanso, sin vacaciones, consumiendo su energía vital, la juventud por hacer presente a Cristo en el altar, en la palabra.
Mi hermano, el cura, ha sido el hermano intermedio entre Eloy y Julieta, el contemporáneo y el que comparte la virtud de la Fe, son tantas hazañas, confidencias desde los tiempos remotos de la niñez, tantas decisiones bajo su ala protectora, tantas misas ofrecidas, toda una sinfonía como aquellas noches en las cuales el interpretaba para Dios, buscando trasnochar en su inocencia de adolescente el amanecer de aquel remoto quince de agosto en el cual diría SI a quien le llamó.
Como te digo cada año, hermano: "Dios lleve a término la obra que comenzó en Ti"
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