Escritora valenciana prepara su próximo libro en el que hay “mucho amor por mi país”
Elisa Lerner: Es doloroso percibir “dos Venezuela” desconociéndose
- Elisa Lerner sostiene que “no puedo hablar por el compromiso de otros escritores con la sociedad pero hay que escuchar los tiempos históricos” (Cortesia el universal / Cortesia el universal)
Daniela Chirinos Arrieta (Confabulario)
Estos días, Elisa Lerner ha estado ocupada en su próxima publicación que comenzó a escribir en 2006, “podría decir que es el libro que más me ha costado hacer”, confiesa, aunque aclara que “ya tengo un puño de páginas agarradas pero todavía me falta”. De manera que, toca esperar un rato más para leer este venidero libro del que solo adelantó que “sé que es prosa, aunque hoy en día cualquier cosa puede ser novela”.
“Es un libro en el que hay mucho amor hacia mi país –acota– porque está (presente) una memoria sensible sobre gente que he conocido. Pero no quiero hablar mucho sobre esto porque aún no lo he terminado, hay una parte que todavía me cuesta”.
No obstante, en julio de 2012, la escritora, ensayista y dramaturga, Premio Nacional de Literatura 2000, le “prestó” la frase La soledad es la patria del escritor a Viviana Marcela Iriart de códigovenezuela.com para que lo usara como título de su reportaje dedicado a esta escritora. “Ése es -dijo en esa ocasión- el título de la novela que estoy escribiendo”.
Casi dos años después le preguntamos: ¿Cómo una escritora de su talante aprovecha el acontecer del país para plasmarlo en sus libros? a lo que respondió: “No escribo sobre lo inmediato porque el escritor siempre escribe, aunque no quiera, sobre el pasado, pero ese pasado es como de la imaginación y en él hay muchos tiempos donde también el escritor es un futuro”.
- En todo caso, ¿cuál considera que es el compromiso de los escritores con la sociedad?
- No puedo hablar del compromiso de los demás, pero hay que escuchar los tiempos históricos, no sé si reflejar la realidad, porque ésta es muy compleja y a veces en los escritores la realidad es una fantasía.
Elisa Lerner nos concedió la entrevista vía telefónica en vísperas del Día Internacional de la Mujer celebrado el pasado 8 de marzo. Para entonces, las más recientes protestas en el país estaban en pleno apogeo. En líneas generales, la escritora percibe al país de manera dolorosa “porque están como dos Venezuela innecesariamente desconociéndose”, y reflexiona: “Conocerse e ir al conocimiento implica modestia, serenidad, sabiduría, y eso no lo estoy viendo mucho”.
Teniendo en cuenta lo anterior, se le consultó cuál considera que es el rol de las venezolanas hoy. Sencillamente contestó: “Es el papel que siempre han tenido: La mujer en Venezuela siempre ha sido valiente y responsable”.
- ¿Y el de la mujer de literatura?
- No le puedo decir a las demás mujeres lo que tienen que hacer, lo que sí puedo decir es que en mí está como muy profundo todo el afecto que el país me ha dado.
- Una pregunta traviesa, si tuviese que ubicar la realidad venezolana en algún género literario, ¿cuál sería?
- Respondiendo traviesamente, la ubicaría en un reportaje sensacional, pero eso es en el momento porque después la literatura toma su fuerza para escribir su versión. Eso sí, todos los países merecemos desenlaces afortunados y no violentos.
Zapatos de escritora
Elisa Lerner nació en Valencia (1932) y es hija de los emigrantes de origen rumano Mathilde Nagler Péretz y Noich Lerner. Desde temprana edad sintió el ímpetu por escribir. Una anécdota conocida es el afortunado regalo que a los 11 años de edad le dio su padre, un par de calzados abiertos en la punta que ella asumió como “zapatos de escritora”.
- Así se lo dije a mi padre: “Papá”, le dije, “estos son zapatos de escritora. Ya estoy armada para ser una escritora”. Y a él le pareció muy bien. Poco después me compraron papel, muchas plumas y una máquina de escribir. En mi infancia escribí tres poemas con un tema muy doloroso: Mi mamá se enfermó gravemente cuando dejó de recibir noticias de Europa. A los dieciséis escribí un libro de relatos que titulé La ciudad del lucro y que luego extravié no sé si en una mudanza o en un interrogatorio de la Seguridad Nacional. Así lo confesó a Milagros Socorro en 2000 para la Revista Analítica Venezuela.
De sus obras destacan las piezas de teatro: Vida con mamá y En el vasto silencio de Manhattan; el ensayo Yo amo a Columbo y los libros de crónica: Carriel para la fiesta y Crónicas ginecológicas.
Formó parte del grupo Sardio (1956) junto a Adriano González León, Salvador Garmendia y Guillermo Sucre. En 1950, escribía para la revista Mi Film bajo el seudónimo de Elischka, y en 1959 comenzó a publicar en la prensa nacional y en la revista Imagen.
“Lo más intenso del país me lo dio Valencia”
Cuando llamamos a Elisa Lerner para concertar la entrevista, fue evidente su emoción al saber que se trataba de un trabajo para ser publicado en un diario de su ciudad natal. “Me emociona muchísimo -exclamó-. Nací en Valencia, soy hija de padres europeos y fui educada en Caracas, pero para mí, el verde de la tierra venezolana, lo más intenso de este país me lo ha dado Valencia y lo percibo así cada vez que vuelvo a la ciudad, es una felicidad única”.
- ¿Qué recuerdos tiene de Valencia, su Teatro Municipal y ese “verdor” que describe?
Durante años escribí teatro y amé profundamente el espectáculo. Recuerdo que en la calle donde vivíamos se veía una luz verde que provenía del Teatro Municipal, yo sentía que ahí quedaba el mundo, ese mundo al cual iba a pertenecer. He contado esta historia antes, cuando mi padre fue a ver a Carlos Gardel al Teatro Municipal, mi mamá no pudo ir porque tenía que quedarse en casa cuidándome.
También recuerdo cuando vine por unos trabajos que hacía en los años ‘70, me enviaron varias veces como guía de lectores en una semana cultural para los libros de Monte Ávila, estuve hospedada en el Hotel Carabobo, ahí me asomaba al balcón para ver la Plaza Bolívar, y me parecía que en el otro extremo veía caminando a mi mamá vestida de beige y un ramaje en el estampado. También recuerdo pasear por los Camorucos.
Sí, tengo recuerdos bellísimos de Valencia que en parte son verdaderos y en parte son imaginación, porque eso ocurre cuando ésta suple a la memoria de la infancia más pequeña. Eso sí, hay un verde de Valencia que es muy intenso que no lo hay en otras ciudades, y sientes realmente que perteneces a Venezuela.
- ¿Desde hace cuánto no visita Valencia?
- Desde el año pasado, cuando me entregaron la orden “Alejo Zuloaga” en el marco de la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo, lo sentí como una recompensa para mis padres que vinieron a Venezuela a abrirse un camino porque Europa comenzaba a estar muy desolada. Después vino la Guerra Mundial, y muchas persecuciones, así que sentí que esa medalla, tan hermosa, tan única, era una recompensa para la juventud luchadora de mis padres en los años que estuvieron en Valencia.
- ¿Qué le diría entonces a los jóvenes que se mantienen en pie de lucha?
Que confíen en ellos mismos y en el país. Venezuela tiene un pasado muy reciente de claridad democrática...
Carabobeñas de alto calibre
A propósito del Día Internacional de la Mujer, Elisa Lerner aprovechó para hacer un homenaje a grandes carabobeñas, cargadas de un talento prodigioso. Así, nombró a María Luisa Escobar, a Ida Gramcko, a Lina Jiménez y a Beatriz Mendoza. “Valencia es la tierra donde nací y lo digo con alegría”, sentenció.
- ¿A quién considera que hay que leer y releer?
- No estoy diciendo nada nuevo, pero para mí hay que leer y releer a Teresa de la Parra, su novela Ifigenia aparentemente es la historia de una señorita un poco frívola que lamenta haber perdido su fortuna pero en el fondo eso es un disfraz verbal, en ese libro hay un gran dolor frente a lo que es una terrible dictadura. Incluso en uno de los personajes masculinos refleja el horror de lo que era el gomecismo, lo que es la indignidad de una dictadura.
BORIS RAMIREZ DALLA
Vida y obra
Pintor y artista de medios mixtos. Realizó estudios universitarios en la UCAB, donde obtuvo el título de licenciado en letras (1973). Posteriormente estudió en la Escuela Cristóbal Rojas (1975 y 1977) y en el taller de arte de la UNESR, donde se especializó en grabado, dibujo, restauración y teoría del arte (1977-1979). En 1980 viajó a Barcelona (España), donde realizó diversos cursos en la Escuela Llotja hasta 1981. En 1984 fue nombrado coordinador de los museos del Edo. Lara por la Fundación Larense para la Cultura. La obra de Ramírez mantuvo desde sus orígenes una constante vinculación con objetos y materiales textiles. El artista utilizó elementos de la moda, sombreros viejos, trajes, pieles, zapatos y maniquíes que vestía con ropa de encajes, calados, tejidos y bordados que adquiría en los mercados. Usó telas de tapicería, retazos de alfombras, fragmentos de obras de arte y diversos materiales para recrear ambientaciones con formas, colores y detalles que expresaban, de manera caricaturesca, experiencias pasadas y presentes. Su obra constituyó una crítica a aquellos personajes aferrados a objetos y ropas lujosas, con lo que quiso simbolizar la pérdida de valores de una época. El artista participó en numerosas muestras colectivas como el V y VI Salón Nacional de Jóvenes Artistas (Conac, 1977 y 1979), la I Bienal Nacional de Dibujo y Grabado (GAN, 1982), el XL Salón Arturo Michelena (Ateneo de Valencia, 1982), "Materia y espacio" (Sala CANTV, 1983), la II, III y IV Bienal Nacional de Escultura (Museo Francisco Narváez, 1984, 1986 y 1988), la II Bienal de Dibujo y Grabado (Museo de Arte La Rinconada, 1984), "Nuevas adquisiciones" (GAN, 1984) y "Amazonia II" (Sala Mendoza, 1987), entre otras. Según el crítico Axel Stein el trabajo de Boris Ramírez "se caracterizaba por un incontrolable afán por reunir, recoger, amontonar, coleccionar, conducta que lo llevó a realizar obras abigarradas en las cuales los objetos, maniquíes, telas, pinturas coexistían sin caer en el mal gusto del kitsch" (1995). La GAN posee de este artista la obra Ifigenia de los espíritus (plástico, mecates y plumas, 1982).
Exposiciones individuales
- 1975 Galería Lisandro Alvarado, Barquisimeto
- 1982 Sala Julio Arraga, Maracaibo / "Papeletas de sonrisa", Módulo Venezuela, Fundarte / "Papeletas de sonrisa", Museo Mariscal Sucre, Cumaná
- 1984 "Pasos en tiempos alternos", Galería Félix, Caracas / Galería de Arte Moderno; Maracaibo
- 1985 Los Espacios Cálidos
- 1989 "Tipos, tipas y arquetipos", Galería Arte Hoy, Caracas
- 1993 "Sobre héroes y tumbas", Galería Zeppia, Valencia / "Tesoros bajo el oropel", Centro de Arte Euroamericano, Caracas
Premios
- 1982 Premio Arturo Michelena, XL Salón Arturo Michelena
- 1986 Premio Museo Francisco Narváez, III Bienal de Escultura, Museo Francisco Narváez / Premio Mendoza, Sala Mendoza
- 1987 Segundo Premio Dior, Gran Premio Dior de Artes Visuales, Centro de Arte Euroamericano, Caracas
Colecciones
Ateneo de Valencia, Edo. Carabobo / GAN / Museo Francisco Narváez
Fuentes
- Cinap, R 118.
- Stein, Axel. "Boris se va… ¿Quién viene?". En: El Nacional. Caracas, 16 de noviembre de 1995.
Créditos
- Galería de Arte Nacional (GAN) http://www.gan.gob.ve
Realmente con la obra "Rosie Davis", Boris Ramírez logra captar muy bien el tema central de esta obra
teatral de Elisa Lerner. "En el vasto silencio de Manhattan"(1964), cuyo el tema central es la soledad y la alienación de una mujer contemporánea. Lerner reconoce que hay estrechos lazos referenciales con la protagonista, Rosie Davies porque la conoció en Nueva York. La protagonista, «esperaba recibir su pensión de seguridad y hacer un viaje alrededor del mundo»1.
Rosie Davis es el personaje de la mujer urbana y anónima de los años sesenta que reparte su vida pagando «las cuentas del supermercado y de la vivienda» y comprándose un sombrero rosa «como sensible toldo» que la protegiera «del desamor y el desencanto» y que le sirve también para «conquistar el sol del verano, la fuerza de un hombre». Personaje complejo, permite a la autora enfocar treinta años de una mujer y tres décadas de la ciudad neoyorquina. Lerner evita Caracas. En 1964, con Rafael Caldera, presidente socialcristiano al mando, poner en escena una problemática controversial e inequívocamente sexual, era improbable y prueba de ello es que la publicitada conducta sexual de las mujeres que estuvieron en la guerrilla venezolana y los libros concebidos en los sesenta, con rasgos testimoniales, fueron publicados una década. Me refiero a las novelas de Irma Acosta (¿Qué carajo hago yo aquí?), Antonieta Madrid (No es tiempo para rosas rojas), Victoria Duno (El desolvido) y Ángela Zago (Aquí no ha pasado nada). Inclusive, plantear el tema era difícil en los Estados Unidos, cuya cultura, según Freud, tenía mucho que ver con la «miseria psicológica de la masa». Aunque en 1963, la píldora anticonceptiva era consumida por más de dos millones de mujeres, el demócrata Stevenson, afirmaba que lo mejor que podía hacer la mujer era dedicarse a la «humilde tarea de ama de casa». Esto es señal inequívoca de la ignorancia o conveniencia de los políticos quienes son los últimos en notar los grandes cambios. En En el vasto silencio de Manhattan, doce escenas sirven para contar la patología femenina urbana y plantear el conflicto entre el espacio privado y el público; en otras palabras: entre la calle y la casa. Lerner-autora mira el desplazamiento de Davies quien, rodeada de «hilos verdes, rojos que permanecieron sin vida, solteros», sufre la presión de su madre por casarla cuanto antes para legitimar la sexualidad:
Lo que quiero es algo concreto. (...) Lo que quiero es ver florecer en tus dedos un anillo, la fuerza joven de tus nupcias. Sí, tú sólo tienes que casarte, salir del costurero que te oprime e incluso dentro de algún tiempo te olvidarás de ese anillo primerizo y torpe, quizás de tus manos también.
Esta madre, guardián del orden patriarcal, muy parecida a la de Vida con mamá, probablemente la misma con el mismo nombre, proyecta su tiranía desde «la luz amenazante de los candelabros». Es la época de la depresión en Estados Unidos y la madre le recuerda a Rosie, siempre marcada por los hilos, que «escasean el pan, los manteles, los hombres y las sábanas del amor». Después de dos intentos emocionales fallidos, Rosie Davis termina en un sanatorio mental «con los hilos y los ensueños detenidos como el reloj de un drama». Años después, trabaja como oficinista en una compañía de negocios. Su madre fallece y Davies se une a la iglesia episcopal donde «Todos los allí congregados desayunamos juntos. Eso nos une mucho: es como si todos hubiésemos conocido una amorosa cama, un mismo sexo». El tiempo empieza a deteriorar a Rosie, pero no sus sueños. Muere y se dirige a su féretro «grave, como un barco que no conoce de pájaros». Después de muerta, regresa para decirle a su amiga Leni:
"Yo no te quería. Me parece haberte tenido... envidia ya que, en el apartamento, tú estabas siempre en ropa interior, acaso porque el amor ya había hecho espléndida tu lengua y una magnificente saliva de macho te hacía tocar los océanos más vastos, todas las aguas.
Merezco esta muerte, esta negra urna. No es que, en verdad, me importase que alfombra de tu cuarto estuviese como llena de lo oscuro del invierno. Lo que me dolía era que eras joven y que alegres salivas de hombre te hacían dichosa."
Vinculada equívocamente por los críticos con Blanche DuBois, el personaje de Tennessee Williams, quien es condenada socialmente e inmolada por la comunidad, Rosie Davis prefiere no transgredir y opta, como María Eugenia Alonso, la protagonista de Ifigenia de Teresa de la Parra, por la alienación social o la auto-inmolación. El itinerario vital de Rosie Davis, probablemente lógico, es, además, una ruta patológica marcada por la sumisión y sus consecuencias: «¿Cree Ud. que si yo hubiese tenido un marido, una lengua de hombre tocando mi sangre, me hubiera quedado en el sillón de tela floreada, pálida y sin decir palabra?»La obra teatral de Elisa Lerner concebida como texto y paratexto permite una indagación crítica acerca del rol femenino. Lo que el lector lee, en el nivel anecdótico, es en realidad el revelado del texto y la caricatura de mujer alienada promovida por la cultura. La mediación y la parodia muestran otra lectura subterránea: la parodia de la retórica femenina promovida como material cultural, es cedida al lector por Lerner-escritora. En este contexto, y recurriendo a una herramienta básica, el lenguaje, se intenta desmoronar algunos conceptos e ideas diseminadas por la industria cultural. De aquí la importancia de su teatro. Sin embargo, queda claro, por otra parte, que los textos y frases clave están en la periferia de la obra, en su paratexto, porque el texto cultural necesita del lenguaje pero no está dentro del lenguaje de la escritora-Lerner. En otras palabras, Lerner pone en escena la retórica femenina tradicional para decir que hay una ausencia de un discurso femenino propio (que será tarea de la generación a la que pertenece Lerner). Para lograr esta estrategia textual, desde el punto de vista dramatúrgico, Lerner recurrirá a personajes que son construcciones mediatizadas por el discurso escénico estableciendo, así, un doble juego ficcional. Sus personajes femeninos odian la realidad y la tragicidad de las piezas radica en que se reproduce lo odiado. No sólo en el teatro, sino en su obra narrativa, Lerner escoge dos modelos: la actriz y la mujer escritora. El personaje femenino que padece su realidad, construye otro espacio: un mundo de ficción, pero la refracción de ese mundo otro —posible— también tiene las bases corroídas por mediación del discurso cinematográfico como ocurre también en Una sonrisa detrás de la metáfora publicada por Monte Ávila Editores, en 1969 y en la pieza teatral La envidia o La añoranza de los mesoneros:
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