Hugo Mujica: "La política no entiende la cultura"
- "Pasamos de la forma al contenido y ahora tenemos un campo abierto para sembrar", concluye. (Hugo Mujica "El saber de no saberse" / )
Carmen Sigüenza. / EFE
Madrid, 8 mayo 2014.- El escritor argentino Hugo Mujica vuelve con "El saber de no saberse" (Trotta), un ensayo trufado de poesía en el que ahonda sobre el vacío y el desprendimiento y pone el foco en la creación, en la creatividad del hombre, como el lugar que permite "descubrir el infinito misterio de estar vivo".
Creación artística y cultural que da sentido al hombre, en opinión del poeta, filósofo, pintor, antropólogo y teólogo argentino, que asegura que en su país las cosas están "muy mal", menos la vida cultural, "porque esa siempre va bien al margen".
"La política no entiende la cultura -explica el poeta a Efe-. Nunca tuvimos ayuda con ningún gobierno, pero sí que la utilizan. El fascismo 'estetizaba' la política, el comunismo politizó la estética, y el capitalismo la mercantiliza; todos la ven como algo para usar. Pero quizá por eso tenemos mucha creatividad, porque tenemos cintura para sacar algo de la nada".
Pero a Hugo Mujica (Buenos Aires, 1942), que vivió la cultura y la contracultura en los años setenta en Nueva York, y estuvo siete años practicando la meditación y el voto de silencio en un monasterio trapense, no le gusta el discurso de la queja que también se instala en gente de la cultura, "porque esa queja está reclamando poder".
"El gran cambio que sucede ahora con respecto a mi generación -advierte- es que peleábamos para derrocar el sistema, v 'aquí ahora', como el eslogan que se escuchaba en la plaza Mayor de madrid con el 15-M, no están contra el sistema: el sistema está en contra de ellos. La queja de ahora es que no nos incluyen, y la de antes era excluirles a ellos", subraya el autor de "Cuando todo calla".
Premio Casa de América de Poesía 2013, Hugo Mujica está estos días en España para presentar "El saber de no saber. Desierto, Cábala, el no-ser y la creación" y el II volumen de su "Obra Completa", que publica Vaso Roto, dedicado a su parte ensayística.
Obsesionado con el vacío, "lo que hace todo posible", que ya trató en su libro "Poéticas del vacío", Mujica en "El saber del no saber..." habla de pintores, de místicos, de creadores, para asomarse precisamente a la creación.
"Cuando uno crea una obra de la nada y luego eso deviene en libro, es el misterio último, una idea que viene ya de lejos cuando imaginamos a Dios como el gran creador, una intuición de que el gran misterio se llama creación. El misterio último es alguien que crea", añade.
Y para que el lector pasee con todos sus sentidos y de forma abierta por todos estos temas, Mujica escribe piezas sobre la mística, la cábala, Geor Trakl, Morandi, Chagall, Lucio Fontana, el Aleph, la primera palabra del alfabeto hebreo.
"Otra vez la única vez: un relámpago, su parto y partida/ Se pueden medir orillas/pero nunca jamás, lo que entre ellas se abre, lo que lo abierto ofrenda (...)". Este verso de Mujica resume todo su sentir.
"Todo lo que nos separa es el vacío entre nosotros", dice, y el poeta pone como ejemplo una puesta de sol. "Mientras uno está viendo una puesta de sol, no está viendo nada; todo se reduce al momento, porque lo que ve lo hace suyo. Pero lo importante es conocer sin estar uno en lo conocido; para mí, eso es lo místico y lo difícil. El árbol está ahí, pero no para mí", añade.
Hugo Mujica cree que los occidentales se definen por el control. "Lo nuestro es controlar y comprender; y comprender es una forma de controlar, y así no es que comprendamos lo que es, sino lo que metemos dentro de los parámetros de la comprensión".
El autor de "La palabra inicial" considera que estamos viviendo el transito entre dos culturas. "Un mundo que se acaba, que es Occidente, la raza blanca que se extingue, y el otro, que todavía no aconteció ni aparece. Por eso estamos en conflicto".
"Creo -añade- que desde dos generaciones anteriores a la nuestra se descubrió que, detrás del autor y del tema de la autoridad había ladrones, detrás del padre que golpeaba la mesa había despotismo, detrás de la familia armónica no había nada de eso", advierte.
"Pasamos de la forma al contenido y ahora tenemos un campo abierto para sembrar", concluye.
Notitarde 08/05/2014
Albersidades
Dos cuentos chimbos
- Peter Albers (Notitarde / )
Peter Albers
Los capitostes del régimen detestan que hablen mal de su desastrosa gestión. Un diálogo inofensivo como: "¿Cómo estás?" y con respuesta: "Mal", puede ser considerado como sub-liminal, subversivo e instigador, con el pretexto de que la respuesta "Mal" no se refiere a una enfermedad padecida por nuestro interlocutor, sino a la situación del país.
Y cualquiera conversación inocente puede ser interpretada por algún fanático "socialista del s. 21" como un mensaje sub-liminal escondido en algo tan cotidiano como pedir una canilla en la panadería. O sea, que, herida su vanidad por el estruendoso fracaso sufrido como candidato a una alcaldía en el occidente del país, un simple trozo de pan puede parecerle a cierto personajillo un mensaje cifrado que utilizamos para pedir al panadero que nos preste la metralleta escondida bajo unos sacos de harina. O algo así. Por eso, mejor nos vamos hoy de cuentos.
Había una vez en Inglaterra un asaltante de caminos a quien conocían como "Robin Hood". Se especializaba en robarles los sacos de harina de trigo a los pobres campesinos que transitaban por el bosque, rumbo al pueblo más cercano. Como el jibarito de la canción, los pobres aldeanos iban ilusionados, cantando "si vendo mi carga, mi Dios querido / una casa a mi viejita voy a comprar" o algo así, pero en inglés medieval. El malvado Robin Hood despojaba a los campesinos de su harina, y el muy desalmado lo empaquetaba para venderlo como propio en el mercado del pueblo, cuyos habitantes se veían obligados a pagar exorbitantes precios, fijados por el mismo ladrón, aprovechando la carestía del producto creada por él artificialmente. Además, la necesidad obligaba a los habitantes de aquella región a soportar larguísimas colas, que podían durar hasta un día con su noche, para obtener un saquito de harina con que alimentarse.
En otro lugar de Europa había una doncella a quien llamaban en los bajos fondos "Blancanieves". Su negocio era el azúcar, que adulteraba mezclándola con yeso en polvo que robaba de una cantera cercana a su escondrijo. Era muy bella, a pesar de que había dejado la juventud años atrás, y de una vida llena de crímenes y vicios que no habían podido afear su físico. En el país donde vivía Blancanieves no se producía azúcar desde hacía tiempo. Su padre, el rey de aquella comarca, era otro malvado como ella, y en nombre de un sistema económico que implantó (el "Monarquismo del siglo XI") expropió todas las tierras a los cultivadores de la remolacha de la cual extraían el dulce grano (en aquellos tiempos no se conocía la caña de azúcar en Europa). El beneficio era doble: el rey era dueño de toda la comarca, y su bastarda hija tenía el negocio de la importación de azúcar. Un negocio redondo.
Como en todo cuento hay siempre un ogro, debemos decir que ni en el de Robin Hood ni en el de Blancanieves los hay. O mejor dicho, sí los hay, pero los narradores de ambos cuentos no se atrevieron a mencionarlos, no fuera a ser que Robin Hood, quien en realidad trabajaba bajo las órdenes de un ogro, fuera comisionado por éste para apresar y posteriormente torturar a los aldeanos que protestaran contra el despojo de su mercancía. Y también en el de Blancanieves había otro: el rey.
Ojo: Cualquier mensaje sub-liminal que algún boli-sapo encuentre en estos tontos cuentos, es pura coincidencia.
Ojo: Cualquier mensaje sub-liminal que algún boli-sapo encuentre en estos tontos cuentos, es pura coincidencia.
peterkalbers@yahoo.com
@peterkalbers
@peterkalbers
No hay comentarios:
Publicar un comentario