Gladys Meneses promovió el arte desde la educación
La artista venezolana falleció el domingo a sus 75 años a causa de un infarto.
La creadora radicada en Lechería (Anzoátegui) impulsó programas infantiles de artes plásticas (Cortesía)
JESSICA MORÓN | EL UNIVERSAL
martes 29 de julio de 2014 08:48 AM
Gladys Meneses (Tucupita 1939-2014) arribaría en noviembre a la edad de 76 años. Solo que la noche del domingo, la ganadora del Premio Nacional de Dibujo (1972) se despidió de las planchas de grabado tras sufrir un infarto en su residencia en Lechería, estado Anzoátegui.
Desde su taller, la artista venezolana, influenciada por Paul Klee, dedicó su investigación a las obras tridimensionales. En la actualidad, trabajaba en un mural para Sabana Grande.
Tras cursar estudios en la Academia de Bellas Atrtes de Roma (Italia, 1962) y bajo la tutoría de Attilio Giuliani, aprendió la técnica del grabado en metal y regresó a Venezuela para instalarse en Barcelona.
Dedicada a la pedagogía, se interesó por impartir los conocimientos aprendidos en la localidad de Lecherías. Trabajó como profesora de grabado e historia del arte en la Escuela de Artes Plásticas Armando Reverón de Anzoátegui; dictó talleres de pintura y tallado para niños y habitantes de la entidad. Y junto a su esposo -el fallecido escultor Pedro Barreto- se convirtió en una promotora cultural y difusora de las artes en el oriente del país.
Desde 1981 redactó programas infantiles de artes plásticas para la Fundación Polar. Cuatro años más tarde fundó el taller La Casita (Lecherías), un programa dirigido a niños y adolescentes de escasos recursos interesados en conocer las visuales.
Esculturas en metal con vitrales incorporados forman parte de su legado. Los ventanales del Monasterio de Güigüe y un mural situado en las minas de Naricual (estado Anzoátegui) son obra de Meneses.
En Caracas, el Instituto de las Artes de la Imagen y el Espacio (Iartes) atesora su legado en una sala de exposiciones que lleva su nombre.
El fallecimiento de la artista, quien representó a Venezuela en la Bienal de Sao Paulo (1989), generó consternación en las redes sociales. Mientras que la comunidad de Guanta (@PrensaDeGuanta) lamentó su partida en un comunicado.
La periodista y profesora de la Universidad Central de Venezuela Raquel Gamus se despidió de Meneses desde su cuenta de Twitter (@gamusraquel): "Adiós a la gran amiga y gran artista".
El fotógrafo radicado en Londres Iván González, su alumno en el taller de vitrales, apuntó también en la red: "Ni menos de 3 ni más de 33, me decía Gladys Meneses en clases".
Incluso el Ministro de la cultura Fidel Barbarito (@descoloniza) hizo alarde del talento de la artista en 120 caracteres: "Lamentamos profundamente su cambio de plano (...) artista sensible, maestra amorosa".
Desde su taller, la artista venezolana, influenciada por Paul Klee, dedicó su investigación a las obras tridimensionales. En la actualidad, trabajaba en un mural para Sabana Grande.
Tras cursar estudios en la Academia de Bellas Atrtes de Roma (Italia, 1962) y bajo la tutoría de Attilio Giuliani, aprendió la técnica del grabado en metal y regresó a Venezuela para instalarse en Barcelona.
Dedicada a la pedagogía, se interesó por impartir los conocimientos aprendidos en la localidad de Lecherías. Trabajó como profesora de grabado e historia del arte en la Escuela de Artes Plásticas Armando Reverón de Anzoátegui; dictó talleres de pintura y tallado para niños y habitantes de la entidad. Y junto a su esposo -el fallecido escultor Pedro Barreto- se convirtió en una promotora cultural y difusora de las artes en el oriente del país.
Desde 1981 redactó programas infantiles de artes plásticas para la Fundación Polar. Cuatro años más tarde fundó el taller La Casita (Lecherías), un programa dirigido a niños y adolescentes de escasos recursos interesados en conocer las visuales.
Esculturas en metal con vitrales incorporados forman parte de su legado. Los ventanales del Monasterio de Güigüe y un mural situado en las minas de Naricual (estado Anzoátegui) son obra de Meneses.
En Caracas, el Instituto de las Artes de la Imagen y el Espacio (Iartes) atesora su legado en una sala de exposiciones que lleva su nombre.
El fallecimiento de la artista, quien representó a Venezuela en la Bienal de Sao Paulo (1989), generó consternación en las redes sociales. Mientras que la comunidad de Guanta (@PrensaDeGuanta) lamentó su partida en un comunicado.
La periodista y profesora de la Universidad Central de Venezuela Raquel Gamus se despidió de Meneses desde su cuenta de Twitter (@gamusraquel): "Adiós a la gran amiga y gran artista".
El fotógrafo radicado en Londres Iván González, su alumno en el taller de vitrales, apuntó también en la red: "Ni menos de 3 ni más de 33, me decía Gladys Meneses en clases".
Incluso el Ministro de la cultura Fidel Barbarito (@descoloniza) hizo alarde del talento de la artista en 120 caracteres: "Lamentamos profundamente su cambio de plano (...) artista sensible, maestra amorosa".
ABADÍA BENEDICTINA "SAN JOSÉ" DE GÜIGÜE: REFUGIO DE PAZ
Un hábitat de armonía con la naturaleza y el espíritu, es propiciado por una comunidad de monjes que mantienen abiertas las puertas de la impresionante Abadía Benedictina de Güigüe
Por Ignacio Alen / Fotos Karyna Moreno
Coronando una loma de la comunidad San Juan de Dios, en Güigüe, la Abadía Benedictina de San José se erige como el centro de la vida monástica en Venezuela, donde el recogimiento, el silencio y la meditación son actitudes con las que una breve comunidad de monjes vive siguiendo la Regla de San Benito, patrono de Europa, en la que además de plantearse el modelo de una vida puesta al servicio divino, se señala que “a todos los huéspedes que lleguen al monasterio, recíbales como al mismo Cristo”.
Es así como este “taller del arte espiritual”, como también se le conoce, se ha convertido en una referencia local para los que buscan encontrar a Dios en un ambiente de tranquilidad, lejos del ruido de la vida urbana, donde se les brinda las herramientas necesarias para el descanso, pero sobre todo para cultivar las condiciones necesarias para encontrar esa paz que tanto buscan.
Desde los balcones vegetales de la abadía se puede ver a distancia los pueblos del municipio Carlos Arvelo del estado Carabobo, el Lago de Valencia y una partecita de Maracay, conservando un clima de unos 26° casi todo el año mientras un frondoso bosque tropical domina los alrededores y arrulla a los visitantes con su pureza.
Este fue el escenario escogido por los monjes benedictinos luego de haber descartado casi 30 terrenos en todo el país, tras haber iniciado en Venezuela –provenientes de la Archiabadía de Santa Otilia (Alemania)- su labor pastoral en 1923, instalándose primero en San José de Avila (Caracas) hasta que el rápido crecimiento de la ciudad capital reclamó que se mudaran a un sitio más adecuado para su vocación.
SOLEMNIDAD ARQUITECTÓNICA
El arquitecto venezolano Jesús Tenreiro Degwitz fue el encargado de diseñar el monasterio inaugurado en 1990, donde logró reflejar con líneas y elementos los valores de simplicidad, orden y claridad, lo que tradujo en una solemne pero sencilla obra en limpio con ladrillos, sin adornos, en cuatro sectores que, dispuestos casi como una Cruz de San Benito, conforman el reciento abacial: iglesia, celdas para monjes, área de servicios y hospedería.
El arquitecto venezolano Jesús Tenreiro Degwitz fue el encargado de diseñar el monasterio inaugurado en 1990, donde logró reflejar con líneas y elementos los valores de simplicidad, orden y claridad, lo que tradujo en una solemne pero sencilla obra en limpio con ladrillos, sin adornos, en cuatro sectores que, dispuestos casi como una Cruz de San Benito, conforman el reciento abacial: iglesia, celdas para monjes, área de servicios y hospedería.
En conjunto, se trata de una obra importante que ha sido reconocida con el Premio Nacional de Arquitectura (1991) y Bienal del Colegio de Arquitectos de Venezuela en (1998), entre otros galardones.
Honrando la tradición de los benedictinos en el país, la iglesia de líneas contemporáneas, arropa la contrastante sillería de caoba del coro que originalmente se instaló en San José de Avila, con relieves que representan la vida de San Benito y la virgen de Coromoto, entre los vitrales de la artista Gladys Meneses que desde lo alto filtran los rayos del sol, y que junto a las notas del antiguo órgano alemán que da cuenta de la buena acústica del templo, no en pocos momentos habrán ilustrado la revelación divina en los monjes y los visitantes que se han quedado en cualquiera de las 16 habitaciones dispuestas para la hospedería.
La recepción del templo comprende una pequeña vitrina con literatura y artículos religiosos, donde además se ofrecen botellas de miel cultivada en el mismo claustro, aunque en el amplio terreno se haya descartado el cultivo de frutas y hortalizas –lo que hacía la estancia aún más acogedora- al haber aumentado la frecuencia del hurto de la cosecha.
La sola palabra “monasterio” ya despierta una serie de imágenes cinematográficas que ilustran una vida austera y un tanto misteriosa. Sin embargo, el padre Jesús María Sasias, vasco de nacimiento radicado en Venezuela desde 1967, que está la cabeza de la abadía, se ocupa de desmitificar algunas creencias.
“Muchos piensan que los monjes nunca salimos de la abadía y que estamos todo el día en nuestro hábito, orando. Aunque sí tenemos una jornada de oración constante y silencio para encontrarnos con nosotros mismos, con Dios y con nuestros hermanos, también es cierto que llevamos una vida en comunidad que incluye trabajar en las labores del monasterio, y eventuales salidas, por ejemplo, para algo tan normal como ir al dentista”.
A PUERTAS ABIERTAS
“La hospedería no está hecha para personas que simplemente quieran descansar o pasar unos díasde ocio y evasión, cual si se tratase de un hotel relativamente barato y confortable”, reza un texto que resume el concepto de la “Abadía de Güigüe”, como también se le conoce, aclarando que “La hospedería es, fundamentalmente, un lugar de interiorización, recogimiento, oración, encuentro consigo mismo y con Dios”. Y a pesar de esto, el padre Sasias agrega que “si no quieren asistir a la liturgia, no los podemos obligar”.
“La hospedería no está hecha para personas que simplemente quieran descansar o pasar unos díasde ocio y evasión, cual si se tratase de un hotel relativamente barato y confortable”, reza un texto que resume el concepto de la “Abadía de Güigüe”, como también se le conoce, aclarando que “La hospedería es, fundamentalmente, un lugar de interiorización, recogimiento, oración, encuentro consigo mismo y con Dios”. Y a pesar de esto, el padre Sasias agrega que “si no quieren asistir a la liturgia, no los podemos obligar”.
La agenda de los monjes empieza a las 5:00 de la mañana y culmina a poco después de las 8:00 de la noche, un período en el que los benedictinos practican el estilo de vida de “un obrero incansable al servicio de Dios”.
Si bien la celebración de la eucaristía es el centro de la jornada monástica, celebrada a las 6:00 de la tarde, durante el día se habrá practicado el cultivo espiritual y comunitario a través la “lictio divina”, o la lectura de las Sagradas Escrituras, las oraciones, los momentos de silencio y de comunión con los hermanos.
Las campanas de añejo origen alemán, que todos los días marcan el ritmo de la jornada monástica, se convierten en un llamado a la comunidad toda que cada domingo a las 10:00 de la mañana llenan la iglesia abacial para escuchar la palabra de Dios, aunque es común que algunos lugareños se acerquen a diario a la Abadía probablemente para bautizarse con el ambiente de sosiego que se siente con tan solo pisar los predios del lugar.
CÓMO LLEGAR
Desde la capital carabobeña se debe tomar la ruta que lleva a Güigüe; bordeando el Lago de Valencia, antes de llegar al pueblo, un desvío le indicará tomar el canal derecho. Aunque la ruta no está en muy buenas condiciones, a partir de aquí el camino está bien señalizado.
Desde la capital carabobeña se debe tomar la ruta que lleva a Güigüe; bordeando el Lago de Valencia, antes de llegar al pueblo, un desvío le indicará tomar el canal derecho. Aunque la ruta no está en muy buenas condiciones, a partir de aquí el camino está bien señalizado.
Esté pendiente de un aviso a la derecha que le indicará una empinada callecita, donde al final encontrará la Abadía Benedictina de San José. Desde Maracay, se debe tomar la vía hacia Palo Negro y Magdaleno, hasta pasar Güigüe y llegar a la comunidad San Juan de Dios, del municipio Carlos Arvelo.
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