La decisión de Holanda: un campanazo para la oposición
El nacional 2 DE AGOSTO 2014 - 00:01
Hugo Carvajal está libre. Sobre su detención y rápida libertad se pudieran abrir debates éticos y jurídicos para cuestionar la decisión que lo retornó al país. Sin embargo, más allá de las especulaciones académicas la decisión de Holanda revela un dato que conviene examinar con realismo: el gobierno logró torcer el brazo a Estados Unidos. Lo cual indica que posee el poder suficiente como para ganar disputas que serían impensables en otras épocas. Su poder es real, no ficticio. Por cierto, un poder que usa para retejer los hilos de esta sociedad. Pues esa maquinaria es la misma que distribuye justicia y asigna los dólares de Cadivi. Ha creado su propia red de medios y está reconfigurando los grupos de presión; y, también, es la que asigna las cuotas políticas. De hecho, garantizó que Nicolás Maduro resultara proclamado presidente; falta que ahora decida cuáles partidos deben formar una oposición a su medida.
La decisión de Holanda es una prueba concreta del poder que posee la junta cívico militar que gobierna. Además, demuestra que ese grupo dispone de los mecanismos del Estado cuando los intereses de sus miembros corren peligro. Con tal de preservar su estabilidad poco les importa vulnerar el sistema jurídico nacional, los tratados internacionales, los anhelos de sus militantes o el voto de las mayorías. Entonces, ¿por qué este grupo aceptaría una modificación del juego que le ha permitido acumular un poder sin precedentes en la historia de la democracia?
El análisis sobre las alternativas políticas que aún tiene la sociedad venezolana debe realizarse partiendo de los hechos, no de los deseos. De lo contrario será poco probable que se acuerden decisiones que modifiquen el escenario actual. Entre otras cosas porque la guerrilla socio-económica que despedaza la vida de quienes habitan en esta nación es propiciada para evitar que la población se unifique y confronte al presidente.
El gobierno no tiene disposición alguna de subastar un gramo de su poder en el mercado político. Al contrario, sus directivos están entrenados para acumular más poder; no para distribuirlo. La agonía en la que se encuentra Venezuela se puede prolongar indefinidamente. Los jefes del oficialismo han dejado claro que su proyecto es de largo alcance. Quieren turnarse el poder durante décadas. Su reacción frente al caso Carvajal es un ejemplo de la disposición que tienen de satisfacer ese objetivo. Pero otro ejemplo es el monopolio que ejercen sobre las instituciones del Estado. En especial, sobre el CNE. Quieren profundizar la brecha de la desigualdad política sobre sus adversarios, no cerrarla como se esperaría de gobernantes demócratas.
¿Se podría descartar una disputa entre Nicolás Maduro y Diosdado Cabello en la próxima contienda presidencial? Un escenario probable es que suscriban un pacto para repartirse el poder del gobierno y el de la oposición. Los partidos de la MUD quedarían para una minoría de votantes nostálgicos. En 2015 y 2019 los electores podrían descubrir que los ganadores de siempre aumentaron aún más su poder.¿Están los venezolanos condenados a doblegarse ante el poder de una elite depredadora?
Para cambiar la correlación del poder en Venezuela se necesita construir una amenaza creíble para el gobierno. Una amenaza que permita negociar el CNE cuanto antes. ¿Puede la MUD crear ese ultimátum estando aferrada a objetivos sectarios? La intimidación será creíble cuando exprese un sentimiento popular, no la visión de los radicales excluyentes. Quienes gobiernan deberían percibir que socialistas y opositores se acordarán para desalojarlos del poder. Algunas señales lo sugieren, pero son tímidas; sin embargo, los días pasan.
Algunos dirigentes deberían respetar la tragedia en la que se encuentra metida Venezuela. Bien podrían reflexionar sobre la cruel la labor que realizan cuando solicitan espacios para polarizar, no para asociar voluntades. No se les pediría mucho si se les solicitara que dejen de contemplarse en el espejo y vean que el tiempo se agota para esta sociedad. Tal vez, para ellos el asunto es de cargos o de centimetraje en los medios; mientras que para los venezolanos la cuestión es de vida presente y futuro.
La decisión de Holanda es una prueba concreta del poder que posee la junta cívico militar que gobierna. Además, demuestra que ese grupo dispone de los mecanismos del Estado cuando los intereses de sus miembros corren peligro. Con tal de preservar su estabilidad poco les importa vulnerar el sistema jurídico nacional, los tratados internacionales, los anhelos de sus militantes o el voto de las mayorías. Entonces, ¿por qué este grupo aceptaría una modificación del juego que le ha permitido acumular un poder sin precedentes en la historia de la democracia?
El análisis sobre las alternativas políticas que aún tiene la sociedad venezolana debe realizarse partiendo de los hechos, no de los deseos. De lo contrario será poco probable que se acuerden decisiones que modifiquen el escenario actual. Entre otras cosas porque la guerrilla socio-económica que despedaza la vida de quienes habitan en esta nación es propiciada para evitar que la población se unifique y confronte al presidente.
El gobierno no tiene disposición alguna de subastar un gramo de su poder en el mercado político. Al contrario, sus directivos están entrenados para acumular más poder; no para distribuirlo. La agonía en la que se encuentra Venezuela se puede prolongar indefinidamente. Los jefes del oficialismo han dejado claro que su proyecto es de largo alcance. Quieren turnarse el poder durante décadas. Su reacción frente al caso Carvajal es un ejemplo de la disposición que tienen de satisfacer ese objetivo. Pero otro ejemplo es el monopolio que ejercen sobre las instituciones del Estado. En especial, sobre el CNE. Quieren profundizar la brecha de la desigualdad política sobre sus adversarios, no cerrarla como se esperaría de gobernantes demócratas.
¿Se podría descartar una disputa entre Nicolás Maduro y Diosdado Cabello en la próxima contienda presidencial? Un escenario probable es que suscriban un pacto para repartirse el poder del gobierno y el de la oposición. Los partidos de la MUD quedarían para una minoría de votantes nostálgicos. En 2015 y 2019 los electores podrían descubrir que los ganadores de siempre aumentaron aún más su poder.¿Están los venezolanos condenados a doblegarse ante el poder de una elite depredadora?
Para cambiar la correlación del poder en Venezuela se necesita construir una amenaza creíble para el gobierno. Una amenaza que permita negociar el CNE cuanto antes. ¿Puede la MUD crear ese ultimátum estando aferrada a objetivos sectarios? La intimidación será creíble cuando exprese un sentimiento popular, no la visión de los radicales excluyentes. Quienes gobiernan deberían percibir que socialistas y opositores se acordarán para desalojarlos del poder. Algunas señales lo sugieren, pero son tímidas; sin embargo, los días pasan.
Algunos dirigentes deberían respetar la tragedia en la que se encuentra metida Venezuela. Bien podrían reflexionar sobre la cruel la labor que realizan cuando solicitan espacios para polarizar, no para asociar voluntades. No se les pediría mucho si se les solicitara que dejen de contemplarse en el espejo y vean que el tiempo se agota para esta sociedad. Tal vez, para ellos el asunto es de cargos o de centimetraje en los medios; mientras que para los venezolanos la cuestión es de vida presente y futuro.
@aaalzuru
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