Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
sábado, 13 de agosto de 2011
"Es necesaria cierta distancia para darse cuenta de la enormidad de las cosas"…Del Palacio de las Academias a la Calle Soublette del Centro valenciano
¿Qué vine a hacer en Valencia como Licenciada en Letras y Magister en Letras Hispanoamericanas graduada en la UCAB y en la Universidad Simón Bolívar?
“La resurrección del “deber ser” en una biografía de la bibliografía”
"Es necesaria cierta distancia para darse
cuenta de la enormidad de las cosas"…
In memoriam de la Biblioteca Nacional que conocí, un capitulo homenaje para la historia del pasado.
Palacio de las Academias. Caracas.
Antigua Sede de la Biblioteca Nacional
PRIMERA PARTE: FUI FORMADA PARA UN PROYECTO DE PAÍS
El rescatar y transmitir referencias hemero-bibliográficas es colocar en las manos de los consultantes, el instrumento vital de apoyo para las investigaciones en cualquier campo del conocimiento. El rigor en la realización de repertorios bibliográficos incide positivamente en las tareas investigativas a cualquier nivel y en la calidad de la información ofrecida. Si el mundo actual se ha definido como el de la comunicación e información podemos deducir la importancia no sólo de brindar el servicio mencionado, sino de unificar criterios y promover el rescate y difusión de las fuentes que atesoran la memoria de lo publicado en y sobre el país.
Lamentablemente la avidez de acceder a los instrumentos y novedades tecnológicas como si ellas por si mismas tuvieran por arte de magia en sus bases de datos toda la información requerida, la moda de lo fácil y banal más la eliminación paulatina del valor trabajo, mística, perseverancia y humildad como válidos del deber ser humano, han ido arrinconando como a la pobre muñeca fea de la canción infantil a esta área del trabajo de las ciencias sociales, igualmente ha creado una matriz de opinión desfavorable para la formación e incorporación de recursos materiales (nunca hay presupuestos para la investigación bibliográfica ¿para qué? ¿qué es eso?) y humanos (son profesiones sin status en el rating de la moda ni sirven para hacer riquezas) necesarios y capacitados que permitan generar, organizar y diseminar los materiales informativos, es más, los pocos cargos existentes se ofertan a la cuota clientelar del poder de turno y se adjudican a cualquier diletante audaz que sepa impresionar con sus disfraces y “parla” de intelectual o cuente con el apoyo de grupos que a través de sus “datos investigados arduamente” promocione sus gestiones y los entronice en el poder, a pesar de estar sumido en la más absoluta ignorancia sobre el tema, carezca de metodología y suministre información sin la objetividad y búsqueda requeridas. Es ésta una realidad que he visto transformar ante mis ojos, que parte de lo propuesto en los años 1969 y 70 como plan estructurado para continuar la labor de publicación ordenada de la Bibliografía Nacional iniciada por Manuel Segundo Sánchez, pionero estudioso y director de la Biblioteca Nacional en los primeros años del siglo XX, quien editó en la Litografía del Comercio caraqueña en 1917, el primer “Anuario Bibliográfico de Venezuela”, correspondiente al año 1916. “Estaba organizado en las siguientes secciones:
-Publicaciones Oficiales.
-Publicaciones particulares.
-Publicaciones periódicas.
Mi sitio preferido de meditación en mi juventud:
La Plaza Bolívar de Caracas
Luego de esta publicación transcurrieron largos años durante los cuales la bibliografía nacional aparece como una sección del “Boletín de la Biblioteca Nacional” hasta el año 1942 cuando es creada la Oficina de Bibliografía, con el fin de publicar la lista de libros y folletos publicados en el país, respaldada en el año 1943 por la “Ley que dispone el envío de obras impresas a la Biblioteca Nacional y a otros institutos similares”, registrada como Decreto del Gobierno Nacional de la época en el “Anuario Bibliográfico” de 1942.” (FUENTES, Florencia, 1982: “Bibliografía Nacional Retrospectiva”,66)
Al frente de dicha Oficina estuvo el Profesor Pedro Grases desde 1942 hasta 1945, 1947-48, períodos durante los cuales se publicaron los “Anuarios Bibliográficos” desde el año 1942 hasta 1954. La estructuración del programa que reanudaría la publicación de la bibliografía nacional se efectuará en los años 1960 ejerciendo la dirección de la Biblioteca Nacional, la Dra. Blanca Álvarez Freites, pionera de los estudios bibliotecológicos del país y fundadora de la Escuela para esa especialidad en la UCV., con decisiva participación del Profesor Grases. A tal fin se designaron jóvenes profesionales egresadas(os) de esa Escuela ucevista, entre las que nombraré a Florencia Fuentes, Jefe del Departamento Centro Bibliográfico Venezolano encargada particularmente de la organización de las publicaciones destinadas a cumplir ese objetivo; Maripuri de Madariaga para Procesos Técnicos y María Elena Bermúdez para la Sala de Referencias, quienes integraron con magnífico pulso, el viejo personal activo hacia mucho tiempo y los nuevos profesionales especializados, en un marco de diálogo, pluralismo de ideas y sobre todo de cultivo de lo que hoy llaman “respeto a la otredad”. Junto a ellas, el crítico literario Roberto Lovera De Sola ingresó también abriendo las puertas a jóvenes de las Escuelas de Letras, como fue mi caso, en el que de su mano entré el 1 de agosto de 1970 a formar parte del equipo encargado del registro de obras publicadas, autores y fallecidos aparecidos diariamente en la prensa nacional en la Hemeroteca de la institución, para ser transferida al poco tiempo al Centro Bibliográfico Venezolano para continuar con esa función necesaria para el registro de la bibliografía nacional, unida a la de reseña y difusión de noticias importantes en la Cartelera General del área de Referencias de la misma Biblioteca Nacional. Comenzaba mis estudios en la Escuela de Letras de la UCAB y en el Instituto Pedagógico Nacional; la de la UCV vivía en pleno el famoso proceso de renovación y cierre por la intervención del gobierno de turno. Eran tiempos de grandes ideales, plena conciencia del valor dignificante y comprometido del trabajo, de la importancia de aportar al país nuestro grano de arena para rescatar de la ignorancia a las masas populares, y sin tanta legislación, discusión o palabrerío vacuo, vivíamos conciente y naturalmente, como un deber ser espontáneo, la vocación de servicio, de trabajo en el campo que fuera para rescatar el dato necesario y brindarlo sin guardar ases bajo la manga a quien lo solicitase, porque en definitiva, era una forma de “hacer patria”.
Eran tan propicios los vientos de la época para el rescate de la memoria publicada del país, al menos en las instituciones de las que soy testigo presencial y actriz de reparto, que se podía tener la certeza profesional de un futuro promisorio en la investigación bibliográfica
No sólo la Biblioteca Nacional se preocupaba por ese trabajo,
desde el primer año de Letras en la UCAB, el Dr.Efraín Subero quien en sus 42 años se había constituido en el más joven Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua, nos transmitía no sólo su amor a la Literatura Venezolana en la Cátedra respectiva, sino la conciencia clara y sistematización necesaria del investigador en compañía de Lyll Barceló y Miriam López de Valdivieso en el Seminario de Investigaciones Bibliográficas, en el cual, además de registrar y conservar el material rescatado para los archivos de la Escuela, veíamos nuestros nombes orgullosamente reseñados en los libros dedicados a la divulgación bio-bibliográfica y hemerográfica de importantes autores venezolanos publicados por la Gobernación del Distrito Federal a través del “Plan Cultural Caracas” dirigido por José Luis Alvarenga. Otras corrimos con un suerte especial, en mi caso fui asignada a trabajar con Don Pedro Grases en la actualización y revisión de la Bibliografía de Don Arístides Rojas, para su segunda edición, donde la disciplina y ética que estos maestros nos querían transmitir se manifestaba en los reconocimientos de nuestros juveniles nombres en las presentaciones de los libros, las cuales tenían un gran valor curricular…
Cuadra que tiene la Casa Natal de Simón Bolívar
A las 5 de la mañana debía estar en la sede de la Sociedad Bolivariana en la histórica cuadra del mercado de San Jacinto, al lado de la Casa Natal del Libertador, para comenzar el día entre los hermosos piropos y conversa supremamente agradable con Don Pedro y el café recién colado. En esos inolvidables amaneceres Grases me hacía comprender que el trabajo bibliográfico es eso, trabajo, mística, vocación de servicio tan importante como mi ímpetu para llevar adelante mi profesión y ambiciones personales. Don Pedro me decía: “No dejes que la simplificación y unificación del trabajo, propias del oficio, te impidan meterte en su alma. El trabajo bibliográfico reside más en la actitud que en el mecanismo. La computarización y sistematización son importantes pero no debemos detenernos en esqueletos, hay que buscar la carne, la sangre en circulación de ese esqueleto”. Hoy después de muchos años, para recordarlo hago mías las palabras que él usaba para referirse al gran bibliógrafo Agustín Millares Carlo. “Es un ejemplo que toda la gente de la ciencia, de la técnica y del amor al libro debería tener entre ceja y ceja y en mitad del corazón. Era un hombre de trabajo incansable, incomprensible en la cantidad de cosas que hacía; era un hombre de risa fácil, conversación de corazón a corazón, que iba realizando su obra con esa perfecta sencillez de la gente que sabe, de la gente que domina, de la gente que está llevada por un impulso, por un objetivo fuera de lo corriente y de lo normal.” De esos maravillosos años, quedaron como testimonio de mi trabajo, las secciones de fallecidos y autores en los Indices Bibliográficos publicados en multígrafo por el Departamento Centro Bibliográfico Venezolano de la Biblioteca Nacional, los Anuarios Bibliográficos Venezolanos 1967-68 y 1975 y la actualización de la Bibliografía de Arístides Rojas con Don Pedro Grases, amén de la relación estrecha y reconocida con la Preparaduría en Literatura Venezolana en La UCAB con Efraín Subero, porque nuestro trabajo fue en equipo y como tal recordado…
Universidad Católica "Andrés Bello" de cuya Escuela de
Letras egresé en la Promoción "Dr. Domingo Miliani" 1973
Mi historia personal y profesional se separó de su matriz nutritiva y amistosa originaria en 1975 cuando se crea la Fundación para el Rescate del patrimonio del país (FUNRES) por decreto presidencial No.1284, publicado en Gaceta Oficial No. 30858, de fecha 28 de noviembrte de 1975 bajo la dirección del Dr.Raúl Nass. Ya me había graduado en Letras en la promoción “Dr.Domingo Miliani” y me disponía a partir a la UNA de México, pero “el hombre propone y Dios dispone”, y vine aterrizar en la ciudad menos esperada en mi vida: Valencia. De la mano de mi padre espiritual y protector único: el Dr.Adolfo Blonval López ingresé, como dije anteriormente, a trabajar con la Dra. Henriqueta Peñalver en la indización de los documentos del archivo histórico “María Clemencia Camarán” y al año siguiente fui llamada a servicio por el recién creado Instituto Autónomo Biblioteca Nacional (según Ley aparecida en Gaceta Oficial No.31.284, de fecha 27 de julio de 1977) para que junto a las Licenciadas bibliotecólogas: Dinorah de Fuenmayor, primero y Luisa Elena Sojo después cumpliéramos en el Estado Carabobo, los planes de la institución:
- crear la red de bibliotecas públicas de la región con el eje en la Biblioteca Pública Central “Dr.Manuel Feo La Cruz”, que en ese entonces funcionaba en una casona de la Calle Soublette de Valencia;
- reactivar el cumplimiento de la vieja Ley de 1943, bajo el nombre actualizado de “Ley de Depósito Legal”
- Y en mi caso formar parte de la Dirección de Estudios e Investigaciones en calidad de Bibliógrafo regional, encargada de investigar, rescatar, registrar la memoria bibliográfica del Estado, el listado biográfico de autores carabobeños o vinculados a la entidad, editoriales existentes y a la vez, organizar la Sala Estadal, a través de la cual esa información rescatada y los libros ingresados por la Ley puesta en vigencia, permitiera prestar el servicio informativo sobre el estado, los temas relativos a él y a su gente, sus lugares, tradiciones y costumbres que tanto necesitaba la comunidad. Paralelo a ello, la Ley de Depósito Legal, el rescate de la memoria de lo publicado y el listado de editoriales vigente permitía crear en un área que no pagara ningún tipo de alquiler para poder asi abaratar los costos de los libros, la sede carabobeña de la Librería KuaiMare, red creada por Eduardo Castro para hacer llegar el libro venezolano y de autores nativos o residentes en el país a todos los rincones de Venezuela. (En Valencia no se hizo realidad en su momento por falta de un espacio ad hoc y es en el S.XXI que se creará la "Librería del Sur" en el Centro Comercial "Camoruco" de la Av.Bolívar(nuevo nombre con que se designa en el presente a la vieja red existente KUAIMARE)
El intenso y fatigoso trabajo investigativo, que se realizó de casa en casa, con la ayuda de la valencianidad de aquellos años, que me abrió sus puertas, consumió 10 años de mi vida. Comenzó con las listas que de las instituciones en las que eran promotores natos me dieron figuras de verdaderos intelectuales, amantes de su ciudad como la querida y admirada poetisa Flor Gornés y Gallegos, Don Luis Martínez Mainardi y un jovencito Luis Ovalles. Fueron mis asistentes en la Sala Estadal: la profesora Mirtha de Olarte,y un estudiante de la Escuela de Educación cuyo medio tiempo de trabajo lo absorbía la donación mensual de la Corporación Cerámicas Carabobo gracias a Frida Añez, su administradora, y en el proceso de desentrañar la información y recorrer los más recónditos lugares, mi querido profesor Rafael López Risso (fallecido).
Orquesta de señoras valencianas en el S:XIX.
Sociedad del "Bello género".
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