César Estevez || Scorpius
La mujer en la democracia latinoamericana
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Mancheta de hoy: ¡Caramba, patrón!, usted tiene boca de... ¿Boca de qué, Caracciolo? Bueno, que predijo que el vecino presidente, en lo que vio el maletín, no hizo sino imaginarse lo que había dentro y enseguida decidió que a Makled había que enviarlo a Venezuela... e inventó que si jurídicamente Colombia, etc, etc, etc. Pues, nada, para Venezuela y no a Estados Unidos iba el presunto narco. Recuerdo que usted dijo que si lo enviaban a Venezuela, se pudriría en una cárcel sin que jamás lo llevaran a un tribunal para que vaciara su caja de caudales... Como en efecto, está sucediendo. ¡Y así será Caracciolo!.. ¡Así será!
Lo único verdaderamente hermoso de la Creación ha sido la mujer. Nos queremos referir hoy a la intromisión de la mujer en la vida política en nuestros países principalmente.
La consulta popular en las elecciones periódicas se está extendiendo a millones de seres que hasta ahora sólo ofrecieron servicios accesorios a los partidos, siempre en condición de abnegado y aun a veces heroico acompañamiento en las tareas de los varones de la familia; esto ha ocurrido per sécula en nuestro medio, donde la mujer todavía no ha salido airosa en tan principalísimos derechos. Los partidos han hecho cautelosos cálculos sobre la concesión del voto femenino, siempre en términos de una estructura tradicional y de sus antañonas costumbres, se comienza a ver ante una novísima situación que desquicia sus presupuestos y que los obliga a una vertiginosa recomposición de sus procedimientos de trabajo y a una alteración esencial de su papel en la vida política. El imperio que han ejercido sobre los hombres, el indiscutido dominio sobre los feudos conquistados en las guerras civiles y heredados en la paz incierta de todos los tiempos nos lo hizo ver el sabio jurisconsulto colombiano, Alberto Lleras Camargo (Bogotá 27 de noviembre de 1958) no puede ya mantenerse sobre una nación que pueda entrar alguna vez, ahora sí, totalmente a decidir sus destinos, como esperamos que así sea radicalmente y en tiempo perentorio próximamente y en donde la opinión comienza a formarse con elementos hasta ayer imponderables y con los cuales dentro de poco tiempo en adelante, tenemos que contar con factores decisivos. En la misma medida en que los dirigentes que no los tenemos en mucho como debiera ser en esta era, entiendan los problemas de navegación en un mundo recién descubierto y se adapten al uso de los instrumentos de orientación en su movible ámbito podrán subsistir en él, sin desastres ni naufragios. Si creen que todo va a seguir lo mismo y que las mujeres no aspiran sino a ser las cantineras humildes de las veteranas tropas sectarias, están irremisiblemente perdidos.
La mujer entre nosotros, al menos, ha sido una parte sojuzgada del pueblo, con la cual se contó más en la guerra independentista que en la vida de país independiente. Pero hoy hay una parte del pueblo que creemos mayoritaria, integrada por varones y mujeres que está decidida a salir del margen oscuro de decisiones políticas, económicas y sociales que forman el triste presente de nuestra República. Promover y lograr la integración de esas enormes masas humanas dentro de las cuales las mujeres son satélites de un sistema económico y socialmente subalterno y atrasado, es una empresa digna de las fuerzas de una generación entera que se propone llevarla a cabo con el más tenaz y activo de los empeños.
No está lejos la hora en que la mujer venezolana se eleve en protesta por los mejores tiempos para la nación sojuzgada y triste y se convierta en madre y solución de nuestras angustias. Continuaremos...
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